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Llamado a la calma: mantener vivas células de cerdos muertos no es ‘resucitación’ cerebral

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¡Está vivo! como inspirados en el “Joven Frankenstein”, de Mel Brooks, un grupo de científicos de la Escuela de Medicina de Yale intentó recientemente revivir cerebros muertos de cerdos. Tal como se informó el pasado miércoles en la revista Nature, al bombear y filtrar un fluido lleno de nutrientes a través de los vasos sanguíneos de estos cerebros, los científicos lograron preservar algunas células cerebrales que estaban muriendo y restaurar una cierta función celular.

Una hazaña tecnológica, por cierto. ¿Pero esto pone en duda el carácter definitivo e irreversible de la muerte cerebral como muerte total? Creo que no.

He sido un activista apasionado en nombre de la donación de órganos durante 18 años, por lo cual este no es un tema abstracto para mí. Si una persona que es declarada con muerte cerebral no está realmente muerta, o si esa condición es reversible, sería inmoral extirpar sus órganos para un trasplante, porque ello equivaldría a matar al donante. Sin embargo, eso no es lo que muestra este estudio; no obstante, la respuesta parece completamente desproporcionada para los hallazgos.

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La bioética Nita Farahany, de la Escuela de Derecho de Duke, comentó: “Fue alucinante... Teníamos límites claros entre ‘esto está vivo’ y ‘esto está muerto’. ¿Cómo catalogamos ahora este estado intermedio, de ‘parcialmente vivo’? No creíamos que pudiera existir”. Hank Greely, presidente de la Sociedad Internacional de Neuroética y profesor de derecho de Stanford, afirmó: “Me sorprendió mucho... Suponiendo siempre que este trabajo se replicará, creo que nos obligará a pensar más en cómo declaramos a alguien fallecido o no”.

Francamente, estoy admirado por su asombro.

Durante años, los investigadores han estado cultivando células tomadas de cerebros privados de oxígeno durante más de ocho horas. Lo único nuevo aquí es que las células permanecieron dentro de la estructura del cerebro en lugar de ser colocadas en una placa de Petri. Hubo una restauración muy limitada de la función celular. Más importante aún, no hubo restauración de la función cerebral, no hubo comunicación entre las células o procesos neurológicos organizados coherentes.

¿Y cuáles son realmente las ramificaciones de extender la vida de las células en un órgano que no funciona? Los profesores de bioética Stuart Youngner e Insoo Hyun, de la Escuela de Medicina de la Universidad Case Western Reserve, sugieren que esto significa que la comunidad médica debe debatir cuándo es razonable abstenerse de extraer órganos de personas con muerte cerebral y un corazón palpitante, para centrarse en la “reanimación cerebral”.

Sin embargo, hay un mundo de diferencia entre las células y un órgano. Dentro de un corazón muerto se pueden hallar células vivas; eso no le da vida al corazón. El hecho de que haya células vivas en el cerebro no significa que haya conciencia, pensamientos, dolor o placer.

El cerebro de una persona con una lesión mortal en la cabeza, inevitablemente, comienza a hincharse dentro del cráneo hasta el punto de que el corazón ya no puede bombear sangre oxigenada en él. Sin oxígeno, las reacciones químicas causan que las membranas celulares colapsen y se licúen. Una vez que comienza este proceso, el cerebro de una persona se descompone de la misma manera que alguien que murió de un ataque cardíaco. ¿También deberíamos repensar el entierro o la cremación de las víctimas de un ataque cardíaco?.

El circo mediático en torno a este estudio implica que los investigadores crearon una tecnología al estilo Lázaro, que puede resucitar a los muertos. Pero no es así. Simplemente descubrieron que las células mueren más lentamente de lo que se pensaba anteriormente y fueron capaces de mantenerlas y permitirles recuperar una función limitada.

A pesar de las expresiones de sorpresa y asombro del público, los científicos de Yale fueron muy cuidadosos al describir sus hallazgos. “Es importante distinguir entre la reanimación de la actividad neurofisiológica y la recuperación de la función cerebral integrada (la recuperación neurológica)”, escribieron. “La restauración observada de los procesos moleculares y celulares… no debe extrapolarse para indicar el resurgimiento de la función cerebral normal. Todo lo contrario: en ningún momento observamos el tipo de actividad eléctrica global organizada asociada con la conciencia, la percepción u otras funciones cerebrales de orden superior”.

El estudio de Yale muestra que algunas células cerebrales mueren durante un período de tiempo más largo de lo que se pensaba antes. Si los investigadores pueden usar estos hallazgos para revertir el daño cerebral antes de la muerte cerebral, mejor. Pero las imágenes médicas muestran que después de un día sin oxígeno, las células cerebrales comienzan a licuarse. Y una vez que la licuefacción está en marcha, el cerebro está definitiva e irreversiblemente muerto, y se deben donar los órganos viables para salvar otras vidas.

Robby Berman es fundador y director de la Halachic Organ Donor Society. Twitter: @robbyjberman

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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