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Columna: Fue a recoger a su hija. Terminó debatiendo con manifestantes anticubrebocas

Anti-mask protester holds a sign in Costa Mesa in 2020.
Un manifestante anticubrebocas sostiene un cartel en Costa Mesa en 2020. Durante la pandemia de COVID-19, los manifestantes se han presentado en negocios y escuelas en todo California para protestar por el mandato de uso de mascarilla. Recientemente se llevó a cabo una protesta en Santa Mónica.
(Raúl Roa / Times Community News)
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Blaine D. Pope no planeaba volverse viral. Había planeado irse a casa y hacer un sándwich de crema de cacahuate.

Pero eso fue antes de que el profesor llegara a la escuela de su hija, en Santa Mónica, una tarde de esta semana y se encontrara con un grupo anticubrebocas agitando carteles y gritando teorías de conspiración a padres y estudiantes.

Los conoces. Aquellos que afirman, falsamente, que el COVID-19 es “lo mismo que la gripe” y que cualquiera que use un cubrebocas o acepte vacunarse ha sido “adoctrinado” por un misterioso “ellos”.

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La mayoría de las personas en la posición de Pope simplemente se habría marchado, tal vez bajando la ventana para gritar en el proceso, pero de igual manera siguiendo el sabio consejo de no alimentar a los trolls.

Pope, quien ha estado enseñando negocios en Cal State Northridge, pero tiene experiencia trabajando en salud pública, no se fue. En cambio, durante casi 20 minutos, él y su hija de 11 años tuvieron lo que solo puede describirse como una conversación extraordinariamente tranquila e incluso seria con un par de hombres decididos a poner en duda todo, desde el número de muertos por COVID-19 hasta la existencia del cambio climático.

“Honestamente, si no hubiera sido por la petición de mi hija” para ver más de cerca a los manifestantes, me dijo más tarde Pope: “Me hubiera ido a casa a hacerme mi sándwich”.

Pero se quedó, preguntándole valientemente a un hombre que llevaba un letrero que decía “Los cubrebocas son para promover la sumisión”: “¿Cuál es el problema real aquí?”.

“Libertad, hermano”, le dijo el hombre a Pope, quien es negro. Luego agitó una mano sobre su rostro pálido y desnudo, indicando dónde iría un cubrebocas. “Esta es una forma de esclavitud”.

Que esta conversación tranquila, capturada en video por un reportero del Beverly Hills Courier, fuera lo suficientemente anormal como para volverse viral en Twitter dice mucho sobre qué tan comunes se han vuelto las divisiones en este país. También habla de los esfuerzos inusitados que se requerirán para persuadir a más estadounidenses, en particular a los escépticos del COVID-19 entre nosotros, para que se vacunen.

En resumen, poner fin de verdad a la pandemia requerirá que al menos algunos de nosotros con inteligencia discutamos (lo siento, mantengamos conversaciones tranquilas y razonadas) con idiotas obstinados.

Me doy cuenta de que puede que no parezca necesario en este momento. Después de todo, las hospitalizaciones y muertes debido al COVID-19 se están acercando a mínimos históricos en California. Y esta semana, los funcionarios de salud pública autorizaron a Los Ángeles reabrir gran parte de su economía, flexibilizando las restricciones en bares, cines y parques de diversiones. Muchos otros condados están a punto de hacer lo mismo.

Mientras tanto, a nivel nacional, alrededor del 45% de la población ha recibido al menos una dosis de la vacuna contra COVID-19. En California, la tasa es aún mayor, apenas por encima del 50%.

Y, según un nuevo informe de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, es probable que los casos de coronavirus disminuyan drásticamente a fines de julio y sigan descendiendo después, incluso cuando el COVID-19 continúe circulando y surjan nuevas variantes, con horribles consecuencias mortales en otras partes del planeta.

Pero entre toda la charla alegre de una reapertura estadounidense está la advertencia de que, para que se convierta en una realidad permanente, la gente debe seguir usando cubrebocas en lugares cerrados y, lo más importante, más personas deben vacunarse.

El presidente Biden dijo esta semana que quiere que el 70% de los adultos estadounidenses hayan recibido al menos una dosis para el 4 de julio. Pero las tasas de vacunación continúan cayendo y decenas de millones de personas dicen que todavía desconfían de recibir la inyección, lo que significa que la tarea ahora es convencer a los desinteresados, indecisos y totalmente testarudos.

En algunos rincones de Los Ángeles, los médicos han estado haciendo alguna versión de esto durante semanas, especialmente después de que los funcionarios federales detuvieron temporalmente la distribución de la vacuna de Johnson & Johnson de una sola inyección para investigar informes de un trastorno de coagulación sanguínea poco común, pero grave.

Por ejemplo, Jasmine Morataya, asistente médica que ayuda a administrar el sitio de vacunación en el Centro de Salud Comunitario Kedren en el sur de Los Ángeles, dijo que ha pasado mucho tiempo respondiendo preguntas de personas que están lejos de ser teóricos de la conspiración, pero que se encuentran preocupadas por posibles problemas de efectos secundarios.

“Todo lo que se trata de hacer es educar a las personas y dejar que tomen las decisiones”, dijo, “porque, después de todo, es su cuerpo”.

En general, las investigaciones han demostrado que la mejor estrategia para persuadir a las personas de que se vacunen es recurrir a fuentes confiables, como pastores y médicos, para responder preguntas y proporcionar información objetiva. Solo puedo asumir que esta es la razón por la que los CDC utilizaron personajes de “Plaza Sésamo” para una serie de nuevos anuncios a favor de la vacuna. Porque, ya sabes, ¿quién no confía en Elmo?

Los que no siguen a los Muppets son otro asunto.

“Lo entiendo”, me comentó Pope. “La gente está cansada de estos idiotas que simplemente no entienden, no leen la ciencia, no son lógicos, ni racionales”.

Después de soportar años de un clima político polarizado y directamente tóxico, la mayoría de las personas se ha quedado sin paciencia para tolerar a aquellos con opiniones diferentes. Pero esa es exactamente la razón por la que Pope dijo que accedió al deseo de su hija de hablar con los anticubrebocas. Quería que ella entendiera lo que muchos de nosotros parecemos haber olvidado cómo hacer, o simplemente no estamos dispuestos a realizar.

“Creo que es una cuestión ética importante”, señaló. “Hay gente así y tendrás que interactuar con ellos. Entonces, la pregunta es, ¿qué tono adoptas si quieres dialogar con ellos? No tiene por qué ser una pelea a gritos”.

Comenta que le explicó a su hija que “todo lo que estás aprendiendo en la escuela en este momento, cuestiones de ética, moralidad, cambio climático, historia, matemáticas. Todo eso es para lograr el pensamiento crítico que necesitas para interactuar con personas como esta, porque las encontrarás en tu vida”.

Pope reconoce que los anticubrebocas que agitaban carteles la otra tarde estaban allí para “lanzar propaganda” y “crear dudas” con su proselitismo de falsedades a los estudiantes y padres de Santa Mónica.

“Pero creo que, como seres humanos”, subrayó, “algunas de esas personas se irán a la cama preguntándose qué era lo que realmente estaba tratando de decir ese doctor negro”.

De todos modos, ese es el plan. El plan B sigue siendo ese sándwich de mantequilla de maní.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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