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Esposa y madre de presidentes, Barbara Bush muere a los 92 años

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Barbara Pierce Bush, quien ayudó a impulsar a su esposo y a su hijo a la presidencia y se convirtió, gracias a su ingenio y campañas de alfabetización, en una de las primeras damas más populares en la historia de Estados Unidos, ha muerto, según un portavoz de la familia.

Bush, que sufría problemas cardíacos y respiratorios, tenía 92 años.
El domingo, la oficina de su esposo el ex presidente George H.W. Bush dijo que después de una serie de hospitalizaciones, “decidió no buscar tratamiento médico adicional y se centraría en el cuidado de su calidad de vida”.

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“No sorprenderá a quienes la conocen que Bárbara Bush ha sido una roca frente a su falta de salud, preocupándose no solo por ella, gracias a su fe permanente, sino por otros”, dijo el comunicado.

“Está rodeada por una familia que la adora, y aprecia los muchos y amables mensajes y, especialmente, las oraciones que está recibiendo”.

Bush es la segunda mujer en la historia de Estados Unidos que ha sido la esposa de un presidente y la madre de otro. Pero Barbara Bush, a diferencia de Abigail Adams, la esposa del segundo presidente estadounidense John Adams y madre del sexto presidente, John Quincy Adams, vivió para ver a su hijo George W. Bush habitar en la Casa Blanca por dos períodos.

Ella también hizo campaña en nombre de otro hijo, el ex gobernador de Florida Jeb Bush, durante su infructuosa búsqueda de la nominación presidencial republicana de 2016.

Si bien no era pretenciosa, hablaba con los pies en la tierra. Bush era una aristócrata de sangre azul de carácter fuerte, políticamente astuta, siempre franca y ocasionalmente cáustica.

A menudo minimizaba sus propias habilidades al decir: “Todo lo que hice fue casarme y nacer bien”.

Como Primera Dama de 1989 a 1993, a veces tuvo un índice de popularidad que era más alto que el de su esposo. Su presidencia puede haber sido imperfecta, juzgada exitosa en asuntos internacionales y decepcionante en el ámbito nacional, pero la primera dama ejerció una influencia detrás de bambalinas.

Parte de su fuerza era su voluntad de burlarse, especialmente de sí misma. Su declaración distintiva de la moda fue una gargantilla de tres hilos de perlas inconfundiblemente falsas. Su cabello prematuramente blanco le valió un apodo familiar, “el zorro plateado”, incluso cuando inspiraba burlas groseras sobre parecer la madre de su marido (él nació un año antes que ella).