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Op-Ed Las altas tasas de incumplimiento de préstamos entre estudiantes negros: otro desajuste entre universidades

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A medida que los estudiantes de último año de preparatoria se acercan a la temporada navideña -también conocida, menos festivamente, como el tiempo de las solicitudes para la universidad-, necesitan dedicar tanto esfuerzo al cálculo de la deuda que asumirán como al perfeccionamiento de sus ensayos de admisión. Los datos muestran que muchos jóvenes no saben en qué se están metiendo cuando solicitan un préstamo estudiantil. Y para ciertos grupos de chicos, el problema es mucho peor.

De acuerdo con dos análisis basados en números publicados por el Departamento de Educación el mes pasado, casi la mitad de todos los estudiantes negros que obtuvieron préstamos estudiantiles federales incumplieron sus pagos en 12 años. Robert Kelchen, profesor de educación superior en la Universidad Seton Hall, realizó uno de los informes y encontró que la tasa de morosidad de los estudiantes negros (49%) era más del doble que la de los alumnos blancos (20%) y más de cuatro veces la tasa de los asiáticos (11%). Esta disparidad se mantuvo para las universidades y colegios con y sin fines de lucro.

Entre los alumnos que finalmente abandonaron la universidad, el 65% de los jóvenes negros incumplieron su pago, en comparación con el 38% de los blancos. Y entre los que obtuvieron títulos también hubo una disparidad; el 23% de los estudiantes negros incumplió, en comparación con el 6% de los blancos.

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Kelchen no especula sobre la causa de estas disparidades, pero los autores de un segundo informe, preparado por el Centro para el Progreso Estadounidense, sí lo hacen. “El ver incluso a los estudiantes afroamericanos que obtuvieron una licenciatura luchar [para pagar los préstamos] refuerza que no podemos pretender que el programa federal de préstamos estudiantiles existe en un vacío”, escribió Ben Miller, director sénior de educación postsecundaria del centro y exfuncionario del Departamento de Educación durante el gobierno de Obama. “La familia afroamericana promedio tiene sólo $1,700 en riqueza acumulada. La discriminación racial en la contratación no ha mejorado en el último cuarto de siglo”.

Michael Lomax, presidente de United Negro College Fund, tuiteó: “Debemos mejorar las políticas de ayuda financiera federal para ayudar a los alumnos afroamericanos y de bajos ingresos a obtener títulos con menos deuda y devolver los préstamos con menos trámites burocráticos”. En el pasado, el funcionario ha alentado a las universidades a tratar de mantener bajos sus costos, pero principalmente abogó para que el gobierno federal simplemente otorgue subsidios en lugar de préstamos a más estudiantes.

Ahora Lomax sugiere que debería haber menos restricciones -menos burocracia- sobre cuánta deuda pueden asumir los estudiantes. Pero la evidencia de incumplimiento indicaría que éste es exactamente el enfoque equivocado. En lugar de facilitar la obtención de préstamos, los alumnos deben estar impresionados con los riesgos que corren cuando se inscriben para pedir dinero prestado.

En lugar de sopesar los costos y beneficios de la educación superior, los estudiantes parecen estar atrapados en una loca carrera para inscribirse a cualquier precio. Las escuelas preparatorias, las universidades y la sociedad en general empujan implacablemente a los jóvenes hacia un diplomado o licenciatura. Pero dada la brecha de rendimiento racial en la preparatoria, sería sorprendente que los alumnos negros estuvieran preparados para la universidad a la misma tasa que los blancos.

De acuerdo con un estudio de 2016, realizado por Eric Hanushek, de la Universidad de Stanford, el estudiante negro promedio de 12º grado se mostraba un 19% de logros en matemáticas. En lectura, un 22%. Esto es apenas una mejora de las cifras registradas 50 años antes.

Sin embargo, la inscripción de estudiantes negros en la universidad ha crecido significativamente, según los datos del Centro Nacional de Estadísticas Educativas. De 1994 a 2013, aumentó del 11% al 16% en las escuelas que otorgan diplomados, y del 11% al 14% en aquellas que ofrecen títulos de licenciatura, maestrías y doctorados. En 20 años, los negros pasaron de estar subrepresentados a estar sobrerrepresentados en la universidad, todo ello mientras su preparación para esa educación superior apenas cambió.

Si suponemos que todos los que obtienen un préstamo estudiantil tienen intenciones similares con respecto a su reembolso, entonces la tasa de incumplimiento representa la brecha entre la confianza de las personas de que ganarán suficiente dinero para devolverlo y su capacidad real para hacerlo. Parece que estamos asegurando a los estudiantes negros a este respecto e ignorando los datos.

Algo que no ayuda es que los alumnos negros tienden a obtener títulos en campos menos remunerados. Los recientes análisis de tasas de incumplimiento no desglosan sus hallazgos por especialización. Pero un estudio de 2016, del Centro de Educación y Fuerza Laboral de Georgetown, mostró que los estudiantes negros son menos propensos a seguir carreras lucrativas, en comparación con sus compañeros blancos. Los negros representan el 8% de las carreras de ingeniería general, el 7% de las de matemáticas y sólo el 5% de las de ingeniería informática, según el informe, mientras que en campos con salarios más bajos, como los servicios humanos y la organización comunitaria (20%) y el trabajo social (19%), están sobrerrepresentados.

Las universidades que desean aumentar la diversidad racial de sus cuerpos estudiantiles a menudo admitirán a alumnos menos calificados -éste es el “problema de desajuste” que han documentado estudiosos como Richard Sander, de la UCLA- y luego los guiarán hacia campos más fáciles y de menor paga, con el fin de aumentar las tasas de graduación. En otras palabras, no es la discriminación racial sino las políticas de acción afirmativa las que pueden ser culpables de esta triste situación.

Como señala Miller: “Enviar a estudiantes afroamericanos a una edad adulta inequitativa con grandes deudas universitarias puede rezagarlos aún más”. La respuesta es no dejar que los alumnos pidan prestado más dinero o reducir las tasas de interés o perdonar la deuda. Es ser sincero con ellos sobre para qué tipo de educación superior están preparados, qué carreras ganan la mayor cantidad de dinero y cuánto vale realmente la educación universitaria.

Naomi Schaefer Riley es miembro sénior del Independent Women’s Forum.

Traducción: Diana Cervantes

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí

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