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ENTREVISTA - Elena Poniatowska: Los estudiantes ya no querían el mundo que les heredaban sus padres

La escritora Elena Poniatowska durante una entrevista en su casa, en la Ciudad de México, el 16 de abril de 2014. Poniatowska, conocida por su compromiso político reflejado en obras como "La noche de Tlatelolco", recibió el Premio Miguel de Cervantes el más importante en la literatura hispana, que, por cuarta vez desde su fundación en 1976, fue para una mujer.

La escritora Elena Poniatowska durante una entrevista en su casa, en la Ciudad de México, el 16 de abril de 2014. Poniatowska, conocida por su compromiso político reflejado en obras como “La noche de Tlatelolco”, recibió el Premio Miguel de Cervantes el más importante en la literatura hispana, que, por cuarta vez desde su fundación en 1976, fue para una mujer.

(RONALDO SCHEMIDT / AFP/Getty Images)
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Comer en casa de Elena Poniatowska es toda una experiencia desde que se llega a Chimalistac, en donde se filmó en 1931 la primera película hablada mexicana sobre la novela de Federico Gamboa, titulada, “Santa”. Tanto la pequeña iglesia estilo Colonial como la plaza tienen un sabor muy especial, se diría que por allí no pasa el tiempo.

Por eso me gusta tanto visitar a quien fuera mi maestra de literatura en los años ochenta y vive desde hace muchos años en la Plaza Federico Gamboa. Además, sé que la maravillosa Martina me preparará una de sus especialidades, huevos “Mimosa”, hechos seguramente con una de las recetas de Paulette Amor, madre de Elena.

Cuando llegué justo a las 2.30 pm aún no llegaba Poniatowska. “No ha de tardar, fue a una entrevista”, me dijo Martina con autoridad, la misma que le ha otorgado su patrona por tratarse de una mujer inteligente y sensible. ¿Qué haría Elena a los 86 años sin su Martina?

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Con toda confianza me instalé en la sala cerca del “bay window” en donde se encuentran una barbaridad de orquídeas de todos colores que enmarcan a un pequeño jardín muy arbolado, lo cual hace el ambiente alegre y fresco. Después de dos “tequilitas”, finalmente llegó “Elenita”, como la llaman sus millones de fans, muy sonriente, vestida con un traje pantalón negro. Parecía, lo que es, una verdadera princesa.

Después de comer delicioso y de descubrir que Elena, no nada más escribe, sino que pinta y pinta muy bien. Con una cierta timidez me mostró sus pinturas al óleo.

Su estilo es “naive”, lleno de color pero con un dejo de melancolía. “Pintar es lo único que me quita el estrés”, comenta con una sonrisa enigmática.

Le propuse comprarle un cuadro que muestra una ventana que da hacia un paisaje idílico, y me dijo que no. Que todavía le faltaba mucho trabajo. No insistí, pero sí le advertí que ése, ya era mío. Se rió como solamente sabe hacer la autora de uno de los libros más vendidos en nuestro país, “La Noche de Tlatelolco”.

En seguida pasamos a la sala y sin más, saqué mi celular, busqué el microfonito y le pregunté cuál era su perspectiva, cincuenta años después, del Movimiento del 68.

EP: Yo creo que el triunfo tan avasallador de López Obrador tiene muchísimo que ver con los estudiantes, con los jóvenes, y con el movimiento estudiantil de 1968. Porque finalmente si tú ves quiénes fueron sus votantes ahora, obviamente son sus nietos y sus hijos. Todos buscan una salida porque piensan que después de 50 años sus papás sufrieron, sus abuelos sufrieron, y ellos quieren un México distinto. Entonces yo creo que el 68 fue una olla exprés que explotó y que luego apagaron de inmediato porque no hubo reacciones, muchísima gente no sabía ni siquiera que habían matado a jóvenes en Tlatelolco.

El gobierno de Díaz Ordaz le tuvo tal miedo a que los estudiantes sabotearan los juegos olímpicos, que por eso mandaron al ejército, a Hernández Toledo y los portadores del guante blanco. Pero los mandaron a una trampa porque esta gran periodista corresponsal Oriana Fallacci que había estado en Grecia, que había estado en Vietnam, dijo que jamás había visto que desde lo alto de un edificio le tiraran con escopetas a una multitud que estaba encajonada, y la prueba es que todos llegaron a los hospitales con heridas en los glúteos, en la espalda y en el cuello porque les tiraron las balas por detrás lo cual es horrible.

GL: ¿Tú dónde estabas ese 2 de Octubre?

EP: Felipe nació el 4 de julio, yo estaba amamantando a mi hijo pero sí fui a las 5 am del día siguiente a Tlatelolco porque una gran amiga, María Alicia Martínez Medrano, que fue la fundadora del teatro Campesino en Tabasco, me habló y me dijo que tenía que ir de inmediato. Ella estaba con otra antropóloga, Margarita Velasco, y me dijo: “tienes que ir a ver lo que pasó en Tlatelolco”, así que fui, entre una amamantada y otra, a las 5 am del 3 de Octubre y vi los tanques, no había agua, un soldado estaba hablando por teléfono y decía “ponme al niño, quién sabe cuánto tiempo vamos a estar aquí, quiero oír al niño”, lo cual me dio la dimensión de entender que tampoco para los soldados era tan maravilloso lo que había sucedido en esa plaza.

GL: ¿Y sentías un ambiente de muerte?

EP: Era un ambiente horrible porque había sangre en las paredes, estaban perforadas todas las puertas de los elevadores por ametralladoras, estaban todos los zapatos de mujer que estaban allí, porque hay unas ruinas arqueológicas ahí al lado, y estaban tirados todos los zapatos. Fue muy feo, fue un espectáculo de guerra. Literalmente una batalla después de la guerra.

GL: ¿De qué acusaban a los estudiantes?

EP: A unos los acusaban de delitos, por ejemplo, a estudiantes los acusaban de 17 delitos distintos como asociación delictuosa, ataques a las vías públicas, cosas que no lo podías creer. Ahora, si es cierto que quemaron camiones y que se paraban en las esquinas a hablar de un México libre.

GL: ¿Tú crees que este conflicto se comenzó a gestar desde muchos meses atrás?

EP: Se empezó a gestar desde la revolución cubana. En julio se enfrentaron dos preparatorias y a raíz de eso empezó un pleito y los escándalos en la calle. Pero fue espléndido porque por primera vez los estudiantes participaban y sentían que la ciudad era de ellos. Esa frase de “tomar la calle” era sentir que México era tuyo, que eran tus calles, era una fiesta de la alegría. Primero fue espléndido, pero luego hubo la manifestación del silencio que esa también marcó a todos porque se ponían tela sobre la boca, era una manera de protestar en absoluto silencio.

GL: ¿Quién fue al primero que entrevistaste en Lecumberri?

EP: Al primero que entrevisté fue a Raúl Álvarez Garín, y él mandó a traer a su celda a Gilberto Guevara Niebla, que era guapísimo. Yo siempre me apuntaba en la lista de Gilberto, porque como era del norte, nadie lo venía a visitar. Su padre vino una sola vez. Cada preso tenía derecho a tres o cuatro visitas, entonces yo me ponía en la lista de Gilberto.

GL: ¿Dónde se publicaban tus entrevistas?

EP: En esa época, yo estaba en el Novedades. No se publicaba casi nada sobre eso, todo era rechazado.

GL: Hasta que se publicó tu libro La noche de Tlatelolco...

EP: Sí, yo dejé encima de una mesa todas las entrevistas. Esa mesa era muy bonita, de Luis Barragán, y entonces vino la que era la directora de la editorial Era, y me preguntó: “¿Qué tienes aquí?” y le dije que era todo lo que me habían rechazado acerca del movimiento estudiantil y ella accedió a publicarlo.

GL: ¿Cuántas ediciones llevas?

EP: Lleva muchísimas ediciones, no sé.

GL: ¿Fue el primer libro que se publicó sobre el movimiento del 68?

EP: Sí, fue el primero que se publicó, ya después salió el de Luis González, y después el que se apasionó sobre el movimiento hasta el último día de su muerte y se dedicó a analizarlo, fue Monsiváis.

GL: ¿De qué manera tuvo impacto el movimiento que sucedió en París, que fue tan importante y duró tantos meses?

EP: Hubo movimientos estudiantiles en el mundo entero, ya los estudiantes no querían el mundo que les heredaban sus padres. En Berkeley pasó lo mismo, incluso ese movimiento de Peace & Love tenía que ver con lo mismo.

GL: Expresado con “V” de la victoria de Churchill, ¿no?

EP: Sí, pero más bien me refería al movimiento hippie. Los que más decían Peace & Love y se ponían la flor y decían que no iban a ir a Vietnam, eran los hippies. Era una época muy linda.

GL: Este movimiento tuvo una gran influencia en la liberación de la mujer...

EP: Eso fue después. En estos movimientos de lucha en general, los hombres decían “compañera, traiga unos cafés; compañera, tengo hambre, busque algo de comer”. Ellas formaban parte del partido y lo mantenían activo pero no necesariamente desde los mítines.

GL: ¿Qué tanto militaban las mujeres?

EP: Sí, bueno, en el movimiento del 68 estaba la Tita, que murió, era muy malhablada, que a mí siempre me decía “cómo estás, cabrona”, o a veces pendeja, una de dos. Y también estaba la Nacha, que sigue viva y fue una líder. Y la que es un fenómeno y sabe muchísimo, es la hija de Valentín Campa, el líder del partido comunista, que a ella, mis respetos, porque es ingeniera de petróleos, y sabe todo.

Elena Pontiatowska en su casa, durante una entrevista realizada con motivo del 50 aniversario de la masacre de Tlatelolco.

Elena Pontiatowska en su casa, durante una entrevista realizada con motivo del 50 aniversario de la masacre de Tlatelolco.

(RONALDO SCHEMIDT / AFP/Getty Images)

GL: ¿No tuviste represalias del gobierno?

EP: No tuve represalias inmediatas, sí decían que iban a incautar el libro, lo cual fue conveniente porque rápidamente se vendieron tres ediciones. Pero el libro se publicó hasta que salió Díaz Ordaz, cuando entró Echeverría.

GL: ¿No te mandaron a llamar?

EP: No, pero sí me pusieron una patrulla enfrente de la casa. Yo veía que hacía calor y les preguntaba si no querían un café, y subían la ventana pensando que estaba loca.

GL: Pero que valiente eres, haber ido hasta allá todos los domingos con tu máquina de escribir...

EP: No, iba con las manos vacías. Tenía que reconstruirlo todo en mi cabeza llegando a casa, y ellos también me enviaban documentos con sus abogados, todos eran de izquierda, claro. Ellos me mandaban muchas cosas, por ejemplo, Heberto Castillo me envió un texto larguísimo del que sólo usé un par de renglones, y ya luego él lo publicó completo.

GL: ¿Dónde estaban los estudiantes en Lecumberri?

EP: Ellos estaban en una celda, se llamaba crujía, y los que llevaban más tiempo encerrados, se encontraban en un lugar que se llamaba el polígono. Había como una torre donde subía Revueltas a ver la tarde, y ahí escribió una de sus novelas.

GL: Entonces cuando escuchabas el nombre de Díaz Ordaz, ¿qué venía a tu cabeza?

EP: Su enojo, cuando le preguntaban sobre el 2 de octubre se le descomponía el rostro.

GL: Él ya había nacido con el rostro descompuesto...

EP: Y dijo que él había salvado a México. Monsiváis me dijo que lo había visto y que había gritado que no entendíamos los periodistas que él había salvado México. El héroe de ese entonces fue Javier Barros Sierra, rector de la UNAM.

GL: Lo de Tlatelolco sucedió 11 días antes de las Olimpiadas...

EP: Sí, lo que más temió el gobierno fue el sabotaje de las Olimpiadas, por eso enloqueció y quiso pararlo a toda costa.

GL: Y al final el movimiento no afectó las Olimpiadas.

EP: Pues no, pero sí tengo apuntado por ahí cómo un deportista negro dijo con el puño en alto que la vida de ningún estudiante valía una Olimpiada.

GL: Qué fuerte. Porque negaron todo... Yo fui edecán con mi uniforme naranja y me ocupe de los periodistas franceses. Recuerdo que en una ocasión fuimos a cenar a la Fonda del Recuerdo y un periodista me preguntó que cuántos habían muerto y yo respondí que ninguno, porque la consigna en ese entonces era no hablar de eso. Y él sacó la revista “Paris-Match” y me enseñó dos planas enteras con imágenes horribles. Frente al mundo sí había pasado algo.

EP: Y además sí hubo mucha gente que tomó fotos inmediatamente después de la matanza y entre los soldados, porque además ese día llovió. Y luego los franciscanos de la iglesia de la Plaza de las Tres Culturas, no les abrieron las puertas a los estudiantes que les tocaron la puerta durante la balacera.

GL: Entonces no había libertad de prensa...

EP: No podías decir que era un candado, había una cierta libertad, pero lo que se dijo en los periódicos durante los siguientes días fue muy poco.

GL: Recuerdo que unos meses después busqué algunos periódicos en la hemeroteca, sobre el día de la boda de uno de los hijos de Díaz Ordaz con una de las Castañón, habían ido todos los periodistas a la boda, muchos intelectuales, y eso me entristeció mucho. Terrible. Claro, era otro México, no había sociedad civil.

EP: Bueno, a partir de entonces comenzó a haber. Fue un movimiento naciente. Hay muchas madres de familia que decían que si les habían quitado a sus hijos, qué más les podían quitar. Esto fue cuando nombraron a Díaz Ordaz embajador de México en España. Nos reuníamos en Reforma a gritar “al pueblo de España no le manden esa araña”.

GL: ¿Renunció?

EP: Creo que sí fue, pero no sé qué le pasó. Creo que se enfermó. Y Carlos Fuentes renunció, era embajador en Francia, y dijo que no podía darle la mano y sentarse en la misma mesa que él. Y Octavio Paz también renunció el día 3 de Octubre inmediatamente después de la matanza.

GL: Te quería contar que mi hijo Diego leyó tu libro a los 12 o 13 años y no podía creerlo. Pienso que tu libro es cada vez más importante porque cuenta la verdad, de lo que sucedió ese día.

EP: Bueno, pero también hubo otros, pero sí fue importante porque fue casi inmediato y son las voces directas de quienes estuvieron involucrados.

GL: Además fue escrito por una mujer...

EP: Sí, también.

GL: Porque entonces la mujer periodista no era tan tomada en cuenta como ahora....

EP: No, no, para nada. Nada que ver con Carmen Aristegui que ya hasta la defienden.

GL: Sí, ya hay mujeres periodistas muy comprometidas. ¿Y entonces ya habías salido de Novedades?

EP: Ya estaba en Novedades. Pero siempre te refundían en la sección de sociales. Bueno, a mí ya me habían pasado disque a política, pero en general ibas directo a sociales.

GL: Finalmente, ¿llegaste a publicar algo sobre el 68?

EP: No, no, me rechazaron todo. Recuerdo que les hablé del reportaje de Oriana Falacci, una italiana de visita muy reconocida, pero ni así.

GL: ¿Crees que se podría dar otro 68?

EP: No, no, ya no. Pero se dio Ayotzinapa, y no me digas que eso no es aterrador. 43 estudiantes…

GL: Háblame de Ayotzinapa...

EP: No, pues sólo te digo que es un crimen de Estado. No que lo otro no sea grave, pero desaparecer a 43 muchachos quemados en botes de basura. Y luego expertos de Argentina que vienen a decirnos que fueron calcinados, y las más de 200 fosas con cráneos…

GL: ¿Qué opinas de ese México tan violento? ¿Crees que hemos empeorado en ese sentido?

EP: Sí, por supuesto. Uno pensaba que después de Tlatelolco ya más no podía suceder nada peor. Y todo lo que ha sucedido ha sido terrible…

Al despedirme de Elena Poniatowska, tuve la sensación de quererla aún mucho más después de la entrevista. No hay duda que para las mujeres es un gran ejemplo de valor, congruencia y compromiso. Gracias a ella, entiendo mucho más a México.

*Guadalupe Loaeza es una periodista y escritora mexicana. Entre sus obras se encuentran “Las niñas bien”, “Las reinas de Polanco”, “Oaxaca de mis amores” y “Las Yeguas Desbocadas”, entre muchísimos otros títulos.

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