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Una guerra de cárteles transforma al pacífico Guanajuato en uno de los estados más letales de México

Familiares de las víctimas esperan angustiados por las noticias después de un tiroteo
Familiares de las víctimas esperan angustiados por las noticias después de un tiroteo, el 1º de julio, en un centro de rehabilitación de drogas en Irapuato, México.
(Mario Armas / Associated Press)

Los homicidios se disparan mientras dos bandas se enfrentan en el estado mexicano de Guanajuato.

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Se corrió la voz rápidamente aquí, después de que estallaron los disparos en un centro de rehabilitación de drogas del vecindario. Natalia Acosta Medina salió apresurada de su patio, corrió por las calles enlodadas y subió las escaleras de la instalación de dos pisos.

Más de dos docenas de hombres salpicados de sangre yacían boca abajo, algunos con los cráneos abiertos, otros gimiendo en agonía. “Volteé los cuerpos uno por uno y los miré a la cara”, recordó Acosta. “Pero nunca encontré a mi hijo”.

Natalia Acosta Medina holds a photo of her son, Marco Antonio Castillo Medina.
Natalia Acosta Medina sostiene una foto de su hijo asesinado, Marco Antonio Castillo Medina.
(Cecilia Sanchez / For The Times)
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El chico fue hallado más tarde; es uno de los 27 hombres asesinados en la masacre del 1º de julio.

El ataque fue el episodio más sangriento en una ola de violencia que hizo de Guanajuato, antiguamente tranquilo, uno de los estados más mortales de México. Hubo 3.540 asesinatos allí el año pasado, más del triple desde 2016.

Con 2.293 homicidios en el primer semestre de este año, Guanajuato está en camino de establecer un nuevo récord. Solo tres estados menos poblados -el enclave costero Colima, del lado del Pacífico, y los estados fronterizos históricamente violentos de Baja California y Chihuahua- tienen más homicidios per cápita.

La raíz de la escalada de violencia es una batalla territorial de David contra Goliat entre un jefe de la mafia local y un capo multinacional de un cártel de la droga. En México, todos los conocen por sus apodos: ‘El Marro’ y ‘El Mencho’.

Este centro de rehabilitación de drogas en Irapuato, México, fue atacado el 1º de julio.
(Eduardo Verdugo / Associated Press)

En una nación convulsionada por la violencia, el estado central de Guanajuato se destacó durante mucho tiempo como una isla de relativa calma.

General Motors, Mazda y Toyota fabrican autos aquí, y los turistas y jubilados estadounidenses acuden en masa al enclave artístico de San Miguel de Allende. Pero en 2017, el aura de tranquilidad mermó. ‘El Marro’, un criminal local emprendedor cuyo verdadero nombre es José Antonio Yépez Ortiz, comenzó a aparecer en los titulares por el supuesto robo de un millón de dólares en combustible por día, de las muchas tuberías que transportan petróleo de una refinería del gobierno, en la ciudad de Salamanca.

‘El Marro’, que se cree que tiene alrededor de 40 años, llamó a su cártel Santa Rosa de Lima, en honor a su pequeña ciudad natal. El grupo llegó a controlar grandes franjas de Guanajuato. Este domingo, el gobernador de ese estado anunció el arresto de ‘El Marro’, junto con otras cinco personas. Una empresaria secuestrada también fue liberada, indicó el gobernador, aunque no hubo más detalles disponibles de inmediato.

Pero el estado también resultó de gran interés para un jugador mucho más grande y sofisticado: ‘El Mencho’.

Nemesio Oseguera Cervantes, alias ‘El Mencho’, fue un recluso de una prisión federal de Estados Unidos después de ser condenado por contrabando de heroína en California. Ahora tiene 54 años y lidera el cártel Jalisco Nueva Generación, un grupo que, según la Administración Antidrogas de EE.UU (DEA), emplea violencia extrema para penetrar en 24 de los 32 estados de México. La DEA ofrece una recompensa de $10 millones por información que lleve a su arresto.

Entre las empresas más rentables de Nueva Generación se encuentra el contrabando de metanfetamina y fentanilo hacia Estados Unidos.

El cártel en efecto controla varios puertos del Pacífico que son puntos de entrada de productos químicos esenciales que llegan desde Asia. Desde la costa, la ruta más directa a Texas es a través de Guanajuato.

En 2017, según los medios mexicanos, ‘El Mencho’ le ofreció a ‘El Marro’ un acuerdo: mantener el lucrativo negocio del robo de combustible, pero permitir que las mulas de drogas de su cártel transportaran su producto a través del estado.

‘El Marro’ no solo rechazó la oferta, sino que su mafia emboscó y mató al emisario de ‘El Mencho’, un sobrino del jefe de Nueva Generación, en una cafetería aquí, en Irapuato.

Luego dio a conocer un video en el cual prometió luchar contra cualquier presencia de Nueva Generación en el estado, recitando obscenidades mientras sus secuaces disparaban sus armas al aire.

Fue temerario hasta el punto de la imprudencia. “’El Marro’, siendo la persona arrogante que es, pensó que era tan poderoso como ‘El Mencho’”, consideró Mike Vigil, ex jefe de operaciones internacionales de la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos. “Fue con esa arrogancia ciega y estupidez que ‘El Marro’ se metió en una guerra con el cártel de Jalisco Nueva Generación”.

Pronto, Guanajuato apareció en las noticias por todas las razones equivocadas: asesinos a sueldo y tiroteos en bares y restaurantes, en autopistas y en hogares particulares.

Forensic service personnel prepare to enter the drug rehabilitation center in Irapuato.
Personal del servicio forense se prepara para ingresar al centro de rehabilitación de drogas en Irapuato, después de la masacre.
(Mario Armas / Associated Press)

Las autoridades mexicanas ya habían perdido el control de la seguridad en gran parte del país cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador asumió el cargo, en diciembre de 2018.

Al mes siguiente apareció una pancarta escrita a mano en el exterior de la refinería de Pemex, en Salamanca, con un mensaje para el nuevo presidente: las tropas y la policía federal que permanecieran en el área serían asesinadas.

“Guanajuato no los necesita”, decía el letrero. “Esto no es un juego”.

También mencionaba un “pequeño regalo” que había sido dejado cerca, en una camioneta abandonada, como advertencia: una bomba no detonada. La firma del mensaje era “El señor Marro”.

Pero López Obrador, que intenta revivir la fortuna económica de Petróleos Mexicanos -el problemático gigante petrolero estatal conocido como Pemex- no hizo caso a la advertencia. En cambio, declaró la guerra a las pandillas que roban combustible, conocidas como huachicoleros.
En marzo de 2019, más de 1.000 policías y soldados se convocaron en el lujoso complejo de ‘El Marro’, en Santa Rosa de Lima, en un operativo llamado ‘Golpe de timón’. La policía registró residencias y confiscó vehículos, pero ‘El Marro’ escapó, posiblemente a través de un complejo de túneles subterráneos que las autoridades descubrieron más tarde.

‘El Marro’ “ya no está en su casa con piscina”, comentó más tarde Alfonso Durazo Montaño, jefe de seguridad federal de México, argumentando que la red del gángster se había agotado y que estaba “luchando por cumplir con las obligaciones de su nómina”.

Las autoridades afirman que la presión sobre el tráfico ilícito de combustible obligó a ‘El Marro’ a diversificarse en otras estafas, incluidas la extorsión y la venta local de drogas.

Eso solo ha exacerbado la violencia. En diciembre de 2019, Nueva Generación lanzó un ataque con armas automáticas contra la sede de la policía en Villagrán, el municipio donde se ubica la ciudad natal de ‘El Marro’.

Tres policías fueron asesinados y cuatro secuestrados para luego ser sujetos a interrogatorios forzados, partes de los cuales fueron filmados y distribuidos en las redes sociales. Varios oficiales dijeron bajo coacción que los funcionarios de la ciudad y la policía acataban órdenes de ‘El Marro’.

Los cuerpos de los policías secuestrados fueron encontrados luego a la orilla de una carretera; cuatro de los más de 180 agentes asesinados en Guanajuato desde principios de 2018.

Un mes después, al menos tres personas fueron asesinadas en una redada estilo comando en una iglesia durante una boda, en el pequeño pueblo de Pelavacas.

La novia fue asesinada a tiros y el novio fue secuestrado; nunca más apareció. La mujer era la hermana de ‘El Marro’, y el novio era uno de sus asistentes clave.

Después del ataque, Nueva Generación dio a conocer un video en el cual se atribuye la responsabilidad de los asesinatos, y que muestra un mapa de Guanajuato con las iniciales en español del cártel, CJNG. “¡Vinimos por ti, sucio Marro!”, declara una voz.

Este junio, una operación dirigida por militares en Guanajuato concretó el arresto de más de dos docenas de presuntos aliados de ‘El Marro’ -entre ellos su madre, su hermana y un primo- y provocó que partidarios en áreas bajo el control de su pandilla bloquearan las calles, incendiaran vehículos y una tienda de muebles.

‘El Marro’ publicó un video en YouTube en el que prometió venganza y lloró por su madre, tal vez la primera vez que los espectadores mexicanos vieron llorar a un líder de la mafia. “Incluso si me dejan solo como un perro, aguantaré”, comentó.

Sentado en una silla de jardín con jeans rotos, un suéter negro y zapatillas blancas, habló directamente a la cámara y acusó al gobierno de conspirar en su contra junto con ‘El Mencho’.

‘El Marro’ denunció a su rival como un viejo “cobarde” atormentado por la gonorrea.

Ocho días después de que las autoridades arrestaran a los familiares de ‘El Marro’, un juez estatal ordenó su liberación y desestimó el caso por falta de evidencia, una decisión que López Obrador atribuyó a “ineficiencias y corrupción” en el sistema judicial de Guanajuato.

Aún así, los expertos sostienen que ‘El Marro’ y su banda enfrentan una muerte inminente. “Él no tiene ninguna posibilidad”, señaló Vigil, ex funcionario de la DEA. “Probablemente, uno de estos días, él y su familia serán evaporados de este planeta por ‘El Mencho’”.

Rosa Alba Santoya Soria in her home in Irapuato.
Rosa Alba Santoya Soria, en su casa en Irapuato. Tres de sus hijos fueron asesinados en el ataque al centro de rehabilitación de drogas.
(Cecilia Sanchez / For The Times)

El ataque al centro de rehabilitación de drogas se produjo menos de una semana después del operativo con la familia de ‘El Marro’.

Las autoridades indicaron que los sicarios mafiosos de ‘El Marro’ perpetraron el ataque, tal vez apuntando a un operativo para ‘El Mencho’.

El centro, llamado ‘Buscando el camino hacia mi recuperación’, era parte de una industria artesanal de instalaciones de tratamiento sin licencia que atienden a jóvenes mexicanos de clase trabajadora adictos a la metanfetamina, a medida que aumentan las tasas de adicción en México.

Rosa Alba Santoyo Soria is conforted by a friend.
Rosa Alba Santoyo Soria recibe consuelo de una amiga.
(Eduardo Verdugo / Associated Press)

Muchos de los equipos son “ramificaciones del crimen organizado”, le dijo el jefe de seguridad de Guanajuato, Alvar Cabeza de Vaca, a los periodistas en junio, después de que 10 personas murieron en un ataque a otro centro, en Irapuato.

Pero aquí, en el áspero distrito de Arandas, los residentes hablan muy bien de la instalación, situada en una calle sin salida y sin pavimentar, en un edificio de ladrillo anónimo, con una fachada ocre y un pequeño patio.

El ex director, Erasmo Flores, se refería a sus pacientes como “mis hijos”, según varias familias, que pagaban el equivalente de aproximadamente $20 por semana para inscribir a sus seres queridos en un curso que incluía debates grupales y canto. “Ayudaron mucho a mi hijo Geovani”, dijo Rosa Alba Santoyo Soria sobre el centro, donde recientemente el muchacho había completado el tratamiento.

La tarde del ataque, Geovani, de 27 años, le dijo a su madre que iba a entregar refrescos a sus dos hermanos mayores, que seguían siendo pacientes de lugar.

Según relatos de funcionarios y vecinos, tres hombres con armas de asalto ingresaron a las instalaciones poco después de las 5 p.m. Obligaron a todos arriba a acostarse boca abajo en el piso y repetidamente preguntaron: “¿Quién es Francisco?”.
Los residentes, aterrorizados, respondieron uno tras otro: “No hay ningún Francisco aquí”.

Entonces, los sicarios abrieron fuego. Entre los muertos estaban los tres hijos de Santoyo y el director del centro.

Santoyo no tiene idea de las causas del ataque, y no mostró ninguna esperanza de que los asesinos de sus hijos sean detenidos, en un país donde la mayoría de los homicidios quedan sin resolver.

“¿Justicia? ¿Por qué justicia?”, se pregunta Santoyo, madre de siete hijos, de los cuales solo dos siguen vivos -otros dos murieron en accidentes, afirmó ella-. “Lo que yo diga, no hará la diferencia. No me devolverá a mis hijos”.

La mafia de ‘El Mencho’ culpó a ‘El Marro’ de la masacre. ‘El Marro’ no ha hablado públicamente al respecto.

Menos de tres semanas después de la matanza, el cártel de ‘El Mencho’ emitió un video en el que un pistolero enmascarado, identificado como jefe de las fuerzas especiales de Nueva Generación, advierte a ‘El Marro’ que sus días están contados. “’Marro’, vas a terminar solo como un perro”, dice el comandante, flanqueado por docenas de combatientes con rifles de asalto y ubicados frente a vehículos blindados. “¡Tendrás que comerte tus insultos al señor Mencho! ¡Todo Guanajuato está con el señor Mencho!”.

La corresponsal especial Cecilia Sánchez contribuyó con este artículo.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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