Lo que es ir a una escuela en la que docenas de personas han sido asesinadas en las cercanías

Jaleyah Collier se despidió de Kevin Cleveland frente a una tienda de donas a unas cuadras de Hawkins High School en una tarde de primavera de 2017. Cuídate, le dijo ella antes de irse.

Minutos más tarde, cerca de un callejón cercano, un joven se bajó del auto y le preguntó a Kevin, de 17 años y a otros dos, si pertenecían a una pandilla. El pistolero los roció con al menos 10 balas, matando a Kevin e hiriendo a los demás.

Jaleyah, entonces estudiante de segundo año de secundaria, apenas tuvo tiempo de llorar cuando un mes después, su mejor amigo, Alex Lomelí, de 18 años, fue asesinado cuando alguien intentó robar un mercado a una milla de Hawkins.

En las primeras horas del Día de la Madre de 2018, otros dos adolescentes conocidos de Jaleyah, Monyae Jackson y La’marrion Upchurch, estaban caminando a casa con sus amigos, cuando les dispararon mortalmente cerca de Dymally High School.

Cada uno de los amigos de Jaleyah fue asesinado a poca distancia de las escuelas secundarias públicas de Los Ángeles.

“No se sabe cuándo será el último día de una persona”, dijo Jaleyah, estudiante del último año de la Escuela Comunitaria de Defensores de la Salud, una de las tres pequeñas escuelas en el campus de Hawkins. “[Kevin] se despertó sin saberlo”.

DYMALLY HIGH SCHOOL

MANCHESTER AVE

AVALON BLVD

HAWKINS HIGH SCHOOL

SLAUSON AVE

DOWNTOWN

COMPTON

LONG BEACH

La’marrion y Monyae fueron asesinados cerca de Dymally High School en el sur de L.A.

Hubo 105 personas asesinadas en un rango de menos de una milla en los últimos cinco años. Este fue el número más alto que en cualquier otra escuela secundaria pública en el condado.

Kevin y Alex fueron asesinados cerca de la secundaria Augustus Hawkins, a sólo tres millas de distancia.

Setenta y dos personas fueron asesinadas cerca de la escuela en el mismo período.

Dymally y Hawkins no son las únicas escuelas. Otros trece campus d condado vieron al menos 50 homicidios en un radio de una milla.

Muchas de las escuelas están agrupadas a lo largo de la autopista 110 en el sur de Los Ángeles, un área con una tasa de violencia históricamente alta.

Aunque gran parte del discurso nacional reciente sobre la violencia en los campus se ha centrado en los tiroteos masivos, las escuelas también están empezando a tomar en cuenta el daño físico y psicológico causado por incidentes que miles de estudiantes experimentan directa o indirectamente cerca de sus escuelas.

LAPD responde a una escena de crimen cerca de la secundaria Hawkins. (Marcus Yam / Los Angeles Times)

El impacto de la violencia puede ser devastador y costoso. Los campus han comenzado a incorporar la inevitabilidad del trauma en su diseño, con planes de estudio que abordan la reducción del estrés y resolución de diferencias sin recurrir a la violencia. Los estudiantes sufren síntomas que se asemejan al trastorno de estrés postraumático y los trabajadores sociales psiquiátricos son ahora un elemento básico en muchos campus. Debido a que hay muy pocos fondos de salud mental para satisfacer las necesidades, los maestros y el personal a menudo están en primera línea para identificar las señales de advertencia de los estudiantes emocionalmente necesitados.

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Esta serie es un producto de The Homicide Report, un esfuerzo de The Times por contar la historia de cada víctima de homicidio en el condado de Los Ángeles.

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Existe la preocupación práctica de ir y volver de la escuela en condiciones de seguridad, evitando no sólo las balas, sino también los focos de pandillas, el acoso callejero, los atropellamientos y los asaltos. Con un número limitado de autobuses en el distrito, algunos estudiantes usan el transporte público u otras opciones para compartir el viaje cuando sus familias no pueden recogerlos. Durante sus viajes, con frecuencia presencian altares llenos de velas y flores dedicados a amigos caídos.

Carl Hull, de dieciséis años, un estudiante de Dymally High School, comienza su caminata a la escuela cada mañana tratando de evitar a los pandilleros que viven en su calle. Una vez, cuando llevaba una sudadera gris con el logotipo azul de los Dodgers de Los Ángeles, lo detuvieron y le preguntaron sobre su afiliación - no estoy involucrado en pandillas, les dijo. Otra mañana, unos días después de oír disparos cerca de su casa, encontró una bala de 9 milímetros. Cada día, dijo, es “como un juego de adivinanzas”.

Carl Hull, un estudiante del décimo grado en Dymally High School, sigue una ruta que considera más segura para llegar a la escuela. (Marcus Yam / Los Angeles Times)

Décadas de investigación sugieren que los efectos de la exposición a la violencia en los adolescentes son de amplio alcance, y pueden resultar en ansiedad, depresión, enojo, ausencias e incapacidad para concentrarse en clase.

Ya sea que los estudiantes conozcan a la persona asesinada,siempre ven recordatorios en los postes o en las redes sociales y las camisetas que usan los amigos y la familia para tratar de recaudar fondos para un funeral.

Jaleyah se despertó el Día de la Madre y encontró su programa Instagram lleno de mensajes sobre el tiroteo de Monyae y La’marrion, dijo.

Los niños en áreas de alta delincuencia están “perdiendo más gente en su juventud que la que la mayoría de nosotros hemos perdido cuando llegamos a los 30 ó 40 años”, dijo Ferroll Robins, director ejecutivo de la organización sin fines de lucro Loved Ones Victims Services, que brinda asesoramiento a las víctimas de la violencia y a sus familias.

“Me preocupa lo que les va a pasar emocionalmente, mentalmente, ¿qué tan mal están cicatrizando realmente?” dijo Robins. “¿Y cuántas de esas cicatrices van a influir en su vida más tarde?”

Jaleyah Collier abraza a su amiga Shelsea Reyes, de 17 años. (Marcus Yam / Los Angeles Times)
Jaleyah Collier bromea con sus amigas al salir dela escuela en Hawkins High School.(Marcus Yam / Los Angeles Times)
Izquierda: Jaleyah Collier abraza a su amiga Shelsea Reyes, de 17 años. Derecha: Jaleyah Collier bromea con sus amigas al salir dela escuela en Hawkins High School. (Marcus Yam / Los Angeles Times)

Jaleyah, una alegre y optimista joven de 17 años de edad, se enorgullece de su resistencia, pero le enoja que ese ritmo constante de pérdida sea su realidad. En los días posteriores a la muerte de una amiga, ella fue incapaz de concentrarse en clase, dijo. Va a los funerales, algunos durante la semana escolar. Está nerviosa yendo a la escuela, temerosa de que un hombre con una sudadera con capucha en la cabeza pueda estar escondiendo un arma, temerosa de caminar por callejones o por calles secundarias. Se siente una sacudida cada vez que ve las fotos de sus amigos o cuando alguien las menciona, recordando que sus vidas terminaron demasiado pronto.

Enfrentando los traumas en el aula

Jason Powell sabe que no puede empezar a enseñar inglés y música en Dymally hasta que los niños puedan enfrentar la violencia más reciente en sus vidas. En los últimos cinco años, 105 personas han sido asesinadas a una milla del campus, el número más alto que rodea cualquier escuela secundaria pública en el condado. Diez de las víctimas tenían 18 años o menos.

Sólo el año pasado, 20 personas fueron asesinadas en un radio de una milla - aproximadamente una cada 2½ semanas. A veces son estudiantes actuales o ex estudiantes de la escuela, incluyendo a Monyae.

Después de la muerte de La’marrion y Monyae, Powell reunió a sus alumnos de noveno grado en círculos durante la clase y les preguntó cómo lidiaban con el dolor. Los estudiantes estaban acostumbrados a compartir porque tienen estos círculos a menudo sobre temas cotidianos y serios.

El ejercicio formaba parte de una práctica destinada a desarrollar habilidades positivas de afrontamiento y resolución de conflictos. Uno por uno, los estudiantes se turnaron para compartir historias de pérdidas. Escenas similares se desarrollaron en varias escuelas de la zona donde los estudiantes conocían a los chicos que fueron asesinados.

Cuando un amigo muere, “llega lleno de emoción, llora y no hay forma de que pueda concentrarse en la lección que están impartiendo, así que lo que está en la pizarra no significa nada”, dijo Powell. “Necesitan ayuda más inmediata”.

Jaleyah dijo que ver al terapeuta en el campus no la ayudó, pero que participar en esos círculos comunitarios en Hawkins le enseñó cómo expresar su ira y canalizarla en acción. “Nos dan la oportunidad de hablar y sentirnos libres de lo que tenemos que decir, sin tener miedo”, dijo Jaleyah.

A veces la pérdida es implacable. Mientras Dymally se preparaba para la graduación pocas semanas después de la muerte de Monyae, hubo más noticias trágicas: El ayudante del campus James Lamont Taylor fue asesinado a las 8:30 a.m., caminando por la calle a una milla de la escuela.

El viaje que sus hijos emprenden para ir a la escuela es una fuente permanente de estrés para los padres.

La madre de Carl se preocupa de que lo roben o le disparen de camino a Dymally, o de que lo atropelle un coche mientras cruza la calle. Su hijo mayor, Brian Hull, murió en 2016 al cruzar la calle cerca de su casa. Ella y Carl se han acostumbrado a oír disparos desde su apartamento en Broadway y Manchester. Ella tiene miedo de que cuando él camine por el callejón detrás de su casa para llegar a la escuela, lo agredan.

“Tengo una ansiedad muy grande y muy fuerte”, dijo Latanya Hull. Una tarde de septiembre, comenzó a preocuparse cuando Carl no llegó a casa a la hora habitual. Su teléfono estaba descompuesto, así que no pudo localizarlo. Llamó a la escuela. Carl estaba allí en tutoría después de la escuela.

El subdirector Deon Brady acompaña a los estudiantes de vuelta a sus clases.(Marcus Yam / Los Angeles Times)
Jason Powell, un profesor de Dymally High School, se acerca a los estudiantes durante el círculo comunitario de su clase. (Marcus Yam / Los Angeles Times)
Jason Powell, un profesor de Dymally High School, se acerca a los estudiantes durante el círculo comunitario de su clase. (Marcus Yam / Los Angeles Times)
Arriba: El subdirector Deon Brady acompaña a los estudiantes de vuelta a sus clases. Abajo: Jason Powell, un profesor de Dymally High School, se acerca a los estudiantes durante el círculo comunitario de su clase. (Marcus Yam / Los Angeles Times)

Hull, miembro del consejo escolar de Dymally, dijo que quiere que el personal preste más atención al clima en el campus e involucre a los estudiantes para que comprendan la raíz de sus problemas en lugar de suspenderlos o arrestarlos. Por ejemplo, elogió al subdirector de la escuela, Deon Brady, porque conoce a los estudiantes, les da la bienvenida por las mañanas y se mezcla con ellos en el almuerzo. Se toma en serio las preocupaciones de los padres, dijo Hull.

Creación de recursos de salud mental

Los educadores saben que la violencia fuera de las escuelas afecta a los niños después de que suena la campana de la mañana, y están tratando de encontrar maneras de mitigar el daño.

Cuando los estudiantes pierden a alguien, o tienen miedo de lo que sucederá al ir y venir de la escuela, es posible que no se presenten. O aparecen y tienen dificultades para concentrarse, dijo Pia Escudero, directora ejecutiva de salud estudiantil y servicios humanos del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles. El constante estado de alerta es agotador y puede llevar al entumecimiento emocional, lo que no es bueno para el aprendizaje, dijo.

“Uno se fija en el tipo de traumas que algunos de estos jóvenes enfrentan, y se requieren profesionales que entiendan esas situaciones”, dijo el profesor de educación de UCLA, Tyrone Howard.

Mientras que cada vez son más las escuelas que añaden trabajadores de salud mental de tiempo completo, en otras sólo se despliegan en situaciones de emergencia, como cuando un estudiante o un miembro del personal son asesinados.

En la Secundaria Fremont en el vecindario de Florence, siete consejeros académicos han sido entrenados para buscar señales de que un estudiante puede estar en angustia mental, dijo el director Luis Montoya. Los comandantes de vigilancia de la estación de policía local tienen el número de teléfono de Montoya, para avisarle cuando ocurre algo que puede afectar a sus alumnos.

“Trabajamos en esta comunidad. El trabajo no puede ser sólo un consejero académico”, dijo Montoya. Porque hay muchas [razones] por las que un estudiante está reprobando una clase, por las que un estudiante no viene a la escuela”.

Agentes de la policía de Los Ángeles y los socorristas que respondieron a una llamada de los residentes locales que informaron que un niño había recibido un disparo en el pie.(Marcus Yam / Los Angeles Times)
LAPD officers respond to a call for a disturbance. (Marcus Yam / Los Angeles Times)
Arriba: Agentes de la policía de Los Ángeles y los socorristas que respondieron a una llamada de los residentes locales que informaron que un niño había recibido un disparo en el pie. Abajo a la izquierda: La policía de Los Ángeles responde a una escena del crimen en la esquina de la calle 62 y South Vermont Avenue. Abajo a la derecha: Agentes de policía de Los Ángeles responden a una llamada de disturbios

En su tercer año en Fremont, Juan Mercado dijo que había sido testigo de un doble homicidio en un parque en el Este de Los Ángeles, un tiroteo cerca de su casa, y que había sido robado a punta de pistola mientras patinaba fuera de la escuela. Se sentía deprimido y ansioso, siempre mirando por encima del hombro, abandonando las clases y abandonando las actividades extracurriculares.

Su mentalidad se convirtió en: “Estoy haciendo un gran esfuerzo en la escuela, tratando de sacar buenas notas y todo eso, para que algún tipo al azar me quite todo y luego todo ese trabajo desaparecerá”, dijo.

Un día del último año tuvo la fuerza para pedirle ayuda a su consejero académico. Llamó a un terapeuta del campus, que comenzó a asesorar a Juan una vez a la semana en la escuela. Fue el empuje que necesitaba para volver a mejorar sus notas. Se graduó a tiempo y está matriculado en L.A. Trade Tech, con aspiraciones de transferirse a UCLA.

“Si me hubiera dicho que estaba bien, y yo le hubiera dicho, ‘vuelve mañana o hablaremos con él mañana’ y esas cosas, probablemente nunca habría regresado”, dijo Juan.

Diseñar una escuela pensando en el trauma

El campus de Hawkins incluye tres escuelas piloto centradas en aspectos de salud comunitaria y resolución de problemas.

Su objetivo, en parte, es enseñar a los estudiantes a lidiar con el trauma antes de que ocurra. Los estudiantes de primer año que ingresan a la escuela de salud de la comunidad toman un curso de verano para aprender cómo el estrés - en áreas como el acoso cibernético, la imagen corporal y las relaciones con los hermanos - afecta el cerebro y cómo sobrellevar la situación.

Otro programa, desarrollado inicialmente para familias de militares - que pueden experimentar movimientos frecuentes y estrés relacionado con la movilización a los frentes de combate - y adaptado para LAUSD, ha demostrado cierto éxito en mejorar la empatía y la resolución de problemas. Enseña a los estudiantes sobre el trauma, cómo se puede desencadenar en las personas y cómo regular las emociones y manejar el estrés, señaló Roya Ijadi-Maghsoodi, profesora asistente de psiquiatría de la UCLA. El programa está disponible para más de 5,000 estudiantes en 106 escuelas, incluyendo Dymally y la escuela de salud comunitaria de Hawkins.

Jaleyah no tiene muchas esperanzas de que las cosas vayan a cambiar en su comunidad. Dijo que consideraba unirse a los Marines, pero a pesar de la violencia que la rodeaba, es reconfortante estar en casa. Así que por ahora, planea vivir en casa y asistir a la universidad comunitaria después de graduarse de Hawkins en junio. Ella quiere recordar a sus amigos y honrarlos, pero sabe que no quiere que su dolor la detenga.

“No puedo estar triste para siempre”, dijo Jaleyah. “Tengo que seguir adelante y hacer lo que tengo que hacer para no estar en esta situación.”

Jaleyah Collier, estudiante del último año de Hawkins High School, habla con Andre Vickers, del programa Capítulo Dos, fuera del campus. (Marcus Yam / Los Angeles Times)


Lead photo: Jaleyah Collier se prepara para volver a casa después de la escuela. (Marcus Yam / Los Angeles Times)

Traducido por Alejandro Maciel