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Tras sobrevivir una tragedia, Dean Nevárez aprecia cada juego en que su padre lo acompaña

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San Diego Union-Tribune

El receptor de San Diego State Dean Nevárez tiene una rutina antes de cada juego. Busca a su padre en las gradas y le ofrece un cariñoso gesto antes de dirigirse detrás del plato.

“Toco mi corazón con mi mano y él también toca el suyo”, dijo Nevárez. “Luego ya viene el momento de jugar”.

En los cientos de juegos que ha participado, Nevárez daba por hecho ver a su padre en las gradas. Como muchos padres e hijos, el béisbol los unió. Pero el vínculo es mucho más profundo. Puede que tenga algo que ver con ser el homónimo de su padre, Dean Nevárez, o podría ser porque es el único hombre entre siete hermanas.

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O podría ser por lo que sucedió hace unos meses cuando Dean Nevárez padre casi muere después de haber sido baleado seis veces en un restaurante Applebee’s en Tijuana.

La noche comenzó inocentemente cuando Nevárez padre condujo a su hija de 14 años desde su casa en Chula Vista, al otro lado de la frontera, a Tijuana, para que asistiera a un concierto del cantante colombiano J Balvin.

Después de dejar a su hija, Nevárez padre, su esposa (la madrastra de Dean) y su hija de 5 años condujeron al Applebee’s ubicado en un centro comercial adyacente a la sede del concierto, para cenar hasta que el concierto terminara.

“Estuvimos entre 45 minutos y una hora”, dijo Nevárez padre. “Entraron dos tipos. Pensé que no se veían bien. Corrieron al baño, y miré hacia atrás para ver si alguien los estaba persiguiendo. Luego volteé y estaban junto a nosotros. Uno estaba volteado. El otro estaba de lado”.

Momentos más tarde, Nevárez padre dijo que vio a uno de los hombres asentir con la cabeza al otro. Luego vio un arma.

“Salté de la mesa y les dije: ‘Ustedes me están confundiendo (con alguien más)’. Y simplemente se dieron la vuelta y comenzaron a disparar”.

Nevárez padre recibió tres balas en el antebrazo izquierdo, dos en el abdomen y una que le rozó el costado. Antes de que salieran corriendo, uno de los tiradores puso su arma en la cabeza de Nevárez y apretó el gatillo, pero el arma se atascó.

Dean dijo que tanto su madrastra como su hermana estaban llorando y angustiadas.

“Mi madrastra le preguntó si estaba bien. ¿Qué pasa? ¿Estás en algo que no sabemos? ¿Qué está pasando?” explicó Dean. “Él decía que no, ‘No, me confundieron (con otra persona)’. Se equivocaron”.

Una nota del periódico de Tijuana describió a los tiradores como dos hombres vestidos de negro con la cabeza cubierta. Dispararon al menos ocho veces antes de huir en un vehículo negro. Hasta donde se sabe, han sido arrestados.

Nevárez padre dijo que mientras lo transportaban al Hospital General de Tijuana, “me robaron el anillo de bodas y algunas cosas en la ambulancia”.

Esa era la menor de sus preocupaciones en ese momento.

Antes de que se pudiera realizar una cirugía por sus heridas que ponían en peligro la vida, Nevárez padre relató: “Le dieron a mi esposa una lista. Dijeron que no tenían vendas. No tenemos esto, no tenemos lo otro. Le dieron una larga lista. Ella corrió a la farmacia, compró todo y lo trajo de vuelta para que pudieran operarme”.

“Ella hizo eso como tres veces. Dos de la mañana. Tres de la mañana. Cuatro de la mañana. Tenía fiebre y no tenían ningún medicamento para mí, así que tuvo que ir a buscarlo”.

Dean recibió una llamada telefónica sobre el tiroteo de su padre a las 2:30 a.m., unas tres horas después de que ocurriera e inmediatamente condujo al hospital.

“Esperamos que saliera de la cirugía”, explicó Dean. “Cuando todo terminó, dijeron que estaba en una condición muy grave y que iba a morir. No pensaron que fuera a lograrlo”.

Dean se sorprendió al ver a su padre, a quien, entre otras cosas, le habían extirpado el bazo y un riñón.

“Tenía un corte desde su pecho hasta su ombligo”, dijo Dean. “Su hueso del antebrazo (izquierdo) estaba completamente destrozado porque se cubrió la cara.

“Dijeron que teníamos que esperar tres días para ver si se despertaba, si él respondía, y si eso no sucedía, nos iríamos de ahí. Pero no quería que se quedara allí”.

Dean creía que su padre tendría una mejor oportunidad de sobrevivir en un hospital de Estados Unidos, y alentó a su madrastra a tomar la decisión con él.

“Le pregunté a mi madrastra ¿qué crees que querría mi padre, darle una oportunidad de vivir y la oportunidad de llevarlo a un hospital de Estados Unidos, o simplemente pudrirse aquí y morir?, porque no tienen medicamentos o la tecnología adecuada para mantenerlo con vida”, recordó Dean.

La tía de Dean, quien trabaja en Sharp, ayudó con el papeleo a conseguir una ambulancia internacional para llevar a su padre al otro lado de la frontera a Sharp Hillcrest.

“Lo revisamos a la mañana siguiente”, dijo Dean, cuyo padre fue llevado a la unidad de cuidados intensivos. “El médico dijo que si lo hubiéramos dejado allí otro día, habría muerto”.

El jardinero central Julián Escobedo, compañero de equipo de Nevárez en Eastlake High y ahora SDSU, dijo que él y los otros jugadores aztecas “simplemente trataron de apoyarlo con tantas oraciones como pudimos por su padre, su familia y él”.

Nevárez padre permaneció en coma por varios días. Había graves preocupaciones de que antes de la cirugía, durante el trauma y traslado, su cerebro no recibió oxígeno.

“Me dijeron tres veces que estaba muerto, que no iba a despertar”, dijo Dean. “Dijeron que estaba cerebralmente muerto. No se lo dije a nadie. Eso fue solo entre el doctor y yo”.

Dean dijo que fue criado para respetar a sus padres. Nunca le levanta la voz a su padre, pero su frustración llegó al límite en una ocasión cuando él y cinco miembros de su familia estaban de pie alrededor de la cama de su padre.

“Fui a su cama y le grité: ‘Papá, despierta f-up’. Y enseguida abrió los ojos”, dijo.

Su padre tenía tubos por todas partes, incluso por la garganta, por lo que no podía hablar. Sin embargo, fue capaz de reconocer las preguntas pestañeando.

“Yo estaba en estado de shock”, indicó Dean. “Guau. Está vivo. Todos comenzaron a gritar”.

El entrenador de SDSU, Mark Martínez, dijo que estaba impresionado con la forma en que Dean atravesó la dura experiencia.

“Todo lo que sucedió, es un gran, gran impacto para su familia y para él”, dijo Martínez. “He hecho esto durante mucho tiempo y nunca tuve una situación como esa”.

“Cómo manejó Dean esa situación, en nuestra casa club, en nuestro programa, fue una de las cosas más maduras, humildes y compasivas que he visto como entrenador. También fue muy, muy difícil para él. Se apoyó en el cuerpo técnico. Se apoyó en sus compañeros de equipo. Pero él también lo manejó solo”.

El camino hacia la recuperación siguió siendo desalentador para Nevárez padre, quien perdió 25 libras mientras permaneció hospitalizado durante casi un mes.

El riñón que le quedaba estaba dañado, por lo que se necesitaron seis horas de diálisis tres días a la semana durante un par de semanas antes de volver a funcionar correctamente. También tomó terapia física para recobrar la fuerza y el equilibrio que perdió mientras se recuperaba.

Dean tomó una actitud animadora cuando vio que los ánimos de su padre decaían.

“Estaba acostumbrado a que me presionara, a ser una mejor persona, tener mejor energía, actitud y esto y lo otro. Ahora era mi turno de hacer eso por él”.

Nevárez padre tuvo una recuperación notablemente rápida, considerando el caso. Dean publicó una foto en las redes sociales con su padre en la víspera de Año Nuevo.

Para cuando comenzó la temporada en febrero, Nevárez padre estaba listo para instalarse en su asiento junto a la trinchera de los Aztecs.

“Tengo una segunda oportunidad”, dijo Nevárez padre, quien trabaja en la construcción. “Soy un hombre feliz”.

Dean, agregó: “Creo que disfruté más observándolo cuando era pequeño. Yo era su admirador y, a medida que crecía, se convirtió en mi seguidor, así que fue algo como cambio de bandos”.

El receptor juvenil de 6 pies y 220 libras es visto por los cazatalentos como una buena promesa. Está entre los líderes de SDSU, bateando para .287 con cinco jonrones y 26 carreras impulsadas, mientras ayuda a los Aztecs (33-16, 15-9 MW) para el campeonato Mountain West de este año y la quinta aparición de la NCAA Regional en seis años.

“Disfruto viéndolo jugar”, dijo Nevárez padre. “Estoy viviendo un sueño mirándolo”.

Hay momentos en que algo desencadena un recordatorio del incidente para su hijo, y los recuerdos vívidos vuelven a fluir.

“Intento manejarlo quedándome con mi familia, hablándoles y manteniéndome cerca de ellos”, dijo Dean.

Y levantando la vista en las gradas hacia su padre.

“Todos los días miro hacia arriba y digo: ‘Wow. Él está aquí’”, comentó Dean. “Ya sea que tenga un buen juego o un juego malo, estoy agradecido de tener a mi papá allí, como siempre”.

Kenney escribe para el U-T.

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