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En un elegante barrio de Houston, una residencia es hogar exclusivo de estos gatos

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Ubicado en medio de las casas adosadas en un distrito comercial de alta gama, el edificio de ladrillo atrae poca atención. Su césped está limpio, sus escaleras barridas. De vez en cuando, algún bufido estalla en el interior. Pero eso es de esperarse: todos los residentes son gatos.

El hogar, con los ocupantes de cuatro patas y el elegante código postal, pertenece a Save a Purrfect Cat Rescue, una organización sin fines de lucro para la adopción de mascotas. Las instalaciones del grupo se basan en la noción de que los gatos son más felices en entornos humanos. Casi todos los detalles, desde las tumbonas hasta las pinturas en las paredes, funcionarían bien dentro de un hogar humano con buen gusto.

Es una propiedad inusual, en todo sentido. La dueña, Patti Thomas, exresidente de Houston, vive en Ghana. Su mejor amiga, una experta rescatadora de gatos, lidera un grupo de voluntarios en esa ciudad, y maneja una sala de exhibición donde los gatos son presentados a los posibles adoptantes.

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En momentos clave cada día, selectos voluntarios se ocupan de la casa de gatos. Rechazados por los adoptantes por sus peculiaridades o dolencias, aproximadamente la docena de los que viven en este edificio probablemente nunca encontrarán un hogar.

Por eso, Thomas les ha dado el suyo.

Dentro de la antigua casa, las tablas limpias brillan al sol. Una pantalla de televisión muestra “Hogan’s Heroes”, y en las estanterías hay gatos adormecidos.

“Los gatos son 3-D”, explica un voluntario. “A los perros y gatos les gusta moverse horizontalmente, pero los gatos también se elevan”. Luego señala un tronco de árbol artificial gigante, donde un gato atigrado naranja duerme en una rama. “Este es Newman”, explica el voluntario. “Y esta”, agrega señalando a un elegante gato bengalí cuya pata toca la espalda de Newman, “es Princess. Ella está enamorada”.

A cat named Newman is pictured inside the feline residence owned by Patti Thomas on Sunday, Dec. 16, 2018 in Houston, Texas.
A cat named Newman is pictured inside the feline residence owned by Patti Thomas on Sunday, Dec. 16, 2018 in Houston, Texas.
(Loren Elliott / For The Times)

¿Qué clase de ser humano, con una propiedad que vale más de $600,000, se la daría a los gatos? Si no se es un amante de ellos, resulta tentador crear un perfil: alguien que no tiene éxito en la amistad o el amor; alguien ciego a todas las personas hambrientas y sin hogar. Ese perfil sería erróneo.

Patti Thomas, de 71 años, se crió en la zona agrícola de Illinois. Ella es alta y comunicativa, con aires de una mujer pionera, capaz de vencer cualquier obstáculo en el camino. En cierto sentido, lo ha hecho.

Como estudiante de la Universidad de Chicago en la década de 1960, conoció a Len Thomas, su futuro esposo, y lo siguió al Cuerpo de Paz, en Ghana.

Después de mudarse a Nueva York y Nueva Orleans para completar sus estudios, regresaron a Ghana, donde Len trabajó como médico en un hospital y Patti realizó una investigación de doctorado en parasitología. Allí adoptaron a su primera mascota, un feroz gatito callejero que atrapaba moscas entre sus patas. Finalmente, al regresar a Nueva Orleans, la pareja crió felizmente a dos hijos y continuó su trabajo de servicio social.

Luego, en 2005, justo antes de la llegada del huracán Katrina, a Len le diagnosticaron un tumor cerebral terminal. Al huir a Houston, la familia se cobijó con refugiados camboyanos a quienes habían patrocinado años antes.

Cuando Len murió, la hija de Thomas, que luego obtuvo un doctorado en estadística en la Universidad Rice, convenció a su madre para que comprara un pequeño edificio de época cerca del campus. Thomas se enamoró de la nueva casa. “Nunca le daré este lugar a los desarrolladores”, aseguró.

Pronto, Thomas descubrió otra atracción del vecindario: una mujer tremendamente enérgica llamada Brenda Fraley. Con gran parecido a la actriz Julianne Moore, Fraley era una exejecutiva de mercadotecnia de Los Ángeles, que rescataba galgos.

En 2001, después de que le diagnosticaron cáncer de mama, Fraley se mudó con su esposo a Houston en pos de un tratamiento exitoso. Después de notar que los gatos salvajes parecían invadir su vecindario, comenzó a atraparlos, castrarlos y llevarlos a jornadas de adopción. Su nueva amiga, Thomas, la acompañaba.

Pero los gatos, para estar relajados y ser entonces más adoptables, necesitan comodidad, no los límites de una tienda de mascotas. Un centro de adopción humano, pensó Fraley, debería parecerse a una casa. En 2010, alquiló su propio espacio para mostrar gatos. Con pintura, sofás suaves y una limpieza interminable, el sitio parecía —y olía— como un hogar humano.

Brenda Fraley, the leader of Save A Purrfect Cat Rescue, sits for a portrait with cats named Cookie (left) and Newman in the feline residence owned by Patti Thomas on Sunday, Dec. 16, 2018 in Houston, Texas.
Brenda Fraley, the leader of Save A Purrfect Cat Rescue, sits for a portrait with cats named Cookie (left) and Newman in the feline residence owned by Patti Thomas on Sunday, Dec. 16, 2018 in Houston, Texas.
(Loren Elliott / For The Times)

Thomas, mientras tanto, había regresado a Ghana y al trabajo comunitario. Pero todavía era dueña de su antigua casa, y de una propiedad de alquiler cercana. Con las finanzas seguras, le ofreció a Fraley su exhogar, ahora vacío, como una estación de paso para gatos de difícil adopción. Cuando quedó claro que no había adoptantes pendientes para muchos de ellos, Thomas tomó una decisión: le dio su casa a los gatos. Para protegerse de quienes abandonan animales, las amigas mantienen la dirección confidencial.

Luego, en 2015, Thomas fue más lejos: le dio a Save a Purrfect Cat Rescue su propiedad de alquiler como una sala de exposición permanente, con Fraley como gerente. Si bien ambas viviendas permanecen legalmente a nombre de Thomas, y aún parecen habitaciones humanas, ahora están casi totalmente ocupadas por gatos.

“Es lo mejor que he hecho”, asegura Thomas. “Alguien podría decir que si voy a donar una casa, ¿por qué no hacerlo para Hábitat para la humanidad o algo así? Pero los humanos indigentes o sin hogar tienen más capacidad para resolver sus propios problemas que los gatos”.

En un mundo perfecto, castrar, vacunar y devolver a los gatos salvajes a las calles vaciaría la mayoría de los refugios. Pero en Texas, se matan más animales no deseados que en cualquier otro estado, según Best Friends Utah, el santuario de animales más importante del mundo.

A la luz de esta tendencia, los espacios apacibles que Thomas y Fraley ofrecen a los gatos abandonados son inusuales —si no innovadores— para Texas, cuenta Holly Sizemore, directora del programa Best Friends Utah.

Mientras que otros refugios ofrecen salas comunes para gatos y asociaciones entre cafés y refugios, dice Sizemore, los espacios del grupo en Houston podrían ser los únicos diseñados específicamente para que los animales y los humanos se sientan como en casa. Thomas estima que la organización sin fines de lucro ha encontrado casa para 1,500 ejemplares desde que comenzó su trabajo, en 2010.

Como la casa de los gatos, el centro de adopción no se parece en nada a un refugio. En lugar de pintura institucional y pisos fáciles de lavar, tiene una combinación de colores en un verde azulado y marrón estilo años 50, con una alfombra a juego.

Un sofá de cuero se enfrenta a una chimenea; una canasta de revistas de gatos se ubica cerca. En la cocina, una máquina de café de color turquesa comparte espacio en la encimera con una gata inmensa y agazapada, llamada Millie.

Uno de los retratos absurdos en las paredes representa a gatos con vestimenta isabelina. El aire es fresco y huele a lavanda, gracias a la limpieza constante de los voluntarios.

Volunteer Yesim Ari plays with cats named Marshall (front) and Sinatra at the Save A Purrfect Cat Rescue adoption center on Sunday, Dec. 16, 2018 in Houston, Texas.
(Loren Elliott / For The Times)

La inversión de Thomas en estos espacios cala hondo en Duane Windsor, profesora de negocios de Rice, que estudia el heroísmo. “Se trata de una persona a quien la literatura identificaría como un ‘líder moral’”, dice.

“Al proporcionar un hogar para gatos menos adoptables, ella defiende a los animales. Al crear un mercado innovador para conectar a los adoptantes con los gatos, ella ayuda tanto a las personas como a los animales, porque los humanos están mejor con una mascota”, dijo.

En una tarde reciente en la antigua casa de Thomas, Pumpkin, una hermosa atigrada, miraba por la ventana. A ella le gusta rodar voluptuosamente en el diván cuando un determinado voluntario se acerca, y luego, cuando él trata de acariciarla, lo muerde. La gata no puede evitarlo.

Bajo una manta de color cacao en el sofá, un bulto se desliza lentamente. Finalmente emerge como un gato blanco y negro, que se lanza debajo del sofá. Es Bailey, casi siempre escondido.

Cerca de la cima del árbol para los gatos está Princess, que, según la voluntaria, está enamorada. Su objeto amoroso es Newman. Ella se escapa de las personas, pero golpea a Newman en el hombro. Él la ignora; prefiere a los humanos. Pero debido a su hábito ocasional de orinar sobre los pantalones, Newman también encuentra que su amor no es correspondido.

Ninguno de estos gatos, está claro, califica como un compañero perfecto. Por otra parte, tampoco muchos humanos califican. En la casa de Thomas, sin embargo, no se requiere de perfección.

Los residentes pueden disfrutar de la luz del sol, los pisos lisos y de “Hogan’s Heroes”, tal como son. Con la ayuda de una humana bien familiarizada con la pérdida, los desplazamientos y el amor, aquí sólo basta con ser un gato.

Kolker es corresponsal especial.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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