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Columna: Las ironías del congresista Duncan Hunter

El representante Duncan D. Hunter, a la derecha, entró a la Corte Federal de San Diego con su abogado Greg Vega, a la derecha, para su comparecencia ante el tribunal acusado junto con su esposa de usar indebidamente $250,000 de contribuciones de campaña.
(John Gibbins / San Diego Union-Tribune)
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Si uno lee las 47 páginas de la acusación federal contra el Congresista de San Diego Duncan Hunter y su esposa Margaret, verá una cronología detallada, con fechas, cantidades, recibos, emails y relatos específicos de cuándo, cómo, dónde y con quién, la pareja presuntamente gastó los más de 250 mil dólares de sus fondos de campaña en asuntos meramente personales.

Lo sé, porque yo las leí, y me quedé atónita al pensar que, si todo esto es cierto, este congresista que dejó su cuenta de banco personal sobregirarse más de 1100 veces, y que habría usado ilegalmente sus cuentas de campaña para tomar docenas de Uber, comprar en Costco, darse la gran vida en Italia y Las Vegas y transportar a su conejito mascota en avión, es una de las personas a cargo de las cuentas de nuestro país.

Tiemblo de pensarlo.

Es verdad que en esta nación y en este sistema de justicia, uno es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Está claro que este señor y su esposa merecen la oportunidad de defenderse en los tribunales, como ahora tendrán que hacerlo.

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Lo que resulta totalmente desconcertante es, que una vez instruidos de los 60 cargos que la fiscalía imputa contra la pareja, tanto el congresista como su venerable padre del mismo nombre —quien también fue congresista y prácticamente le heredó el puesto a su hijo— se hallan dedicado a la muy “trumpiana” tarea de decir que todo se trata de una conspiración, una acusación política. Una cacería de brujas.

“Estos son los demócratas, es su brazo de la ley, es lo mismo que le está pasando al presidente Trump. Pero vamos a pelear y vamos a ganar en noviembre, es un juego sucio...”, dijo el acusado en una entrevista de televisión.

Su papá, el excongresista, dijo que era una “acusación política” destinada a ganar la curul de Hunter para los demócratas este mes de noviembre.

Habrá que llamar a Amnistía Internacional, a Human Rights Watch o alguno de los organismos internacionales que defienden a los prisioneros políticos, para que enarbolen los derechos de este pobre señor, que a pesar de hacer las leyes, al parecer no las conoce.

También podría ser útil recordarle que su investigación, iniciada hace dos años, la lanzó y la anunció Jeff Sessions, el actual procurador de justicia de la nación, un hombre tan republicano como Hunter. O quizá más.

Esta noticia se presta, como casi todos los casos de corrupción, a grandes ironías.

Por ejemplo, el congresista Hunter nunca dudó a la hora de apuntar el dedo contra los inmigrantes indocumentados ni las familias refugiadas. La necesidad de “hacer cumplir la ley” estaba en la boca del político prácticamente todos los días, como una especie de religión.

Hace apenas dos meses, Hunter respaldó entusiasmado la separación de familias inmigrantes en la frontera —denominada “cero tolerancia”— y manifestó, con toda seriedad, que: “nuestra nación tiene leyes que merecen ser aplicadas”.

Con toda seguridad que así es. Y, además, las leyes no solamente se aplican a los inmigrantes y a los refugiados, sino a los congresistas de los Estados Unidos.

Las ironías no se acaban allí. Los detalles del indicio son jugosos y en ellos puede notarse varias instancias en las que Hunter y su esposa decían que usaban dinero de campaña en beneficio de los veteranos o de un evento que definieron como “una cosa cristiana” (un juego de golf con unos amigos).

Hunter, un veterano de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, tiene a los veteranos en la boca casi tanto como a los indocumentados. En ese contexto, es interesante leer cosas como esta en el indicio:

“El Sr. Hunter dijo a su esposa que usaría su cuenta de campaña para comprar unos shorts hawaianos y esta sugirió que los buscara en una tienda de golf para pasarlos como “pelotas para veteranos heridos”.

O como ésta:

“El congresista intentó pasar los gastos de una vacación en Italia con su esposa como gastos de campaña, pidiendo un tour de la base naval americana en ese país. Cuando le dijeron que no estaba disponible el día que él quería, sino otro día, le replicó a su jefe de personal: “dile a la marina que se vayan al car...” (go f...themselves)”.

¿Seguirán apoyándolo los veteranos? Nunca se sabe. Hoy en día, en política estadounidense, todo parece posible.

Pilar Marrero es periodista y autora. Su Twitter es: @PilarMarrero