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Si los republicanos reducen los beneficios de Medicaid, los niños de zonas rurales y pro Trump tendrán mucho que perder

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Las comunidades como este viejo pueblo minero de Virginia Occidental, pegado al Río Kanawha, fueron clave para la victoria del presidente Trump, el año pasado: más de dos tercios de los votantes en el condado de Fayette apoyaron al republicano.

Ahora, las familias en este condado rural, y cientos de otras como ellas que respaldaron al mandatario, se enfrentan a la pérdida de una red de seguridad crítica para sus niños, a medida que los republicanos del Congreso avanzan para recortar cientos de miles de millones de dólares para Medicaid -el plan gubernamental de salud para los pobres, que ya cuenta con 50 años de antigüedad- durante la próxima década.

Gran parte del debate acerca de las iniciativas republicanas para revertir la Ley de Cuidados de Salud Asequibles se ha enfocado en el impacto que los recortes tendrían en los adultos en edad de trabajar, millones de quienes obtuvieron cobertura médica en el marco de la ley que el presidente Obama promulgó en 2010.

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Pero en el condado de Fayette y otros 779 mayormente rurales del país -la amplia mayoría de los cuales eligió a Trump- más de la mitad de los niños cuentan con cobertura de Medicaid y el programa relacionado Children’s Health Insurance program (CHIP), según un análisis del Times de datos del censo y de inscripción en Medicaid.

Ello alimenta la creciente alarma entre padres, pediatras y otros proveedores de salud en Virginia Occidental y otros estados fuertemente rurales, como Arkansas, Tennessee, Nuevo México y Maine. “No hay forma de recortar Medicaid en la escala que ellos proponen sin afectar a los niños”, afirmó la Dra. Traci Acklin, quien creció en el condado de Fayette y ahora lleva adelante el área de pediatría en Montgomery, en el primer piso de un hospital comunitario fundado hace un siglo para atender a mineros enfermos. “Sin el seguro de salud, los niños no recibirán vacunas ni se harán chequeos. Va a haber más días perdidos de clases; más visitas a la sala de emergencia… Para muchas de estas familias se tratará de elegir entre comida o salud”, expuso.

Estas preocupaciones representan, a su vez, una creciente presión para los legisladores republicanos, tales como la senadora de Virginia Occidental Shelley Moore Capito, una de varios senadores del partido cuyas reservas acerca de los recortes de Medicaid estancaron el proyecto de ley sanitaria republicano la semana pasada, en el Senado.

Durante las últimas dos décadas, los sucesivos presidentes, líderes del Congreso y gobernadores de ambos bandos han ampliado constantemente la cobertura médica para los niños a través de Medicaid y CHIP, creado a finales de los años 1990 para brindar asistencia a los pequeños de familias de clase trabajadora que ganaban demasiado para ser elegibles en Medicaid.

Hoy, sólo el 5% de los chicos en todo el país carecen de seguro médico, frente a casi el 14% de hace dos décadas. Muchos expertos ven esa ganancia como uno de los grandes éxitos de la salud pública de las últimas décadas.

Un creciente cuerpo de investigación muestra que Medicaid conduce a tener una salud más robusta, mejora la lectura en los niños y los resultados en las pruebas escolares, reduce las tasas de deserción escolar e incluso aumenta las ganancias futuras. “Hay un fuerte retorno de la inversión de Medicaid”, afirmó Joan Alker, directora ejecutiva del Center for Children and Families.

Pero los proyectos de ley de salud republicanos, tanto de la Cámara como del Senado -que van mucho más allá de la revocación de Obamacare, como a menudo se denomina a la Ley de Cuidados de Salud Asequibles- amenazan con cambios de gran alcance que podrían revertir muchos de esos logros.

En general, la legislación del Senado republicano reduciría más de un tercio de los fondos federales de Medicaid durante los próximos 20 años, y casi duplicaría las filas de los no asegurados para 2026, conforme un reciente análisis de la Oficina de Presupuesto del Congreso, no partidista.

Los analistas del presupuesto y muchos gobernadores estatales, entre ellos algunos republicanos, predicen que tal reducción tendrá un impacto devastador también para los niños, ya que unos 45 millones de menores de bajos ingresos dependen de Medicaid y CHIP a nivel nacional. “Como país, debemos detenernos y comprender el número de chicos cuyas vidas están en juego aquí”, afirmó Marcy Doderer, directora ejecutiva del Arkansas Children’s Hospital.

Esta no era la visión que Trump había prometido en campaña. El empresario multimillonario se comprometió repetidamente con asegurar que todos los estadounidenses fueran atendidos, especialmente “los hombres y mujeres olvidados”, a quienes Washington había dejado atrás, según dijo. Más recientemente, el mandatario pidió un proyecto de ley de salud “con sentimiento”.

Muchos funcionarios republicanos insisten en que no pondrán en peligro los logros de la cobertura, y prometen que su legislación sanitaria garantizará “que nadie caiga a través de las grietas”, tal como Tom Price, secretario de Salud y Servicios Humanos dijo recientemente en “Meet the Press”, de NBC News.

Pero en ciudades pequeñas y áreas rurales con pocos recursos, Medicaid y CHIP están entre las pocas cuestiones que impiden que muchas familias caigan en esas brechas. “No sé qué habríamos hecho sin ello”, aseguró Nikki Given, una joven madre que llevó a su hijo Connor, de un año de edad, al consultorio de Acklin para un examen de sus oídos. La cobertura de Medicaid le permitió a Connor recibir un antibiótico intravenoso y la cirugía menor necesaria para aliviar sus persistentes otitis.

Given trabaja en una guardería que no ofrece plan de salud para los empleados. Su prometido, quien está a punto de comenzar a trabajar en un aserradero local, tampoco obtendrá beneficios de salud. Sin la cobertura de Medicaid, los antibióticos del niño y sus cuidados médicos hubieran costado a sus padres varios miles de dólares, estima Acklin.

Medicaid y CHIP brindan un respaldo crítico en esta región de Virginia Occidental, donde los trabajos de minas de carbón han sido crecientemente reemplazados por empleos con salarios mínimos, que a menudo no ofrecen seguro de salud. Montgomery General Hospital, donde atiende Acklin, es uno de los pocos empleadores restantes en Montgomery, una ciudad que hace medio siglo pierde a sus pobladores.

Un pequeño campus universitario está cerrando sus puertas, al igual que la preparatoria local. Y aunque los trenes de carbón siguen pasando por el lugar, la automatización y la disminución de la demanda significan cada vez menos empleos en la industria de carbón. A lo largo del río, hasta la enorme central eléctrica ha cerrado.

Acklin, quien regresó a la zona hace 16 años, para atender allí, ve cómo muchas familias sufren para poner comida en la mesa. Los chequeos de rutina a menudo revelan soplos cardíacos, asma no tratada y otros problemas serios. Y, con el advenimiento de la epidemia de opioides, la especialista observa que cada vez más niños son criados por sus abuelos. “No creo que la gente comprenda cómo esto está afectando a los chicos”, expresó la médica en un descanso entre pacientes, casi todos los cuales cuentan con Medicaid.

Algunos de los mismos problemas desafían a las grandes áreas urbanas. Varios de los 780 condados más dependientes de Medicaid y CHIP para la cobertura de infantes incluyen ciudades con más de un millón de residentes, entre ellas Miami, Filadelfia y partes de Nueva York, que cubre cinco condados.

Pero en muchas grandes urbes, tales como Los Ángeles y Chicago, donde los trabajos son relativamente abundantes, la mayoría de los niños no cuentan con cobertura de salud gubernamental, conforme datos de matriculación reunidos por el Center for Children and Families de la Universidad de Georgetown.

Por contraste, 622 de los 780 condados donde la mayoría de niños cuentan con Medicaid o CHIP tienen menos de 50,000 habitantes. La mayor parte de ellos son abrumadoramente blancos, con excepción de los predominantemente afroamericanos en el Delta del Mississippi y los fuertemente latinos en Nuevo México y a lo largo del Río Grande, en Texas.

En varios estados rurales pobres -entre ellos Arkansas, Mississippi y Nuevo México- la mayoría de los niños en más de tres cuartas partes de los condados dependen de uno de los dos planes de salud gubernamentales. “Son una red de contención en estas zonas”, expuso Keith Goodwin, presidente del East Tennessee Children’s Hospital en Knoxville, más de dos tercios de cuyos pacientes cuentan con Medicaid. “Esto es enormemente importante para nuestras familias”.

Desde la fundación de Medicaid, a mediados de la década de 1960, el gobierno federal ha pagado una parte de todos los gastos médicos incurridos por los pacientes del programa, casi la mitad de quienes son niños pobres. Pero la legislación republicana en la Cámara y el Senado terminaría con ese flujo abierto de dinero para reemplazarlo con pagos fijos a los estados, sin importar cuánto cueste el cuidado de los pacientes.

El tope a la financiación del proyecto de ley del Senado sólo se incrementaría al ritmo de la inflación, lo cual dejaría a los estados con una proporción cada vez mayor de los costos médicos, que normalmente aumentan más rápido. Y debido a que el mismo flujo de dinero federal de Medicaid cubre el cuidado de los niños, así como de ancianos pobres y discapacitados, los recortes profundos probablemente obligarían a los estados a decidir quién es más merecedor de la atención médica. “Es una pésima, pésima elección”, expresó Greg LaFrancois, presidente del Aroostook Medical Center, del norte de Maine.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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