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‘No me preocupa la cuestión moral’, dijo uno de los padres acusados en el escándalo de las universidades

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Gordon Caplan tenía un problema. El año pasado, su hija adolescente se abría paso a través de una serie de exámenes ACT de práctica. Pero era poco probable que sus puntajes le garantizaran lo que él deseaba: que fuera una estudiante de preparatoria con muchas cartas de aceptación de las universidades.

La chica necesitaba una puntuación más alta.

Caplan, un poderoso abogado en Greenwich, Connecticut, y su esposa, comenzaron a hablar con William “Rick” Singer, el autor intelectual del escándalo de admisiones universitarias que continúa dominando la conversación nacional sobre los privilegios y la crianza de los hijos.

De acuerdo con las transcripciones de conversaciones grabadas, que fueron divulgadas por los fiscales federales cuando se anunciaron los cargos contra 50 personas -entre ellas Singer y Caplan- el abogado temía que su hija pudiera enterarse del fraude. “Para ser honesto, aquí no me preocupa la cuestión moral”, afirmó. En cambio, estaba preocupado porque se descubriera. “Si a ella la descubren haciendo esto, ya sabes, todo ha terminado”, expresó.

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El consultor de admisiones de Newport Beach le dijo a su cliente que su silencio era clave para lograr el resultado deseado. Las autoridades aseguran que Caplan, quien se negó a hacer comentarios a través de sus abogados, autorizó un pago de $75.000, que fue disfrazado como una donación a la fundación de Singer.

Los padres ricos han hecho grandes esfuerzos para ayudar a sus hijos a ingresar a las universidades de élite durante años. Pero este momento bien documentado -y viral- en la era de la sobreprotección [una conducta que es también conocida como ‘padres helicóptero’] indica la voluntad de llegar a extremos mayores.

En tiempos de banqueros, figuras del entretenimiento y del deporte con mal comportamiento, de funcionarios gubernamentales que tuitean primero y piensan después, esta estafa puede parecer como un comportamiento perversamente lógico.

Pero los expertos en crianza afirman que la actitud de ‘ganar a toda costa’ puede tener un efecto nocivo en un niño. Al tratar de despejar el camino para el éxito de sus hijos, los padres esencialmente le dicen a su descendencia que no pueden hacerlo solos, una postura que puede bloquear el desarrollo hacia una adultez plena.

En un esfuerzo por asegurar que su hijo fuera admitido en la Jimmy Iovine and Andre Young Academy, de USC, supuestamente, Bill McGlashan, le pagó a Singer $250.000 para, entre otras cosas, fabricar una carrera futbolística para su hijo. Aunque la preparatoria del joven no contaba con un equipo de fútbol, su hijo se convirtió repentinamente en pateador. Según las autoridades, esa incorporación a su lista de aptitudes se logró parcialmente gracias a Photoshop.

A McGlashan, quien fundó la firma de inversión de capital privado TPG Growth -de la cual fue despedido la semana pasada-, se le consideró “una de las voces más prominentes de Silicon Valley para la inversión ética”.

De acuerdo con las transcripciones, McGlashan le preguntó a Singer: “¿Hay alguna manera de hacerlo sin que él se entere que esto ocurrió?”.

Singer le respondió que su hijo sólo sabría que él “le brindaría algo de ayuda”. “Con ese apoyo no tendrá ningún problema”, le respondió McGlashan a Singer, según la transcripción. “Tú estás abogando por él”.

“No hay ningún problema”.

Pero una gran cantidad de personas que regularmente interactúan y estudian el comportamiento de padres frenéticos, están en desacuerdo.

Este tipo de conducta puede generar un desamparo en los jóvenes que nunca se enfrentan a la adversidad o al fracaso. Eso, a su vez, puede derivar en un aumento de la ansiedad y la depresión, detalló la autora y docente Jessica Lahey, quien escribe regularmente sobre la crianza de los hijos y es autora del libro “The Gift of Failure” (el regalo del fracaso).

Lahey relató que en una visita reciente a una universidad, conoció a la madre de una joven de 20 años que padece diabetes. La madre aún mide el nivel de azúcar en la sangre de su hija a través de una aplicación de computadora y dice que no dejará de hacerlo. Eso es un indicador, expuso Lahey, de que la madre no cree que su hija sea capaz de hacer esta tarea aparentemente básica por su cuenta. “Cuando hacemos demasiado por nuestros hijos y les decimos qué hacer en cada paso del camino, nunca generan tolerancia para la frustración”, explicó. “El problema es que los chicos que no pueden sentirse frustrados, tampoco aprenden”.

Para el Dr. Kenneth Ginsburg, director del centro para la comunicación de padres y adolescentes en el Children’s Hospital en Filadelfia, los padres deberían estar más enfocados en planear cómo será su hijo a los 35 años, en lugar de pensar en dónde estará a los 18.

Enfocarse deliberadamente en los logros a corto plazo y a cualquier costo puede derivar en todo tipo de angustia emocional para los jóvenes, remarcó. “Cuando pensamos en los 35 años de edad del ser que estamos criando, comenzamos a pensar en la importancia de la confianza en uno mismo, la honestidad y la integridad”, aseveró. “Si les comunicamos que sólo se trata de lo que es bueno, socavamos a los adultos que estamos criando”.

A medida que el escándalo se desarrolla, es innegable la idea de que ingresar a una buena universidad puede ser más importante hoy en día que nunca antes, según el economista de la Universidad de Northwestern Matthias Doepke.

En su último libro, “Love, Money and Parenting: How Economics Explains the Way We Raise Our Kids” (amor, dinero y crianza de los hijos: cómo la economía explica la manera en que criamos a nuestros hijos), Doepke y su coautor, el profesor de Yale Fabrizio Zilibotti, enfatizan la cuestión económica en un esfuerzo por comprender el comportamiento agresivo de los padres. “Hemos descubierto en nuestra investigación que los diferentes estilos de crianza están arraigados principalmente en una cuestión económica, específicamente en la desigualdad económica”, escribieron en el Washington Post semanas antes de que estallara este escándalo.

“El denominador común en los países donde abunda la crianza intensa y orientada a los logros es una gran brecha entre los ricos y los pobres”.

Según Doepke, lo que está en juego es especialmente importante para los padres que están en el primer .1% de los asalariados, y sin duda, saben que la brecha entre lo que gana un graduado universitario y un no graduado ha aumentado sustancialmente. “No es tan sorprendente que en la cima de la sociedad genere ansiedad pensar que sus hijos no podrán sostener esa posición económica”, consideró Doepke.

Ted Dorsey, quien dirige una gran agencia de preparación para exámenes en Los Ángeles, trabaja tanto con la descendencia de multimillonarios como con estudiantes indocumentados. Todos sus clientes buscan una ventaja, pero los casos más extremos de padres que se sumergen en la vida académica de sus hijos, surgen de una cierta dosis de orgullo.

Recientemente, comentó, uno de sus clientes obtuvo un resultado poco satisfactorio en un examen SAT de práctica. La madre del estudiante le hizo saber su decepción y citó a una serie de nombres de universidades en la oficina de Dorsey gritando: “No entrarás allí. No entrarás allí”.

“Están muy motivados por el estatus”, remarcó Dorsey. “Pertenecen a determinados grupos sociales y se enfocan en torno al reconocimiento de ese ‘prestigio”.

La situación actual se ha gestado por décadas. En los últimos 40 años, la cantidad de tiempo que los padres estadounidenses pasan con sus hijos se ha duplicado, pero esa unión no necesariamente coincide con un brote de confianza por parte de padres a hijos.

Una de las soluciones, dijo Doepke, no es decirle a los padres sobreprotectores que se relajen, sino tomar medidas para frenar la desigualdad en un sistema que tiende a beneficiar a las personas que ya tienen muchas más posibilidades. Una opción para ello sería ofrecer más capacitación vocacional, educación gratuita para la primera infancia y más paridad en el financiamiento de las escuelas públicas.

La solución de Dorsey es más íntima: para los padres, “la mejor manera de apoyar es ser comprensivos y amables, y dar amor y confianza a los hijos. La forma negativa de hacerlo es engañarlo a sus espaldas”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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