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Nacen en los EE.UU. y trabajan en los campos; ¿qué está ocurriendo?

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Nicholas Andrew Flores golpeó con fuerza las moscas que orbitaban por su cara empapada de sudor mientras recogía melones junto a un grupo de inmigrantes en un campo ubicado en el Valle Central de California.

El joven de 21 años no hablaba español, pero entendía las palabras esenciales que el capataz ladraba: Puro amarillo. Y ¡Rápido, rápido! Velozmente, Flores comenzó a recoger únicamente los melones amarillos y los arrojó sobre una plataforma móvil.

Era un trabajo duro y repetitivo, y había días bajo el sol abrasador en los cuales Flores lamentaba no haber ido a una universidad y cursar una carrera de cuatro años. Pero le gustaba que, para tener este trabajo sólo tenía que “presentarse”. Y a $12 por hora, ganaba mejor que preparando comida rápida.

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Para Joe Del Bosque, de Del Bosque Farms, en el Valle de San Joaquín, los recolectores nacidos en los Estados Unidos, como Flores, aunque no abundan siempre son bienvenidos.

Durante generaciones, el México rural ha sido la principal provisión de mano de obra agrícola contratada en los EE.UU. Según una encuesta federal, nueve de cada 10 trabajadores agrícolas en lugares como California nacieron en el extranjero, y más de la mitad están en los EE.UU. sin autorización.

Pero la mano de obra mexicana se encuentra en declive en California. Y en el marco de la administración Trump, a muchos en la industria les preocupa que las deportaciones -y el temor a ellas- puedan reducir aún más la oferta de obreros.

Pese a intentar atraer trabajadores con mejores salarios y beneficios, las compañías han encontrado imposible captar a suficientes trabajadores nacidos en los Estados Unidos para compensar la escasez de los provenientes del sur de la frontera.

Del Bosque afirmó que contrataría a cualquiera que se presente para trabajar. Pero eso rara vez significa un nacido en los EE.UU. “Los estadounidenses dicen: ‘No pueden pagarme lo suficiente como para hacer este tipo de trabajo’”, señaló Del Bosque. “Y no lo vienen. Buscarán algo más fácil”.

Para algunos inmigrantes que trabajan en los campos, las personas como Flores son un enigma: verlos sudar junto a ellos representa un derroche del derecho de nacimiento estadounidense. “Es difícil estar aquí bajo el sol. Es una pérdida de tiempo y de sus talentos en el campo “, afirmó Norma Félix, de 58 años, una mexicana que ha sido recolectora durante casi tres décadas. “No aprovechan el privilegio y el beneficio de haber nacido aquí. Podrían trabajar fácilmente en una oficina”.

La mayoría no duran mucho, comentó la mujer. “Siempre hay uno o dos que aparecen cada temporada”, prosiguió. “Vienen tres o cuatro días; luego dan media vuelta y se van”.

La dependencia de la agricultura en la mano de obra inmigrante, especialmente en el oeste estadounidense, se remonta a fines del siglo XIX, después de la finalización del primer Ferrocarril Transcontinental, destacó J. Edward Taylor, economista rural de UC Davis. “La fuerza de trabajo agrícola nacional simplemente no era lo suficientemente grande como para apoyar el crecimiento de los grandes cultivos de frutas y vegetales”, relató.

Con la notable excepción de los años del Dust Bowl, en la década de 1930, cuando los trabajadores migratorios estadounidenses de Oklahoma, Arkansas y Texas se mudaron al oeste después de una severa sequía que devastó sus medios de subsistencia, nunca hubo un momento en que la mayoría de los trabajadores en los campos de California hayan sido personas nacidas en los EE.UU., afirmó el economista.

Incluso esos trabajadores eventualmente pasaron a trabajos no agrícolas. Ahora, México está experimentando algunos de los mismos cambios que los EE.UU. A mediados del siglo XX, dijo Taylor, con “el cambio de empleos de las granjas a la industria y los servicios”.

Según la investigación de Taylor, la cantidad de trabajadores agrícolas que salen de las zonas rurales de México está disminuyendo en aproximadamente 150,000 por año. Eso significa que los agricultores de los EE.UU. y México tendrán que competir cada vez más por una mano de obra menguante.

Algunos defensores de restringir la inmigración ven en la mayor mecanización agrícola y la importación de frutas y verduras una forma de reducir la dependencia del trabajo de la inmigración no autorizada. “Si ajustamos las normas de inmigración habrá menos trabajos agrícolas, pero estarán mejor pagados. Serán más estables y consistentes, con empleos más regulares”, destacó Mark Krikorian, director ejecutivo del Centro de Estudios de Inmigración en Washington, D.C. “Ése debería ser el objetivo. Grandes aumentos en la productividad individual, para que mientras que ahora se necesitan 200 trabajadores agrícolas por temporadas, un agricultor pueda emplear después a 10 personas durante todo el año a tiempo completo”.

Taylor también consideró que hay razones para creer que la tecnología llegará antes de que el salario aumente lo suficiente como para atraer a los empleados nacidos en Estados Unidos a los campos en gran número. “Desarrollaremos nuevas máquinas para recoger, incluidas las cosechadoras robóticas, y las usaremos en el campo en lugar de pagar salarios que podrían ser lo suficientemente altos como para inducir a los trabajadores agrícolas nacidos en los Estados Unidos a trabajar de esa forma”, expuso.

En California, los salarios agrícolas aumentaron un 13% entre 2010 y 2015, según un análisis de Los Angeles Times de datos de la Oficina de Estadísticas Laborales. Algunos agricultores comenzaron a otorgar beneficios a los trabajadores, como planes 401 (k), seguro de salud e incluso viviendas subsidiadas. Pero incluso así han tenido problemas para reclutar suficientes obreros.

En Del Bosque Farms, unos 300 trabajadores recogen durante la temporada del melón. Algunos de los nacidos en los EE.UU. se presentaron porque no pudieron conseguir empleo en industrias como la comida rápida o la venta minorista debido a sus condenas penales. Otros sentían que la universidad estaba fuera de su alcance y necesitaban dinero rápido.

Diego Romo, un estadounidense de 24 años, creció viendo a su padre en los campos de melón. El residente de Los Baños ha trabajado todas las temporadas en Del Bosque Farms, desde los 17 años.

Cuando no está en el campo, el joven asiste a una universidad local, donde estudia para convertirse en oficial correcional. Según dijo, cosecha melones para ayudar a sus padres y pagar por sus libros de texto.

En una reciente tarde de otoño, Romo apilaba cajas de cartón llenas de melones en paletts. Su padre, Rodrigo, trabajaba en el mismo equipo poniendo las cajas juntas en una plataforma móvil, un trabajo más fácil para los hombres mayores.

A él no le gusta que su hijo trabaje en el campo. “Quiero que estudies mucho y no trabajes allí, como lo hago yo todos los años”, le dijo en español. “Necesitas superarte a ti mismo”.

Diego Romo es consciente de lo inusuales que son los trabajadores como él. Aquellos que se presentan generalmente son vencidos por el calor o la monótona diligencia requerida para hacer el trabajo.

Él se enorgullece de haber durado tanto tiempo. Pero hay días en que lamenta no haber tenido un mejor desempeño en la secundaria. Tal vez podría haberlo hecho lo suficientemente bien como para ser admitido en la universidad. Ahora, Romo regaña a su hermano de 15 años de edad y suena exactamente como su padre: “Estudia mucho y mejora. ¿Ves cómo tenemos que trabajar nosotros todos los años, de sol a sol?”, le dice.

Ignacio León, un joven de 21 años y residente de Los Baños, estaba en su segundo día en Del Bosque Farms. Estaba feliz por el trabajo porque necesitaba ganar lo suficiente como para pagar una multa de tránsito y poder así comenzar su carrera en la conducción de camiones, comentó.

León nació en los Estados Unidos y se graduó de la escuela secundaria, pero tuvo problemas con la ley. “Siento que hice un gran desastre. Lo lamento”, comentó. “Además, no ir a la universidad… En la escuela secundaria, me volví muy perezoso”. El chico invitó a un amigo suyo con poco dinero para que se uniera a él en los campos, pero éste rechazó la oferta, dijo León, y prefirió quedarse en casa y jugar videojuegos en la casa de sus padres.

La cosecha de melones estaba aún a semanas de terminar, pero unos días después de comenzar un empleo que él mismo había descrito a su amigo como “dinero fácil”, León también dejó de ir a trabajar.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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