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Utilizan virus genéticamente modificados en paciente por primera vez

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La recuperación del paciente indica que los bacteriófagos modificados pueden vencer a las superbacterias.

Bacteriófagos -virus que matan bacterias- creados por la ingeniería genética fueron usados por primera vez para tratar a una paciente que lucha contra una persistente y peligrosa infección por superbacterias.

La paciente, de 15 años de edad, fue infectada con Mycobacterium abscessus, perteneciente al mismo género que la bacteria que causa la tuberculosis.

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Los investigadores examinaron una base de datos de más de 10.000 fagos para encontrar aquellos activos contra la bacteria, y diseñaron tres para hacerlos más letales.

La paciente mejoró después del tratamiento con el “cóctel” de fagos, según un estudio publicado el pasado miércoles en Nature Medicine, que está disponible en línea: j.mp/gephages.

Es creíble que los fagos modificados hayan sido los responsables, según el estudio. Pero no fue posible llegar a una conclusión firme, porque sólo una persona fue tratada de esta manera.

El tratamiento se inspiró en la terapia con fagos que se aplicó a Tom Patterson, un profesor de la Universidad de California en San Diego que se recuperó luego de estar al borde de la muerte por una infección resistente a los antibióticos. En ese caso, los bacteriófagos provinieron de AmpliPhi, una terapia de fagos y biotecnología en San Diego; la Marina de Estados Unidos y la Universidad Texas A&M.

Robert T. Schooley, un médico de la UCSD que trató a Patterson, fue coautor del informe.

Expertos que no participaron en el estudio destacaron que los resultados representan un avance en la terapia con fagos. Esto se debe a que fue el primer uso de estos microorganismos de ingeniería genética, y la primera vez que se emplearon contra este tipo de bacterias.

Más aún, algunas pruebas sugieren que el tratamiento fue efectivo, consideró Christine Schneider, viróloga de la Universidad de Carroll en Wisconsin. “En este tipo de estudio, nunca es posible llegar completamente a la causalidad frente a la correlación”, señaló Schneider por correo electrónico. “Sin embargo, tal como afirman, el momento de las mejorías no se correlacionó con los cambios en otros tratamientos que la paciente estaba recibiendo, y hay algunos datos que sugieren que los fagos que agregaron se replicaron en ella”.

El estudio es “fantástico”, expresó por correo electrónico el especialista en fagos Dr. Benjamin Chan, de la Universidad de Yale. “Bien diseñado y bien ejecutado”, aseveró. “Sin duda, avanza en el campo y contribuye a un creciente cuerpo de investigación que sugiere que la terapia con bacteriófagos podría aplicarse en diversas infecciones”.

Para Derrick Fouts, un experto en fagos del Instituto J. Craig Venter (JCVI) en Rockville, Maryland, encontrar la combinación correcta de estos virus es complicado. “Uno de los desafíos a los que nos enfrentamos es poder diseñar fagos que funcionen con cualquier paciente”, indicó, también mediante un email. “Esto se debe a que los microorganismos tienden a ser específicos para una o unas pocas cepas de bacterias y las personas pueden infectarse con diferentes cepas. Por lo tanto, un bacteriófago diseñado para bacterias de un individuo puede no funcionar en otro”.

Para los fagos de ingeniería, otro obstáculo es “encenderse”, es decir, que se repliquen dentro de las bacterias y empaqueten su genoma dentro de los fagos recién producidos. “Mi equipo de investigadores en JCVI, en Rockville está trabajando en nuevos métodos para superar este obstáculo de arranque en la ingeniería de fagos para el tratamiento de heridas infectadas”, destacó Fouts.

Es probable que cualquier persona que sea tratada con fagos esté gravemente enferma. La condición de esta paciente era particularmente precaria porque recientemente se había realizado un trasplante de doble pulmón para tratar una fibrosis quística. Además, la paciente tenía diabetes, daño hepático e infección con el virus de Epstein-Barr.

A medida que la infección avanzaba, aparecían más lesiones en la piel y la condición se diseminaba hacia adentro. “Durante ocho semanas, 20 nódulos de piel adicionales aparecieron en brazos, piernas y glúteos, y la herida quirúrgica mostraba áreas de ruptura”, señala el estudio.

Un equipo dirigido por el biólogo Graham Hatfull, de la Universidad de Pittsburgh, y la Dra. Helen Spencer, del Great Ormond Street Hospital, en Londres, indagaron en la base de datos SEA-PHAGES, compilada por estudiantes de la Universidad de Pittsburgh.

Encontraron tres fagos candidatos en microbacterias que viven en el suelo, que no infectan a las personas.

Los fagos infectaban la Mycobacterium abscessus, pero tendían a vivir como parásitos permanentes.

Los investigadores tomaron un gen que permitió que el fago se inserte en el genoma bacteriano, explicó el Dr. Schooley, el médico de la UCSD que trató a Patterson. Eso convirtió al parásito en un asesino, remarcó.

Los bacteriófagos fueron introducidos en el abdomen del paciente y también se administraron por vía intravenosa. Durante un período de seis meses, las lesiones se redujeron gradualmente, pero no desaparecieron.

“Es plausible que la resistencia a los fagos se asocie con una virulencia reducida”, considera el estudio.

Patterson afirmó que, aunque aún se está recuperando, “se siente muy bien”. “Este nuevo caso es muy emocionante y gratificante”, prosiguió. “Para mí, todo el tiempo, el dolor y el sufrimiento que atravesé, valen la pena por las vidas que se están salvando con la terapia de fagos”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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