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En el aeropuerto más concurrido de América del Sur, autoridades y traficantes de cocaína juegan ‘al gato y el ratón’

Federal agent Elza Lucia de Melo questions Emmanuel, a Nigerian, about a laxative drug used by traffickers who swallow drugs and try to travel through the International Airport of Guarulhos in Sao Paulo, Brazil.
(Flavio Forner / For The Times)
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El equipaje de mano gris se desliza por la cinta transportadora hacia la máquina de rayos X.

Es casi medianoche en el Aeropuerto Internacional de Guarulhos, justo en las afueras de San Pablo, y la maleta y su propietario, un nigeriano calvo, vestido con jeans y camiseta, son los primeros en la línea de seguridad de la Terminal 2 para el vuelo de las 2:30 a Addis Abeba, Etiopía.

El operador de la máquina de rayos X observa las imágenes en las pantallas y luego le pide a la agente federal Elza Lucia de Melo que eche un vistazo y decida si se debe buscar en el equipaje. Melo asiente brevemente.

Las maletas rígidas, como ésta, se han convertido en un elemento básico para los traficantes de drogas, que deslizan una segunda coraza dentro y crean así un delgado escondite para la carga ilegal. El vuelo a Etiopía, un punto de tránsito para la cocaína destinada a los mercados en el sur de África, también es uno de los favoritos.

En Guarulhos, el aeropuerto más concurrido de Sudamérica, con 6.5 millones de personas que atraviesan sus corredores cada mes, los agentes federales confiscaron más de 1.34 toneladas métricas de cocaína en los primeros 11 meses de 2017. Se espera que las incautaciones del año completo superen el total anterior, de 1.41 toneladas métricas.

Brasil se ha convertido en uno de los puntos de embarque más importantes para la cocaína en el mundo. Mientras que las principales rutas de tráfico a los Estados Unidos -el mayor consumidor de esta droga- pasan por América Central y México, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito identificó en 2017 a Brasil como el punto de partida más frecuente para los envíos con destino a Europa y África entre 2010 y 2015, el período más reciente medido.

El motivo probablemente sea la geografía: Brasil limita con los tres principales productores de cocaína del mundo -Colombia, Perú y Bolivia- y el aeropuerto de San Pablo ofrece vuelos directos a cuatro continentes.

Brasil se ha convertido en el mayor mercado de destino de cocaína para Sudamérica en los últimos años, informó la ONU, pero las exportaciones pueden ser incluso más lucrativas. El valor en la calle de la droga aumenta drásticamente cuanto más se aleja de su origen; un gramo cuesta $12 en América del Sur, $60 en algunas partes de Europa y hasta $300 en Australia.

El aeropuerto no es el único centro de tránsito de Brasil: en enero de 2017, las autoridades de Djibouti informaron la incautación de media tonelada de cocaína en un barco portacontenedores en ruta desde Brasil a España.

La sustancia estaba empaquetada como harina.


A la izquierda, Melo, una agente federal brasileña, analiza los rayos X en el Aeropuerto Internacional de Guarulhos, en San Pablo, Brasil. A la derecha, Melo comprueba el equipaje (Flavio Forner / para the Times).

El hombre de la maleta gris se pasea nerviosamente con un sobre mientras se acerca al detector de metales. En sus 32 años como agente federal, Melo aprendió a notar tales cosas.

Cuando le pide ver su pasaporte y boleto, él los saca del sobre y los entrega. Melo reconoce su nombre. Estaba en una lista de sospechosos que había memorizado.

“¿Cuánto tiempo te quedarás en Addis Abeba?”, le preguntó.

"Hasta marzo", responde él. Tres meses.

"Ya hablas bien el portugués", afirma Melo. "Debes vivir aquí desde hace un tiempo".

Ella baja los ojos al pasaporte, luego los levanta de nuevo a su cara. Ha estado en Brasil desde 2008, dice, cambiando el apoyo de un pie a otro.

Mientras un empleado del aeropuerto revisa la ropa en la maleta, Melo camina alrededor de la cinta transportadora para hablar con un agente barbudo de su equipo, llamado Momm.

"Esas sandalias", apunta ella. "Son del mismo tipo que tenían cocaína en otro momento, ¿recuerdas?”.

Momm, quien como la mayoría de los trabajadores de seguridad estuvo de acuerdo con la presencia de un periodista -un fin de semana del mes pasado- sólo si su nombre completo no era publicado, asiente lentamente.

"Tenemos que tomar una muestra de la maleta", indica.

Con las manos enfundadas en guantes, el empleado que vació el equipaje pasa una varita sobre la maleta y la inserta en una pequeña máquina azul que detecta rastros de explosivos y narcóticos. La lectura aparece en unos segundos: 14% de cocaína.


Arriba, el departamento de vigilancia de la cámara del Aeropuerto Internacional de Guarulhos. A la izquierda, el interior de la sala de embarque del aeropuerto. A la derecha, un agente federal y un perro rastreador caminan entre maletas en el Aeropuerto Internacional de Guarulhos, en busca de drogas y explosivos (Flavio Forner / For the Times)

Eso no es suficiente para tomar medidas. Los envíos de drogas registran al menos el 50%. Cualquier cifra menor podría significar que el hombre usó cocaína y dejó huellas al recoger su maleta. Otro equipaje que hubiera tocando el suyo también podría generar una lectura de bajo nivel.

El equipo toma otra muestra, esta vez en el forro interior. El resultado es 8%.

Momm llama al escritorio de Ethiopian Airlines para pedirle al personal que traiga los dos artículos marcados del hombre. Nadie responde. En este momento, especialmente los sábados por la noche, las líneas aéreas tienen un número limitado de empleados en servicio.

Llama nuevamente, el teléfono descansa entre su hombro izquierdo y su oreja.

"Ya están en rayos X en la planta baja", informa a Melo. "Ellos los traerán".

Melo le pide al hombre que espere en una de las dos sillas ubicadas contra una pared de ventanas.

Mientras otros comienzan a abrirse camino por la línea de seguridad, Momm le entrega a Melo un pequeño trozo de papel con el nombre de otro nigeriano, Emmanuel, que también se registrará para el vuelo de Addis Abeba. Unos días antes, el hombre perdió un vuelo de $1,800, luego otro de $430, antes de suplicarle a un asistente que lo coloque en el próximo disponible. Un asiento de $2,000 en primera clase de hoy era su única opción. Él lo tomó.

Si llega al check-in, los asistentes de la aerolínea avisaran a los agentes.

Poco después de la 1 a.m., llega el equipaje del primer pasajero nigeriano: una gran maleta negra y una caja de cartón, ambas envueltas en plástico. En una radiografía, la caja parece contener productos electrónicos y la maleta está llena de zapatos.

Una radiografía muestra el estómago de un sospechoso nigeriano en tráfico internacional de drogas detenido en el Aeropuerto Internacional de Guarulhos, en San Pablo. Se sospecha que el hombre ingirió cápsulas de cocaína e intenta viajar a Etiopía. Flavio Forner / para The Times.
(Flavio Forner / For The Times)

Un agente llamado Dennis usa una navaja para cortar el plástico de una maleta. La abre y empieza a revisar todo el contenido.

Melo selecciona un par de tenis color blanco.

“¿Todos son nuevos?", le pregunta al hombre.

El asiente.

Ella levanta una bota de mujer y huele el tacón.

Suena el teléfono.

"Él está aquí", Momm llama a Melo, quien ya está colgando el auricular.

"Vamos", dice.

Momm y Dennis corren al área de check-in de Ethiopian Airlines. El hombre que han estado esperando, Emmanuel, ha llegado, con una maleta de mano rígida y una bolsa de plástico verde en la mano.

Emmanuel le entrega la maleta, que contiene dos cajas con medicamentos que son bien conocidos por los agentes que buscan "mulas" o personas que transportan drogas ingiriendo cápsulas llenas de drogas. La caja de loperamide, un medicamento anti-diarrea, está vacío. La caja de bisacodyl, un laxante, se encuentra llena.

Melo llega.

“Él estaba limpio", dice respecto del primer pasajero, a quien se le permite abordar el vuelo a Etiopía, pero permanecerá en una lista de vigilancia.

Cuando Dennis pregunta por los boletos de Emmanuel, él los entrega. Sus manos tiemblan.

El equipo lo lleva de regreso al área de seguridad.

Los agentes sacan todo de la pequeña maleta, su único equipaje: un teléfono celular, cuentas de oración de madera, una bolsa de lona vacía, ropa, zapatos.

“¿En qué trabajas aquí, Emmanuel?", pregunta Melo.

"Vendo ropa en la calle 25 de Marco", responde.

"¿Cuánto ganas haciendo eso?”.

"Alrededor de $75 diarios.”

El sospechoso cuenta que irá a Nigeria después de Etiopía. Melo le pregunta si lleva alguna droga.

“Aquí no hay drogas", indica.

El medicamento, dice, es para el dolor de estómago.

Melo llama a la estación de policía federal en la Terminal 3 para explicar la situación. Necesita el papeleo elaborado para poder llevar a Emmanuel a un hospital cercano donde le tomarán una radiografía, la única forma de saber con certeza si tiene cápsulas de cocaína en el estómago.

Arriba: agentes federales cuestionan a un pasajero que desembarcó de un vuelo desde África en el Aeropuerto Internacional de Guarulhos. A la izquierda, la policía federal de Brasil examina cápsulas encontradas en el vientre de un nigeriano, en el Aeropuerto Internacional de Guarulhos. A la derecha, un ciudadano nigeriano es arrestado en Guarulhos, sospechoso de haber tragado cápsulas de cocaína e intentar viajar a África (Flavio Forner / For the Times)

Después de una búsqueda exhaustiva a puertas cerradas, Melo y Dennis llevan a Emmanuel por una serie de corredores largos y serpenteantes hasta la estación. Allí, le entrega a un agente su información básica. Ingresó al país en 2014 buscando estatus de refugiado, dice, y tiene esposa, hija y residencia legal aquí. La historia es correcta.

El sospechoso sigue negando llevar drogas consigo. Si miente, y una cápsula estalla, podría morir en segundos.

Los agentes lo llevan a una puerta en la parte posterior de la estación que conduce a un estacionamiento, donde un vehículo SUV negro espera.

"No volveremos esta noche", Melo le dice a otro agente, antes de encender la sirena.

"Con toda la medicación que tomó, esto podría llevar días", indica.

Horas más tarde, la radiografía de Emmanuel muestra que tragó más de 100 cápsulas, todas de resultado positivo con cocaína. El lunes por la mañana, el hombre expulsó 90 de ellas. Duplas de agentes esperaban en turnos con él, por el resto.

Langlois es corresponsal especial.

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