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Joe Biden ingresa a la carrera presidencial ¿ha llegado su hora o ha pasado para siempre?

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Cuando Joe Biden se postuló para presidente por primera vez, hace 30 años, la World Wide Web aún no se había inventado. Cuando volvió a presentarse, una década atrás, Twitter estaba dando sus primeros pasos.

Ahora, con su anuncio, este jueves pasado, de que se lanzará a una tercera candidatura a la presidencia, a sus 76 años de edad, Biden le pide a los demócratas que decidan si por fin ha llegado su hora, o si el momento ha pasado definitivamente para este hombre que lleva casi medio siglo en la política.

En un video con el anuncio, que fue publicado en las redes sociales, Biden advirtió sobre los riesgos de reelegir al presidente Trump; se enfocó así, de manera más directa, en el actual mandatario que la mayoría de sus rivales demócratas. “Estamos en una batalla por el alma de esta nación”, dice Biden en el video, de tres minutos de duración, en el cual vincula al actual presidente con la violenta manifestación neonazi en Charlottesville, Virginia, en 2017. “Si le damos a Donald Trump ocho años en la Casa Blanca, él alterará fundamentalmente y para siempre el carácter de esta nación”.

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Ese enfoque en Trump subraya la creencia de los asistentes de campaña de Biden, de que su argumento más fuerte en el plagado campo de candidatos demócratas -que ahora asciende a 20- es que la importancia del ex vicepresidente y su larga experiencia política lo convierten en el contendiente mejor preparado para vencer al actual mandatario, la máxima prioridad de los votantes primarios demócratas.

Biden cortejó con el anuncio durante meses y supo construir expectativas. Su nombre es casi universalmente reconocido, posee una vasta red política y un largo currículum en el gobierno (36 años en el Senado y ocho como vicepresidente de Barack Obama); siempre se ha ubicado entre los preferidos de los votantes demócratas de todo el país y en los estados que tienen primarias tempranas.

Ahora, su entrada oficial en la carrera presidencial tiene el potencial de darle una nueva forma al amplio terreno de candidatos. Como un centrista popular reconocido por la mayoría de los demócratas, representa un obstáculo para aquellos menos conocidos, que trabajan para ganar fuerza en el campo.

Ahora Biden podría ser el principal rival de Bernie Sanders, el senador de Vermont quien tiene su propio grupo de simpatizantes comprometidos en el flanco izquierdo del partido.

Esto ocurriría si Biden puede mantener su nivel actual de apoyo una vez que pase de ser un candidato hipotético a un competidor real.

Y eso es, precisamente, una gran interrogante. Biden es famoso por sus metidas de pata en anteriores elecciones. Si tropieza tempranamente, la campaña demócrata probablemente se volvería mucho más competitiva y polémica.

Más allá de este historial, Biden tiene varias vulnerabilidades que podrían ser un contratiempo: tradicionalmente se ha apoyado en recaudar fondos a la antigua usanza, por parte de grandes contribuyentes. Ahora se enfrentará a rivales que son expertos en recaudar dinero de pequeños donantes, cada vez más importantes en el partido demócrata actual.

Tiene un historial, compilado durante más de cuatro décadas en la vida pública, que incluye muchas posiciones y declaraciones discrepantes con las opiniones actuales de muchos demócratas.

Ya ha tenido que disculparse por su antiguo estilo de politiqueo, que abarca desde dar palmaditas hasta abrazos y otros contactos personales que han hecho sentir incómodas a algunas mujeres.

A pesar de esos problemas, él y sus partidarios lo describen como el mejor preparado para vencer a Trump y devolverle la dignidad a la Oficina Oval, un punto clave para los votantes demócratas que desean encontrar un candidato que posea esa huidiza cualidad de elegible.

“Creo que soy la persona más calificada en el país para ser presidente”, aseguró Biden en diciembre pasado, durante una presentación de su libro, en Montana. “Los problemas que enfrentamos como nación hoy son mi especialidad; en ellos he trabajado toda mi vida”.

También espera beneficiarse de su relación con Obama, quien sigue siendo extremadamente popular entre los votantes demócratas. Sin embargo, es poco probable que Obama respalde a algún candidato con tanta anticipación en la competencia para 2020, según una persona familiarizada con el ex mandatario, porque cree que una “primaria sólida” es buena para el partido y los candidatos.

Poco después del lanzamiento del video, una vocera emitió una declaración con elogios hacia Biden, aunque sin un respaldo concreto. “El presidente Obama ha dicho durante mucho tiempo que seleccionar a Joe Biden como su compañero en 2008 fue una de las mejores decisiones que tomó”, remarcaba la declaración de la portavoz, Katie Hill. “Confió en el conocimiento, la percepción y el juicio del vicepresidente a lo largo de ambas campañas y de toda la presidencia. Los dos forjaron un vínculo especial en los últimos 10 años y siguen estando cerca uno del otro hoy en día”.

El anuncio de Biden materializa la gran elección frente a un partido unido por el deseo de vencer a Trump, pero dividido sobre cuál es la mejor manera de hacerlo: ¿los demócratas quieren elegir un candidato tranquilizador, con experiencia, estilo centrista y raíces en la administración Obama? ¿o prefieren dar un salto generacional a alguien que hable más directamente a la coalición -heterogénea e impaciente- que ayudó al partido a ganar el control de la Cámara en 2018?.

Elegido por primera vez para el Senado de EE.UU en 1972, a los 29 años de edad, Biden cumplió su treintena -la edad mínima para ser senador- unas semanas después de la elección. Esa ‘mayoría de edad’ llegó en un momento en que los engranajes del gobierno todavía eran guiados por el compromiso y bipartidismo. Después ascendió gradualmente a través de los influyentes comités sobre relaciones exteriores y magistrados.

Cuando se postuló por primera vez a la presidencia, en 1988, debió abandonar un discurso lleno de gente después de que una campaña rival lo sorprendió plagiando parte de un discurso del jefe del partido laborista británico, Neil Kinnock, y sus rivales advirtieron a un reportero del hecho, que se consideró como una indiscreción impactante.

Un par de meses después estuvo en serio peligro por un aneurisma, que podría haberlo matado de haber estado en campaña.

Volvió a presentarse en 2008, sólo para verse eclipsado por las candidaturas de Hillary Clinton y Barack Obama, y se retiró después del primer evento electoral, el caucus de Iowa. Su carrera nacional podría haber terminado allí, pero a Obama le caía bien Biden, y en agosto lo eligió como su compañero de fórmula.

En 2016, consideró seriamente y durante mucho tiempo la posibilidad de postularse para suceder a Obama, pero decidió no hacerlo cuando murió su hijo Beau, de 46 años, después de una lucha agotadora contra un cáncer de cerebro.

Biden elevó su perfil en 2018, haciendo campaña para los demócratas en mitad de mandato en todo el país. Viajó a 24 estados en apoyo de 65 candidatos y les aportó más de $600.000.

Biden lo deliberó ampliamente antes de lanzar su propuesta para 2020. Sus aliados lo urgieron a sumarse, mientras sus rivales -entre ellos las senadoras Elizabeth Warren y Kamala Harris, el senador Bernie Sanders y el ex representante Beto O’Rourke- iniciaron sus campañas desde temprano, pero encontraron que Biden no tenía prisa porque ya es bien conocido y tiene acceso a una gigantesca base de donantes.

Dick Harpootlian, senador del estado de Carolina del Sur, fue uno de los muchos leales a Biden que lo invitaron a postularse. “Más que nunca, creo que es la única persona que podría enfrentar a Trump y vencerlo”, aseveró.

Sus defensores señalan que el mayor activo de Biden es su profunda experiencia y una talla política que lo capacita para competir mano a mano con Trump.

Nacido en Scranton, Pensilvania, Biden resulta atractivo a la clase trabajadora y los electores sindicales, cuyas deserciones en 2016 fueron clave para la victoria de Trump. Sus primeros dos eventos de campaña están planeados en Pensilvania: una recaudación de fondos privada, la noche del jueves, en la casa de un ejecutivo sénior de Comcast, David Cohen, en Filadelfia, y una reunión pública en Pittsburgh, el próximo lunes.

Además, cuenta con una autenticidad sin refinar que, al menos hasta ahora, ha sido atractiva para los votantes cansados de los políticos con guiones.

Harold Schaitberger, partidario de Biden, y quien es jefe de la Asociación Internacional de Bomberos, cree que el ex vicepresidente podría recuperar a los trabajadores del sindicato que votaron por Trump en 2016. “Un número significativo de nuestros miembros eligieron a Trump”, aseveró Schaitberger. “Creo que ahora una cantidad abrumadora de ellos apoyaría a Biden”.

Pero todos esos activos políticos están estrechamente relacionados con sus pasivos. Biden tiene mucha experiencia, que se remonta a décadas, pero su historial está plagado de posiciones que no van de la mano con el consenso democrático liberal actual.

Por ejemplo, apoyó la legislación penal en la década de 1990, que muchos culpan como la explosión de las poblaciones carcelarias. Muchos defensores de las mujeres lo responsabilizan por su papel como presidente del Comité Judicial durante las audiencias de Clarence Thomas en 1991, y alegan que no tomó en serio las acusaciones de acoso sexual presentadas por Anita Hill.

También es ampliamente reconocido como negociador legislativo, gracias a las habilidades de trastienda perfeccionadas en el Senado de los años 1990. Pero en el polarizado ambiente político de hoy, los partidarios que tienden a demonizar a sus adversarios miran con recelo los tratos y compromisos.

La práctica de Biden de saludar -incluso a extraños- con abrazos y besos era su forma característica de conectar con la gente. Pero luego de que Lucy Flores, ex legisladora del estado de Nevada, y varias otras mujeres hicieron pública su incomodidad, Biden reconoció en un video que “las normas sociales han comenzado a cambiar” y prometió ser más respetuoso con el espacio interpersonal.

Su ingreso a la carrera presidencial tiene lugar después de una elección de mitad de mandato, en 2018, que expuso a un electorado hambriento de sangre nueva. “Los demócratas aman a Joe, él es un gran hombre, tiene don de gente y una buena relación con los demócratas desde el centro a la izquierda”, consideró Will Marshall, presidente del Progressive Policy Institute, un centro de estudios centrista. “Pero también es un miembro de Washington y los demócratas probablemente necesitarán caras nuevas e ideas frescas para ganarse a los votantes del Medio Oeste y expulsar a Donald Trump”.

La afable autenticidad de Biden también conlleva un riesgo político siempre presente: sus lapsos de disciplina en campaña han producido más errores de los deseables, incluyendo insensibles comentarios raciales en la campaña de 2008, cuando se refirió a Obama como “el primer afroamericano popular que es articulado, brillante, limpio y de buen aspecto”.

Durante la gira promocional de su libro, en Montana, Biden hizo autocrítica por esos errores, pero agregó que sus defectos no se ven tan mal en comparación con los de Trump. “Soy una máquina de meter la pata”, dijo, “pero, Dios mío, qué cosa tan maravillosa en comparación con un tipo que no puede decir la verdad”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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