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La idea de Landon Donovan fue genuina, pero la rivalidad entre EE.UU. y México es muy intensa para buenas intenciones

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Mire más allá de la camisa verde, ignore el logotipo de Wells Fargo en la pantalla; el mensaje subyacente de la campaña a favor de México por parte de Landon Donovan es realmente maravilloso.

Este fútbol puede ser mucho más que un juego.

Estamos ante el prototípico Donovan. Como jugador, tenía una visión rara para un estadounidense, y una singularidad de perspectiva que se extendía más allá del campo de juego. Ello vuelve a ocurrir aquí; el reflexivo Donovan ve a su deporte como un vehículo para crear apoyo para una población vilipendiada por muchos en la extrema derecha del espectro político.

Solo que la campaña no fue bien recibida por los fanáticos del fútbol de EE.UU., que se preguntaron cómo un antiguo símbolo del equipo nacional podía convertirse en defensor de un enemigo.

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El error de Donovan fue complicar algo simple. No se dio cuenta de que, para la mayoría de los fanáticos, un juego es solo un juego.

Cuando Donovan genera anuncios que piden a los fanáticos del fútbol de Estados Unidos que respalden a México en la Copa del Mundo, está pensando en el propuesto muro fronterizo. Los seguidores que rechazan su declaración no piensan en los mismos términos; ellos imaginan el momento en que Ramón Ramírez pateó a Alexi Lalas en la ingle.

Por mucho que la política se pueda entrelazar con el fútbol, y por mucho que una cultura pueda ser representada por jugadores y equipos del deporte, vitorear en contra de la selección de México no equivale a ser antimexicano.

En todo caso, en este país ocurre casi lo contrario, ya que la nueva ola de fanáticos del fútbol estadounidense ha adoptado una serie de iniciativas que promueven varias formas de diversidad. Muchos fanáticos estadounidenses que viajaron a la Ciudad de México para un partido clasificatorio para el Mundial, en 2017, llevaron carteles contra Donald Trump para mostrar que no todos los estadounidenses comparten las ideas del presidente.

Y mientras las tensiones culturales y políticas no enciendan violencia en el campo de juego o en las gradas, no hay nada de malo en la rivalidad. Es un elemento divertido, si no francamente esencial, de ser un fanático de los deportes.

La gente de Boston se unió al luto de los neoyorquinos tras el 11 de septiembre, pero seguramente no todos los fanáticos de los Red Socks vitorearon a los Yankees en la Serie Mundial ese mismo año.

Entonces, realmente, se trata de dos argumentos completamente distintos: los relativos a los derechos humanos y la dignidad, de Donovan; opuestos a los principios básicos de la cultura de los fanáticos. Y es lamentable que el posterior ir y venir en múltiples medios y plataformas se haya vuelto tan desagradable -no me molestaré en resumirlo aquí- porque todo esto comenzó con un interés genuino.

Las derrotas sorpresivas rara vez son divertidas, tanto en el fútbol como en otros deportes. En términos generales, los resultados más impactantes requieren los métodos más deplorables.

Islandia se ha convertido en el favorito de todos, y comprensiblemente: un país con una población de 350,000 aseguró un empate por 1-1 contra Argentina, en su primer partido. El resultado fue inspirador, pero la acción en sí fue terrible; Islandia jugó la mayor parte del encuentro con 10 jugadores detrás del balón. Islandia no jugó para ganar; jugó para no perder. Cualquier espectador imparcial comparte la frustración de Lionel Messi al final del juego.

Islandia no fue el único en recurrir a medidas extremas. Irán no hizo ningún esfuerzo por ganar, solo por obtener una victoria por 1-0 sobre Marruecos. Australia se replegó contra Francia, que escapó con una victoria de 2-1.

Y todo empeorará. Los mejores equipos están atacando en este momento porque tienen que asegurar los tres puntos que se otorgan por las victorias en la fase de grupos. Una vez que lleguen a las rondas eliminatorias, ellos también se volverán más conservadores.

La audacia de Neymar es digna de admiración. El atacante brasileño aún juega con alegría infantil y una total indiferencia por lo que se debe y no se debe hacer en el juego moderno.

No hay un lugar en la cancha donde no trate de enfrentarse a un defensor. No se limita a amagar ante otro jugador si puede pasar la pelota por encima de su cabeza o deslizarla entre sus piernas. No hay futbolista más entretenido en esta Copa del Mundo.

Por supuesto, se trata de una cuestión de gusto, y Neymar tiene su cuota de detractores, que han expresado contra él las mismas críticas que tenían sobre un particularmente llamativo Cristiano Ronaldo al principio de su carrera.

Y es por esto que Neymar podría tener más en juego que cualquier otro en este torneo. Si puede llevar a Brasil al título, su talento para el espectáculo será considerado como una innovación. Si no lo hace, será recordado como un jugador que tiene más estilo que sustancia.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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