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Escuelas cerradas y con detectores de metales pueden dañar a los estudiantes más que ayudarlos

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Después de los recientes tiroteos en escuelas, especialmente el espantoso ataque en una preparatoria de Florida, que mató e hirió a tantos estudiantes y personal, es natural y correcto para las autoridades locales de todo el país considerar cómo podrían proteger mejor a los niños y adolescentes a su cargo.

A muchos les encantaría prohibir la venta de armas de asalto y sacar las existentes de circulación, por más difícil que sea. Pero eso es en gran medida una cuestión de los legisladores federales, que es poco probable que den un paso tan lógico en este momento. California tiene una de las restricciones más fuertes para las armas de asalto, pero su prohibición no se extiende a todas esas armas de fuego. Y, enfrentémoslo, si los estados vecinos no hacen lo mismo, es demasiado fácil para las armas que no tienen un uso legítimo en la vida civil hacerse camino a través de los límites estatales.

¿Qué se puede hacer, entonces? ¿Estos aterradores eventos requieren detectores de metales en las entradas de cada escuela, o que todos los campus estén resguardados por una cerca para que solo alumnos y profesores puedan ingresar?

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Afortunadamente, la ciudad de Los Ángeles y los líderes educativos no están ansiosos por exigir medidas draconianas inmediatas, aunque también reconocen sabiamente que pueden ser necesarios nuevos protocolos de seguridad. Nadie puede fingir más que tales tragedias únicamente suceden en otros sitios.

El procurador de la ciudad de Los Ángeles, Mike Feuer, está reuniendo un panel para examinar el asunto, y el martes la junta escolar del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (LAUSD) considerará varios pasos propios. La resolución de la junta incluye algunas de las expresiones políticas habituales, con demandas de control de armas que son comprensibles pero que no están dentro del ámbito del distrito escolar. Aún más útil, requiere que el superintendente haga recomendaciones dentro de aproximadamente un mes para mejorar la seguridad, así como establecer un comité de seguridad escolar continuo con padres y miembros de la comunidad, y con funcionarios del distrito.

A medida que estos líderes y grupos busquen soluciones, esperamos que analicen ampliamente la cuestión de la seguridad para los niños y adolescentes de Los Ángeles, en lugar de limitarse únicamente a los tiroteos en las escuelas. Los ataques en las escuelas de otras ciudades han sido horribles, y la idea de que los alumnos no estén seguros en un campus es insoportable. Pero también vale la pena mantener esos eventos trágicos en perspectiva: el año pasado, menos de 30 educandos fueron asesinados en escuelas públicas (sin contar las universidades, que tienen sus propios problemas de seguridad). Más de 100 niños de la nación murieron de gripe durante los últimos meses; miles de adolescentes son asesinados cada año en accidentes de tráfico.

Cada tipo de tragedia tiene sus propios orígenes, y cada una requiere respuestas diferentes. Pero vale la pena tener en cuenta que los tiroteos escolares, aunque exigen un examen y una posible acción, no son el mayor peligro que enfrentan los estudiantes.

También es importante considerar que muchas salvaguardas bien intencionadas vienen con desventajas. Muchos alumnos ya se quejan del uso aleatorio de varillas detectoras de metales para inspeccionar a un pequeño porcentaje de estudiantes cada día, en busca de armas. Lo encuentran degradante y, dicen, interrumpe el tiempo de clase, aunque a otros les gusta la sensación de mayor seguridad.

Usar el detector de metales en cada estudiante sería aún más disruptivo. También haría que las escuelas se asemejaran más a centros de detención y menos a lugares de aprendizaje y respeto mutuo. El LAUSD y el panel de Feuer deberían analizar si proporcionar un paso seguro hacia y desde la escuela podría realmente hacer más para proteger a los alumnos que reforzar la detección de metales en las entradas. Del mismo modo, cerrar todas las puertas de las aulas una vez que hayan comenzado las clases podría ser una forma económica y efectiva de mantener a los alumnos seguros, sin hacer que se sientan desconfiados.

El distrito escolar ha trabajado duro durante la última década para hacer que sus escuelas sean más parte de las comunidades que las rodean, con parques compartidos, clínicas e instalaciones recreativas. Ello ayuda a que los vecindarios sean más seguros a medida que las personas participan en actividades comunitarias en conjunto; también crea un mayor apoyo para las escuelas. Revertir este tipo de progreso en nombre de la mejora de la seguridad escolar podría causar muchos daños y proporcionar poco en términos de mayor seguridad.

Las amenazas modernas desafían nuestra capacidad de responder. Pero no debemos permitir que estos incidentes nos pongan frenéticos o nos atemoricen para que perdamos las apreciadas tradiciones del aprendizaje y la comunidad.

Traducción: Diana Cervantes

Para leer este artículo en inglés, haga clic aquí:

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