Advertisement

Vivir, morir y luchar en ‘South Central’

El hijo de María García es detenido después que las autoridades encontraran un arma en su cuarto. El joven de 17 años es presuntamente miembro de la pandilla Barrio Mojados.
(Michael Robinson Chavez / Los Angeles Times)
Share

Los niños no hicieron ningún esfuerzo por esconder el arma, así fue encontrada, cargada, exactamente donde la habían dejado, encima de la litera de su cuarto, a la par de una pila de ropa y de dos libros escolares: “Decimals” (Decimales) y “The Language of Literature” (El Lenguaje de la Literatura).

Agentes del Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD) acababan de llegar a la pequeña casa, casi a la medianoche, con los dos menores en la parte trasera de dos carro patrullas.

Acababa de ocurrir una balacera en el área cerca de la Avenida Vernon, y los hermanos habían sido detenidos durante un operativo callejero. Ellos eran bastante conocidos por la policía: el mayor ha sido miembro de la pandilla Barrio Mojados por cuatro años, y cojea un poquito al caminar después de haber sido herido por pandilleros rivales. Actualmente tiene 17 años de edad.

Advertisement

La madre de ellos permitió el ingreso de la policía a su hogar. Ahí había sopa, todavía caliente, y la casa olía a cebolla. Las luces estaban casi difusas y bañaban el lugar con el color de un golpe de una semana. El sargento Rick Arteaga arrinconó a la madre, María García. “Ésta es un arma peligrosa en el cuarto donde duerme cuatro niños”, le dijo. “¡Tú eres la mamá aquí!”

García, de 35 años de edad, intentó explicar: Las vidas de los niños estaban en peligro, le dijo ella al sargento, el arma era para defenderse. No hay trabajos, no aquí; no había dinero para alejarse de sus problemas. Finalmente, vencida, ella murmulló: “Esto es ‘South-Central’”.

Y así ha sido por décadas –la cuna de la vida del matón, el hogar, sin embargo, para unas 400 pandillas de la ciudad. Pero noches como ésta ya no se explican como “las cosas son así”, o “así serán las cosas”.

Tratando de sacar provecho en la disminución en el índice de crimen, y en la violencia pandilleril en particular, el LAPD ha duplicado la cantidad de arrestos de pandilleros en varias zonas del Sur de Los Ángeles, tal y como se conoce oficialmente a “South-Central”, y ha puesto en marcha una nueva estrategia en contra de seis pandillas, que incluye a Barrio Mojados.

Mientras tanto, una ola de construcciones se está llevando a cabo y, en una zona lisiada por la ausencia de servicios sociales, organizaciones comunitarias están trayendo capacitación laboral, béisbol infantil –hasta Internet gratis a un vecindario.

Este es un lugar problemático, y lo será por los años por venir. Pero la policía, residentes y líderes cívicos creen que aquí hay oportunidad, aunque sea frágil, para restaurar un sentido de comunidad que muchos temen se perdió para siempre en la epidemia del crack de los años 80 y 90.

Advertisement

Si es así, la identidad del “South-Central” dentro de la ciudad de Los Ángeles podría comenzar a inclinarse a su favor, revelando un sitio más dinámico que el que se ha cementado en la conciencia pública, la de un ghetto intratable.

Ecosistema de pandillas

El mes pasado, el LAPD comenzó a impartir órdenes judiciales que restringen los movimientos y actividades de pandilleros en un área de 13.7 millas cuadradas del Sur de Los Ángeles – la orden más grande en la historia del estado.

En total, las seis pandillas que son blanco de estas órdenes, que incluye a Florencia 13, una de las más grande y poderosa del condado de Los Ángeles, tienen por los menos un estimado de 3,000 miembros.

El territorio que abarca la orden de restricción en el sur del centro de la ciudad y USC es casi el doble de la ciudad de Santa Monica.

El cinturón de Los Ángeles, hogar de más de 250,000 personas, es un retazo errante de la esencia de los bungalows de hace un siglo de la ciudad; fábricas abandonadas y maleza café sofocada; vecindarios venerables como Vermont Square; iglesias; líneas de barberías familiares; talleres de automóviles, taquerías y panaderías.

El área es pobre y transitoria, lo que crea un vacío donde se ha formado un “ecosistema” de pandillas, de acuerdo con las 276 páginas de la corte que apoyan la orden de restricción, “donde cada pandilla permite y afecta las existencia de otras pandillas”.

Advertisement

La policía ve las órdenes judiciales de restricción como una herramienta en el formidable arsenal que ya ha sido dado por los tribunales y legisladores para luchar contra las pandillas. Estas órdenes convierten en crimen el que los pandilleros se junten en público –recostándose contra una malla protectora en un parque, por ejemplo, o parándose juntos en una esquina.

“Lo hace un crimen –un crimen que conlleva al arresto– estar juntos”, dijo el sargento Alex Vargas, quien encabeza la Unidad Contra Pandillas de la División Newton del LAPD.

Y los agentes pueden “presentar” la orden de restricción a supuestos pandilleros, sin tener que demostrar en corte que éstos tienen afiliaciones pandilleriles.

En los términos más básicos, la orden convierte en un dolor de cabeza estar en pandillas –más problemas de lo que vale la pena–, esperan las autoridades.

Newton cuenta con 41 pandillas dentro de sus nueve millas cuadradas y es conocida en el LAPD como “Shootin’ Newton” (Balacera Newton). La división ya ha avanzado en su labor y ha registrado 295 arrestos relacionados a las pandillas en los primeros cinco meses del año, casi el doble de los arrestos realizados en los primeros cinco meses del 2008.

Estos números aumenten, posiblemente, más adelante bajo la orden de restricción, debido a que las nuevas normas tratarán una situación que es común y aturdidora, que es cuando los agentes encuentran a un grupo de pandilleros pero no pueden investigarlos porque no hay una actividad criminal clara.

Advertisement

“Tú sabes que están en algo que no es bueno. Pero básicamente te tienes que ir”, dijo Vargas mientras maneja su carro patrulla en la calles agujeradas de la zona. “Como agente, no puedes hacer nada sin una orden de restricción y ellos lo saben”.

Los críticos dicen que en la prohibición falla en distinguir entre los pandilleros de verdad y otros que solo están con ellos. Aún en las áreas más difíciles, sólo el 15 por ciento de los hombres se unen a las pandillas y sólo el 10 por ciento de ellos participan en la mayoría de los crímenes, según funcionarios de la ciudad.

El fundamento legal de la orden de restricción es la noción que las libertades civiles pueden ser reducidas en nombre de la seguridad pública. La Ciudad tiene 41 órdenes de restricciones en contra de pandillas, así que ahora hay más de 10,000 personas que viven bajo diferentes reglas –complicando cualquier proceso criminal que se pueda llevar a cabo; pero también complicando situaciones cuando la mamá les pide que vayan a la tienda.

“En algunas áreas, tienes que tener alguna relación con la pandilla aunque sea para caminar libremente en la calle cuando vas a comprar pan y leche”, dijo el reverendo Jeff Carr, “zar de las pandillas” del alcalde Antonio Villaraigosa. “No creo que esos muchachos te los quieras llevar al sistema de justicia criminal”.

La relación entre la policía y la comunidad es restringida. Los agentes dicen que han encontrado cristales en su comida en algunos restaurantes. “Algunos muchachos te muestran el ‘dedo’”, dijo el sargento Art Silva, líder de un grupo anti pandillas en Newton. Pero, hay señales de que la relación mejora; algunos residentes dicen que sí está mejorando, se sienten más seguros.

En una noche reciente, Silva dirigió su carro hacia el Centro Recreativo Trinity, en el Bulevar Adams. Muchos de los parques son controlados por las pandillas. Trinity es donde está la pandilla Primera Flats. En esa noche, el parque parecía normal, con partidos de fútbol. Los residentes dijeron que, aunque con cautela, ya estaban regresando a los parques que evitaban en el pasado.

Advertisement

“Gracias por darse una vuelta”, una mujer le gritó a Silva desde el parque. Silva la saludó con la mano. “Eso es todo lo que quieren”, dijo mientras se alejaba. “Crecer en un área agradable. Tener un lugar dónde jugar”.

Aires de esperanza

Hacia el sur de la Avenida Central, viniendo del centro de Los Ángeles, se encuentra con algo que hubiera sido inconcebible en algunas áreas del Sur de Los Ángeles hace muchos años, aún durante las épocas gloriosas del Sur de California: anuncios que dicen “Abierto durante la remodelación”.

Proyectos millonario están en proceso: escuelas, viviendas para ancianos y familias, tiendas, inclusive un parque de nueve acres con un ecosistema integrado. Es un alud de construcciones, muchas de las cuales están dentro de los límites de la Estación de Policía Newton.

A lo largo de dos millas de la Avenida Central, en el área que está en la orden judicial de restricción, tres proyectos están en construcción. En total, habrá cerca de 300 casas y 68 mil pies cuadrados de espacio para negocios. Uno de los desarrollos urbanos más esperado es un proyecto de 40 millones de dólares en las avenidas Central y Adams que incluye un mercado de comida fresca.Un reporte reciente indica que el área está “desierta” de comida y productos saludables.

En la calles 43 y Central, la concejal Jan Perry se está preparando para inaugurar un centro de servicio para los residentes del área.Autoridades han determinado que los residentes del distrito de Perry, el Distrito 9 – el cual cubre en parte la orden de restricción–, gastan 2,000 millones de dólares en bienes y servicios, pero tienden a abandonar el área por la insuficiencia de mercados. Así que los funcionarios creen que la inversión pública llevará a más inversión privada.

Funcionarios de desarrollo ya están en pláticas para atraer a comerciantes, inclusive a las grandes cadenas de supermercados, para que se amplíe el corredor del Bulevar Washington, la frontera norte del área donde se enfoca la orden de restricción.

Advertisement

No hace mucho, dos policías conducían por un callejón de la Avenida Ascot para vigilar una “casa mojada”, lugar donde se la pasan miembros de la pandilla Barrio Mojados.

Las paredes estaban cubiertas con graffiti – “BMS,” la marca de tres letras de la pandilla – , y los nombres de las pandillas rivales tachadas en señal de irrespeto. Pero un equipo de trabajo acababa de terminar de poner una capa de cemento y se preparaba a pintarlas.

Jaime Valencia, un vecino, bajó del techo de su casa y dijo que había comprado la casa en 105 mil dólares y la preparaba para rentarla.

“Hay un sentimiento de que hay posibilidades aquí”, dijo Brian Center, director ejecutivo de A Better LA, un grupo sin fines de lucro que combate la violencia en el Sur de Los Ángeles, y otorga fondos para que los jóvenes no se involucren con pandillas. “Hay una oportunidad para cambiar las cosas, de no repetir los errores del pasado, de no fallar esta vez”, dijo.

Bajo la sombra de las pandillas

Danielle Lafayette, gerente municipal de reducción de pandillas en el Sur de Los Ángeles, visitó recientemente una escuela primaria dentro del área de que cubre la orden l de restricción y se dio cuenta que los niños de primer grado hacía el “caminar de los Crips”, un movimiento distintivo hecho con la punta del pie y usado por la pandilla Crips para celebrar iniciaciones y la forma de vida de la pandilla.

“¿De primer año?”, dijo. “¿De verdad?”

Es difícil no darse cuenta de la influencia de las pandillas aquí. Los pandilleros cobran “impuestos” a los vendedores ambulantes y a pequeños negocios, algunas veces hasta portan una libreta a plena luz del día.

Advertisement

Agentes anti pandillas del LAPD de la División Newton, la encargada de hacer que se cumpla la nueva orden de restricción contra pandillas, descubrieron un graffiti que los retaba, por nombre.

Recientemente, maestros de la preparatoria Jefferson hallaron un dibujo con la señal de los “cuernos del Diablo” asociada con la pandilla de la Mara Salvatrucha. Rápidamente confiscaron y escondieron el cuaderno –no porque estuvieran sorprendidos de la evidencia de su alianza con la pandilla, sino porque la escuela está dominada por una pandilla rival, la 38th Street. Si el autor del dibujo es identificado, dijo una trabajadora social, sería como una “sentencia de muerte”.

Aún así, ha habido un progreso significativo en los años recientes –y es por eso que la orden de restricción es un asunto delicado.En las dos divisiones del LAPD responsables del área de la orden de restricción, Newton y 77th, los crímenes serios han caído en un 9 por ciento comparado con el 2007.

En particular, las guerras entre pandillas han declinado marcadamente. Las 167 muertes pandilleriles en el 2008 fueron una reducción del 26.8% con el 2007 –y es otro mundo si se compara que a principios de los 90 las pandillas mataban a una persona al día.

Para algunos residentes, incluso para algunos funcionarios, el lanzamiento de la orden de restricción está fuera de contexto con la reducción del crimen. La percepción en las calles, dijo Tony Zepeda, ex gerente de reducción de pandillas en el área de Newton: “¿Para qué la necesitamos ahora?”

Yusef Omowale luce como pandillero: cabello corto raso, camiseta blanca extra grande, pantalones holgados. Pero Omowale, de 37 años, fue al colegio Pitzer de Claremont, vive en Monrovia y es el director de la Biblioteca y Centro de Estudios e Investigación del Sur de California, en el área que impacta la orden judicial. Dijo que como rutina encamina a investigadores académicos anglosajones a sus carros al final del día, sólo para ser detenido por agentes preocupados de que él, por ser negro, los está acosando.

Advertisement

Eso fue antes de la orden de restricción. Ahora, dijo, teme que el vecindario tenga una remembranza de la policía de estado.”No puedo imaginar otro vecindario donde las personas sean detenida para ver si quizás –quizás-- están haciendo algo malo”, señaló Omowale. Bajo la orden de restricción, “somos criminalizados debido a las circunstancias a las que te encuentras”. El LAPD, sin embargo, ha recorrido un camino largo desde que tuvo su respuesta estilo militar en los inicios de la ola de violencia pandilleril. Ahora, la policía está tomando pasos extraordinarios para asegurar el apoyo del público para la orden de restricción –para mostrar que el departamento tiene algo más en la mente y no sólo “enganchar” y “encarcelar”, con tácticas del pasado.

“Hay una línea entre la tratar de consignar a alguien y la opresión”, dijo Bruce Riordan, director de Operaciones Anti Pandillas del Procurador Municipal. “Estamos involucrados”.

Cualquiera que “reciba” la orden de restricción también obtendrá documentos donde se le explica cómo puede ser retirado de la misma. Los pandilleros no serán etiquetados mientras asistan a programas de intervención y prevención, y algunos podrán evitar la cárcel si muestran que han trabajado por más de 90 días. Los agentes tienen órdenes de ser discretos. El mensaje, dijo Riordan: “No arresten a todos porque pueden hacerlo. Arréstenlos porque tienen el derecho de hacerlo”.

El LAPD también está reclutando a activistas –gente que ha criticado a la policía --para convencer al público incrédulo a que la orden de restricción mejorará la calidad de vida.

“Todo es acerca del respeto”, dijo el capitán Mark Olvera, quien supervisa la estación Newton y a quien se le acredita con ayudar a aplicar un estilo más sofisticado y de mejor respuesta en la policía. “La dignidad que les das tendrá su recompensa a largo plazo”.

‘Es un milagro’

Esto no significa que va a ser fácil. En cualquier día, en algún lugar del área de la orden de restricción, hay un recordatorio de ello. En marzo, los pandilleros les dispararon a dos hombres en un carro en la Avenida Vernon, barriendo la calle con una Uzi automática. Ninguno de los pandilleros resultó herido.

Advertisement

Al otro lado de la calle, Zoila Luna Díaz, de 54 años, estaba viendo su telenovela favorita en la sala de su hogar, que ha compartido desde hace 8 años con sus dos hijas y dos nietos. Una bala perdida entró por la ventana, pasó por atrás del sofá y le pegó en la ceja del ojo izquierdo. La bala viajó a través de su frente –bajo la piel, pero nunca penetró el hueso--antes de salir por la sien derecha. Luego la bala atravesó la televisión para terminar en la pared, debajo de un cuadro de la Ultima Cena. Si hubiera volteado un poco hacia la izquierda, ahora estaría muerta.

“Es un milagro”, dijo. “Es un milagro”.

Comenzó a llorar –por ella, por sus hijas, por sus nietos. “Los niños no tienen un lugar para ser libres, para jugar”, agregó.En una recámara, su nieto de 7 años, Kevin, quien escuchó los disparos esa noche y corrió a su lado, se acostó en una almohada del Hombre Araña y se quedó viendo al techo. Una copia del Salmo 91 colgaba de un clavo encima de su cabeza. “No temerás el terror nocturno”.

“Quiero ir a otro lugar”, dijo el niño. “Pero aquí es donde vivo”.

En la Internet

Para más información y fotografías sobre la adversidad, lucha y esperanza que viven los residentes del “South-Central” frente al problema pandilleril y otros males sociales, visitar: www.latimes.com/southla

Advertisement