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¿Eres intolerante a la lactosa?

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AGENCIA REFORMA

El mantra contemporáneo parece ser lo que se come. A la hora de tomar el tenedor, las auto etiquetas fluyen de “consagrado carnívoro” a “purista vegano” pasando por “no soporto el picante” hasta “gluten free”.

Más allá de la autodefinición está la condición, que, con base en el entramado tejido genético, determina si podemos tomar libremente un vaso de leche o disfrutar de una pizza recién hecha.

Es cuando una enzima habitante en nuestro intestino delgado -de nombre lactasa- tiene dificultades para completar la digestión de la lactosa que uno puede llamarse intolerante.

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Cuando dicho azúcar permanece indigesto comienza a reaccionar a las condiciones del intestino y produce gases, dolor de estómago y náuseas.

“La intensidad de los síntomas depende principalmente de la dosis, los procesos de digestión y el perfil de la microflora intestinal”, afirma el investigador Dennis A Savaiano en Lactose Intolerance: An Unnecessary Risk for Low Bone Density.

De acuerdo con Savaiano, la presencia de esta enzima disminuye con los años, de ahí que recién nacidos y niños sean más capaces de digerir la lactosa. Otras investigaciones plantean que la lactasa prevalece, en mayor medida, en ciertos grupos étnicos.

“La persistencia de la lactasa es común en personas de ascendencia europea; sin embargo, es escasa en otras poblaciones del mundo”, concluye el estudio A Worldwide Correlation of Lactase Persistence Phenotype and Genotypes, del University College London.

Según Savaiano, tres cuartas partes de la población mundial presentan alguna dificultad relacionada con la digestión de la lactosa; sostiene, sin embargo, que son varios los factores que influyen, como la dosis, el tránsito gástrico e intestinal, la fermentación en el colon y la presencia de bacterias lácticas.

No te autonombres

Diarrea, náuseas, vómito, flatulencias y abdomen abultado son síntomas comunes; sin embargo pueden compartirse con padecimientos como la alergia a la proteína en la leche de vaca (caseína), por lo que no es recomendable autodiagnosticarse.

Está demostrado que el porcentaje de personas que se consideran intolerantes es mucho más alto que el número de pacientes diagnosticados médicamente. A veces, la leche acaba por pagar culpas ajenas, malestares provocados por otros alimentos.

“Es necesario un diagnóstico serio, avalado por un médico especialista, porque puede ser alergia o intolerancia y en distintos niveles”, explica René Fonseca, presidente de la Cámara Nacional de la Industria Lechera.

“El gastroenterólogo es el especialista que determina si existe la condición. Una vez diagnosticada, el médico, con el apoyo de un nutriólogo, determina el tipo de alimentos aptos y los requerimientos calóricos”, afirma la especialista en nutrición Laura Luna.

De acuerdo con el National Dairy Council, reducir el consumo de lácteos por autodiagnóstico puede provocar una baja en los niveles de calcio y un aumento en el riesgo de padecer enfermedades crónicas, como osteoporosis.

¿Lo soy?

Las pruebas para determinarlo pueden ser físicas o de laboratorio:

  • Físicas: se relaciona el historial médico con los síntomas y se procede a una revisión que incluye uso de estetoscopio para escuchar sonidos estomacales y pruebas de tacto abdominal.
  • Hidrógeno: se mide en el aliento, ya que las bacterias del colon fermentan la lactosa no digerida y producen hidrógeno que el organismo absorbe por la sangre y luego expulsa por la boca.
  • Azúcar en la sangre: el paciente se bebe una solución de lactosa para medir la reacción. En personas intolerantes, el nivel de azúcar puede no subir o hacerlo lentamente por la deficiencia de absorción.
  • Biopsia intestinal: es el procedimiento más invasivo y se utiliza poco en la detección de intolerancia. Se extrae una muestra de tejido para determinar su cantidad de lactosa; niveles bajos indican intolerancia.

Fuente: “Lactose Intolerance Diagnosis”, del Dr. Ananya Mandal, publicado por News Medical Life Sciences*.

¿Bye, bye lácteos?

Ser diagnosticado no necesariamente implica negarte a un delicioso queso o un vaso de leche. Según documenta el texto “Lactose Intolerance: An Unnecessary Risk for Low Bone Density”, la mayoría de los pacientes puede consumir hasta 12 gramos de lactosa, equivalentes a una taza, sin presentar síntomas severos.

Según el investigador Dennis A Savaiano, los síntomas pueden aminorar progresivamente a partir de la modificación de ciertos hábitos alimenticios.

“Las investigaciones en los últimos 30 años demuestran que la intolerancia a la lactosa puede ser fácilmente tratada regulando la ingesta de leche para adaptar a las bacterias del colon”, refiere el investigador.

De hecho, el consumo regular de yogur, quesos y otros productos bajos en lactosa y de lácteos acompañados por alimentos que ayuden a maximizar la digestión son parte del tratamiento.

No es lo mismo

  • Deslactosada: leche a la que se le agrega enzima lactasa. Tiene un gusto dulce resultado del desdoblamiento de la lactosa, que es un disacárido formado por glucosa y galactosa.
  • Sin lactosa: leche que pasó por un proceso de nano filtración para separar sus componentes y retirar un 30 por ciento de este azúcar antes de añadir la enzima lactasa y evitar así el resabio dulce.

Más o menos lactosa

La lactosa es una molécula hidrosoluble. Por lo tanto el porcentaje de grasa y el proceso de cortado tienen impacto sobre los alimentos que pueden ser tolerados:

  • Leche: la humana tiene el más alto porcentaje de lactosa, alrededor de 9 por ciento; la de vaca no procesada contiene 4.7 por ciento.
  • Yogur: los cultivos de bacterias usados en su elaboración producen lactasa, por lo que la chamba de desdoblar la lactosa está, en buena medida, hecha.
  • Mantequilla: su preparación consiste en separar las grasas de la leche. La lactosa se va junto con los componentes acuosos.
  • Quesos: la fermentación y el alto contenido de grasas contribuye a disminuir la cantidad de lactosa presente en estos alimentos.

Fuente: Facultad de Química de la UNAM.

Estrada escribe para Agencia Reforma.

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