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Cómo la muerte de MLK afectó al país, cuentan aquellos que la recuerdan de cerca

The Rev. Martin Luther King Jr. and the Rev. Ralph Abernathy in a march on behalf of striking sanitation workers in Memphis, Tenn., days before King was shot and killed.
(Sam Melhorn / Associated Press)
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Martin Luther King Jr. había viajado a Memphis, Tennessee, a fines de marzo de 1968, para liderar una protesta en apoyo de los trabajadores de saneamiento de la ciudad, en huelga. Se había desatado violencia; la policía había atacado a los manifestantes con garrotes, mazas y gases lacrimógenos.

La semana siguiente, King volvió a obtener un permiso de la corte para otra marcha. A pesar de las amenazas de muerte que había recibido, y de la creciente preocupación por su seguridad, presionó para realizar una manifestación no violenta.

En la noche del 3 de abril, pronunció el discurso que se conoció como "He estado en la cima de la montaña". En el dijo:

“Al igual que todos, me gustaría tener una larga vida. La longevidad es importante; pero no me preocupa eso ahora. Solo quiero hacer la voluntad de Dios. Y él me ha permitido subir a la montaña. Y he mirado, y he visto la tierra prometida. Puede que no llegue allí con ustedes. ¡Pero quiero que sepan esta noche que nosotros, como pueblo, llegaremos a la tierra prometida!”.

Los eventos del día siguiente, 4 de abril de 1968, quedarían grabados en la memoria de los estadounidenses por décadas.

¿Se acuerda del asesinato de King? Comparta sus recuerdos en la sección de comentarios.


La caída de un rey

Martin Luther King Jr., en el balcón de un motel de Memphis, aproximadamente en el sitio donde fue baleado por un asesino. Esta imagen fue tomada el miércoles, el día antes de los disparos, poco después de la llegada de King a Memphis.
(Associated Press)

La bala lo alcanzó justo antes de la cena.

King estaba de pie, en el balcón del Motel Lorraine, y había girado para agarrar su abrigo. Momentos después, yacía moribundo.

El francotirador le disparó desde un edificio al otro lado de la calle. Jesse Jackson, activista por los derechos civiles, vio la sangre. Ralph Abernathy, cofundador de Southern Christian Leadership Conference, corrió a su lado. Cuando la ambulancia que lo trasladó desde el motel llegó al St. Joseph's Hospital, a menos de dos millas de distancia, King ya estaba muerto.


La noticia se propaga

The Los Angeles Times headline.
(L.A. Times)

Esa noche, Abraham L. Davis dormía en su departamento de Atlanta, cuando el sonido de la televisión de su vecino lo despertó. Eran las noticias.

"Seguía escuchando a Martin Luther King Jr., y su fecha de nacimiento. Apenas encendí el televisor, apareció su foto, su fecha de nacimiento y la fecha de ese día", recordó Davis, de 79 años.

"Ese momento está profundamente grabado en mi memoria. El día siguiente fue muy solemne en Atlanta".

Al igual que King, Davis había asistido a Morehouse College, aunque 13 años después. Si bien sus caminos no se cruzaron como estudiantes del colegio históricamente negro, en Atlanta, lo harían en el futuro.

Davis había conocido a King durante una orientación de protesta, en una iglesia de Atlanta, a principios de la década de 1960, y lo vio nuevamente en la Marcha de Washington, en 1963.

Años después, haría otra conexión más personal con la familia King, cuando fue docente de Martin Luther King III en sus clases de ciencias políticas, en Morehouse. "Tomó más cursos conmigo que con cualquier otro profesor de su carrera", relató Davis. Otro alumno le había contado al educador sobre la presencia de King III, lo cual fue una sorpresa pero también reflejaba una tradición familiar: el padre y el hermano de King también habían asistido a Morehouse.

"Martin Luther King III, ¿puedes levantar tu mano?”, Davis le pidió, frente a toda la clase.


Un día antes de ser baleado, King y sus ayudantes llegan al Lorraine Motel y discuten la orden de restricción que King acababa de recibir, y que le impedía liderar otra marcha en Memphis sin la aprobación de la corte
(Barney Sellers / Associated Press)

Xernona Clayton, una activista por los derechos civiles, se había acercado a la familia King al organizar eventos y marchas para la Southern Christian Leadership Conference (Conferencia de liderazgo cristiano del sur). La mujer se enteró de la muerte de King mientras cenaba en un restaurante de Atlanta, cuando una camarera llevó una nota a su mesa. Clayton, sin darse cuenta de que el mensaje era urgente, lo ignoró. Entonces la camarera regresó.

"Lamento interrumpir", le dijo, según recordó Clayton, "pero recibí la noticia de que algo malo le ha ocurrido a King en Memphis”.

Ella llamó a la casa de King, en Atlanta, pero las líneas telefónicas estaban ocupadas. Condujo hasta el hogar, y llegó justo cuando Coretta Scott King salía para el aeropuerto junto con el alcalde de Atlanta, Ivan Allen Jr., ambos acompañados por una escolta policial. Coretta le pidió a Clayton que se quedara con sus padres e hijos. La esposa de King sabía que él había sido baleado, pero desconocía su condición.

"Cuando llegó al aeropuerto, recibió el mensaje de que King había muerto", dijo Clayton. Coretta chose not to fly to Memphis and went back to her children.

Coretta eligió entonces no volar a Memphis, y regresó para estar con sus hijos.Cuando llegó, la casa de King, en Sunset Avenue, estaba rodeada de simpatizantes, reporteros y vecinos. “Ella era una dama tan amable", recordó.

“Le agradeció a todos por su interés y preocupación".

Clayton, de 88 años, estaba presente cuando la viuda de King recibió los llamados del presidente Lyndon B. Johnson y del senador Robert F. Kennedy. Ella estaba allí cuando Coretta intentó hablar con sus hijos sobre lo que había ocurrido con el padre. "Coretta no les dijo a los niños de inmediato que había muerto”, rememoró Clayton.

“Les dije que estaba herido. No podía contarles la verdad en ese momento”, dijo Coretta.

Coretta le respondió que no iría a la escuela al día siguiente. "Creo que tu maestra lo entenderá", dijo.

Clayton también recuerda haber presenciado una escena entre Coretta y su primera hija, Yolanda, que entonces tenía 13 años. "Mami, no vamos a llorar porque somos chicas grandes y podemos manejar esto", le dijo Yolanda a su madre, sentadas juntas en una cama. "Sé que lo amabas y él te amaba. El amor nos sostendrá. No vamos a llorar en absoluto”. A pesar de las palabras valientes, la madre y la hija lloraron.


Libby Atwater.
(Handout)

En la costa opuesta, Don Atwater acababa de poner un anillo de compromiso en el dedo de su prometida, Libby. Habían recibido una llamada de los joyeros, esa mañana, informándoles que la joya de oro estaba lista.

La pareja se había conocido en UCLA. Mientras conducían a la casa de los padres de Atwater, para celebrar, encendieron la radio del automóvil; se encontraron con los sonidos del caos en Memphis y la información sobre la muerte de King.

“Gran parte de la alegría que sentía se disolvió cuando escuché las terribles noticias", aseguró Libby Atwater, hoy de 70 años.


Crece la indignación

Ruinas humeantes donde se levantaba un edificio, en el noroeste de Washington. Numerosos incendios fueron parte de los disturbios en la capital del país, después del asesinato de King.
(Associated Press)

La muerte de King encendió la furia generalizada. Surgieron disturbios, se instalaron toques de queda y se desplegó a la Guardia Nacional. Incendios estallaron en varias partes de Washington, D.C.

En Chicago, donde King había encabezado marchas por los derechos civiles, una joven pareja temía por su seguridad.

Charles y Janice Tyler, en el día de su boda.
(Familia Tyler)

Charles, un hombre negro, de 28 años, y Janice, una mujer blanca de 25 años, estaban comprometidos y planeaban casarse, menos de un año después de que el Tribunal Supremo anulara las leyes estatales que prohibían los matrimonios interraciales, en el fallo de Loving vs. Virginia.

Los futuros esposos Tyler ya se habían enfrentado a la discriminación como pareja interracial. A medida que los disturbios consumían sus barrios, la nueva preocupación los atormentaba.

Janice se escondió en la parte trasera del auto de Charles, hasta que llegaron a su apartamento. Entendían demasiado bien la división racial que King había tratado de reparar. “El asesinato de King fue traumático; como perder a alguien que luchaba por las mismas cosas", aseguró Charles Tyler, de 78 años. "Fue una experiencia traumática para todos en el país”.


John Mackerer.
(Impreso)

John Mackerer no esperaba que su primer servicio a los Estados Unidos fuera dentro de la capital del país.

Mackerer, un graduado de West Point, de 23 años, estaba apostado fuera de Washington, con el 6° Regimiento de Caballería Blindada. Cuando la ciudad comenzó a arder, fue enviado allí. "Durante los días siguientes, defendimos nuestra capital de nuestros propios ciudadanos".

Dos meses después, el joven estaría en Vietnam.


La nación llora

Los colegas de King presentan sus respetos. Desde la derecha: Andrew Young, Bernard Lee y Ralph Abernathy.
(Keystone / Getty Images)

King fue sepultado el 9 de abril de 1968.

Miles de personas se reunieron frente a la Iglesia Bautista Ebenezer, en Atlanta, donde se realizó una ceremonia privada para el líder de los derechos civiles.

En el interior, varios dignatarios se unieron a la viuda y los hijos de King, durante el servicio.

El vicepresidente Hubert Humphrey se sentó en la primera fila, junto con el juez de la Corte Suprema Thurgood Marshall. Jacqueline Kennedy; el gobernador de Nueva York Nelson Rockefeller; Harry Belafonte y el senador Edward M. Kennedy también asistieron, al igual que tres candidatos a la presidencia: el senador Eugene McCarthy, el exvicepresidente Richard Nixon y el senador Robert F. Kennedy, quien sería asesinado solo dos meses más tarde.

Clayton también estaba allí, y recuerda haber visto el cadáver de King, en un encuentro privado para la familia realizado la noche anterior; la mujer se conmocionó con el tratamiento que la funeraria había dado a su piel. "Lucía como si alguien hubiera tomado una bola de arcilla roja y la hubiera esparcido en su cara", relató Clayton.

"Todos queríamos que se viera bien, que luciera natural y tal como él", prosiguió. "Me acerqué al director fúnebre y le pregunté si se podía hacer algo para atenuar el color del rostro. Él respondió: ‘¡Le volaron la mandíbula! Es lo mejor que he podido hacer’".

El reverendo Ralph Abernathy preside el funeral de King
(Keystone / Getty Images)

Cada vez más desesperada, Clayton mezcló los polvos faciales que tomó prestados de Coretta y Julie Robinson, por entonces esposa de Harry Belafonte. Mezcló el polvo marrón y blanco hasta crear algo parecido a la tez de King, y lo aplicó con un pañuelo. "Intenté combinar la mezcla para que parezca más natural. Y funcionó ", relató.

La mujer aplicaría el maquillaje dos veces más: a la medianoche, antes de que lo llevaran a la iglesia, y la mañana siguiente, antes del funeral privado.

Durante el servicio, se escuchó una grabación de uno de los discursos distintivos de King, "The Drum Major Instinct” (conocido en español como El instinto del tambor mayor). En él, King imagina su propio funeral. Las palabras habían sido proferidas y grabadas exactamente un mes antes de su deceso.

"De vez en cuando, pienso en mi propia muerte y en mi propio funeral. No pienso en eso con sentido morboso. De vez en cuando me pregunto: '¿Qué es lo que me gustaría decir?’”, se escucha en voz de King.

"Me gustaría que alguien diga ese día que Martin Luther King Jr. intentó dar su vida al servicio de los demás. Me gustaría que alguien diga que Martin Luther King Jr. trató de amar a alguien", se responde.

Eventualmente, se escucha a King pronunciar una frase que es citada con frecuencia: "Sí, si quieren decir que yo fui un tambor mayor, digan que fui un tambor mayor en pos de la justicia".

Multitudes reunidas en los tejados, cerca de la Iglesia Bautista Ebenezer, en Atlanta, durante el funeral de King.
(Robert Connell / Associated Press)

Entre quienes escuchaban en la congregación se encontraban Lawrence G. Campbell y su esposa, Gloria. El discurso surtió el efecto deseado por King.

"No era una atmósfera de muerte", relató Campbell, de 88 años, acerca del funeral. "Nos sentimos más seguros de que superaríamos lo que teníamos ante nosotros. Fue una sensación de regocijo para mí y para otros, no por su fallecimiento, sino por aquello por lo cual había muerto”.

King ejerció una profunda influencia en la vida de Campbell.

"Cuando vi que quería desarrollar líderes cristianos en el sur, nos unimos a él", dijo. "Me dio valor y persistencia para tratar de superar el racismo”.

Campbell, cofundador y obispo de Bibleway Cathedral, en Danville, Virginia, recordó cuando King viajó allí, en 1963, para mostrar su solidaridad con los manifestantes que habían sido brutalmente golpeados por la policía en lo que se conoce como el Lunes Sangriento. El 10 de junio de 1963, alrededor de 40 manifestantes en Danville fueron arrestados después de marchar al edificio municipal para exigir derechos civiles. Los agentes los atacaron con bastones y mangueras contra incendios. Los asistentes a una vigilia de oración, más tarde ese mismo día, también fueron golpeados por los oficiales. Más de 60 personas resultaron heridas, incluida Gloria Campbell, quien sufrió una lesión en la cadera cuando fue alcanzada por el chorro de agua emitido a toda potencia por una manguera.

King visitó Danville el mes siguiente y consideró el Lunes Sangriento como uno de los peores momentos de brutalidad policial que había visto en su vida. Después de su recorrido por Danville, Campbell y los líderes locales lo llevaron a un Holiday Inn en Greensboro, Carolina del Norte. Fue entonces cuando Campbell vio un recordatorio de los peligros que King enfrentaba: una cicatriz en su pecho.

"Simplemente quiso relajarse y, cuando se quitó la camisa, pudimos verla", recordó Campbell.

Siete años antes, mientras asistía a la firma de un libro en Harlem, King había sido atacado por Izola Curry, quien lo apuñaló con un abrecartas. Curry fue diagnosticada después con esquizofrenia paranoide, y vivió en instituciones mentales hasta su muerte, en marzo de 2015.

King le confesó a Campbell que el abrecartas había entrado tan profundo en su pecho que, "si hubiera estornudado, habría perdido la vida".


La procesión del funeral de King por las calles de Atlanta.
(Associated Press)

Después del servicio, dos mulas arrastraron un simple carro de madera que transportó el ataúd de King, en una procesión de cuatro millas y dos horas, al Morehouse College. En las puertas, la multitud cantó "We Shall Overcome".

Davis recuerda cómo los dolientes más jóvenes se apresuraban a ver la procesión. “Los veía trepando a los árboles para obtener un buen lugar", afirmó.

Davis apenas podía moverse en la abarrotada capilla del campus, donde la congregación escuchó canciones religiosas y la elegía del entonces presidente de la universidad, Benjamin Mays.

"Una mujer que llegó al ataúd se quedó allí, de pie, llorando”, evocó Davis.


Un soldado de la Guardia Nacional, en Washington, dos días después del asesinato.
(Bob Schutz / Associated Press)

Durante el panegírico, Mays abordó los disturbios que habían generado millones de dólares en daños, el arresto de miles de personas y decenas de muertos. "Si amamos a Martin Luther King Jr. y lo respetamos, como esta multitud seguramente testifica, asegurémonos de que él no murió en vano. Asegurémonos de no deshonrar su nombre tratando de resolver nuestros problemas mediante disturbios en las calles", dijo.

Mays reconoció que los levantamientos habían sido una reacción frente al dolor y la pérdida. "Asegurémonos también de que las condiciones que causan disturbios sean rápidamente eliminadas, tal como el presidente de los Estados Unidos está intentando hacer”.

El hombre terminó su elegía con un llamado a la acción: "Permítanme decir que el trabajo inconcluso de Martin Luther King Jr. en la tierra debe ser ahora el nuestro”.


Mary Ann Solari, a los siete años de edad.
(Handout)

La primavera de 1968 quedó enmarcada por la muerte.

Mary Ann Solari llegó a casa desde la escuela y halló a su madre y su vecina, viendo un funeral en la televisión. La bostoniana de siete años de edad se sintió confundida: ¿Este programa no se había emitido ya antes?

Su madre la corrigió.

El primer funeral había sido el de King, un hombre que había recibido el título de "Doctor" no muy lejos de su casa, en la Universidad de Boston.

Estas exequias eran para otro hombre, le explicó su mamá. Su nombre era Kennedy, y había crecido en las afueras de Boston.

“Dos meses separaron ambas muertes, y hasta el día de hoy recuerdo esa sensación sombría”, expresó Solari, ahora de 57 años de edad.

1968 fue un año que casi no dio tregua al desaliento.

colleen.shalby@latimes.com

Twitter: @cshalby

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