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Los embarazos y partos pueden proteger a algunas mujeres del riesgo de demencia

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Las mujeres representan alrededor del 60% de los pacientes con enfermedad de Alzheimer en Estados Unidos, y durante su vida, tienen casi el doble de probabilidades que los hombres de desarrollar esta condición que perjudica la memoria.

Una nueva investigación ofrece tentadoras pistas de las causas de ello, y sugiere que las influencias hormonales o los cambios relacionados con el embarazo en el sistema inmune, o ambos, pueden empujar el riesgo de una mujer de demencia en una dirección u otra.

En un estudio exhaustivo que rastreó a casi 15,000 mujeres estadounidenses desde la edad madura hasta su tercera edad, los investigadores descubrieron que aquellas que habían dado a luz a tres o más hijos, tenían menos probabilidades de desarrollar demencia que las que habían tenido uno solo.

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Al informar sus hallazgos, el 23 de julio, los autores de la nueva investigación también afirmaron que las mujeres cuyo período de vida fértil era más bajo, parecían más propensas a desarrollar demencia que aquellas que comenzaban a menstruar antes.

Los nuevos descubrimientos, informados en la Conferencia Internacional de la Asociación de Alzheimer, en Chicago, ofrecen una pista temprana de que las hormonas, específicamente los estrógenos, pueden ejercer cierta influencia sobre el riesgo de demencia de una mujer. Los datos surgieron del primer estudio para explorar las perspectivas de demencia en la vida femenina mediante el seguimiento de un grupo muy grande de mujeres durante un período prolongado -para algunas, hasta de 53 años-.

En otra investigación presentada el mismo día, un estudio piloto que captó el historial de embarazos de 133 británicas, ofreció evidencia de que la probabilidad de que una mujer desarrolle demencia disminuía a medida que aumentaba el número de meses que había pasado embarazada.

En muchos sentidos, esos hallazgos son consistentes con el estudio que sugiere una influencia hormonal sobre el riesgo de demencia en las mujeres. Pero la autora del informe piloto, la antropóloga de UCLA Molly Fox, destacó que sus hallazgos sugieren otra influencia en el riesgo de demencia de una mujer: los profundos cambios en el sistema inmunológico provocados por el embarazo.

Colectivamente, la nueva investigación marca una primera iniciativa para explorar los fundamentos de las diferencias de género en la demencia. Ese esfuerzo seguramente revelará conocimientos sobre los factores que influyen en el riesgo de deterioro cognitivo a medida que envejecemos, y posiblemente formas de contrarrestar el riesgo, tanto en hombres como en mujeres.

Durante décadas, los investigadores supusieron que las mujeres eran más propensas que los hombres a desarrollar demencia porque tenían más probabilidades que ellos de llegar a la vejez. Como una enfermedad del envejecimiento, según su razonamiento, era más probable que la demencia afectara al sexo con mayor expectativa de vida.

Al sugerir una posible injerencia de las hormonas y el sistema inmune, la nueva investigación ofrece algunas hipótesis alternativas intrigantes: que las mujeres, que evolucionaron para pasar gran parte de sus años fértiles con embarazos, podrían haber acumulado protecciones contra la demencia durante mucho tiempo, iguales a las de los hombres. Pero a medida que las familias se volvieron más pequeñas, las mujeres comenzaron a vivir más tiempo y sus años reproductivos representaron una parte menor de sus vidas, es posible que el riesgo de demencia para ellas haya aumentado.

Que el estrógeno, una hormona femenina, está involucrado es un dato sugerido por varios de los descubrimientos del gran informe. Entre 1964 y 1973, la tarea inscribió a mujeres miembros de Kaiser Permanente de entre 40 y 55 años. Inicialmente, los investigadores recopilaron datos sobre la cantidad de hijos que habían tenido, cuántos abortos habían sufrido y las edades en que comenzaron y dejaron de menstruar. Además de registrar la raza de la mujer y los niveles educativos, rastrearon otras condiciones de salud de mediana edad, como fumar, la presión arterial alta y la obesidad, que se sabe que influyen en el riesgo de demencia.

Entre 1996 y 2017, los investigadores examinaron los registros de salud de las mujeres en busca de evidencias de demencia.

En comparación con quienes habían tenido un hijo, aquellas que eran madres de tres o más tenían un riesgo 12% menor de demencia. Y ese efecto aún se evidenciaba después de tener en cuenta los otros factores recopilados por los investigadores. Además, con cada aborto espontáneo adicional reportado por una mujer, su riesgo promedio de demencia aumentaba en un 8%. Aquellas que habían sufrido la pérdida de tres o más embarazos tenían un 47% más de probabilidades de desarrollar demencia que quienes no informaron abortos espontáneos.

Finalmente, las mujeres cuya menarca había ocurrido entre las edades de 10 y 13 años tenían un 22% menos de probabilidades de desarrollar demencia en el futuro que aquellas que no comenzaron a menstruar hasta los 16 años.

Paola Gilsanz, investigadora de Kaiser Permanente en Oakland y coautora del nuevo estudio, reconoció que los nuevos hallazgos no ayudarán mucho a las mujeres a evitar la demencia. Muchas hormonas relacionadas con el sexo están involucradas en la reproducción, y aumentan y disminuyen en patrones complejos. “Y no puedes cambiar cuando recibes tu primer período o si tienes un aborto espontáneo”, agregó, al descubrir un vínculo entre embarazos, períodos y pérdidas de embarazos. “Estas cuestiones proporcionan una ventana a los modos de acción específicos del sexo” que pueden ser la base de la demencia, destacó Gilsanz.

Si los investigadores pueden manejar mejor qué factores contribuyen a la demencia o a su prevención, están unos pasos más cerca de identificar los medicamentos, las influencias dietéticas o los cambios de comportamiento que podrían imitar esos efectos.

El más pequeño de los dos estudios sugiere que los cambios relacionados con el embarazo en la función inmune de una mujer pueden tener que ver. Durante el embarazo, particularmente en el primer trimestre, el sistema inmune se reorganiza drásticamente. Para permitir la implantación y el desarrollo de un feto -que podría interpretarse como un invasor extraño-, el sistema inmune necesita aliviar selectivamente su nivel normal de vigilancia.

Ello ayuda a explicar por qué para algunos trastornos relacionados con la hipervigilancia del sistema inmune (trastornos autoinmunes como las alergias y la esclerosis múltiple) el embarazo reduce el riesgo o alivia los síntomas, consideró Molly Fox, la autora del segundo estudio. Y hay evidencia de que algunos cambios relacionados con el embarazo en la “inmunorregulación” persisten durante la vida de una mujer.

Si la sobrerreacción inmune es una característica de las demencias, como la enfermedad de Alzheimer (y hay una fuerte evidencia de que sí lo es), podría haber algún valor protector en lograr que el sistema inmunitario ‘dimita’ durante los primeros meses de embarazo, agregó Fox.

Fox descubrió que por cada mes adicional de embarazo que experimentó una mujer, su probabilidad promedio de desarrollar Alzheimer disminuyó en un 5.5%.

Los resultados de su estudio piloto, agregó, “con suerte... expandirían la conversación más allá de una sola hormona, el estrógeno, y alentarían estudios más amplios y futuras investigaciones” para desentrañar el riesgo de demencia de las mujeres.

Otra investigación presentada amplía la imagen del riesgo de demencia de las mujeres y ofrece otras ideas. Un estudio descubrió una curiosa diferencia entre hombres y mujeres cuyos cerebros han comenzado a mostrar las características de la enfermedad de Alzheimer: que incluso como evidencia fisiológica de los aumentos del Alzheimer, las mujeres tienden a desempeñarse mejor en tareas de memoria verbal, como recordar palabras y nombres.

Esa ventaja puede actuar como una “reserva cognitiva” para las mujeres, que les serviría en las primeras etapas de la enfermedad, destacaron los autores de la nueva investigación. Pero como las familias a menudo piden ayuda apenas detectan la “búsqueda de palabras” de un ser querido, la resiliencia verbal de una mujer también puede retrasar el reconocimiento de la aparición de la demencia.

Al medir los efectos del período reproductivo de una mujer y su historial de gestación en su riesgo de demencia, es probable que la nueva investigación refine los intentos para identificar tempranamente a aquellas que poseen mayor riesgo de contraer la enfermedad.

Hasta el momento, no se ha encontrado ningún medicamento efectivo para alterar el curso del mal de Alzheimer. Pero la creciente evidencia sugiere que los procesos que conducen a la pérdida de memoria comienzan décadas antes de que los síntomas conductuales sean evidentes, y que con intervenciones tempranas extensas, algunos casos pueden retrasarse o prevenirse. Ello pone el acento en la identificación temprana de los pacientes en riesgo.

En una entrevista, Suzanne Craft, profesora de medicina geriátrica en la Universidad Wake Forest, calificó los nuevos estudios como un primer paso importante para comprender el riesgo de demencia en las mujeres. Los estudios que analizan el curso de vida de las mujeres pueden generar hipótesis sobre los mecanismos que impulsan la demencia o que protegen el cerebro femenino del deterioro, señaló Craft, quien moderó un panel sobre la nueva investigación, en Chicago, el 23 de julio.

Craft indicó que los investigadores ahora deberían explorar estas hipótesis en estudios con animales, ensayos clínicos y en poblaciones de mujeres cuyas vidas y patrones de procreación sean diferentes a los explorados en este informe.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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