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Mientras los asistentes se marchan, los amigos dan la espalda y las investigaciones avanzan, Trump está cada vez más aislado

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Era casi mediodía del viernes 14 de diciembre cuando un infante de marina apareció repentinamente a las puertas del ala oeste, una señal de que el presidente Trump se había presentado tardíamente en la Oficina Oval.

Por tercer día consecutivo, el primer mandatario había estado en la residencia de la Casa Blanca toda la mañana, indignado por las investigaciones federales que se le acercan, y que posiblemente empeoren.

Su exconfidente, el abogado Michael Cohen, y otros partidarios que alguna vez fueron leales, se han dado vuelta, convirtiéndose en testigos de un Departamento de Justicia que peleó para no someterse a su voluntad. Los fiscales también ganaron la cooperación de American Media Inc., la editorial del periódico que ayudaba a Trump de forma rutinaria a criticar las malas noticias y atacar a sus enemigos.

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El resultado es que el primer mandatario se ha ido aislando cada vez más mientras ingresa en el tramo más difícil de su presidencia, cargado de peligros políticos y legales.

El candidato elegido por Trump como nuevo jefe de gabinete rechazó el cargo a principios de diciembre. Luego, todos los posibles aspirantes se bajaron, uno tras otro, de la carrera. El viernes 14, después de varios días de confusión, Trump nombró a Mick Mulvaney, director de la Oficina de Administración y Presupuesto, como su jefe de gabinete interino.

En enero, se espera que la nueva mayoría demócrata en la Asamblea emita una catarata de citaciones. Nancy Pelosi, quien podría ser la próxima presidenta de la Cámara, afirmó el jueves que un comité de legisladores probablemente “dará los primeros pasos” en busca de las declaraciones de impuestos ocultas de Trump, una iniciativa contra la cual el mandatario seguramente dará pelea.

El abogado de Trump, Rudolph W. Giuliani, fue visto en Bahrein tratando de fomentar negocios para su compañía de seguridad privada, incluso cuando el fiscal general estatal entrante en Nueva York prometió investigar el imperio de negocios familiares de Trump. El fiscal especial Robert S. Mueller III continúa investigando el papel de Rusia en la elección de 2016, y si el presidente intentó obstruir la justicia al querer poner fin a la requisa.

“No creo que haya estado nunca en su vida en esta posición”, dijo Barbara Res, quien trabajó durante años en Trump Organization, la empresa privada de gestión familiar del primer mandatario. “Siempre tuvo todo el poder, y nadie más lo tiene”.

A Trump ya le cuesta ejercer su influencia. Pocos republicanos han respaldado sus amenazas de forzar un cierre de la administración en Navidad si el Congreso no aprueba $5 mil millones para su propuesto muro fronterizo.

El jueves 13 de diciembre, el Senado controlado por los republicanos le dio una bofetada directa a la Casa Blanca, expresándose de forma unánime por aclamación para condenar al príncipe heredero de la corona árabe Mohammed bin Salman, por el brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi.

Trump ha respaldado públicamente al príncipe heredero a pesar de los hallazgos de inteligencia de Estados Unidos, que lo señalan como autor intelectual del crimen.

Newt Gingrich, un expresidente de la Cámara de Representantes que visitó la Casa Blanca el miércoles, expuso que Trump está entablando una guerra de trincheras con sus enemigos políticos y legales. “Todo esto es doloroso, pero es un tipo que ha estado en muchas peleas”, dijo. “Él desea que todo esto desaparezca, y está preparado para pelear si tiene que hacerlo”.

Tony Schwartz, el escritor fantasma del exitoso libro de Trump “The Art of the Deal”, de 1987, afirmó que el ajuste de cuentas que el presidente enfrenta llega después de décadas de operar creyéndose por encima de la ley. “Se salió con la suya durante tanto tiempo, que llegó a creer que era intocable e invencible”, expuso.

El autor también comentó que Trump siguió las tácticas que aprendió de su difunto mentor, Roy Cohn, el duro abogado de Nueva York. “Mentir acerca de todo, atacar dos veces más fuerte de lo que te han golpeado, seguir sin descanso hasta que la gente finalmente se rinda y deja de discutir con tu realidad fabricada. Trump aún vive en esa realidad, pero el mundo ya no está con él”, agregó.

Otros varios individuos cercanos al presidente, a quienes se les concedió el anonimato para que hablen abiertamente al respecto, dijeron que Trump ya siente que se le tiene menos respeto y se preocupa por perder el apoyo de los poderosos donantes financieros y legisladores republicanos a medida que sus problemas legales y políticos empeoran.

“Todavía no lo dicen públicamente, pero la mayoría de los republicanos en el Capitolio entienden... que no va a terminar bien, que va a ser feo”, expresó un agente republicano cercano al liderazgo del partido.

Trump ha criticado largamente a las “ratas” que cooperan con la policía, y repetidamente arremete contra exasistentes que han actuado precisamente de esa manera.

En un mensaje de Twitter, el jueves 13, el mandatario acusó a Cohen —quien el día anterior había sido condenado a tres años en prisión federal por fraude fiscal, infracciones a la financiación de campañas y otros delitos— de declararse culpable “para avergonzar al presidente y obtener una pena de prisión muy reducida, tal como ocurrió”.

James Trusty, exjefe de la sección de crimen organizado del Departamento de Justicia y socio de Ifrah Law en Washington, dijo que persuadir partidarios para que se vuelvan en contra de compañeros es clave para cualquier investigación compleja. “La mafia tenía el código de silencio (llamado ‘omertá’), pero aún así había personas que traicionaban”, expuso.

La órbita de Trump es “mucho más blanda”, agregó. “Estamos hablando de hombres de negocios, abogados y personas que tienen familia, y que no son exactamente expertos cuando se trata de enfrentar la cárcel”.

Quizás la amenaza más apremiante sea la investigación, dirigida por la oficina del procurador de Estados Unidos en Manhattan, sobre lo que los fiscales consideran el plan ilegal de pagar $280,000 a dos mujeres poco antes de las elecciones de 2016, para comprar su silencio sobre supuestos asuntos sexuales con Trump, ocurridos años antes.

Cohen le pagó directamente a Stormy Daniels, una estrella del porno, y fue reembolsado por Trump Organization. American Media Inc., editora de National Enquirer, le pagó a Karen McDougal, una exmodelo de Playboy, por los derechos de una historia que después nunca publicó.

Para los fiscales, Trump ordenó ambos pagos, que fueron ilegales porque estaban destinados a influir en la elección y funcionaron como contribuciones de campaña excesivas que no fueron reveladas.

En una entrevista transmitida por “Good Morning America”, de ABC, el viernes, Cohen dijo que Trump “por supuesto” sabía que pagar estaba mal. “Nunca se hizo nada en Trump Organization sin que fuera revisado por el Sr. Trump”, aseguró.

Establecer si Trump sabía que el dinero secreto violaba las leyes de financiamiento de campaña es un obstáculo clave para los fiscales, si pretenden acusarlo.

El presidente negó alguna vez tener conocimiento sobre los pagos, pero abandonó la versión porque las pruebas demostraban lo contrario. Ahora argumenta que nunca le pidió a Cohen que quebrantara la ley. “Nunca le ordené que hiciera nada malo”, afirmó el primer mandatario a Fox News, el jueves. “Lo que él hizo, lo hizo por su cuenta”.

Tanto Cohen como American Media, así como los fiscales federales, señalan que los pagos para silenciar tuvieron la intención de aumentar las posibilidades del candidato republicano, al acallar las declaraciones de las mujeres sobre sus asuntos extramaritales.

Según documentos judiciales, el presidente de American Media, David Pecker, ofreció en agosto de 2015 “ayudar a lidiar con las noticias negativas sobre las relaciones de Trump con las mujeres, ayudando a la campaña... para comprar [los derechos de] las historias y evitar así su publicación”.

Algunos de los aliados republicanos de Trump han comenzado a admitir públicamente sus preocupaciones sobre si el mandatario violó la ley con la cuestión del pago, incluso cuando es poco probable que se enfrente a un proceso judicial mientras esté en el cargo.

“¿Me preocupa que el presidente pueda estar involucrado en un delito? Por supuesto”, aseveró el senador Bill Cassidy (R-Louisiana) a los reporteros, aunque también expresó dudas de que esa violación a la norma constituya un delito.

Hay más señales de problemas por delante. Trump se vio avergonzado después de una combativa reunión en la Oficina Oval que fue transmitida por televisión en vivo, el 11 de diciembre, con Pelosi y el líder de la minoría del Senado, Charles E. Schumer. Ambos demócratas desafiaron al presidente en su cara al describir sus políticas y afirmaciones de victorias políticas como fantasiosas.

Trump también ha batallado para encontrar un reemplazo permanente de John F. Kelly, el jefe de gabinete de la Casa Blanca, quien dejará el cargo a fines de 2018.

Después de que Nick Ayers, uno de los principales asesores del vicepresidente Mike Pence, lo rechazó, varios otros supuestamente en consideración —entre ellos el exgobernador de Nueva, Jersey Chris Christie; el representante Mark Meadows (R-Carolina del Norte); el secretario del Tesoro, Steven T. Mnuchin, y el presidente de los Yankees de Nueva York, Randy Levine— también dijeron ‘No, gracias’.

David Bossie, un guerrero político republicano de larga data quien fue el vicepresidente de la campaña de Trump, fue considerado como un candidato potencial. Algunas personas cercanas al presidente lo instaron a considerar a un asesor político de la Casa Blanca, Johnny DeStefano.

El viernes 14, Trump tuiteó que Mulvaney, su director de presupuesto, se convertiría en jefe interino de personal. No está claro si eso pondrá fin a la confusión, o si el presidente está poniendo a Mulvaney en el cargo solo de manera temporal.

Trump, quien se enfureció cuando se difundieron las noticias de que nadie quiere el puesto, afirmó el jueves que está entrevistando a cinco “personas geniales”.

Si bien su dificultad para llenar el cargo resalta el aislamiento del presidente, Schwartz, el escritor fantasma, afirmó que casi con seguridad Trump no está de acuerdo.

“Él no siente las emociones humanas comunes que la mayoría de nosotros sentimos”, consideró. “Por ejemplo, está libre de vergüenza porque no tiene conciencia ni conciencia de sí mismo. Entonces, si bien su comportamiento ciertamente sugiere que experimenta cada vez más miedo y aislamiento, él será el último en saberlo”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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