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Líderes de la enseñanza en Los Ángeles

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Con tal de conseguir una vacante para sus hijos en una de las escuelas más afamadas de Los Ángeles, cinco familias del Valle de San Fernando acamparon tres noches en 2009 frente a la puerta de la primaria Wilbur Avenue. Otros contrataron a alguien que les guardara el lugar en la fila frente al predio escolar ubicado en el acomodado distrito de Tarzana.

La escuela implementó en la primavera pasada un sorteo para adjudicar vacantes a alumnos que no estaban domiciliados en el barrio. Pocas horas después ya había más de una docena de niños en la lista.

Lo que no podían saber estas familias tan resueltas era que la Wilbur era una de las escuelas de Los Ángeles que menos había mejorado el rendimiento académico de los alumnos en matemática e inglés.

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El promedio de los estudiantes tenía un nivel alto de rendimiento al empezar la escuela, pero sus puntajes descendieron con el transcurso de los años, según un análisis realizado por el Times de los resultados que obtuvieron los alumnos de la Wilbur en exámenes estatales estandarizados entre los años escolares de 2002-03 y 2008-09. Casi el 90 por ciento de las escuelas del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (LAUSD) logró mayor progreso académico.

Hubo además varias escuelas primarias también de renombre que tuvieron resultados deficientes, como la Topeka Drive en Northridge y la Third Street en Hancock Park.

Por otro lado, algunas escuelas ubicadas en zonas de bajos recursos mostraron los avances más notables, aunque los estándares estatales y federales las relegan a la categoría de escuelas fracasadas.

La escuela cuyos estudiantes lograron el mayor adelanto promedio fue la primaria Maywood, al sudeste del centro de Los Ángeles, donde casi todos los niños califican para un descuento en el almuerzo o almuerzo gratis y casi la mitad aún no domina inglés.

Ni los padres ni los mismos directores están enterados de los cambios en el rendimiento estudiantil porque el distrito no mide el progreso académico en esos términos, aunque podría hacerlo.

Escuelas como la Wilbur se destacan con el sistema actual de medición de éxito académico: el importantísimo Índice de Desempeño Académico (API), que evalúa el rendimiento según los puntajes obtenidos por los alumnos en los exámenes estandarizados del estado. Pero datos del propio estado señalan que este sistema de medición refleja las ventajas extra escolares que tienen los estudiantes y no lo que la escuela misma pueda contribuir a su aprendizaje.

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Los resultados del API ofuscan el hecho de que se desaprovechó el potencial de los alumnos de la Wilbur para aprender todavía más. En vez de progresar, su rendimiento tuvo una tendencia decreciente, mientras alumnos de otras escuelas bien conceptuadas de barrios acomodados lograron avances notables. Por otro lado, el API tampoco pone de relieve el progreso logrado en las escuelas de zonas de escasos recursos.

La historia se repite a lo largo y a lo ancho del país.

“Medimos quiénes están en las escuelas, en lugar de cuán eficaces son las escuelas”, explicó Helen Ladd, profesora y experta en exámenes de la universidad Duke.

Para su estudio, el Times se valió del llamado “análisis de valor agregado”, que también revisa los puntajes de los alumnos en exámenes estandarizados, pero compara la mejoría en esos puntajes de un año a otro.

El análisis se basó en los puntajes logrados por alumnos del segundo al quinto grado en 450 de las aproximadamente 500 escuelas primarias de Los Ángeles. Arrojó resultados que alteran en gran medida el panorama de cuáles son las escuelas que realmente tienen buen o mal desempeño.

En general, esta metodología no penaliza a las escuelas por factores más allá de su control, como son la pobreza, el dominio de inglés, el nivel de aprendizaje previo de los alumnos y otros factores que se invocan normalmente para explicar el éxito o el fracaso escolar. Esto se debe a que el progreso de cada alumno se mide según el desempeño de ese mismo alumno en el pasado y no con el de otros alumnos.

Los detractores del análisis de valor agregado consideran que es un indicador muy limitado y poco fiable para medir el desempeño. El análisis del Times sólo considera los puntajes obtenidos en matemática e inglés y además excluye muchos factores que los padres tienen en cuenta al elegir una escuela. Sin embargo, el meollo de la controversia no es la aplicación del análisis de valor agregado a las escuelas, sino que se use para la evaluación individual de los maestros.

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Importa más con cual maestro estudian los niños que a cual escuela asisten, según los resultados del análisis de valor agregado aplicado a más de 6,000 maestros del distrito escolar. Los resultados de ese estudio por el Times fueron publicados una semana antes de este artículo. Pero no es frecuente que los padres elijan la escuela por un solo maestro. Este análisis identifica a las escuelas cuyos maestros en general consiguen elevar el rendimiento de sus alumnos año tras año.

En un intento por revertir el enfoque exclusivo en el logro académico de puntajes en exámenes estandarizados bajo la ley federal No Child Left Behind, la administración de Obama ha priorizado el análisis del progreso de los estudiantes tanto para los maestros como para las escuelas. California se encuentra entre varios estados cuyos funcionarios educativos se encaminan hacia ese fin.

“Me interesa mucho menos los puntajes absolutos de los exámenes y me interesa más saber cuánto han avanzado los niños”, expuso Arne Duncan, el secretario de educación de Estados Unidos en entrevista con el Times la semana pasada.

No cabe duda que las consecuencias de un cambio de esta índole ocasionarán mucha sorpresa.

“Es realmente chocante. No tenía idea”, señaló Nicole Miller, quien en otrora acampó frente a la Wilbur, al conocer del desempeño de esa primaria, según el análisis del Times. “De haber estado al tanto de estos números, estoy segura de que habría considerado otras escuelas muy detenidamente”.

El API

El Índice de Desempeño Académico es muy influyente en el ámbito educativo de California.

Los directores de escuela se jactan cuando tienen puntajes altos de API y se las ven en figurillas para explicar los puntajes bajos. Los agentes inmobiliarios siempre tienen a mano los números para mostrárselos a padres que buscan casa.

La totalidad del índice de 1,000 puntos a nivel de escuela primaria e intermedia se basa en el puntaje logrado por los estudiantes en los exámenes anuales que rinden de segundo a duodécimo grado. Según datos del estado, el 81 por ciento de las diferencias de puntajes promedio entre escuelas reflejan factores socioeconómicos como la pobreza y el nivel de instrucción de los padres.

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Los beneficios del API son que refleja los estándares del estado y ayuda a mantener metas de aprendizaje claras e iguales para todas las escuelas. Por ejemplo, se espera que los niños del tercer grado de California sepan sumar y restar fracciones simples.

Pero hasta los mismos creadores del API afirman que no lo concibieron como el único indicador cuando lo desarrollaron hace más de 10 años. Ellos recomendaron empezar cuanto antes a medir el progreso de los estudiantes.

“Desde un principio reconocimos que era más valioso medir el avance de los alumnos”, expresó Ed Haertel, profesor de Stanford y experto en exámenes que ayudó a desarrollar el API para el estado. “Es mucho más sensible y preciso que el sistema actual”.

Pero ese análisis no se hace en California ni en la mayoría de los otros estados. El desarrollo de los sofisticados sistemas de seguimiento necesarios para el análisis de valor agregado requiere tiempo y dinero, y se ha visto obstaculizado, entre otras cosas, por las restricciones presupuestarias y las rencillas políticas.

El distrito escolar de Los Ángeles se encuentra en una posición mejor para llevarlo a cabo. Dispone desde hace más de 10 años de los datos y los sistemas informáticos necesarios para medir el progreso de los estudiantes. Sin embargo, los administradores del LAUSD se han mostrado reacios a aceptar los consejos de sus propios expertos en ese sentido.

Por ejemplo, un grupo de investigadores del distrito y consultores externos propusieron en el 2006 que se incluyera los puntajes de valor agregado en un nuevo “boletín de calificaciones” para cada escuela.

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Los administradores rechazaron la idea con el argumento de que era demasiada complicada para los padres, afirmó Julie Slayton, ex directora de investigación y planeamiento del distrito y ahora profesora de pedagogía en USC.

El superintendente del LAUSD, Ramón C. Cortines, fue quien propuso la idea del boletín de calificaciones. “No tendría ningún problema si alguien me dijera que hace falta poner el valor agregado como parte de ese boletín”, manifestó Cortines en una entrevista reciente. “Pero no me avisaron”.

Hoy el boletín expone 108 variables para cada escuela, incluyendo el porcentaje de empleados que manifiestan sentir “compromiso y espíritu de cooperación”, pero no incluye los puntajes de valor agregado.

LA AUTOCRÍTICA

La escuela primaria Esperanza a primera vista no parece hacerle honor a su nombre.

Su puntaje del API es 670, muy inferior a la meta estatal de 800. Durante seis años seguidos no ha podido cumplir con los parámetros de referencia establecidos por el gobierno federal, por lo cual corre peligro de intervención o clausura.

Sin embargo, cuando se mide el progreso de sus alumnos en matemática e inglés, esta escuela situada al oeste del centro de Los Ángeles se ubica en el 20 por ciento más eficaz de las escuelas primarias del distrito, según los resultados del análisis del Times. Al empezar el tercer grado, el promedio de los alumnos estaba en el percentil 39, comparado al resto de los estudiantes del tercer grado del distrito, y terminó con 11 puntos más. En la parte de inglés, los alumnos en promedio empezaron en el percentil 26 y avanzaron 11 puntos.

Esto ocurre a pesar de una problemática difícil, ya que la mayoría de los alumnos de Esperanza son de bajos recursos y aún no dominan inglés. Algunos padres tienen como lengua nativa los dialectos maya quiche o kanjobal y sólo hablan español como segundo idioma.

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“Nos vigilan constantemente y nos ponen mucha presión para mejorar”, dijo la directora Felicia Michell. “Aquí hacemos buen trabajo, pero no nos reconocen el esfuerzo”.

Si bien el distrito no usa el análisis de valor agregado, hace tiempo que Michell descubrió las ventajas de analizar los puntajes de los exámenes, aunque fuera de la manera más rudimentaria.

La directora empezó hace varios años a emplear un proyector en reuniones con los maestros para desplegar en una pared los puntajes de sus alumnos en los exámenes. Entonces les pedía a los instructores que conversaran sobre las razones por las que algunos maestros tenían mejores resultados que otros.

“Al principio había que andar con mucho cuidado”, explicó Michell. “No queríamos ganarnos la antipatía de ningún maestro”.

Aunque en un comienzo hubo resistencia, con el tiempo los maestros empezaron a reconocer ciertas áreas donde podían necesitar alguna ayuda.

“Uno empieza a cuestionarse y eso es justamente el punto de hacer esto”, indicó Lynda Ayala, una maestra veterana del primer grado en Esperanza a quien se le mostró los puntajes de las evaluaciones periódicas de sus alumnos. “Con el tiempo te da la libertad de comprender que, aunque seas una maestra con mucha experiencia, puedes decir, ‘Esto no funciona’ ”.

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Ayala tenía dificultades con dos alumnos que aún no habían aprendido el sonido de las letras. Un entrenador de maestros le sugirió que los apartara durante cinco a siete minutos por día para enfocarse en ese tema. Para fin de año, los dos alumnos se habían acercado en sus destrezas de lectura casi al nivel correspondiente a su grado.

“Lynda se convirtió a la causa”, comentó Michell, lo cual confirmó Ayala. “Cuando sus colegas vieron eso, decidieron seguirla”.

El análisis del Times parece indicar que la autocrítica rinde frutos, pero según las mediciones oficiales no cuentan los avances de Esperanza.

Esperanza no es la única escuela cuyos logros han pasado desapercibidos.

La primaria Maywood ha sido en años recientes la escuela más eficiente del distrito en la tarea de elevar los puntajes de los alumnos. En promedio, los alumnos del tercero al quinto grado empezaron las clases en el percentil 30 en matemática y para fin de año habían avanzado 30 puntos. En inglés el adelanto fue menor pero todavía notable: 20 puntos. (El API de la escuela también subió significativamente a 830 puntos.)

Otra vez quien merece la mayor parte del crédito parece ser la directora, una administradora dispuesta a la acción y que tuvo la ventaja de empezar de cero. Antes de que se inaugurara la escuela hace cinco años, Lupe Hernández visitó las clases de casi todos los maestros que habían mostrado interés en trabajar en la Maywood. Para eludir las reglas que favorecen la selección de empleados según su antigüedad en el sistema escolar, la directora disuadió con poco disimulo a los maestros que consideraba menos prometedores.

“Les dije directamente, ‘No tienes el calibre que yo busco para Maywood’ ”, relató Hernández.

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Se dispuso a alentar el empleo de los que sí quería para su plantel.

Una vez que empezaron las clases, Hernández se dio a la tarea de listar los resultados de exámenes periódicos en hojas rotuladas con puntos de colores, verde para los que progresaban, rosado para los que se retrasaban. Ofreció ayuda a los maestros que acumulaban demasiados puntos rosados y visitó en persona a los padres de alumnos con dificultades.

“A todos les digo que van a tener todo el apoyo que les sea necesario, pero que yo tengo expectativas muy altas”, afirmó.

EL TERCIO INFERIOR

Si se midiera el progreso de los estudiantes, otras escuelas podrían verse monitoreado de forma mucho más escrupulosa.

La primaria Topeka está en Northridge, una comunidad en la que uno de cada cuatro padres tiene estudios de postgrado. Durante los siete años comprendidos en el análisis, dos tercios de los alumnos de la Topeka tuvieron puntajes por encima del correspondiente a su grado, lo cual contribuyó a un API sobresaliente de 879.

Pero los funcionarios de ese recinto han hecho hincapié en elevar el nivel de los alumnos que no alcanzan ese rendimiento. En parte eso se debe a que, aunque de por sí no mide el progreso, el API está diseñado para dar más crédito a los avances de los alumnos de bajo rendimiento.

“Ahí es donde el esfuerzo rinde más”, señaló la directora Miko Dixon. “Todo lo que hacemos tiene que ver con que suban esos chicos”.

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Los resultados del análisis del Times mostraron que esos alumnos de bajo rendimiento lograron un progreso lento pero seguro. El grupo mucho más numeroso de alumnos de alto rendimiento se mantuvo estable en inglés y perdió terreno sostenidamente en matemática. Medida por el progreso global de sus alumnos, la Topeka quedó ubicada en el tres por ciento inferior de eficacia entre las escuelas primarias del distrito. En promedio, esos estudiantes progresaron mucho menos que sus semejantes de Watts, Pacoima y otros barrios de menos recursos.

Dixon, que asumió el cargo en 2009, se mostró sorprendida por los resultados de la Topeka, pero estaba al tanto de las dificultades de algunos maestros.

Sin embargo la Topeka no está sometida a la vigilancia y la presión que reciben otras escuelas de bajos resultados en el API, como es el caso de la Esperanza.

“Nos ignoran”, comentó Dixon.

LA LOTERÍA DEL DOMICILIO

Si Ilene Gallegos viviera unas cuadras más al oeste en Watts, habría cursado el quinto grado en la primaria 96th Street. En cambio, le tocó ir a la primaria 92nd Street, a sólo una milla de distancia.

Es posible que le haya tocado una enseñanza muy superior por pura suerte geográfica.

Si uno se lleva por los documentos de rigor, las dos escuelas son prácticamente idénticas. En ambos casos, la inmensa mayoría de los alumnos son afroamericanos o hispanos y provienen de familias de bajos recursos. El API de ambas escuelas está por debajo de la meta estatal de 800.

No obstante eso, cuando se mide en términos de progreso estudiantil el contraste entre ambas escuelas es patente: la 92nd Street se ubica en el cinco por ciento más eficaz del distrito mientras que la 96th Street queda en el cinco por ciento de menor eficacia.

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En segundo grado, el rendimiento de Ilene en matemática correspondía a su grado. Para el cuarto grado acertó todas las respuestas en su examen estatal de matemática, por lo que ganó un trofeo. También hizo gran progreso en inglés y en el cuarto grado tuvo el puntaje correspondiente a su grado.

¿Cuál es el secreto? “Todos los años tuvo maestros bastante buenos”, según Elizabeth Rodríguez, la madre de Ilene.

Conforme al análisis de valor agregado docente publicado la semana anterior a este artículo por el Times, en la primaria 92nd Street el promedio de los maestros estaba en el percentil 76 de eficacia comparado con sus colegas del distrito. Cinco de los maestros estaban en el cinco por ciento superior de eficacia.

Cuando la ex directora Nanetta Arceneaux asumió el cargo en 2003, muchos maestros estaban por jubilarse o cambiar de escuela. Por eso tuvo la oportunidad inusual de escoger la mitad de su plantel de maestros, aunque sin contar con el beneficio de los datos de eficacia.

“Cuando ella llegó se vio un cambio grande… los maestros se pusieron más exigentes con los deberes y el aprendizaje”, recordó Sheila Phillips, que tiene una hija en la 92nd Street.

A diferencia de la 92nd Street, en la primaria 96th Street el docente promedio estaba en el percentil 40 y sólo uno se ubicaba por encima del percentil 83.

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Luis Heckmuller relató que cuando asumió la dirección de la 96th Street en 2008 encontró que los maestros eran dedicados, pero no cubrían el currículum estandarizado. No todos los maestros tienen que enseñar igual, explicó el director. Pero agregó que es problemático que algunos alumnos del quinto grado no sepan la diferencia entre un prefijo y un sufijo, o qué es una metáfora.

“Creemos en la libertad académica, pero tenemos que adherir a los estándares de California”, afirmó Heckmuller. Los puntajes de la escuela que dirige subieron significativamente según resultados publicados la semana pasada.

UNA ESCUELA MUY CODICIADA

Una mañana de mayo, 25 padres y madres recorrían el extenso predio de la escuela primaria Wilbur. Muchos dijeron que estaban comparando a la Wilbur con escuelas privadas.

Es fácil comprender el interés de los padres en la Wilbur por motivos ajenos a su envidiable resultado de 896 puntos en el API. Entre sus actividades extra curriculares la escuela ofrece artes plásticas, música, artes culinarias, teatro, deporte, robótica y conversación en hebreo.

La mayoría de los fondos para estos programas provienen de una entidad de padres que recauda más de $100,000 por año, informó David Hirsch, que fue director de la Wilbur hasta hace poco y acaba de asumir la dirección de la escuela Hesby Oaks en Encino.

Durante una charla celebrada en el auditorio en la primavera pasada para presentar la escuela a los padres, Hirsch destacó que hace dos años la Wilbur fue nombrada Escuela Distinguida de California en parte gracias a su elevadísima anotación del API.

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Pero el análisis del Times muestra que el avance académico en Wilbur no fue tan distinguido. El promedio de los alumnos empezó el tercer grado en el percentil 77 en matemática pero para fin del quinto grado se ubicaba en el percentil 67. En inglés bajaron en promedio del percentil 79 al 76.

Por lo tanto, medida según el criterio del progreso estudiantil, la Wilbur se ubicó en el 11 por ciento inferior de eficacia de las escuelas primarias del distrito.

Hirsch tiene en la pared de su oficina un certificado de excelencia que le otorgó el distrito en reconocimiento por haber elevado el API de su escuela 140 puntos en tres años. Pero es posible que ese número no refleje una mejora en la instrucción sino más bien un cambio demográfico. Durante el mismo período en que subió el API de la Wilbur también aumentó notablemente el porcentaje de padres con estudios de postgrado y disminuyó la proporción de alumnos que califican para el almuerzo gratuito. Según Hirsch, uno de los motivos de este cambio fue la llegada al vecindario de inmigrantes con alto nivel educativo.

Interrogado acerca del escaso avance académico de la Wilbur, Hirsch respondió: “Una vez que llegas tan alto ¿cuánto más puedes subir?”

Sin embargo, los estudios científicos no han mostrado que el rendimiento estudiantil tienda a estancarse significativamente una vez alcanzado cierto nivel. De hecho, muchas escuelas del distrito con alto puntaje del API muestran excelentes niveles de progreso estudiantil, según el análisis del Times. Por ejemplo, los alumnos de la primaria Wonderland Avenue de Hollywood Hills empiezan con un nivel académico similar al de los alumnos de la Wilbur. Pero sus altos niveles de progreso, que son de los más elevados del distrito, persisten con el tiempo, particularmente en matemática.

Según Don Wilson, el director de la Wonderland, su prioridad es motivar a los alumnos de alto rendimiento. Por ejemplo, se permite que los maestros se especialicen en las materias que mejor enseñan, algo poco común en el nivel primario. El objetivo es que los alumnos reciban la mejor instrucción posible de cada uno de sus maestros.

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En cambio, Hirsch se concentra en reclutar y retener estudiantes de alto rendimiento porque cree que ello eleva el puntaje de todos.

“Aquí te mides con los fuera de serie”, expuso. “Tarde o temprano te pones a su altura”.

El director comunicó a los padres invitados que había resistido intentos por parte del distrito de aumentar la diversidad del alumnado por medio de un programa de inscripción abierta que permitiría el ingreso de niños domiciliados fuera del barrio. “Nos dicen: Te daremos 50 vacantes, pero tienes que tomar 10 niños hispanos por cada niño blanco”, explicó Hirsch al grupo de padres que en su mayoría eran blancos. “Lo hacen por medio de la integración”.

Según Hirsch, sería preferible escoger a niños de la zona por sorteo. En una entrevista posterior, Hirsch aclaró que su intención no era discriminar. Simplemente le parece mejor echar suertes que andar transportando niños de minorías desde muy lejos para cumplir con un objetivo del distrito.

El rendimiento poco estelar de su escuela le dejó perplejo.

“Aquí no nos limitamos a lo básico”, dijo en referencia al currículum de su escuela. “Hacemos muchas artes interpretativas… ¿quizá hacemos demasiado de eso?”

De todos modos, Hirsch insistió en que la escuela ofrece lo que quieren los padres. Y dicen estar contentos muchos padres, incluso algunos que han acampado afuera a la espera de una vacante para sus hijos.

“¿Qué si triunfé o fracasé? Usted me lo dirá”, sentenció el director.

jason.song@latimes.com

jason.felch@latimes.com

doug.smith@latimes.com

La analista de datos Sandra Poindexter contribuyó a este reportaje.

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