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Los jurados en la causa contra ‘El Chapo’ se enfrentan a una amenaza duradera: el estrés postraumático

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Desde el momento en que fueron convocados, a principios de noviembre, los jurados en el juicio contra el narcotraficante mexicano Joaquín “El Chapo” Guzmán han estado sujetos a precauciones extraordinarias, una respuesta a lo que el juez de la corte federal Brian Cogan llamó “razones sólidas y creíbles para sostener que necesitan protección”.

Sus identidades son secretas. Guardias armados los escoltan desde y hacia el juzgado de Brooklyn. Incluso los artistas de la corte tienen prohibido dibujarlos, por temor a que puedan convertirse en objetivos.

Sin embargo, dado que las deliberaciones en el caso de alto perfil por narcotráfico comenzaron el 4 de febrero, y se espera un veredicto para el fin de semana, es posible que los jurados enfrenten una nueva amenaza, no de sicarios o de paparazzis, como muchos podrían haber temido, sino del síndrome de estrés postraumático (PTSD, por sus siglas en inglés).

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“Mi investigación encontró que muchos jurados [en casos similares] mostraron signos de trastorno de estrés postraumático”, incluidas pesadillas, pensamientos invasivos y reacciones físicas, como náuseas y presión arterial alta, explicó Sonia Chopra, consultora de litigios y experta en jurados, que reside en Oakland. “Lo menos que se puede hacer es brindarles atención después del juicio”.

Décadas de estudios han demostrado que el “estrés del jurado” sería similar en gravedad y duración al trauma que el personal de los servicios de emergencia puede experimentar después de una tragedia. Y mientras que el estrés moderado en realidad puede mejorar la capacidad de los jurados para prestar atención y pensar críticamente en el proceso, la ansiedad intensa y constante es lo suficientemente común como para que el gobierno federal ofrezca servicios terapéuticos que ayuden a los exjurados a sobrellevar la situación.

El Programa de Asistencia para Empleados de Salud y Servicios Humanos “proporciona a cualquier persona que empleada por el gobierno federal hasta seis sesiones de asesoría confidencial con trabajadores sociales clínicos o psicoterapeutas, para manejar las cosas”, indicó Paula Hannaford-Agor, directora del Centro para Estudios de Jurado en el Centro Nacional de Tribunales Estatales. Debido a que los jurados en una corte federal son considerados como empleados gubernamentales temporales, “el magistrado puede extender su período de servicio por un lapso de seis meses a un año, para que puedan acceder a esos beneficios federales”.

El problema, según Hannaford-Agor y otros especialistas, es que aquellos con el poder de exigir tal ayuda pueden no saber que la necesitan, o siquiera que está disponible.

“Cuando formamos al personal de la corte y a los jueces, a menudo no saben cuándo los jurados están realmente estresados”, explicó la investigadora. Aunque la elegibilidad es una cuestión de papeleo, “el magistrado individual debe conocer el programa, saber cómo acceder a este, e ingresar y configurar el pedido”.

Un portavoz del Distrito Este de Nueva York no pudo confirmar de inmediato si a los jurados allí se les ofreció asesoramiento, y los funcionarios de la Oficina Administrativa de los Tribunales de Estados Unidos, que supervisan el servicio, no respondieron a las llamadas o correos electrónicos sobre su uso.

Los expertos señalan que las siete mujeres y los cinco hombres en el heterogéneo jurado de Nueva York tienen más probabilidades que la mayoría de necesitar apoyo, y no necesariamente por las razones obvias. Aunque el acusado es temible y algunas pruebas fueron gráficas, el mayor estrés para ellos podría ser la duración del juicio —de 12 semanas— y, en ocasiones, su absoluta monotonía.

“El factor aburrimiento es aplastante para los jurados”, explicó Chopra. “Incluso en algunos procesos en los que no hay pruebas gráficas, la pérdida de control y el aburrimiento realmente pueden cobrarse un alto costo”.

“Tener que prestar atención a un testimonio tedioso es sumamente estresante”, dijo. “Se supone que debes prestar atención porque en algún lugar de esa locura puede haber algo muy importante para la decisión que debes tomar”.

No está claro cómo el temor, el resentimiento, el aburrimiento o la confusión podrían influir en el veredicto. Mientras que los jurados están obviamente agotados —el juez Cogan incluso amonestó a uno por dormirse—, la mayoría pareció prestar mucha atención.

Agacharon sus cabezas sobre folios de evidencias y arrugaron la nariz durante momentos poco claros de la traducción. El capo del narcotráfico de Chicago, Pedro Flores, quien dejó embarazada a su esposa durante su arresto por la DEA y abusó repetidamente del sistema telefónico de la prisión para llamarla, provocó el notorio desconcierto de varias mujeres del jurado. Y todo el grupo completo se volvió para mirar con horror al jefe narco colombiano Juan Carlos Ramírez Abadía, un asesino convicto cuyas muchas visitas al cirujano plástico le valieron el apodo de “el hombre de las mil caras”.

“Así es como luce un verdadero capo de la droga: ese tipo da miedo”, le dijo el abogado defensor Jeffery Lichtman a los miembros del jurado, durante el resumen final.

Testigos temibles como Ramírez Abadía, y la evidencia perturbadora que presentaron, pueden ser particularmente inquietante para los jurados, a quienes se les prohíbe hablar sobre lo que ven o escuchan en la corte hasta que comiencen sus deliberaciones. “Están experimentando todo esto solos”, dijo Chopra. “Las únicas personas que entienden lo que están pasando son los otros jurados, y no pueden hablar con ellos”.

En ese contexto, la oportunidad de emitir un veredicto a menudo se siente como un alivio. “La deliberación puede ser catártica para los jurados, porque en realidad es como una terapia de grupo”, consideró Hannaford-Agor.

No obstante, también puede ser un punto crítico para el conflicto, particularmente con un caso tan largo y complejo como el de Guzmán.

“Recuerden”, dijo la fiscal de EE.UU. Andrea Goldbarg al jurado, evocando los detalles de meses de testimonios, que su audiencia seguramente no recordaba. “El gobierno ha demostrado esto más allá de una duda razonable”, expuso para cada uno de los 10 cargos sobre los que deliberaron. “Tilden las violaciones”.

Lichtman se burló de su argumento, diciendo que lo había dejado “estupefacto”.

Pero Susan Fillichio, consultora de juicios de la firma DecisionQuest, calificó la decisión de Goldbarg como astuta.

“Fue muy importante que hiciera eso, y es bastante típico que los abogados defensores se burlen”, destacó la consultora. “Los jurados realmente aprecian ese tipo de orientación, porque es muy intimidante escuchar todas estas instrucciones y luego mirar un formulario de jurado de ocho páginas, con 10 cargos y múltiples subpartes”.

Dicha complejidad es un desencadenante importante de estrés, y puede hacer descarrilar una acusación fuerte, advirtieron algunos observadores.

“Dejando a un lado los temores que puedan tener acerca de ser jurado en un caso que involucra a alguien supuestamente tan peligroso, es una cantidad abrumadora de información para procesar, y muchos cargos por decidir”, aseguró Matthew Galluzzo, abogado defensor de Nueva York y exfiscal de Manhattan. “Es un caso intimidante”.

Aún así, él y otros expresaron confianza en que el jurado lo condenará. “Cualquier tipo de temor aquí es realmente mucho menor de lo que imaginamos”, expuso Gerald McMahon, un abogado de defensa criminal en Nueva York que ha representado a presuntos mafiosos. “Tienen una seguridad estricta, han estado allí todos los días”.

Después de todo, señaló el letrado, el juicio se realiza en Brooklyn. “Los neoyorquinos son bastante rudos”, afirmó.

La corresponsal especial Sharp reportó desde Los Ángeles, y Plagianos desde Nueva York.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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