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Sin uniformes de combate ni armas, los rebeldes que alguna vez causaron pavor en Colombia ingresan al mundo de la política

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El desmovilizado grupo rebelde colombiano conocido como FARC reveló el sábado último su nueva imagen como una organización política, cuando su candidato presidencial prometió a los seguidores combatir la corrupción, abordar las iniquidades sociales y luchar por los intereses de los pobres, durante un mitin realizado en Bogotá.

Atrás quedaron las fatigas y las armas de combate de las FARC. En un evento al que asistieron aproximadamente 2,500 personas en el empobrecido y asolado barrio de Ciudad Bolívar, el otrora grupo guerrillero hiperviolento exhibió su nuevo símbolo, una rosa sobre un fondo blanco. Sus candidatos aparecieron en el escenario vestidos con camisas blancas de manga larga.

“Colombia necesita una verdadera democracia”, aseveró Rodrigo Londoño Echeverri, el exlíder rebelde y ahora candidato presidencial. “Los oprimidos y los millones de pobres que nunca han importado deben ser escuchados y ser capaces de decidir su futuro”.

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Durante mucho tiempo el flamante candidato fue conocido por su nombre de guerra, “Timochenko”, y los cárteles asentían, refiriéndose a él simplemente como Timo.

Londoño, de 59 años, también fue el líder del grupo rebelde durante los cuatro años de las negociaciones de paz con el gobierno colombiano, que culminaron con el acuerdo que él y el presidente Juan Manuel Santos firmaron a fines de 2016. Ahora se enfrentará a otros candidatos en la primera ronda de votación, el 27 de mayo. Si nadie obtiene el 50% de los votos emitidos, los dos primeros clasificados competirán en una segunda vuelta, el 17 de junio.

El grupo rebelde convertido en partido político también presentó candidatos para el Senado y la Cámara de Representantes en las elecciones legislativas, que se llevarán a cabo el 11 de marzo próximo.

Aunque los términos del acuerdo de paz garantizaron al grupo izquierdista cinco escaños en el Senado y cinco en la Cámara Baja en las próximas dos sesiones del Congreso, las FARC esperan lograr una buena actuación tanto en las elecciones presidenciales como en las legislativas, para demostrar su viabilidad política como partido. “Esperamos obtener votos que reflejen al menos la cantidad de senadores y representantes que nos ofrece el acuerdo de paz”, declaró Carlos Alberto Marín, candidato de las FARC para representar a Bogotá. “Si conseguimos 500,000 votos en marzo, significa que habremos ganado tres o cuatro escaños en el Senado, y podemos vivir con eso”.

Pero algunos analistas esperan que las FARC tengan dificultades para obtener medio millón de votos, lo cual probablemente equivaldría al 3% de los 15 millones de votos que se esperan emitir, suponiendo que la participación sea del 50% de los 30 millones elegibles. Puede parecer un objetivo modesto, pero los antiguos rebeldes se ven obstaculizados por serios problemas de imagen. Las FARC han luchado contra el gobierno por más de 50 años, y muchos colombianos no perdonaron al grupo por sus innumerables asesinatos y secuestros.

Como parte del acuerdo de paz, las FARC admitieron haber cometido crímenes horrendos, al tiempo que insistieron en que las fuerzas armadas colombianas perpetraron actos de violencia igualmente horribles. Los militares fueron acusados por grupos de derechos humanos de cooperar con escuadrones de la muerte paramilitares y de asesinar a inocentes jóvenes civiles e identificarlos como guerrilleros muertos en acción para inflar los recuentos de cadáveres.

Muchos observadores cuestionaron la sabiduría de la decisión del grupo de mantener el acrónimo FARC en su nuevo partido político. En lugar de Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, las iniciales ahora representan Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común.

Los discursos de Londoño y su compañera de fórmula para la vicepresidencia, Imelda Daza, dieron indicios claros de que la campaña del partido buscará explotar el descontento generalizado con la clase dominante. Ambos prometieron atacar la corrupción, que ha desilusionado a muchos colombianos, y abordar la pobreza en un país que fue descrito como el más desigual de América Latina en términos económicos, después de Haití.

“Nuestro país siempre ha estado gobernado por una élite poderosa, indolente, miserable, insensible y egoísta, que sin ningún escrúpulo puso todo a su servicio y concentró nuestro principal medio de producción -la tierra- en manos de unos pocos”, afirmó Daza, quien regresó a Colombia después de 26 años de exilio en Suecia para dedicarse a la política bajo el estandarte de las FARC.

No fue coincidencia que el grupo organizara su primera gran concentración en el barrio de Ciudad Bolívar. Se trata principalmente un barrio pobre donde reina el delito, que ha crecido rápidamente en los últimos 20 años para albergar una afluencia de familias agrícolas que huyen de la violencia en el campo y las zonas montañosas de Colombia.

“Es por esta identidad, que nos une con la gente común, que elegimos esta localidad para lanzar nuestra lucha política”, declaró Londoño. “Sabemos cuánto han peleado para obtener agua, electricidad, calles, servicios de salud y transporte. No se les ha dado nada, ni siquiera las escuelas construidas por diferentes alcaldes... Todo ha sido producto del esfuerzo comunitario, una lucha ansiosa de superación”.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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