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Así luce la política exterior cuando no hay estrategia

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Donald Trump solía pensar que la política exterior sería fácil. “Ganaremos si nos sentamos y negociamos, siempre usando a nuestra mejor gente”, escribió cuando era un ciudadano particular, en 2008. “Tenemos todas las cartas para lograrlo”.

Así que, como presidente, se nombró negociador en jefe y trató de convencer a Kim Jong Un, de Corea del Norte, para que abandone las armas nucleares. Reimpuso duras sanciones económicas a Irán, apostando a que podría forzar a los ayatolás a cambiar su formas. Prometió obligar a China, Canadá, México y la Unión Europea a renunciar a lo que consideró como prácticas comerciales desleales.

También respaldó un levantamiento en Venezuela destinado a derrocar a su presidente de izquierda, Nicolás Maduro. Declaró la victoria contra Estado Islámico y ordenó a las tropas estadounidenses que regresaran de Siria. En su tiempo libre, le pidió a su yerno, Jared Kushner, que organizara la paz entre Israel y los palestinos.

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Finalmente, no ha logrado ninguno de esos resultados.

Estamos en una guerra comercial en aumento con China y, tanto Trump como el presidente chino, Xi Jinping, imponen aranceles a las importaciones, es probable que los consumidores y las empresas en ambos países se vean perjudicados. Las negociaciones nucleares con Corea del Norte están estancadas, y Kim no sólo sigue produciendo material para esas armas, sino que también ha comenzado a disparar misiles balísticos de corto alcance para mostrar su rencor.

Las sanciones a Irán no hicieron que su gobierno sea más flexible; Teherán ha amenazado con reanudar algunos aspectos de su programa nuclear, aún en pausa. Las tropas estadounidenses siguen en Siria. Y Kushner todavía no ha presentado su plan de paz en Medio Oriente.

Hay una larga lista de críticas familiares acerca de la política exterior de Trump. Es disruptiva, es impulsiva, impredecible, contradictoria. Intima con dictadores, como el ruso Vladimir Putin, y trata a los aliados, como la alemana Angela Merkel, con desprecio.

Todo ello es cierto. Pero apliquemos una prueba más práctica: ¿el presidente está logrando los objetivos que se propuso para sí mismo?

En la mayoría de los casos, la respuesta es no.

Seguro, Trump mantuvo algunas de las promesas de política exterior que hizo en su campaña. Trasladó la embajada de Estados Unidos en Israel a Jerusalén, abandonó el acuerdo nuclear de 2015 con Irán y anunció el retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París, de 2016, sobre el cambio climático. Pero esas fueron fáciles, y se lograron firmando proclamas.

Más importante aún, Trump prosiguió la guerra contra Estado Islámico con éxito militar. Pero aún no ha encontrado la manera de liberar a las fuerzas de Estados Unidos. Ahora la Casa Blanca envió un portaaviones y bombarderos a la región, como una demostración de fuerza a Irán, y se dice que está revisando los planes de contingencia del Pentágono para enviar miles de tropas.

El mandatario presionó también a los aliados de Estados Unidos en la OTAN para aumentar sus gastos de defensa, pero no lo suficiente para satisfacerlo. Logró renegociar NAFTA, el acuerdo comercial con México y Canadá, pero su ratificación en el Senado no está para nada asegurada.

Si su tenacidad sobre el comercio con China genera serias reformas en Beijing, merecerá un aplauso bipartidista. Pero todavía no lo ha logrado. Las conversaciones se interrumpieron el pasado viernes, y aunque ambas partes afirman que continuarán, no hay una nueva reunión programada.

En cuanto a las prioridades más destacadas -un comercio más equitativo con China, un acuerdo de desarme nuclear con Corea del Norte, un Irán con menos potencial de amenazar a sus vecinos- en el mejor de los casos, son tareas incompletas.

El mes pasado, Robert Blackwill, un ex asistente del presidente George W. Bush, escribió una boleta de calificaciones sobre la política exterior de Trump para el Consejo de Relaciones Exteriores. Le dio al mandatario el beneficio de la duda: “Las políticas exteriores de Trump son mejores de lo que parecen”, escribió, y consideró que la calificación general es de una ‘D+’. “Soy un examinador exigente”, reconoció.

¿Por qué el Gran Negociador se está quedando corto?

“El problema con Trump es que es un presidente débil”, consideró Michael Mandelbaum, un académico de política exterior en la Universidad Johns Hopkins y autor de “The Rise and Fall of Peace on Earth” (El ascenso y la caída de la paz en la Tierra). “Él no sabe cómo hacer funcionar el gobierno; no está interesado en los detalles de la política, no tiene un equipo cohesivo de ayudantes que lo asistan”.

Una segunda respuesta relacionada fue: Trump tiene opiniones firmes, pero no una estrategia coherente.

“El presidente ofrece las corazonadas y los instintos”, afirmó el jefe de planificación de políticas del Departamento de Estado, Kiron Skinner, en tono poco diplomático, durante una conferencia el mes pasado. “El trabajo de su personal es convertir las corazonadas en estrategia”, prosiguió.

Skinner y otros acólitos de Trump han trabajado durante meses para convertir el eslogan del presidente, de “Estados Unidos primero”, en una “Doctrina Trump” más elaborada.

Sus principios básicos, que el mandatario describió en varios discursos, se reducen a esto: cada nación debe perseguir sus propios intereses. Para países fuertes, como Estados Unidos, las alianzas y las organizaciones multinacionales simplemente estorban en el camino.

Esa es la tercera razón por la que la política exterior de Trump no funciona. Rechaza las fuertes alianzas multilaterales, que fueron la base de la estrategia estadounidense surgida después de la Segunda Guerra Mundial y con la cual se ganó la Guerra Fría.

“El mundo ha cambiado, pero los aliados son tan importantes como siempre”, remarcó Mandelbaum. “Si realmente queremos que China cambie sus prácticas económicas, hay que construir una coalición fuerte para presionarla. No está claro que Estados Unidos pueda hacerlo solo”.

La política exterior de Trump todavía tiene oportunidad de mejorar. Pero su inclinación por ignorar a los aliados ha debilitado gravemente su diplomacia. Si espera tener éxito en cosas importantes, necesita abandonar esa parte de la Doctrina Trump.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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