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Las luces artificiales están acabando con la oscuridad nocturna, y eso no es una buena noticia

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La Tierra está perdiendo su oscuridad. Un nuevo estudio que utiliza datos satelitales halló que las superficies iluminadas artificialmente alrededor del mundo se están expandiendo y volviendo más brillantes, lo cual produce más contaminación lumínica durante la noche.

Los hallazgos, descritos en la revista Science Advances, rastrean una tendencia preocupante para los investigadores, que tiene implicaciones para el medio ambiente y la salud humana.

“Esto es preocupante, por supuesto, porque estamos convencidos de que la luz artificial es un contaminante ambiental con implicaciones ecológicas y evolutivas para muchos organismos, desde bacterias hasta mamíferos, incluidos los humanos, y puede remodelar sistemas ecológicos sociales completos”, expuso en una conferencia Franz Holker, del Leibniz-Institute of Freshwater Ecology and Inland Fisheries, uno de los autores del estudio.

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Gracias a las luces eléctricas, la iluminación exterior creció a un ritmo del 3% al 6% anual en la segunda mitad del siglo XX. Si bien esto ha beneficiado la productividad y la seguridad humanas, también tiene un costado negativo: la noche ya no es lo suficientemente oscura.

La mitad de Europa y una cuarta parte de América del Norte experimentaron ciclos de luz y oscuridad muy modificados, escribieron los autores del informe, una condición que calificaron como “pérdida generalizada de la noche”.

Esta contaminación lumínica puede tener serias consecuencias para los seres vivos, que han evolucionado de acuerdo con un ciclo natural de día y noche, donde las únicas fuentes principales de luz nocturna eran la luna u otras fuentes intermitentes, como volcanes, rayos, incendios forestales o auroras.

“Desde una perspectiva evolutiva, ahora, la luz artificial en la noche es un factor estresante muy nuevo”, consideró Holker. “El problema es que la luz se ha introducido en lugares, tiempos e intensidades en las que no ocurre de forma natural, y muchos organismos no han tenido la oportunidad de adaptarse a este nuevo factor estresante”.

Ese es un gran problema, dado que el 30% de los vertebrados y más del 60% de los invertebrados son nocturnos, señaló. La cuestión puede afectar a las plantas e incluso a los microbios. También podría dañar las interacciones vitales entre especies, como la polinización de plantas y la propagación de semillas por parte de criaturas nocturnas clave.

“Amenaza la biodiversidad a través de hábitos nocturnos modificados, como patrones de reproducción o migración, de muchas especies diferentes: insectos, anfibios, peces, aves, murciélagos y otros animales”, explicó Holker.

Los humanos también se ven afectados por la luz artificial porque hay ciertos procesos fisiológicos que ocurren durante el día y otros que suceden por la noche, y a menudo funcionan uno contra el otro, estimó el experto. Es por eso que trabajar en contra de nuestros relojes biológicos (por ejemplo, como los trabajadores nocturnos) puede generar muchos tipos de problemas, desde síntomas similares a la depresión hasta obesidad y diabetes.

Y, por supuesto, mientras más contaminación lumínica haya, menos estrellas podremos ver, lo cual dificulta que los astrónomos estudien los cielos con telescopios terrestres.

Para saber si la demanda humana de luz todavía está en aumento o nivelándose, un equipo internacional de científicos utilizó el Equipo de Radiómetro de Imágenes Infrarrojas Visibles, también conocido como VIIRS (por sus siglas en inglés), un sensor satelital que es una colaboración entre la NASA y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica.

Los investigadores estudiaron los datos de cada octubre entre 2012 hasta 2016. Descubrieron que, durante ese tiempo, la superficie exterior artificialmente iluminada de la Tierra creció un 2,2% cada año, y el resplandor total aumentó un 1,8% al año. Además, las áreas externas que ya se habían iluminado cuando el estudio comenzó, en 2012, también aumentaron su luminosidad un 2,2% por año.

El crecimiento más rápido tuvo lugar en países de regiones en desarrollo, como Asia, África y América del Sur. Los países que ya estaban iluminados, como los Estados Unidos y España, parecían estables. Un pequeño número de naciones devastadas por la guerra, como Yemen y Siria, tuvieron una caída en sus niveles de luz artificial.

Pero incluso en los países con mucha luz que parecían estables, los niveles probablemente continúan en aumento, consideran los científicos. Esto se debe a que muchas ciudades bien iluminadas han reemplazado la iluminación de sodio amarillo-naranja por LED, que ahorra energía. Las luces de sodio emiten una pequeña cantidad de radiación infrarroja, lo cual las hace parecer más brillantes a VIIRS. En cambio, las LED -de tonos blancos- tienen más longitud de onda azul, que VIIRS no puede ver. La combinación de perder la señal infrarroja y no detectar las longitudes de onda azules significa que el sistema registra estas áreas como más tenues, a pesar de que pueden estar más iluminadas que antes.

“Eso significa que esta medida que estamos informando es un límite inferior sobre cómo la luz de la Tierra va en aumento”, afirmó el líder del estudio, Christopher Kyba, del Centro de Investigación Alemana para las Geociencias. “Y de hecho, el verdadero aumento que percibiría un ser humano es en realidad más grande de lo que informamos aquí”.

Los investigadores habían sospechado durante mucho tiempo que la introducción de los LED significaría menos energía utilizada para la iluminación, dijo. El problema es que esto también volvió la iluminación más barata. “Cuando se crean luces más eficientes, simplemente no se ahorra energía”, explicó Kyba. “Lo que sucede, en cambio, es que la gente las enciende más”.

La luz azul en esos LED también es particularmente perjudicial para muchos animales nocturnos, resaltaron los investigadores.

Hay algunas soluciones posibles, argumentó Kyba, como el uso de LED que no tengan componente azul. También hay formas de posicionar y administrar las fuentes de iluminación existentes, por ejemplo, las lámparas en un estacionamiento, de modo que no sean tan brillantes, pero aún así sean efectivas.

Tales soluciones podrían ahorrarle a las ciudades una gran cantidad de dinero, agregó. “Estamos muy interesados en trabajar juntos con las ciudades y los gobiernos locales, así como con los socios de la industria, para tratar de encontrar formas en que eventualmente podamos revertir esta tendencia”, aseguró.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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