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¿Cómo será la internet, después de la muerte de la neutralidad de la red?

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El año es 2020, y ha pasado suficiente tiempo para que la derogación de las reglas de neutralidad de la red de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, por sus siglas en inglés) haya cambiado la forma en que nos comunicamos en línea. ¿Cómo es, en 2020, usar internet?

Negociar el acceso a la red se parecerá mucho a negociar la factura de su cable de televisión o teléfono celular. Uno se verá obligado a desenredar varios paquetes relacionados con diferentes sitios y servicios que podría usar, pagar por el contenido de marca de su proveedor de servicio (ISP, por sus siglas en inglés) que probablemente no le interese y tener esa sensación angustiante al principio de cada mes acerca de que, de una manera u otra, está abonando en exceso.

En lugar de simplemente preocuparse por la cantidad de internet que usa o la rapidez con que lo necesita, tendrá que hacerlo también por el tipo de internet que utiliza. Es probable que los sitios premium como Netflix y YouTube cuesten más; se cobrará por hasta el uso de aplicaciones gratuitas como iMessage y FaceTime, y el acceso sin restricciones al internet completo será más costoso.

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Las empresas emergentes, que enfrentan mayores barreras de entrada, se verán obligadas a gastar dinero en asociaciones con empresas de telecomunicaciones. Menos de ellas sobrevivirán. Y las nuevas compañías que sobrevivan gastarán una cantidad innecesariamente alta de sus ingresos para sobrevivir. Esta es una gran noticia para firmas ya establecidas, como Facebook y Google, que siempre podrán pagar los ‘peajes’ de internet. Así, consolidarán su posición ya dominante frente a sitios y servicios más nuevos, pero mejores.

Los servicios descentralizados, como el bitcoin, podrían no alcanzar la masa crítica, ya que no tienen respaldo corporativo para pagar estos peajes y serán relegados automáticamente al carril lento de internet desde el primer momento.

Las telecomunicaciones también pueden ejercer influencia en el discurso político -como en 2007, cuando Verizon impidió que Naral Pro-Choice usara mensajes de texto para inscribir nuevos seguidores- citando su derecho a bloquear contenido “controvertido o desagradable”. En su momento, Verizon se sintió con derecho a manipular su red de teléfono celular, su infraestructura privada. Para 2020, las empresas de telecomunicaciones también podrían sentirse autorizadas a impedir que sus clientes de internet accedan a ciertos tipos de discurso político en la red pública.

El cambio ocurrirá gradualmente y, como el proverbial sapo en la olla de agua hirviendo, es posible que no se note. Muy lentamente, usted experimentará más memoria intermedia y demoras al mirar Netflix durante las horas punta (a menos que pague un ojo de la cara). ¿Recuerda cuando Comcast intencionalmente no actualizó su red y realmente ralentizó el servicio de Netflix? Hay una buena posibilidad de que ello vuelva a suceder. Y buena suerte si quiere quejarse a Comcast sobre su conexión de cable módem. Ellos no lo escucharán, y tampoco lo hará nuestro gobierno.

No se necesita mucha imaginación para adivinar lo que podría estar esperándonos al otro lado del fin de la neutralidad de red, porque los cambios ya están sucediendo en el mercado inalámbrico. Si desea utilizar los servicios de video de AT&T o Verizon en sus redes, actualmente no paga los datos (se llaman “datos de clasificación cero”). Pero si desea usar YouTube, Netflix o un nuevo servicio de video, eso le costará.

Eventualmente, los cambios darán paso a una carrera hacia el fondo: los ISP cobrarán cada vez más para acceder a los servicios externos más valiosos, y sólo aquellos clientes con suficiente efectivo podrán llegar a sus usuarios. Todos los demás, incluidas las nuevas empresas, las organizaciones sin fines de lucro, los académicos y las personas que manejan sus propios sitios web, quedarán relegados al canal indiferenciado del tráfico lento de internet.

Este triste retrato del futuro de la red se opone a su legado de acceso igualitario a cualquier tipo de contenido, servicio o idea.

La derogación, el jueves pasado, de las protecciones del Título II -según el cual la FCC trataba a las telecomunicaciones como operadores comunes- asestó un duro golpe a la lucha por una internet libre y abierta. Pero la pelea no ha terminado. La promesa central de una red neutral permanece, y el apoyo del público es abrumador y asombrosamente claro. Podemos hacerlo posible, pero vamos a necesitar la ayuda del Congreso y la rama judicial para consagrar el principio en ley.

Hagamos de la neutralidad de la red el tema candente para las elecciones de 2018. ¿Le ha preguntado a su representante qué hará para restablecerla, cuando lo vote para un nuevo término?

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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