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Columna: Uber está sacudiendo a los taxis amarillos

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El partido de México recién había terminado en el estadio Candlestick Park en San Francisco cuando me entró algo de pánico. En las prisas por llegar al partido, olvidé hacer planes para regresar al hotel. No tenía un auto así que necesitaba usar transporte público o un taxi.

El problema era que cientos de personas más también estaban buscando un taxi, por lo que las filas eran largas.

Entonces me acordé de un servicio de taxi nuevo que se llamaba Uber, y que funciona conectando tu tarjeta de banco y tu teléfono móvil con su servicio. Saqué mi teléfono y rápidamente descargué la aplicación. En menos de cinco minutos tenía un taxi frente a mí.

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El conductor me recogió exactamente donde estaba gracias al GPS de mi aparato móvil. No tuve que pagar dinero en efectivo porque el dinero salió de mi cuenta de banco. Y como el servicio es barato y además prohíbe las propinas, pagué menos de lo que cuesta un taxi amarillo regular.

Eso fue hace dos años, y desde entonces, no he vuelto a usar un taxi amarillo cuando salgo de viaje.

Uber es un ejemplo de cómo la tecnología y la innovación está sacudiendo industrias tradicionales como la de los taxis. El éxito de esta empresa de San Francisco tomó por sorpresa al mundo. Hoy en día tiene presencia en 45 ciudades, incluyendo San Diego y Tijuana, y las personas que usan el servicio saben que es más fácil llamar un taxi Uber con el celular y que además sale más barato que un taxi amarillo.

Hoy en día, los taxis amarillos están desesperadamente tratando de hacer algo. Pero ya podría ser demasiado tarde. Durante décadas esta industria operó como monopolio, con altos precios y rehusándose a adaptarse a las necesidades de los consumidores, especialmente cuando se trata de pagar el pasaje con una tarjeta de banco.

Uber, por su parte, opera con un modelo 100 por ciento digital. Si estás en la zona metropolitana de San Diego, tu promedio de espera por un auto es de dos o cuatro minutos. Puedes ver en la pantalla de tu teléfono cómo el auto se acerca en tiempo real, y ver una foto con el nombre del conductor, el número de estrellas que tiene, y la tarifa que vas a pagar.

El impacto de esta compañía no se limita a los clientes. También está generando empleos. Prácticamente cualquier persona puede convertirse en un contratista de Uber. Hay que pasar una revisión de antecedentes y tener un auto de modelo 2008 o más nuevo. Las horas son flexibles por lo que el contratista trabaja las zonas que guste trabajar. Si recibe malas reseñas de los clientes podría perder los privilegios de trabajar con la empresa.

Varios conductores de taxis amarillos están incluso pasándose a trabajar con Uber. Muchos de ellos se quejaban de las altas tarifas de arrendamiento que tenían que pagarle a los dueños de los taxis, lo cual reducía sus ingresos.

El otro día necesitaba un aventón al aeropuerto para un viaje de negocios, y como ya es costumbre, saqué mi teléfono para pedir un auto de Uber. Estaba parado en la esquina con mis maletas esperando un auto cuando un taxi se paró enfrente de mí.

Me subí al auto como si nada y le dije que iba al aeropuerto. En camino a mi destino, empecé a darme cuenta de que estaba en un taxi amarillo.

“¿Eres de Uber?”, le pregunté.

“No”, me contestó, “¿por qué?”.

“Porque yo estaba esperando un carro de Uber”, le dije sorprendido.

Empezó a explicarme cómo la compañía le ha afectado su negocio, y que los taxis amarillos no estaban preparados para enfrentar este tipo de competencia. Me dijo que un par de sus colegas incluso habían hecho el cambio para trabajar con la empresa nueva.

Llegamos al aeropuerto y le pregunté si aceptaba una tarjeta de banco. Me dijo que sí, pero que prefería dinero en efectivo. Me cobró $17 dólares, unos $7 dólares más de lo que típicamente pago con Uber.

“¡Así que le gané a Uber!”, me dijo al despedirse.

“Sí”, le contesté. “¡Fuiste el conductor del taxi amarillo que le ganó a Uber!”.

Fue una pequeña victoria en una batalla que parece estar perdida.