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OPINION: Entre la frontera inventada por Trump y la realidad

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Finalmente, con una serie de mentiras dichas de manera tan contundente, Donald Trump logró meternos a todos -medios, analistas, clase política, etcétera-, en su debate.

En Estados Unidos, las discusiones son y seguirán siendo si el muro debe o no construirse y quién debe pagar por él, si entran o no criminales por la frontera que se comparte con México, si todos los que buscan asilo son delincuentes o si las caravanas están organizadas.

Poco importa la cantidad abrumadora de datos que demuestran que la droga o los delincuentes que entran a Estados Unidos lo hacen por los puertos legales o que los solicitantes de asilo que vienen de Centroamérica se entregan a las autoridades estadounidenses y en esa lógica, no serán detenidos por el muro. Si se tomaran en cuenta estos datos, la discusión sería muy distinta.

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En México, no sabemos cuál de esos temas nos compete y ante la confusión, el gobierno decide guardar silencio o, peor aún, aceptar parcialmente lo que dice Trump con argumentos endebles del tipo “sí, pero no, no, pero sí”. Sobre el muro y la declaratoria de emergencia del presidente Trump para construir el muro: el gobierno mexicano afirma que es territorio estadounidense y ahí pueden hacer lo que quieran.

Sobre las caravanas: dicen que sí están organizadas y hasta la Secretaria de Gobernación en su reciente visita a Washington dijo quién las organiza. En cuanto a si los inmigrantes son criminales: que sí hay delincuentes, pero no todos (Olga Sánchez Cordero en la visita mencionada).

Hábilmente, Donald Trump nos llevó a su visión de la frontera y todos hemos caído en la trampa.

Lo más grave del asunto es que ese falso debate oculta la realidad que de no atender se convertirá en caos. Lo que dice Trump no debería ser el tema -y en esa lógica es un error confrontarlo-, lo que verdaderamente está pasando en la frontera norte de México es una crisis social y humanitaria frente a la que estamos haciendo muy poco o nada.

Tan sólo en el mes de febrero de 2019 hubo 76 mil deportaciones, a ese ritmo llegaríamos a más de un millón de deportados por año, algo que no ocurría desde hace más de 15 años. Con una gran diferencia, en ese entonces las deportaciones eran, en una abrumadora mayoría, de mexicanos, ahora se trata de centroamericanos, principalmente mujeres y niños, que son devueltos a ciudades fronterizas mexicanas.

¿Qué estamos haciendo para abordar una problemática de esas dimensiones? ¿Qué va a pasar en las ciudades fronterizas? ¿Quién se va a hacer cargo de que esos niños vayan a la escuela? ¿Quién será responsable de su salud? ¿Quién controlará al crimen organizado que buscará sacar provecho de ellos? Del lado estadounidense, ¿van a volver a separar a los hijos de sus padres? ¿Van a volver a encerrar a los niños en jaulas?

Ninguna de estas preguntas ha tenido respuesta por parte del gobierno mexicano. Como el elefante en la habitación, todos sabemos que está ahí, pero preferimos no hablar de ello. Del lado estadounidense, la situación no es mucho mejor.

Apenas hace unos días la titular del Departamento de Seguridad Interna no pudo responder a ninguna de esas preguntas en su comparecencia en el Congreso estadounidense.

Por si fuera poco, se confirma que México acepta, por la vía de los hechos, jugar el papel de sala de espera de Estados Unidos y recibe a los solicitantes de asilo para que esperen su resolución en México, algo que puede durar años.

Tímidamente, se dice que como tienen visa humanitaria esta situación es procedente. ¿Esa visa dará alimento y trabajo a esos solicitantes? ¿Escuela para sus hijos, servicios de salud, vivienda? ¿Qué responsabilidad asume Estados Unidos y sus países de origen? Peor aún, México ya prohibió la entrada al país de organizaciones y abogados pro bono que ayudan a esos solicitantes, ¿de qué se trata?

Mientras nos quedemos callados o le demos la razón parcialmente a Trump para que no se enoje con nosotros, la frontera México-Estados Unidos se irá desordenando de ambos lados, la crisis solo crecerá, las sociedades locales rechazarán cada vez más la presencia de los inmigrantes y el caos se puede generar por la falta de acción de ambos gobiernos.

La pesadilla que vivirán los residentes fronterizos, como siempre, no será vista ni en Washington ni en la Ciudad de México. Y por favor no nos vayan a salir con eso de que hay un nuevo paradigma y que lo que hay que hacer es generar desarrollo en la región, para que la gente no emigre. Aun siendo cierto, cada vez parece más un pretexto para no hacer nada en corto plazo, pues no saben cómo enfrentar el problema.

Por una vez, atendamos la realidad.

*Presidente de Mexa Institute

@mexainstitute

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