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Tres hombres del Sur de California son secuestrados y matan a dos en incidentes transfronterizos

Un puente peatonal transfronterizo conecta el aeropuerto internacional de Tijuana con San Diego (a la derecha). El nuevo acceso comenzó a funcionar este mes.
(Lenny Ignelzi / Associated Press)
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Vivían en Norwalk, Pasadena y San Diego, pero todos desaparecieron en Tijuana.

Sus familias recibieron una llamada exigiendo dinero. Y en un caso, a pesar de que la familia del hombre dejó $25.000 en efectivo en un baño de McDonald’s según las instrucciones, fue asesinado de igual manera, según documentos judiciales que implican a una pareja, Leslie Briana Matla y Juan Carlos Montoya Sánchez, en una red de secuestros con sede en Tijuana.

Matla, de 20 años, y Montoya Sánchez, de 25, fueron acusados en la corte federal de Los Ángeles de conspirar para lavar dinero. Matla, que vivía en el condado de San Bernardino antes de mudarse a México, fue arrestada la semana pasada en San Diego. Montoya Sánchez, residente de Tijuana, fue arrestado en San Diego el domingo. No estaba claro el lunes si alguno había contratado a un abogado.

En una declaración jurada revelada el lunes, la agente especial del FBI Cara A. Sammartino detalló la supuesta participación de la pareja en tres secuestros cometidos en el lapso de un mes.

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El 27 de marzo, la esposa de Salvador Acosta Medina, ciudadano estadounidense que vivía en San Diego, denunció su desaparición. Usando la cuenta de iCloud de su esposo, ella había encontrado su ubicación más reciente: el Hotel Aqua en el barrio Cañón del Padre de Tijuana, dice Sammartino en la declaración jurada.

Al día siguiente de su desaparición, Medina llamó a su hijo y le pidió que pagara $25.000 para asegurar su liberación. Por orden de los secuestradores de su padre, el hijo recolectó el dinero y lo dejó en una bolsa en el baño de mujeres en un McDonald’s en San Ysidro, según la declaración jurada. El restaurante está a pocos pasos del puerto de entrada a Tijuana.

Seis minutos después de que el hijo de Medina dejó el dinero, Matla salió del baño con una mochila y regresó a México a pie, escribió Sammartino, citando imágenes de circuito cerrado de televisión.

Al día siguiente, el hijo de Medina recibió un mensaje de Whatsapp de la cuenta de su padre, diciendo que sería liberado ese día, según la declaración jurada. En cambio, las autoridades mexicanas encontraron su cuerpo en Tijuana y la familia de Medina identificó sus restos dos días después, escribió Sammartino.

Dos semanas después, la hermana de Edgar Esteban Guzmán denunció su secuestro ante el FBI.

Guzmán, que vivía en Norwalk, estaba visitando a su familia en Tijuana cuando recibió una llamada telefónica, relató un pariente a los agentes. Una vez que colgó, Guzmán les dijo que se iría por unas horas, pero que volvería a tiempo para la cena, escribió Sammartino en la declaración jurada. No volvió.

Al día siguiente, Guzmán llamó a su madre: estaba “en problemas”, le dijo, y necesitaba pedirle a su jefe que pagara $25.000 para sacarlo de allí, escribió Sammartino. A la mañana siguiente, su madre recibió un mensaje de Facebook de la cuenta de Guzmán: una foto de su rostro golpeado, según la declaración jurada. Ella negoció el rescate y lo bajó a $1.000 y el Chevrolet Camaro de su hijo, según Sammartino.

Guzmán le dijo a su madre que entregara el rescate en el estacionamiento de un Lowe’s en Norwalk. Una “mujer embarazada” estaría esperando allí. Por razones que no se explican en la declaración, el rescate nunca fue entregado. Las autoridades mexicanas encontraron el cuerpo de Guzmán al día siguiente.

Su hermana usó la computadora familiar para acceder a la cuenta de Google de Guzmán. Su ubicación final, en las primeras horas de la mañana del día en que fue encontrado muerto, fue el Hotel Aqua en Tijuana, escribió Sammartino. En la cuenta de Gmail de Guzmán, su hermana encontró un recibo de una transferencia bancaria de Western Union: $400 enviados a un “Juan Carlos Montoya Sánchez”, revela la declaración jurada.

Una semana después, el propietario de una tienda de tacos condujo con un amigo a la casa de un conocido, Óscar Bautista Valencia, quien le había ofrecido venderle productos enlatados con descuento. Debido a las restricciones del brote de coronavirus, su restaurante tenía pocos suministros, dijo el taquero al FBI. Se identifica en la declaración jurada sólo por sus iniciales.

Cuando regresó al garaje de Valencia, un hombre cerró la puerta de golpe y una mujer bajó las escaleras, apuntando con un arma, le relató al FBI. Dos hombres lo golpearon, lo ataron y lo vendaron a él y a su compañero, dijo.

Por orden de sus secuestradores, el taquero llamó a la madre de sus hijos, que vivían en Pasadena, y le expuso que había matado a una familia de cuatro mientras conducía ebrio y que tenía que pagar $20.000. Dijo que la amaba a ella y a sus hijos.

“Estaba diciendo adiós”, le dijo más tarde al FBI, porque había visto las caras de sus secuestradores y sabía que “lo iban a matar sin importar si se pagaba un rescate o no”.

Redujo el pago del rescate a $14.000, según la declaración jurada, y los secuestradores le dijeron que entregara el dinero esa noche a una mujer embarazada en Food 4 Less en Lynwood. Al final, ella no entregó el dinero ni fue al sitio de entrega, según la declaración jurada. Ella no necesitaba hacerlo.

Veinte minutos antes de la entrega programada, un escuadrón mexicano notificó al FBI que habían allanado el Hotel Aqua en Tijuana, arrestaron a nueve presuntos secuestradores y liberaron al taquero. Una semana después, un juez magistrado en Los Ángeles autorizó órdenes de arresto contra Matla y Montoya Sánchez.

“Los tres incidentes parecen estar vinculados en función de un modus operandi común, como ubicaciones frecuentes utilizadas, números de teléfono comunes usados para realizar llamadas y demandas de rescate similares”, escribió Sammartino.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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