Son un relámpago al zapatear y ponen en alto la cultura mexicana
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Santa Ana — Las luces se apagan y el escenario brilla de expectación. El público guarda silencio mientras se balancean las faldas, se inclinan los sombreros y las sonrisas radiantes parpadean bajo el reflector.
En ese instante suspendido, antes de que la música encienda, Relámpago del Cielo se prepara para desatar el esplendor del folklor mexicano. En este grupo de danza, cada paso cuenta una historia y cada golpe al suelo lleva el trueno de 50 años de cultura y tradición.
Por medio siglo, Relámpago del Cielo, Inc. Grupo Folklórico (RDC) ha sido más que una compañía de danza. Ha sido un hogar, un maestro y un guardián de la cultura en Santa Ana.
Como la organización sin fines de lucro más antigua de su tipo en la región, y la más grande de Estados Unidos, ha formado a generaciones. Niños que alguna vez amarraron nerviosos las agujetas de sus primeros zapatos de baile hoy son bailarines seguros, maestros, e incluso padres que ahora inscriben a sus propios hijos.
Inspirados por las clases de folklórico con la maestra Rosie Peña en Santa Ana College, un grupo de estudiantes decidió unirse y pedirle a la maestra fundar el grupo en 1975. La meta era celebrar y preservar la cultura mexicana a través de la danza, dijo Marlene Peña-Marin, directora ejecutiva.
“En ese entonces, en medio del Movimiento Chicano, los jóvenes inmigrantes trataban de identificarse con sus raíces, reconocerlas a fondo, y pensaron que este grupo las podría acercar a su herencia cultural”, dijo Peña-Marin, también directora artística del grupo e hija de Rosie Peña.
La abogada de inmigración Denise Cabrera jamás imaginó encontrar su nombre y fotografía circulando en una cuenta de WhatsApp que ofrecía “asesoría legal” y pedía pagos a supuestos clientes.
Esta pasión llevó a la creación de RDC una organización sin fines de lucro dedicada a enseñar no solamente la danza, sino también la historia, la música y las tradiciones de México.
En aquel entonces, Peña-Marin era una niña, pero al pasar los años, cuando solamente tenía 22, ella misma empezó a dar clases.
“Estábamos en el año 1986 cuando el grupo no llegaba a los 20 estudiantes. Hoy en día, tenemos unos 300 bailarines mensualmente”, dijo Peña-Marin, quien estudió en La Escuela Nacional de Danza Folklórica del Instituto Nacional de Bellas Artes en la Ciudad de México.
La Corte Suprema de Estados Unidos abrió la puerta a que agentes de inmigración en el sur de California puedan detener a personas únicamente por su raza, etnicidad, idioma, ubicación u ocupación, revirtiendo fallos de tribunales inferiores que habían bloqueado esta práctica.
En 2002, Peña-Marín fue nombrada directora del Conservatorio de Ballet Folklórico de la Escuela de Artes del Condado de Orange y en 2003, fue nombrada oficialmente directora artística y general del grupo folklórico de su madre.
Pero su dedicación fue necesaria. Actualmente, la organización ofrece clases accesibles, programas escolares y presentaciones en toda la región. En sus clases se pueden encontrar pequeños desde los 6 años de edad hasta los 70, en diferentes niveles de aprendizaje hasta los profesionales que bailan con el grupo.
RDC ha formado generaciones de bailarines y maestros, muchos de los cuales regresan como líderes o crean sus propios grupos. Participando en shows como ¡Viva Navidad! y A Musical Celebration of Coco de Disney.
“Nuestra misión es fortalecer nuestras raíces culturales e inspirar el orgullo mexicano a través del arte folklórico”, dijo Peña-Marín mientras continúa trabajando con OC School of the Arts y Think Together, para proveer maestros de baile en estas organizaciones, que puedan enseñar el arte.
Gracias a la organización, hoy en día unos 400,000 estudiantes y familias se han beneficiado de su programación, asimismo la organización ha otorgado más de $300,000 en becas, y atiende anualmente a más de 280 estudiantes con instrucción de danza accesible y de alta calidad.
“Tenemos estudiantes de todo Orange County, Inland Empire, Riverside, San Bernardino y hasta Los Ángeles, y no solo son de México, son de diferentes culturas incluidos asiáticos y anglosajones, lo que no hace orgullosos de compartir nuestra cultura”, dijo Peña-Marín.
La fiesta está en su apogeo, la música está a todo lo que da y la piñata hecha de colorido papel crepe ya está colgada de un gancho mientras dos invitados detienen los extremos de la cuerda que la eleva al aire.
“No creo que mi madre hubiera soñado que estaríamos tanto tiempo en pie, pero ha sido una bendición ver a los niños crecer y saber desenvolverse y socializar”, dijo la directora artística.
Pregúntale a cualquiera que haya bailado bajo este nombre, y te dirá lo mismo: RDC es familia, dijo Norma Trujillo, actual presidenta de la junta directiva y miembro desde 1994.
“Son los aplausos tras bambalinas, las largas horas de ensayo, el orgullo de vestir un traje cosido con historia. Es encontrar un lugar donde la cultura no solo se recuerda, sino que se vive con fuerza, con alegría, y en comunidad”, dijo Trujillo.
Cuando Julio Alberto Ramos escuchó por primera vez que un candidato a presidente, en aquel entonces Donald Trump, acusó a los inmigrantes mexicanos de ser criminales, le ofendió este ataque.
La presidenta de la junta directiva destacó que, en una época donde los programas de arte en las escuelas enfrentan constantes recortes, RDC llena un vacío vital; asegurándose que la educación artística con raíces culturales siga siendo accesible y floreciente.
“Hace varios años traje a mi hija de kinder a este grupo, y aquí aprendió a bailar hasta que salió de la preparatoria en el 2006. Si no hubiera sido por este servicio, ella no hubiera aprendido disciplina, el amor a su cultura o raíces tan bien como ahora”, dijo Trujillo, quien ahora de vez en cuando toma las clases ella misma.
“Actualmente mi hija (Adriana), tiene un doctorado en biología molecular y celular de la Universidad de California en San Diego. Me gustaría que esta organización siga creciendo y muchos niños como hija tengan la oportunidad de crecer en la danza y en sus vidas personales”, sostuvo Trujillo.
RDC destaca que los estudiantes involucrados en las artes tienen cuatro veces más probabilidades de ser reconocidos por su rendimiento escolar, así como la danza mejora la memoria, la atención y el pensamiento crítico, mientras fomenta la confianza, el trabajo en equipo y el liderazgo.
Para Amanda Brambilla el grupo es toda una historia de familia. Su hija Camila empezó a bailar a los tres años y ahora tiene seis.
“A mi hija le encanta bailar, se divierte en el escenario, le gusta practicar y salir en presentaciones”, dijo la madre de familia.
Brambilla se incorporó al grupo hace 30 años y estuvo con ellos hasta hace unos 6 años hasta que nació Camilia.
“Empecé a bailar a los 3 años igual que mi hija. Ahora tengo 33. Bailé con el grupo por unos 25 años y fui maestra durante unos 10”, dijo Brambilla, residente de Santa Ana.
“Soy primera generación, mi mamá es peruana y mi papá es mexicano. Ellos querían que yo estuviera conectada con mi cultura. Fue mi abuelita quien vio un folleto del grupo, y desde el primer momento que fui parte de las clases, me encantó bailar. Me enamoré del baile y no pude parar”, dijo Brambilla entre risas.
La ex bailarina se ha retirado para pasarle la corona de baile a su hija, pero ahora forma parte del comité de padres de RDC.
“La danza me inculcó el compromiso y disciplina, tanto en el baile como en mi vida diaria. Aprendí sobre mi cultura, mis tradiciones y cómo preservarlas. Como bailarina y maestra, investigaba sobre distintas regiones — eso me mantenía conectada. El baile me enseñó confianza, humildad y aún me mantiene en constante aprendizaje”, dijo.
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