Anuncio

¿Una nueva frontera entre EE.UU. y México? Participantes de la Bienal de Venecia imaginan una región llamada MEXUS

Share

Teddy Cruz y Fonna Forman no son el tipo de urbanistas que se impresionan por un poco de aguas residuales sin tratar.

En 2011, el par encabezó una curiosa procesión de 300 excursionistas por la frontera a través de una tubería de drenaje, desde el lado de San Diego hacia Tijuana.

“Negociamos con el Departamento de Seguridad Nacional durante un año para que nos permitiera transformar uno de los desagües [bajo el muro fronterizo] en un puerto de entrada oficial durante 24 horas”, relató el arquitecto Cruz, sentado en un estudio cubierto de mapas, que comparte en la UC San Diego junto con Forman, experta en ciencias políticas. “Dijeron que estaba bien porque estábamos saliendo de Estados Unidos. Pero teníamos que contar con agentes mexicanos de inmigración que nos esperaran en el otro extremo”.

Anuncio

La tubería conecta una reserva natural en el lado estadounidense con cañones de mayor altitud hacia el sur. Un video en el sitio web del Yerba Buena Center for the Arts, en San Francisco, donde Cruz y Forman expusieron su trabajo en 2017, muestra a un par de agentes de inmigración en una mesa plegable, sellando pasaportes mientras una corriente residual cae a su lado.

“Son aguas servidas”, dice Forman con realismo. “Y basura de las maquiladoras”.

La acción fue parte de un proyecto más amplio en el que Cruz y Forman examinan cómo las fronteras políticas entre países a veces no toman en cuenta las fuerzas naturales más importantes que dan forma a una región. Por ejemplo, los canales de drenaje de concreto integrados en el muro limítrofe actual, han acelerado el movimiento de los desechos desde un asentamiento informal en el cañón Los Laureles, de México, hacia un estuario en Estados Unidos.

“El muro fue vendido como un objeto de seguridad”, señaló Cruz, “pero en realidad es un artefacto de inseguridad ambiental”.

Forman y Cruz no miran a la frontera entre EE.UU. y México como una línea divisoria. La consideran una región, una cultura, economía y medioambiente compartidos. Esa visión es la razón por la cual fueron elegidos como uno de los siete equipos de diseño que se presentarán en la exposición oficial del Pabellón de EE.UU., “Dimensiones de la ciudadanía”, en la c 2018, que se inaugura el sábado 27 de mayo.

Para este proyecto, Cruz y Forman han reinventado la frontera entre Estados Unidos y México. Comenzando con la forma ondulante ya familiar de la línea divisoria, borraron el estrecho límite político y crearon una nueva región fronteriza de 154,000 millas cuadradas, a la que llaman “MEXUS”. El contorno, que enmarca una amplia franja de ecologías interconectadas de montañas y ríos, tiene un leve parecido con un dragón, una forma que los diseñadores llaman humorísticamente “el monstruo” (San Diego contiene la cabeza; Brownsville, Texas, la cola).

Con este mapa, Cruz y Forman destacan los problemas ambientales más amplios que Estados Unidos y México enfrentan en común. “Se trata”, dice Cruz, “de cómo hacer que las instituciones enfrentadas entre sí comprendan que ambas son mutuamente responsables de avanzar en esta temática”.

Como parte de su práctica, Cruz y Forman establecieron estaciones de campo comunitarias en la gran región de San Diego-Tijuana, para compartir y recopilar datos para un estudio transfronterizo. Su objetivo es comprender mejor los valores comunes compartidos por los habitantes en una de las áreas metropolitanas binacionales más grandes del mundo.

Además, mapearon las ocho cuencas hidrográficas que se extienden a lo largo de la frontera entre ambos países, de 2,000 millas. Presentarán esa investigación y otra documentación sobre cómo la naturaleza ha dado forma a este polémico límite como una instalación a gran escala, que se dará a conocer en una vista anticipada al Pabellón de EE.UU. de la Bienal, un día antes.

Otros proyectos de reconocidas firmas de arquitectura también exploran aspectos de la ciudadanía más allá de las simples nociones de estado-nación para la exposición del Pabellón de Estados Unidos.

Studio Gang, de Chicago, ha investigado un nuevo tipo de monumento cívico como parte de un proyecto de desarrollo junto al río, en Memphis. Diller Scofidio + Renfro, de Nueva York, mostrará imágenes satelitales de luces en la Tierra por la noche, como una forma de ver qué poblaciones tienen acceso a la electricidad.

La empresa de arquitectura paisajista SCAPE, también de la ciudad de Nueva York, presentará un proyecto sobre ciudadanía ecológica: cómo los humanos han moldeado el paisaje en torno a Venecia (un tema crucial en un momento de aumento de mareas). Además, los artistas y diseñadores Amanda Williams y Andrés L. Hernández, de Chicago, se unieron con la estilista Shani Crowe para un trabajo inspirado en cómo la raza forma la identidad y el entorno construido.

“Las dos musas son Harriet Tubman y Harriet Jacobs”, afirmó la cocuradora de “Dimensions”, Mimi Zeiger. “Los afroamericanos no tuvieron derechos completos de ciudadanía durante gran parte de nuestra historia, entonces, ¿cuál es la práctica espacial negra de la ciudadanía?”. ”La pieza será metafórica y estética”, agregó. “Para los arquitectos, puede llegar a desafiar su comprensión de lo que es la arquitectura”.

Disputar la idea de ciudadanía también es uno de los objetivos de la exposición “Dimensions”. “Para nosotros, se trata de cómo complicamos la idea de entender a dónde pertenecemos, sin estar en deuda con la ciudadanía nacional”, expuso Zeiger.

Las palabras “ciudadano” y “ciudad” tienen sus raíces en el término romano “civitas”, que se traduce aproximadamente como una comunidad unida por leyes compartidas, incluida las de la naturaleza. Una persona puede ser ciudadano de todo tipo de comunidades, no solo a nivel nacional.

“Todos tenemos muchas identidades”, expuso Zeiger. “Tienes la identidad de tu vecindario, la identidad de tu ciudad. Tienes la identidad de un juego en línea, que trasciende las fronteras”.

¿Y qué ocurre con esas fronteras? “Es mucho más complicado y rico que una única línea”, afirmó.

Pero “Dimensions of Citizenship” llega en un momento en el que algunas líneas parecen estar endureciéndose, al menos en Estados Unidos. Donald Trump hizo campaña por la presidencia con la promesa de construir un “gran y hermoso muro” para mantener alejados a los inmigrantes mexicanos, a quienes describió como criminales, “violadores” y “animales”.

Esto convierte a una exposición que cuestiona las nociones establecidas de fronteras y ciudadanía en un acontecimiento algo quijotesco y bastante subversivo. El tema es más notable dado el hecho de que cualquier instalación en el Pabellón de EE.UU. debe ser aprobada por el Fondo Nacional para las Artes (NEA, por sus siglas en inglés), y después por el Departamento de Estado, dos agencias federales.

“Hicimos la propuesta a NEA en enero de 2017”, relató Zeiger. “Fue entre la elección y la toma de mando. Pensé que no tendríamos la más mínima posibilidad de que nos aprobaran esta pieza acerca de la ciudadanía, pero finalmente lo conseguimos”.

Lo cual también hace que “Dimensions of Citizenship” sea un poco ‘meta’: una muestra que deconstruye la identidad nacional y que se exhibirá dentro de un pabellón que se basa en la identidad nacional, en una ciudad (Venecia) que supo ser un estado-nación independiente.

Para atravesar aún más el concepto de nacionalidad, la exposición también contará con un “salón de tránsito”, donde se proyectarán distintas películas internacionales que abordan el concepto del ‘entremedio’, como un film afrofuturista de 1968 sobre la carrera espacial, que cuenta la historia de una joven zambiana preparada por su tribu para ser lanzada al espacio. “Esto no es todo pretencioso”, señaló Zeiger.

La exposición fue encargada por la School of the Art Institute, de Chicago, y la Universidad de Chicago, y el concepto fue desarrollado por un trío de curadores: el historiador de arquitectura Niall Atkinson y la arquitecta Ann Lui, ambos de esa ciudad, además de Zeiger, una crítica y curadora independiente que reside en Los Ángeles.

De los equipos representados, Cruz y Forman son los únicos de California. Pero las preguntas que plantean son universales y van más allá del exceso de representaciones del muro fronterizo y sus diversas alternativas más estéticas.

“La pared limítrofe puede ser un atractivo arquitectónico tan fuerte que tiende a dominar”, expresó Zeiger. “Pudimos observar mucho más ampliamente cómo se ven estas cosas”.

Y tener una visión más amplia de las formas en que Estados Unidos y México se unen es algo que Forman y Cruz han hecho durante años, aunque arribaron al tema de la frontera de diferentes maneras.

Cruz, un arquitecto nacido en Guatemala -receptor del prestigioso Premio de Roma en 1991, a sus 29 años- emigró a San Diego cuando era joven y rápidamente se sintió intrigado por lo que representaba la proximidad con México. Forman es una teórica política, conocida por publicar una célebre historia revisionista sobre el economista Adam Smith. A la politóloga le interesaba trabajar en temas de desarrollo cuando aterrizó en la UC San Diego, en 2002, y la frontera representaba una “dramática proximidad entre la riqueza y la pobreza”.

“Entrar a Tijuana para mí fue nostálgico”, relató Cruz. “Era como estar de vuelta en Guatemala, básicamente. Resonaba con mi hogar. Nunca había podido verme a mí mismo en ningún otro lugar”.

La frontera también lo puso en su camino como arquitecto de investigación: “Mi desilusión con la arquitectura era cruzar la frontera y ver estas inequidades sobre las cuales mi profesión no hablaba en absoluto”.

En 2011, establecieron la Iniciativa Transfronteriza de UCSD, que promueve soluciones lideradas por la comunidad a los problemas de diseño urbano. Ese mismo año también fundaron su estudio homónimo. “Básicamente, en nuestra primera reunión planeamos nuestra primera conferencia juntos”, recordó Cruz con una sonrisa. “Fue instantáneo”.

Juntos, los dos profesionales forman una dupla formidable: locuaz, franca, hiperelocuente, absolutamente seria en su intento de cambiar las narrativas culturales sobre la frontera, desde aquellas que se centran en el conflicto y la xenofobia, hasta las que giran sobre los puntos de conexión y colaboración -ya que, con o sin muro, la frontera de San Diego/Tijuana es un punto de intercambio incontenible-.

Para Cruz, cambiar esas narrativas es tan importante como idear algún diseño ingenioso. “La acción climática, por ejemplo, no solo depende de la tecnología energética”, expuso. “Depende de la cultura. Depende de patrones cambiantes y las normas sociales. Los artistas y arquitectos pueden ser grandes interlocutores de eso”.

Como parte de su investigación sobre las cuencas hidrográficas, Cruz y Forman crearon un inventario de tierras públicas en Los Laureles, que pueden servir para múltiples propósitos: como espacio verde, centro de educación ambiental y reserva natural para mitigar los flujos de desechos. Además, están trabajando para crear un mecanismo que invierta en esos espacios, para que puedan ser preservados.

“En lugar de invertir en el muro”, propuso Cruz, “¿podemos invertir para lograr que el asentamiento pobre regule el flujo de residuos? ¿Podemos hacer que los residentes pobres cuiden el rico estuario?”.

Los temas son complicados, pero Zaiger aseguró que ve mucho optimismo en este tipo de proyectos. “En arquitectura, si no nos permitimos visualizar una condición que sea diferente a la actual, entonces realmente cortamos nuestro impacto en el futuro”, expuso.

Para Forman, eso consiste en fomentar un nuevo tipo de cultura fronteriza. “La ciudadanía”, manifestó, “no es una tarjeta de identidad. Se trata de convivir y construir una ciudad juntos”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

Anuncio