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Un encuentro casual con Einstein fue el inicio accidental de una carrera de fotografía increíble

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En 1948, Marilyn Stafford, una joven aspirante a actriz en la ciudad de Nueva York, se dirigió junto con dos amigos a Princeton para filmar un documental sobre Albert Einstein.

Cuando se detuvieron frente a la casa del científico, en Nueva Jersey, uno de sus amigos le arrojó a Stafford una cámara de 35 milímetros, quien estaba sentada en el asiento trasero. “Toma. Haz algunas fotografías mientras nosotros filmamos”, le dijo.

Stafford estaba nerviosa, no tenía experiencia en tomar fotografías, pero Einstein los tranquilizó. “Era absolutamente encantador”, recordó. “Se encontró con nosotros en la puerta sin demasiado escándalo. Vestía pantalones anchos y una sudadera. Estaba completamente a gusto y nos hizo sentir igual. Mis amigos lo filmaron, él habló, yo tomé las fotos”.

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El resultado, una serie de retratos granulados del teórico físico, marcaron el comienzo accidental de una carrera única para Stafford, nacida en Ohio, aunque ella no tuviera idea de eso en aquel momento.

A lo largo de las décadas, una cantidad incalculable de lectores de revistas verían sus instantáneas, incluso sin saber que era ella quien había estado detrás del lente. Hoy, a sus 92 años de edad, Stafford, una mujer discreta y modesta, salió de la oscuridad debido a su extraordinaria colección de obras, que destacan el cambio social en el siglo XX, además de a algunas de las celebridades y los líderes mundiales más importantes de su época.

La Lucy Bell Gallery, a pocas millas de su casa junto al mar, en West Sussex, sobre la costa sur de Gran Bretaña, organizó una exposición de sus obras este año en Londres. A ello le siguió una muestra en la Alliance Francaise Toronto, un instituto cultural de Canadá.

The Observer, en la crítica de la exposición en Londres, destacó que las fotografías “representan un siglo de cambios, desde la modificación de las formas de los vestidos hasta el impacto de los conflictos mundiales”. “También son una prueba”, agregó el artículo, “de la vida, larga y variada, de una artista única”.

En 2017, en el Día Internacional de la Mujer se lanzó el Premio Marilyn Stafford al Fotoreportaje, para alentar a las jóvenes fotógrafas. Lucy Bell, propietaria de la galería, afirmó que las instantáneas de Stafford son una cápsula del tiempo. “Todo es en realidad material nuevo, cosas que no se han registrado adecuadamente antes, y recién ahora la gente está comenzando a observar y tomar nota de ella”, aseveró.

Las fotografías de Stafford son en blanco y negro, pero su vida difícilmente podría haber sido más colorida. Mientras crecía en Cleveland, su padre y su madre farmacéuticos la alentaron a estudiar teatro, y fue una de las primeras integrantes del grupo para niños de Cleveland Play House, The Curtain Pullers, junto con Joel Gray y Paul Newman.

“Era la época de Shirley Temple: todos los padres querían que su hija fuera como ella... Todos asistimos a clases de elocución y aprendimos a bailar tap”, dijo Stafford. “Crecí durante la Depresión, y desde muy temprana edad conocí las filas para la ayuda social y las grandes migraciones de personas, como se muestra en las fotografías de Dorothea Lange, que me influyeron enormemente, y el sufrimiento de los refugiados que habían huido de Alemania antes de la Segunda Guerra Mundial”.

Las imágenes de pobreza y miseria de esa época la atormentaron, e influenciaron su trabajo posterior. “Quería llamar la atención sobre quienes sufrían”, relató. “Sentí que solo si la gente sabía de una situación, entonces podía hacer algo para cambiarla”.

A los 23 años, todavía con la esperanza de hacerse un nombre en el escenario, Stafford se mudó a Nueva York, pero poco después viajó a París, donde en 1949 se unió a un conjunto de cabaret para cantar en Chez Carrere, un elegante club y restaurante sobre Champs-Elysées.

“La capital francesa todavía se estaba recuperando de la ocupación nazi en tiempos de guerra y estaba llena de expatriados estadounidenses, que seguían llegando cada día. Si tenías dólares estadounidenses, que se cambiaban en el mercado negro, era muy barato vivir en Francia en ese momento”, relató. “Cuando miro hacia atrás, creo que era un momento increíblemente emocionante para ser joven y soltera”.

En Chez Carrere, Stafford conoció a los ricos y famosos, entre ellos Eleanor Roosevelt, Edith Piaf y Charles Aznavour. “Había muchos clubes nocturnos en París, y allí estaba Chez Carrere. Era el lugar para estar”.

También conoció a Bing Crosby. “Era muy ‘correcto’, como dicen los franceses, pero yo sabía que me tenía cariño. Vivía en ese momento en un pequeño estudio en una planta baja, con otra chica estadounidense, y solía venir todos los domingos por la mañana, con medialunas que había comprado en la boulangerie (panadería) local. Bing estaba casado, pero nos hicimos buenos amigos y lo fuimos durante muchos años”, afirmó.

Stafford a menudo llevaba su cámara Rolleiflex y sacaba fotos de sus nuevos amigos. Muchos fueron captados en la casa parisina de Piaf, donde la estrella y su séquito volvían a desayunar después de una noche en Chez Carrere. “No lo hacía profesionalmente. Ni siquiera pensaba como fotógrafa. Pensaba que Piaf era maravillosa. Tenía los pies en la tierra. Amaba el amor”, relató Stafford, quien finalmente tuvo que abandonar el trabajo del club porque perdió la voz. “Creo que eso ocurrió porque realmente no quería ser cantante, aunque no sabía qué iba a hacer para ganarme la vida”, recordó.

En París, Stafford había sido presentada a los ahora icónicos fotógrafos Robert Capa y Henri Cartier-Bresson, fundadores de la agencia Magnum Photos. Un día, le mencionó a Capa que quería probar suerte con la fotografía. Él le sugirió que conociera al cofundador de Magnum, David Seymour, conocido como “Chim”, quien trabajaba para las revistas estadounidenses, incluida Life. “Dije que no. Tanto Chim como Capa trabajaban en zonas de guerra, y yo no quería ir a la guerra. Como sabemos, ambos murieron de esa manera”, indicó (Capa falleció en Indochina, en 1954; Seymour en la guerra de Suez, dos años después).

En cambio, entró en el campo de las relaciones públicas. Durante una temporada con una compañía de moda, a fines de la década de 1950, se le pidió a Stafford que tomara fotos de una nueva tendencia: el prêt-à-porter (listo para usar). Stafford insistió en sacar a las modelos de sus doradas casas de alta costura para que ser fotografiadas en las calles y bulevares, algo nunca visto en su época. “Las llevé a la calle, porque me encantan. No me importaba demasiado la ropa, pero me encantaban las calles”, expresó.

Después de casarse con un corresponsal extranjero de un periódico británico, Robin Stafford, orientó su lente a los barrios marginales de París y viajó al norte de África para fotografiar a los refugiados que huían de la represión gubernamental en Argelia, por entonces una colonia francesa. Sus fotos de los refugiados, en tiendas de campaña ubicadas en un paisaje árido, capturan las dificultades de estas personas, pero también su determinación y dignidad.

“La clave es cómo veía el mundo que me rodeaba”, contó. “Incluso cuando tomaba fotografías para ganarme la vida, veía y sentía cosas que creía necesarias para cambiar, de manera muy intensa, y me preguntaba: ‘¿Cómo puedo ayudar a hacerlo mejor?’”.

A mediados de la década de 1960, Stafford y su esposo se separaron; ella y su hija pequeña quedaron en Londres, él se marchó a Moscú. “Estaba realmente sola. Tenía que ganarme la vida con una niña pequeña, así que hice todo lo que pude: relaciones públicas, fotografía, asignaciones de noticias”, expresó.

Una noche, después de aceptar una invitación de amigos, Stafford se encontró cenando con el actor Lee Marvin. “Nos llevamos bien y entablamos una gran amistad, una amistad encantadora. Recuerdo que una vez que estábamos hablando de la película ‘Paint Your Wagon’, y yo dije que no la había visto, se quitó las botas y cantó ‘Wandering Star’ para mí. Era muy dulce”.

En 1972, recibió el encargo de documentar a la primera ministra india Indira Gandhi en su casa, y en una gira que realizaría por India. Stafford quedó tan enamorada de ese país que regresó varias veces, para diferentes asignaciones.

Entonces llegó la era digital, en la década de 1980. Stafford colgó sus cámaras -ahora antiguas- y se retiró en la costa sur de Inglaterra.

Mientras sirve té y pasteles en su bonita casa adosada, parece avergonzada de hablar de sí misma. Pocos de sus vecinos saben de la extraordinaria vida y carrera de esta pequeña pero elegante mujer, que ahora vive sola con su gato pelirrojo, Josh.

“Lo dejé cuando todo se volvió digital. Todavía tengo mis cámaras, pero realmente no echo de menos tomar fotos. De vez en cuando veo algo y siento ‘me gustaría tener mi cámara ahora’, pero mi enfoque está en el premio [al fotoreportaje]”, afirmó. “Quizás volvería a hacerlo, si tuviera el proyecto correcto, pero creo que uno necesita un ojo nuevo, una visión fresca”.

Stafford parece genuinamente sorprendida de que alguien esté interesado en ella, y en sus muchas cajas de fotos. “Oh, los maravillosos recuerdos que tengo. La vida ha sido buena conmigo”, dice, sacudiendo la cabeza.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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