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‘S&#243;lo propinas’ es la norma para algunos <i>carwasheros</i> en el Sur de California

A worker at Blue Wave Car Wash in West Los Angeles washes a vehicle. A Times investigation has found that hand carwashes, automotive beauty shops patronized by tens of thousands of Southern California motorists every day, often brazenly violate basic labor and immigration laws, with little risk of penalty.
(Barbara Davidson / Los Angeles Times)
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Redactores del Times

Un equipo de inspectores estatales entró al Blue Wave Car Wash en West Los Ángeles, pasando a los clientes que sorbían sus lattes sentados en sillas de masaje eléctricas, y se dirigieron hacia el austero túnel donde se lavan los coches.

¿Cuánto gana usted?” preguntaron los inspectores a un empleado tras otro, unos 20 de ellos, en su mayoría inmigrantes latinos. Cada carwashero [lavador de carros] respondió que ganaba al menos el salario mínimo -- tal como el dueño de Blue Wave Car Wash, uno de los establecimientos de lavado de coches más concurridos de la región, había dicho a los inspectores.

Sin embargo, al mirar las nóminas, los funcionarios sospecharon algo. Empleados que decían trabajar la jornada completa aparecían listados como que sólo trabajaban 10 ó 15 horas semanales.

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La inspectora Martha Mendoza apartó del resto a Juan Cruz Santiago, un hombre pequeño y canoso. Durante un interrogatorio amable al pie de una higuera, admitió que la mayoría de los días, él y su padre, de 66 años, sólo cobraban propinas. Y así lo hacía casi la mitad de los empleados, dijo. Ha sido así al menos durante los últimos seis años.

“Está mal,” le susurró el inmigrante oaxaqueño de 41 años a Mendoza, moviendo la vista nerviosamente en dirección a la oficina de su jefe. “En otros lavados de carros es igual, ¿no?”.

En muchos, sí. Una investigación del Times halló que en los establecimientos de lavado de coches a mano -- salones de belleza automovilísticos patrocinados a diario por decenas de miles de conductores del sur de California -- a menudo infringen descaradamente las leyes laborales y de inmigración básicas bajo un riesgo mínimo de ser sancionados.

Al menos la mitad de los dueños de lavados autos se burlan de la ley del salario mínimo desde hace mucho, calcula David Dorame, principal investigador de sectores de salarios bajos de la División de Aplicación de Estándares Laborales de California.

Pese a la renuencia de muchos empleados indocumentados a quejarse ante las autoridades, el Times halló que en los últimos cinco años los empleados de una quinta parte de los establecimientos de lavado de autos del sur de California acusaron formalmente a los dueños de pagarles menos de lo legalmente debido.

Desde Santa Mónica a Westwood y Koreatown, muchos empleados dijeron que sólo cobraban propinas en una parte del turno, o el turno completo. Inspectores de la división laboral calculan que entre el 10% y el 20% de los secadores de autos no reciben paga alguna de parte de los dueños.

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El requisito de “Sólo propinas” se aplica a algunos empleados nuevos, hasta que los dueños están satisfechos de que pueden secar un auto debidamente, dicen los trabajadores. Típicamente suelen ganar de $10 a $30 diarios.

El dueño del Blue Wave, Isaac Shanfeld, dijo a los inspectores que todos sus empleados ganaban al menos el salario mínimo, a un costo anual para él de $700,000. El residente de Beverly Hills dijo ignorar si alguien trabajara sólo por propinas, pero añadió: “No puedo vigilar a todos”. Tras una inspección el pasado otoño, lo multaron $2,600 por infracciones salariales.

‘¿Quiere casa?’

Empleados pagados en algunos de los mil lavados de carros del Sur de California dijeron que apenas ganaban $1.63 por hora. El salario mínimo subió a $8 la hora en enero.

“Sudamos como animales”, dijo el retocador Manuel Varela, de 42 años, quien hasta hace poco trabajó en un tren de lavado al oeste del centro de Los Ángeles.

Para sobrevivir, los carwasheros suelen juntar sus recursos, concentrándose en apartamentos baratos de un solo cuarto, a veces durmiendo codo con codo en el piso, como sardinas en lata, según dijo uno de ellos.

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“Los patrones tantean la cantidad más baja que estos empleados aceptarán”, dijo Timothy Kolesnikow, ex abogado de la división laboral de California que ahora representa a carwasheros y otros en su práctica privada.”La gente no se da cuenta de la desgracia humana que se oculta tras el lavado de sus autos. Esto tiene su lado oscuro”.

Desesperados por un asidero en la economía clandestina regional, muchos en esa fuerza laboral mayoritariamente indocumentada son reacios a quejarse, por miedo al despido, amenazas físicas o la deportación.

Pedro Guzmán, inmigrante ilegal hondureño, dijo que un gerente de un lavado de autos en Hollywood mantenía a los empleados lavando autos a ritmo acelerado -- de 350 a 700 autos por día -- con sólo dos palabras: “¿Quiere[n irse a] casa?”.

Las autoridades inmigratorias hacen poco para desalentar el flujo continuo de empleados indocumentados hacia empleos en lavado de autos, dándole así a los dueños una fuente interminable de mano de obra barata, disponible y fácil de explotar.

Pese al debate nacional sobre la inmigración ilegal y la ofensiva reciente contra algunas empresas, funcionarios del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE) de EEUU dicen no haber hecho una redada en un solo lavado de carros de autos en California al menos en los últimos cuatro años.

Un sondeo realizado en el 2000 por el Censo de EEUU arrojó que el 92% de los carwasheros del Condado de Los Ángeles no eran ciudadanos, y casi una tercera parte de ellos estaban indocumentados. Algunos dueños incluso dicen que la mayoría de sus empleados están en el país ilegalmente.

“No puedo conseguir empleados legales”, dijo Gene B. Ho, dueño del Pico Car Wash en West Pico Boulevard, cerca de Western Avenue. “Si llaman a las autoridades de inmigración, me cierran”.

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El Times analizó quejas y querellas de empleados, así como todos los informes de inspecciones estatales en los últimos cinco años en lavados de carros de los ocho condados más sureños de California. Un reportero entrevistó docenas de empleados y dueños, y visitó numerosos lavados de carros, a veces acompañado por inspectores estatales o defensores del trabajador.

Los problemas quedan ocultos a simple vista. Hay lavados de carros en casi todos los vecindarios del sur de California, pero a los empleados a menudo les pagan sin incluirlos en la contabilidad. Los reguladores tienden a visitar los lavados de carros esporádicamente, y exigen poco a los patrones.

Casi una cuarta parte de los lugares inspeccionados en los últimos cinco años no documentaban las deducciones de nómina, lo que sugiere que además de no pagar el salario mínimo, estarían privando al fisco de una cantidad apreciable en impuestos.

Márgenes de ganancia

En el sur de California, cada lavado de autos tiene una entrada bruta promedio de casi $1 millón anual, según la Western Carwash Association, un grupo patronal. Pero las empresas que cumplen con la ley tienen márgenes de ganancias del 8% al 10% y a veces apenas les alcanza para pagar la nómina, dijo Randy Cressall, miembro de la junta de la asociación y dueño del Valencia Auto Spa en Valencia.

Los patrones que incumplen la ley de salario mínimo y otras -- una minoría, según Cressall -- dificultan la competencia.

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Su asociación apoya aumentar las multas hasta el triple para que las sientan, de manera que no las acepten como un simple costo operativo.

“Estamos permitiendo que operar ilícitamente sea más barato, incluso con las multas, que dentro de la ley”, dijo. “Los establecimientos de lavados de carros grandes pueden ahorrarse entre $5,000 y $10,000 mensuales, infringiendo la ley”.

También aconseja a los clientes: Eviten lavados de carros que ofrezcan limpieza completa, dentro y fuera, por sólo $5.

Fares Ennabe, inmigrante hondureño dueño del Western & Fourth Car Wash en Koreatown, dice que los dueños sólo quieren darle a los clientes lo que éstos quieren.

“La gente aquí quiere calidad, buena y barata”, dijo Ennabe, que en 2005 y 2006 zanjó tres casos por un total de $42,500, a empleados que reclamaron que no les pagaba el salario mínimo.

Según un sondeo de 2005 de la International Carwash Association, casi dos tercios de los conductores de todo el país usan los establecimientosde lavados de carros, a menudo entre cuatro y seis veces al año. En el sur de California, donde el automovilismo es una obsesión, las cifras pudieran ser mayores.

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Un día de otoño en Pico Car Wash, una hilera continua de vehículos rodaba por el túnel de lavado, jalados por una cadena mientras los empleados se apresuraban a enjabonarlos.

“La cadena no para”, dijo Erick García, un secador. Ha hecho todo tipo de trabajos en Pico, que ha zanjado reclamos salariales por casi $22,000 desde el 2000 y tiene una querella salarial pendiente con 13 empleados, inclusive García.

Los jaboneros lavan 500 autos en días atareados, agachándose para cepillar las tapas de las ruedas y trepándose para fregar los techos de los SUVs, dijo García.

“Hay que mover las manos como relámpagos”, dijo García, enjabonando un costado en menos de dos minutos, como espera el patrón.

Después que un empleado estaciona en fila los autos empapados, García suda pasándoles una toalla a uno tras otro. Mientras los clientes esperan a la sombra, él pasa un trapo al interior de los vehículos que se cocinan al sol del mediodía, luego les rocía un desgrasador en las tapas de las ruedas. Él y los otros empleados, una docena de hombres entre 20 y 40 años, se cubren la cabeza con gorras de beisbolista sobre trapos húmedos para no pasar calor.

El tiempo es todo. El patrón de García, en su oficina con aire acondicionado y un letrero de “Dios bendiga a EEUU”, mira a sus empleados por los monitores de seguridad. García dice que no quiere que sus clientes se quejen ni le nieguen su propina.

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En comparación con el trabajo de algunos compañeros, el suyo es fácil. Señaló a la entrada, donde los vacumeros [aspiradores] succionan el polvo de las alfombras y extraen basurillas, inclusive alimentos podridos, capas de pelo de perro y condones usados.

“Te pasas el día entero agachado”, dijo García, que pasó su primer año allí como vacumero. Cuando se va a su casa en bicicleta tras 11 horas agachado siente espasmos en la espalda.

Secado a mano

En otras partes del país, la mayoría de los establecimientos de lavado de carros están automatizados, y requieren pocos empleados. Pero en el Sur de California, los lugares de lavado de carros a mano proliferaron en los 90, estimulados por el gran influjo de empleados inmigrantes baratos y bajos costos iniciales (estas empresas a veces usan maquinarias para enjabonar los autos, pero dependen de empleados para secarlos a mano).

Muchos propietarios son inmigrantes legales de Asia y del Medio Oriente. Kevin Kish, abogado de Servicios Legales Bet Tzedek, entidad sin fines de lucro que proporciona ayuda legal gratis para empleados de bajo sueldo, dijo que los nuevos dueños suelen traer de sus países una actitud displicente respecto a la ley, y una tendencia a tratar a los empleados casi como si fueran su propiedad.

Muchos inmigrantes latinos, particularmente los recién llegados, prefieren trabajar en un lavado de carros a la incertidumbre de no tener un trabajo estable, y están muy contentos de ganar muchas veces lo que ganaban en su tierra.

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Pero las opciones de resarcimiento para un empleado agraviado, son limitadas.

Puede ampararse en inspectores estatales que multen a los dueños por problemas del trabajo. O puede demandar salario retroactivo mediante una querella o una reclamación salarial, las cuales implican trámites administrativos.

Con sólo una docena de investigadores en la división laboral para ocuparse de los establecimientos de lavado de carros y seis otros sectores de bajos sueldos en el estado, las inspecciones son relativamente infrecuentes. Hasta el 2007, los investigadores laborales del estado apenas visitaban unas pocas docenas de los 1,600 establecimientos de lavado de coches de California cada año.

Aumento de supervisión

El año pasado la división aumentó su vigilancia. En conjunto con inspectores laborales federales, así como reguladores de salud, seguridad e impuestos, se ha emplazado a los sospechosos de ser los peores infractores. Las visitas suelen ser motivadas, por ejemplo, cuando los empleados presentan cinco o más reclamaciones salariales en un mismo lavado de carros.

Los reguladores aún siguen obstaculizados por recursos limitados y patrones que rutinariamente amenazan a los empleados, o les enseñan cómo mentir, dijo Lupe Almaraz, que se retiró el año pasado como jefe adjunto de la división laboral a cargo de operaciones en la calle.

Los inspectores a menudo se ven limitados a depender de los libros de contabilidad que lleva el patrón, los cuales, según ellos, son fáciles de falsificar.

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Una ley estatal del 2003 dio a la división mejores instrumentos y más fondos para investigar el sector. Pero la entidad no ha logrado implementar la ley en una gran parte.

Casi cuatro de cada 10 lugares de lavado de carros ni siquiera están registrados en el estado, el requisito legal más básico.

Dos tercios de los trenes de lavado inspeccionados en los últimos cinco años incumplían al menos una de las leyes laborales del Estado -- lo que los reguladores consideran uno de los peores récords dentro de los sectores de bajo sueldo del estado, inclusive la agricultura y las fábricas de ropa. Aunque algunas infracciones eran menores, otras eran fundamentales: pagar de menos a los empleados, contratar menores, carecer de seguro de indemnización laboral y negar recesos para las comidas.

Cuando el estado multa a los comercios, no sólo son bajas las cantidades, sino que a los empleados llega muy poco de lo que se recauda. Desde el 2003, el estado ha multado a los trenes de lavado un total de $4.7 millones. La mayor parte fue al Estado, y sólo el 12% a los empleados, según análisis de datos estatales hecho por el Times.

Funcionarios estatales dicen que una razón de eso es que los empleados tienen la opción de entablar querellas o reclamaciones. Pero eso conlleva sus propios riesgos. Y el menor de ellos no es la represalia de los patrones.

Tres ex empleados de South Gate Car Wash obtuvieron órdenes de protección judicial en diciembre, luego de plantear que el ex dueño amenazó de muerte a un hombre y a la familia de otro en Guatemala luego de que los dos entablaran reclamaciones salariales. El pleito luego se zanjó.

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En efecto, más de la mitad de las reclamaciones entabladas no logran cobrar nada, a menudo porque el empleado desiste. Y los funcionarios laborales del estado admiten que ellos instan a negociar un arreglo más que a llevar la audiencia hasta las últimas consecuencias, para aliviar a la sobrecargada división de los costos y el tiempo involucrados. Del 2003 al 2007, los empleados que cobraron arreglos recibieron un tercio de lo que reclamaban que se les debía, según datos del estado.

Pero un arreglo -- o incluso una victoria -- no asegura una indemnización. Aproximadamente la mitad de las veces, los dueños no pagan, dicen los defensores de la división laboral y de los empleados.

En algunos casos, el dinero de por medio puede ser algo sustancial.

Los dueños de Thousand Oaks Hand Wash se ahorraron más de un $1 millón pagándoles de menos a 100 empleados durante cuatro años, según una demanda planteada en el 2007 por un empleado indocumentado que aspira a una demanda colectiva.

La demanda dio pie a una inspección estatal, y los dueños, Hadi y Barbara Shirazi, fueron multados $372,000 por no pagar el salario mínimo, ni horas extras y por infracciones en la contratación de menores. Para zanjar el caso estatal, los dueños acordaron pagar $200,000 a sus empleados actuales y ex empleados, según el abogado de los Shirazi, Michael Justice.

Tales resoluciones son raras.

Algunos carwasheros, como Gabriel Chávez, de 24 años, han aprendido que quejarse al estado no paga.

El ex chofer de autobús de Chiapas, México, estaba de rodillas, pasando la aspiradora a un auto, en Nary’s Hand Car Wash al oeste del centro de L.A. cuando dos inspectores de la división laboral hicieron una visita sorpresa en abril del 2004. Mientras ellos hablaban con el dueño Patrick Lo en su oficina, dijo el y otro trabajador presente, la esposa de Lo se les acercó a él y a media docena de empleados y se puso dos dedos frente a los labios.

Chávez se sintió en un dilema. Había cruzado la frontera ilegalmente para pagar una deuda de $3,000 y darle de comer a su esposa y dos hijas pequeñas en su tierra. Necesitaba ese trabajo.

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Aún así, sentía que lo que Lo le pagaba era injusto. Abrir la boca podría mejorarle el sueldo, incluso volver a ver sus hijas más rápido. Calladamente, detrás del tren de lavado, le dijo a uno de los inspectores cuánto ganaba de veras, cuando aquello entre $3 y $4 por hora.

El inspector informó a Chávez de cuánto era el salario mínimo: $6.75 por hora. “Nos está robando”, les dijo a los otros empleados ese día. “Tenemos que decir la verdad”.

Los funcionarios multaron a Nary y a Lo $17,000 por infringir requisitos de nómina. Pero el dinero fue al estado, no a los empleados, y el gobierno no hizo nada para seguir investigando, según archivos del estado.

Lo comenzó a pagar salario mínimo, pero los empleados dicen que les paga por menos de la mitad de las horas que en realidad trabajan.

Mucho tiempo después, Chávez se mantendría reservado. El total de su cheque era el mismo que antes de la llegada de los inspectores.

“De ahora en adelante”, se dijo a sí mismo, “Aceptaré lo que me dé el patrón”.

sonia.nazario@latimes.com

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doug.smith@latimes.com

Si sospechas que un negocio de lavar coches esta en violación de las reglas del estado, llama a (877) 227-5158.

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