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Pueden vivir más de mil años, pero muchos de los baobabs más antiguos y grandes de África están muriendo

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Los árboles angiospermas más antiguos y grandes del mundo, los baobabs africanos, han muertos o están en vías de perecer, según descubrió un equipo internacional de científicos.

Los expertos agregaron que la avalancha de muertes, descrita en la revista Nature Plants, podría ser resultado de un clima cambiante, aunque sostienen que es necesario investigar más para confirmar o negar la idea.

El baobab conocido como Adansonia digitata L. es un emblema de la sabana africana. Con sus troncos anchos y cilíndricos y sus ramas retorcidas, los árboles parecen haber sido arrancados del suelo, volteados y empujados hacia atrás, con las raíces hacia el aire. Estas plantas gigantes son los árboles angiospermas (o florales) más grandes y más antiguos en la actualidad, y algunos de ellos sobreviven cerca de 2,000 años.

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Los baobab fueron apodados como el “árbol de la vida”, pero también podrían llamarse el árbol generoso: las hojas y frutos de muchas especies también proporcionan un alimento nutritivo, su corteza se puede convertir en cuerda y tela, su madera puede emplearse para herramientas de caza y pesca, las semillas contienen un aceite que se emplea en cosméticos, y sus anchos -y ocasionalmente ahuecados- troncos se pueden usar como refugio.

“Los baobabs son árboles particulares; tienen una arquitectura única, propiedades de regeneración notables y alto valor cultural e histórico”, afirmó el autor principal, Adrian Patrut, químico de la Universidad Babes-Bolyai en Rumania, a través de un correo electrónico. Además, “desempeñan un papel importante en la captura de carbono y crean un microambiente distintivo. Los baobabs son los angiospermas más antiguos y grandes, y el impacto de perderlos tendría profundas consecuencias”.

Hasta hace poco, explicó, no se sabía mucho sobre estos árboles con confianza, razón por la cual en 2005 un equipo internacional de investigadores se embarcó en un proyecto para estudiar su estructura, crecimiento y edad.

Patrut y sus colegas argumentan que los grandes especímenes africanos de baobab siempre tienen múltiples tallos. Mientras que típicamente comienzan a crecer como árboles de tallo único, producen nuevos con el tiempo, desarrollando así estructuras cada vez más complejas, argumentan los científicos. Estos múltiples tallos pueden comenzar a trazar una forma anillada, que contiene un espacio vacío.

Dichas estructuras desafían el conteo de anillos, el método tradicional para establecer la edad de los árboles, dijo. Por lo tanto, los científicos utilizaron en lugar de ello la espectrometría de masas con acelerador, para efectuar dataciones de radiocarbono en muestras de los árboles más grandes y antiguos del sur de África.

Los investigadores descubrieron que, desde 2005, ocho de los 13 baobab africanos más antiguos y cinco de los seis más grandes perecieron o murieron sus partes o tallos más viejos. Esto incluye a Panke, un baobab sagrado en Zimbabwe que se estima tenía unos 2,450 años, un tronco de 25.5 metros de ancho y una altura de 15.5 metros. En 2010, sus ramas comenzaron a caerse; luego sus múltiples tallos comenzaron a dividirse y desplomarse. Para 2011 se había marchitado.

Un destino similar tuvo el árbol de Platland en Sudáfrica, al cual los autores llaman “probablemente el baobab africano más promocionado y visitado”, tal vez porque sus dueños construyeron una barra de cócteles en su interior. Conocido también como el baobab Sunland, era el ejemplar más grande registrado, con un tronco de 34.11 metros de ancho y una altura de 18.9 metros. Había vivido durante aproximadamente 1,110 años hasta que su principal unidad madre se dividió cuatro veces, en 2016 y 2017, y los cinco tallos cayeron y murieron.

“La muerte de la mayoría de los baobabs africanos más antiguos y más grandes en los últimos 12 años es de una magnitud sin precedentes”, escribieron los científicos. “Ello no fue causado por una epidemia, y también ha habido un rápido aumento en las muertes aparentemente naturales de muchos otros baobabs de edad madura”.

No obstante, los hallazgos fueron criticados por otros investigadores que estudian el género. David Baum, un especialista en botánica de la Universidad de Wisconsin-Madison, no estuvo de acuerdo con la interpretación de Patrut de cómo crecen los baobabs, y señaló que se basó esencialmente en su experiencia con pocos ejemplos.

El patrón de crecimiento aparentemente inusual del baobab, agregó Baum, de hecho podría explicarse por su notable capacidad para producir más tejido generador de madera, tal como cuando ha sido herido por un elefante hambriento en busca de alimento. “Creo que es incorrecto en su evaluación de cómo crecen los baobab”, expuso Baum. “Creo que se dejó engañar por la forma en que estos árboles generan su corteza y su madera; entonces pensó que así es cómo crecen”.

Si Patrut ha, en efecto, malinterpretado el patrón de crecimiento de estas plantas, agregó Baum, ello significa que las edades de los árboles extrapoladas de sus resultados de datación por radiocarbono podrían ser erróneas. Los especímenes podrían ser cientos de años más antiguos que lo estimado en el estudio, indicó.

Además, consideró Baum, el informe no presenta una tasa real de muerte para los baobab, por lo cual no puede cuantificar si la tasa de mortalidad de los grandes especímenes en realidad ha aumentado en la última década.

Baum sospecha que la tasa de mortalidad esté en aumento, lo cual apunta a su experiencia personal estudiando baobab en Madagascar. “Es trágico imaginar que estos hermosos árboles, que han existido durante milenios, morirán”, consideró.

Una forma en que los científicos podrían comprender la tasa sería utilizando registros históricos desde la época victoriana, para cuantificar los promedios de mortalidad de los baobabs documentados a lo largo del tiempo, señaló.

En cuanto a las edades precisas, explicó, quizás el mejor método sería tomar una muestra de núcleo a lo largo de un árbol grande, no solo en unos cuantos centímetros. Aunque Baum consideró que hay un pequeño riesgo de generar infecciones fúngicas al hacerlo, y que probablemente sería difícil convencer [de ello] a las agencias gubernamentales y los propietarios privados con grandes baobabs en sus tierras.

Los científicos no estudiaron qué factor estaba causando la muerte de estos monstruos arbóreos, aunque señalaron un posible sospechoso: el cambio climático en la región.

“Creemos que la desaparición de baobabs monumentales puede estar asociada, al menos en parte, con las modificaciones significativas de las condiciones climáticas que afectan en particular al sur de África”, escribieron los autores. “Sin embargo, se necesita más investigación para apoyar o refutar esta suposición”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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