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Las tácticas de mano dura de Trump pueden ganar batallas comerciales pero pierden la lealtad de los aliados

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La Administración Trump mantuvo el rudo estilo de negociación del presidente durante todas las rondas de conversaciones del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA, por sus siglas en inglés).

Y la administración ciertamente tuvo razón con respecto a las tácticas: durante 13 meses de conversaciones, Trump impuso la agenda de negociación del NAFTA y lo hizo desaparecer.

“Para mí, el hecho de que tengamos un buen acuerdo; me indica que fue el enfoque correcto”, dijo Robert Lighthizer, negociador jefe de Trump, cuando la semana pasada se anunció el nuevo NAFTA, que pasó a llamarse Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá.

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La ruda estrategia del presidente ha dejado moretones a los aliados más cercanos de los Estados Unidos y ha contribuido a manchar la imagen de Estados Unidos y la de su presidente en todo el mundo.

Las consecuencias de la disminución de la buena voluntad de nuestros aliados no pueden ser evidentes de inmediato, pero potencialmente podrían terminar eclipsando los beneficios de su estilo de negociación.

“Estados Unidos ha sido un líder mundial durante 70 años”, dijo Eric Miller, miembro global del Instituto de Canadá del Wilson Center” en Washington. “El liderazgo busca inspirar a los seguidores”, dijo y aseguro que lo que está ocurriendo es que la política de ‘primero Estados Unidos’ se está convirtiendo en ‘Estados Unidos solo’.

Jeffrey Engel, director del Centro de Historia Presidencial de la Southern Methodist University, dijo que “Trump, es un líder transaccional” que pasa por encima del otro negociador.

“Debido al peso económico y político de Estados Unidos, y si eres un presidente fanático de las transacciones, puedes querer entrar en todas todas las grandes y pequeñas negociaciones porque sabes que puedes ganar”, dijo Engel.

Pero el precio de esas victorias financieras es que los aliados y socios de Estados Unidos no están tan dispuestos a compartir la misma agenda que Estados Unidos, como luchar contra el terrorismo, presionar a Irán, cooperar con el Pentágono y participar en operaciones de inteligencia crítica.

“Los presidentes estadounidenses han encontrado que su popularidad en el extranjero es extraordinariamente útil... Esto les permitió siempre fortalecer sus objetivos de política exterior”, dijo Engel, citó como ejemplo el amplio apoyo que Estados Unidos y el presidente George HW Bush obtuvieron durante la guerra del Golfo de 1990-91.

Trump, en lugar de mantener o desarrollar la imagen de los presidentes que se remonta al final de la Segunda Guerra Mundial, ha provocado una ola de antipatías frente a sus aliados tradicionales.

En parte, esto se debe a que Trump considera que las relaciones exteriores son principalmente asuntos de ganancias o pérdidas financieras potenciales para las empresas estadounidenses. Trump se ha quejado de que los generales del Pentágono ignoran el potencial de ganar dinero al hacer tratos en el extranjero. Se ha quejado, por ejemplo, de que Estados Unidos no se apoderó del petróleo iraquí después de la guerra de 2003.

En consecuencia, Trump ha acusado a los socios de la OTAN de no ganar suficiente dinero para la defensa común. Se retiró del acuerdo internacional sobre el clima de París y del acuerdo nuclear multinacional con Irán. Mientras tanto, atacó a la UE y Japón imponiéndoles sanciones comerciales, presionándolos para que hicieran concesiones o enfrentaran a rígidas tarifas arancelarias en la industria automotriz.

El resultado ha sido una amplia antipatía contra Estados Unidos.

A nivel internacional, las opiniones públicas de Trump están en mínimos históricos para un presidente estadounidenses. Incluso el líder ruso Vladimir Putin y Xi Jinping de China obtuvieron una calificación más alta, en promedio, en una reciente encuesta global realizada por Pew Research publicada a principios de octubre.

El estudio de Pew no incluyó a los ciudadanos chinos, pero según todos los indicios, la actitud del público chino hacia Trump es negativa debido a la escalada de la guerra comercial.

La pérdida de confianza en el presidente de los Estados Unidos y el liderazgo mundial de Estados Unidos ha sido especialmente pronunciada en México, Japón y en toda Europa occidental. Sin embargo, ningún país se ha sentido tan herido como Canadá.

Trump personalmente calificó al primer ministro Justin Trudeau como “muy deshonesto” y “débil”.

“Es difícil expresar lo sorprendente que fue esto para los canadienses”, dijo Janice Stein, directora fundadora de la Munk School of Global Affairs de la Universidad de Toronto. Señaló que ningún presidente de los Estados Unidos había hecho tales amenazas a la economía canadiense o a los líderes de Canadá.

Trump, por su parte, en comentarios luego de que Canadá y Estados Unidos lograron un nuevo acuerdo comercial, reconocieron las “fuertes tensiones” durante las negociaciones, pero sugirió que las relaciones bilaterales con Trudeau volverían a encarrilarse.

“Tenemos una gran relación”, dijo Trump, elogiando a Trudeau por ser un “buen hombre” que ama a su país.

Pero la mayoría de los expertos dudan que los insultos y amenazas sean olvidados rápidamente. “La creación de confianza es un proceso muy largo, y destruirla es muy rápido”, dijo Stein. “Es por eso que la gente no usa esta estrategia”.

Un resultado cierto, dijo, es que Canadá hará un esfuerzo para diversificar su economía, que ahora depende en gran medida de Estados Unidos, mediante el establecimiento de relaciones comerciales y de inversión con otros países.

Los informes anecdóticos sugieren que el turismo canadiense en Estados Unidos también es probable que disminuya. “Creo que Florida verá menos canadienses este año”, dijo Stein.

Y los expertos dijeron que los reguladores canadienses pueden ser un poco más cautelosos al aprobar una firma estadounidense que intenta hacer una adquisición de una compañía canadiense.

Más allá de Canadá y Ciudad de México, Richard Wike, director de investigación de actitudes globales de Pew, dijo que “la opinión pública sobre Estados Unidos es un factor contextual importante. Ayuda a establecer la estructura de incentivos para los políticos de todo el mundo, haciendo que sea más fácil o más difícil obtener cooperación”.

Eso podría ser un desafío para la administración Trump, que busca aliados para unirse en su lucha comercial con China.

Ahora que el TLCAN se ha resuelto en gran medida, la Casa Blanca está enfocando su atención en Japón y la UE, pero pronto verá a China como su objetivo principal en el comercio y las relaciones bilaterales en general.

“El riesgo es que al crear fricción económica con los aliados”, eso podría ser un efecto secundario a pesar de que Japón comparte el comportamiento mercantilista de China, incluido el robo de propiedad intelectual y la transferencia forzada de tecnología, dijo Mireya Solis, presidenta de estudios de Japón en la Brookings Institution.

Japón acordó negociar con Estados Unidos solo lo relacionado con las tarifas automovilísticas implementadas por Trump. Y no se esperan suficientes negociaciones hasta el 2019.

Solís afirmó que el daño ya está hecho. “Creo que es un peligroso precedente que ha sido establecido por el presidente y su equipo”.

Y añadió que tales tácticas podrían ayudar a socavar el sistema de comercio basado en las reglas de la Organización Mundial de Comercio.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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