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En Santa Fe creen que el problema del último tiroteo no fueron las armas

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Cientos de personas se reúnen para una vigilia, el viernes 18 de mayo, en honor a las víctimas del tiroteo en Santa Fe High School, en Texas.

Los estudiantes y maestros que volvieron el sábado a Santa Fe High School, para retirar las pertenencias que habían dejado atrás durante la evacuación, fueron escoltados por la policía debido a que la escuela seguía siendo una escena del crimen y estaba acordonada con cinta amarilla.

Entre ellos estaba Cassandra Garza, una estudiante de segundo año. No tenía un letrero con un lema político ni habló sobre el control de armas. Todo lo que quería era estar con sus amigos, relató, y “reunirse y rezar para que esto nunca más vuelva a ocurrir”. “Soy joven e ingenua sobre la política”, afirmó la chica de 16 años.

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No hubo protestas contra las armas de fuego en Santa Fe después de que un atacante mató a 10 personas e hirió a otras 13, el viernes. Las armas no se mencionaron en la vigilia de oración a la que asistieron mil personas esa noche. Ese sábado no hubo protestas.

Pero tres meses antes, en Parkland, Florida, el tiroteo en la Marjory Stoneman Douglas High School -que dejó 17 muertos- desató un movimiento. Estudiantes y padres de los fallecidos se organizaron para protestar y pedir más leyes de control de armas. Su activismo generó huelgas escolares en todo el país, campañas de registro de votantes y manifestaciones masivas, incluida la Marcha por Nuestras Vidas, en Washington.

Las encuestas muestran que Estados Unidos sigue profundamente dividido sobre las armas de fuego y las respuestas en Parkland y Santa Fe ayudan a explicar por qué.

Los residentes de ambas ciudades dicen que hay que hacer algo sobre los tiroteos en las escuelas, pero no hay acuerdo sobre qué es ese ‘algo’.

En el exterior de la preparatoria, el sábado, a Sandy Phillips no le sorprendió ser la única defensora del control de armas. Phillips, nativa de San Antonio, llevaba una insignia con una foto de su hija, Jessica Ghawi, quien murió a los 24 años de edad en el tiroteo de masas en Aurora, Colorado, hace seis años. Phillips y su esposo han apoyado desde entonces a los compañeros víctimas en las escenas de otros nueve tiroteos masivos. También protestaron frente a la convención de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), realizada en Dallas a principios de mayo.

“Es lamentable que ya hayan decidido lo que sucedió aquí. Han pasado a decir: ‘Nadie me quita las armas’. La típica retórica de la NRA. Solo se trata de ‘orar’”, indicó Phillips, quien ve pocas posibilidades de un acuerdo sobre el tema. “La gente sigue sus propios caminos”, dijo. “Eso divide a la comunidad, divide a los estudiantes”.

El reverendo Brad Drake trabaja en la comunidad de Santa Fe hace siete años, en la Iglesia Dayspring, una congregación de las Asambleas de Dios integrada por unas 150 personas, a pocos kilómetros de la preparatoria. La ciudad, de aproximadamente 13,000 habitantes, tiene 15 iglesias y Drake se desempeña tanto en la alianza ministerial local así como en la Cámara de Comercio.

Después del tiroteo, le preocupaba que grupos externos pudieran aparecer con cuestiones políticas. Notó a un hombre que llevaba abiertamente una pistola en la cadera durante la vigilia del viernes. Pero eso fue todo, indicó. “Podemos mirar más allá de esas cosas y simplemente cuidar a la gente”, expuso Drake, sentado en su oficina.

A sus 45 años, Drake es propietario de armas y tiene una cabeza de ciervo montada en la pared de su oficina. También tiene cinco hijos y perdió a un miembro de su congregación en el tiroteo, la estudiante Angelique Ramírez. El viernes se mantuvo cerca mientras los oficiales notificaban a sus padres y a los de otras siete víctimas. “Se podía oír por el pasillo cuando cada familia reaccionaba”, recordó.

Al igual que muchos en Santa Fe, el pastor no culpa a las armas; se culpa a sí mismo y a la sociedad. Las escuelas necesitan ayuda para mejorar la seguridad, pero eso no evitará los disparos, dijo. Tampoco la oración por sí sola, agregó. “Hemos creado una cultura que no valora la vida, que no honra a Dios, que no respeta la autoridad. Estamos cosechando las consecuencias de esas acciones, y eso no se revertirá por un guardia de seguridad o un detector de metales”, expuso.

El pastor juvenil Richard Pourchot acompañó a los padres de Angelique cuando fueron notificados de su muerte. Los vio derribarse y pasó la noche con ellos después. “No se escucha mucho sobre el control de armas”, dijo, y aunque consideró que la seguridad escolar debería intensificarse en el corto plazo, “el objetivo a largo plazo es cambiar los corazones de la gente”. “Estamos permitiendo que la cultura críe a nuestros hijos”, agregó Pourchot, padre de dos hijos que se graduaron en Santa Fe High, en 2000.

El sábado, Pourchot y Drake abrieron el santuario de la iglesia para dar respuesta al tiroteo mediante la oración pública. Drake se preguntó en voz alta cuánto duraría el tiroteo en el centro de atención. “¿A la gente realmente le importa o solo quieren impulsar sus planes?”, preguntó.

Ningún funcionario local mencionó las armas en una reunión informativa realizada en el exterior de la preparatoria, por la tarde.

Cuando se le preguntó sobre el control de armas, el juez del condado de Galveston, Mark Henry, afirmó que la ampliación de las leyes no evitaría los tiroteos de masas. “No puedo hablar en nombre de todo nuestro país, pero debemos prestar más atención a la salud mental”, afirmó Henry, para quien las leyes de armas más estrictas no mantendrán las armas de fuego alejadas de los delincuentes porque ellos “no obedecen ninguna”.

A unos metros, Clarissa Potts y su hija de siete años, Kaylee, agregaron flores a un monumento debajo de un árbol, en el exterior de la escuela. Potts también se opone a ampliar las leyes de control de armas, y dijo que los padres necesitan involucrarse más con sus hijos. “Necesitamos una mejor comunicación. Debemos prestar más atención a la salud mental. No creo que sea un problema de control de armas. Es un derecho constitucional portar armas”, dijo Potts, de 41 años, quien no posee arma.

En la misma calle, una estudiante de tercer año de Santa Fe High School que se había detenido en una estación de servicio Shell que vende gorras con la leyenda “Cazador de por vida”, estaba de acuerdo. “No son las armas, es la gente”, afirmó Dawn Pence, de 17 años, que vestía botas vaqueras y una camiseta de Def Leppard. La joven no estaba en la escuela el viernes y no conocía al presunto tirador ni a ninguna de las víctimas.

Algunos funcionarios locales, estudiantes y familiares de los heridos y fallecidos culparon a las armas por los disparos y pidieron un mayor control, el sábado. Sin embargo, mantuvieron un perfil bajo, contactaron a los activistas estudiantiles de Parkland para pedir consejo y hablar en forma virtual en las redes sociales.

Rhonda Hart publicó su declaración en Facebook después de enterarse de que su hija Kimberly Vaughan, estaba entre los muertos: “Llama a tus congresistas. Necesitamos CONTROL DE ARMAS. NECESITAMOS PROTEGER A NUESTROS HIJOS”.

El jefe de la policía de Houston, Art Acevedo, expresó su frustración con los funcionarios que “corrieron a las cámaras hoy, actuaron de manera solemne, pidieron oraciones y una vez más no harán absolutamente nada”.

“Por favor, no publiques nada acerca de que las armas de fuego no son el problema y que es poco lo que podemos hacer”, escribió Acevedo en Facebook. “El odio que se está diseminando en nuestro país y las nuevas normas que nosotros, las llamadas personas de fe aceptamos, son culpables de tanta violencia en nuestra nación alguna vez pragmática”.

Una docena de estudiantes de Santa Fe que participaron en una huelga nacional en abril para aumentar el control de armas, publicaron comentarios en línea después del tiroteo del viernes y podrían realizar una protesta en los próximos días, adelantó Matt Deitsch, organizador estudiantil de Parkland. “Algunos estudiantes hablarán. Otros necesitarán encontrar su voz”, afirmó Deitsch, mediante un texto. “Todos tenemos que exigir cambios. Me siento mal de que estos estudiantes estén en el mismo club nefasto”.

Marcel McClinton, codirector de la sede “Marcha por Nuestras Vidas” de Houston, trató de contactar a los estudiantes después del tiroteo y condujo a la ciudad para una vigilia, el viernes. El joven, de 16 años, dejó su camiseta de la Marcha por Nuestras Vidas en casa y mantuvo un perfil bajo, ofreciendo abrazos y apoyo. “Estamos aquí para ayudarlos a ustedes”, dijo. “No se les están imponiendo nuestros planes”.

Hace dos años, Marcel sobrevivió a un tiroteo masivo en su escuela dominical de Houston. Aunque ha intentado la oración y el perdón, aún tiene dolores de cabeza y recuerdos después de otros tiroteos masivos. “Me preocupan los niños y tener que verlos con miedo”, afirmó por teléfono. “El proceso de duelo comienza, pero casi nunca termina”.

Marcel pasó el sábado conversando con miembros de la Campaña Brady para Prevenir la Violencia con Armas, un grupo de defensa del control de armas con sede en Washington, que había viajado en avión para brindar ayuda en Santa Fe. “Me sorprende mucho que ni siquiera un alumno ha hablado con nosotros para amplificar su voz. Así que estamos esperando”, indicó.

Entre los atraídos a Santa Fe por los disparos se encontraba Jason Rogers, quien se describió como un demócrata moderado y es profesor de un colegio comunitario, más al este, además de estar en campaña para la Legislatura.

Rogers, un veterano y propietario de armas que está a favor de una mayor verificación de antecedentes, afirmó que recientemente se unió a la American Legion y estaba ayudando al grupo con la rifa de un rifle semiautomático, el viernes, cuando se enteró del tiroteo. En lugar de seguir, se dirigió a Santa Fe para hablar con la gente, pero descubrió que “realmente no quieren ayuda externa”.

Para leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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