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Estas son las mejores tropas de Afganistán, y los EE.UU. respaldan un plan para crear muchas más

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Con las rodillas balanceantes y el rostro suave, ensombrecido por un casco de gran tamaño, Amir Khan Mohammad Naim no parecía un oficial de élite.

Pero cuando se produjo una llamada en su ciudad natal para que los reclutas se unieran a los comandos de policía de Afganistán, este hijo de un granjero, de 21 años de edad y oriundo de la tranquila provincia de Daykundi, no dudó.

“Mi deber es que Afganistán esté seguro, metro por metro”, afirmó Naim recientemente entre simulacros, en un centro de entrenamiento policial al norte de Kabul, donde los asesores de la OTAN supervisan parte de una gran transformación en las fuerzas de seguridad afganas.

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Mientras los soldados y la policía afganos convencionales luchan por mantenerse firmes contra los insurgentes, las fuerzas especiales del país han sido una rara historia de éxito, respondiendo rutinariamente a los ataques en primer lugar, y liderando la mayoría de las operaciones ofensivas. Ahora, la coalición liderada por los Estados Unidos respalda un plan para casi duplicar el tamaño de las unidades de elite, en un esfuerzo por recuperar el territorio de los militantes.

La iniciativa, de $200 millones de dólares, es parte de un plan de cuatro años de duración para reforzar la seguridad en un momento en que el control de las fuerzas gubernamentales sobre el país cayó a su nivel más débil desde 2001. Más de un tercio de los 33 millones de afganos viven en áreas controladas o disputadas por los talibanes, Estado Islámico u otros grupos insurgentes, de acuerdo con las estimaciones militares más recientes de los EE.UU.

Al mismo tiempo, las fuerzas afganas están sufriendo grandes bajas, con casi 800 soldados y policías asesinados en un único mes, recientemente.

Los miembros de las unidades de crecimiento -incluidas las fuerzas policiales paramilitares, los comandos del ejército y un floreciente ala aérea- son ampliamente considerados como los combatientes más capaces del país. Ahora forman menos del 6% de las fuerzas de seguridad, de 350,000 integrantes, de Afganistán.

El plan aumentará el número de fuerzas de elite del ejército, la policía y la aviación de 19,000 a casi 34,000, según la coalición militar liderada por los EE.UU. que entrena a las tropas afganas.

Eso requerirá atraer nuevos reclutas, convertir a algunos soldados convencionales en comandos, proporcionarles una mejor capacitación y más apoyo logístico, y garantizar que no estén asignados a tareas estáticas como puestos de control, donde son vulnerables a las emboscadas.

“Este enfoque concentra mayor atención y recursos en las fuerzas que han demostrado ser más efectivas en el campo de batalla”, señaló el Pentágono en un informe de junio al Congreso.

Más de 16 años después de la guerra afgana, los EE.UU. ya gastaron casi $70 mil millones para construir, entrenar y equipar al ejército y la policía de ese país, que sin embargo todavía no logran proteger el territorio, prevenir grandes ataques insurgentes y realizar operaciones coordinadas sin asistencia de asesores de la coalición.

Atiqullah Baryalai, exviceministro de Defensa afgano, expresó que el plan podría ser efectivo si permite que las tropas del gobierno realicen operaciones más agresivas.

“La mayoría de las bajas en las fuerzas de seguridad son el resultado de permanecer en las líneas de defensa”, dijo. “El refuerzo de las fuerzas de operaciones especiales los ayudará a estar en una posición ofensiva... lo cual consecuentemente resultará en una reducción de bajas”.

Pero los críticos exponen que el énfasis en las fuerzas especiales corre el riesgo de diluir la calidad de las unidades de élite.

Un comentario reciente publicado por Afghanistan Analysts Network, una organización de investigación con sede en Kabul, consideró que la estrategia también podría cubrir el problema de que el ejército regular y la policía “aparentemente no están a la altura de su tarea principal, que sería llevarse la peor parte de la lucha, en ambas operaciones ofensivas para pelear contra el territorio de la insurgencia y las operaciones defensivas para mantener las áreas capturadas”.

Funcionarios de la coalición señalan que un aumento en el tamaño de la misión de entrenamiento de la OTAN -incluidas casi 4,000 fuerzas estadounidenses adicionales autorizadas por el presidente Trump- elevará el número de tropas internacionales en Afganistán a 20,000 para el año próximo y permitirá un asesoramiento más cercano de los soldados y policías afganos, incluyendo las unidades de elite.

La policía paramilitar incluye una fuerza de acción rápida que llevó a cabo más de 1,500 operaciones este año, la gran mayoría sin asesores de la OTAN, explicaron funcionarios afganos. La Unidad de Respuesta de Crisis, también conocida como 222, es a menudo la primera en llegar y neutralizar ataques de alto perfil, como en marzo pasado, cuando militantes vestidos con batas de laboratorio abrieron fuego dentro del principal hospital militar de Kabul, matando a 50 personas.

El Ministerio del Interior planea agregar tres unidades nuevas que suman aproximadamente 2,000 policías a la fuerza ya existente, de 7,200. Muchos de los reclutas que se someten a la capacitación, de seis meses de duración, son graduados de secundaria que nunca antes han servido en las fuerzas, sino que simplemente responden anuncios en los medios. “La mayoría son voluntarios que quieren servir a su país”, afirmó el mayor Mohammad Asif Nawabi, comandante del Centro de Entrenamiento Especial de la Policía en Kabul. “No les preocupa ser asesinados o heridos. Una vez que terminan nuestro entrenamiento, están preparados para luchar”.

Funcionarios de los EE.UU. dijeron que los afganos siguen luchando para proporcionar apoyo logístico a las unidades en el lugar. Parte del plan de expansión incluye desarrollar la capacidad del Ala de Misión Especial, una pequeña unidad aérea que proporciona transporte y apoyo limitado de artillería a las fuerzas terrestres de elite.

La unidad aumentará de 826 soldados a casi 1,300 y reforzará su flota de aviones de vigilancia PC-12 fabricados en los Estados Unidos, y helicópteros Mi-17 rusos, destacaron funcionarios afganos. En el pasado, hubo problemas para encontrar suficientes pilotos calificados y personal de mantenimiento, lo cual dejó a muchos de sus aviones aterrizados, sin nadie capacitado para pilotarlos.

“Se requieren de dos a tres años para entrenar a un piloto, y es muy costoso”, señaló el brigadier general Fahim Ramin, comandante de la unidad. “Así que vamos a crecer lentamente. No necesitamos cantidad, necesitamos calidad”.

La importancia de la unidad quedó clara durante el ataque al hospital en marzo pasado, cuando el propio Ramin pilotó un helicóptero hasta el techo del edificio dos veces para llevar allí a 40 paramilitares que ayudaron a sofocar la situación en el interior. “No estaba seguro de si ese techo podría soportar un helicóptero de 26,000 libras, pero lo hicimos”, dijo Ramin. “Creo que fue bueno para nuestra moral: nuestras tropas terrestres deben saber que podemos apoyarlas”.

La mayor unidad de operaciones especiales, los comandos del ejército afgano, verán la mayor expansión, de 11,300 a 23,300 miembros. Eso incluirá la incorporación de dos brigadas de vehículos blindados, lo cual dará a los comandos una mejor capacidad de asalto terrestre, precisaron funcionarios estadounidenses.

Los oficiales afganos corren para entrenar hombres que llenen esos rangos. En una ceremonia de graduación realizada en Kabul en octubre, 830 comandos recién creados se pusieron las boinas granate de la unidad y exhibieron sus rifles M4. En cuestión de semanas, señalaron los comandantes, los graduados, incluidos muchos soldados convencionales que recibieron capacitación adicional, serían enviados a las provincias periféricas.

Un excomandante del batallón del ejército, Abdul Wahid Jabali, de 45 años, se sintió atraído por los comandos al verlos en el campo de batalla, a veces acompañados por entrenadores de operaciones especiales de los EE.UU., como los Army Rangers. Un fornido exboxeador con gruesas patillas canas, Jabali afirmó que los comandos parecían estar mejor equipados y organizados que sus fuerzas.

Como padre de siete niños, también señaló que había otras ventajas: un salario de $270 por mes, en comparación con $200 en el ejército regular, y licencias más frecuentes. “Mi hijo mayor tiene 20 años y también quiero que sea un comando”, expresó Jabali.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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