Anuncio

Un asesino ataca un campamento de desamparados en Los Ángeles. “Algunas personas trabajan para el diablo”

A cross covered with flowers and with a photo of a face on top.
Un monumento marca el lugar donde se encontró el cuerpo de Patricia Loeza, una mujer en situación de calle, en un claro de tierra cerca de las vías del tren en Compton.
(Gary Coronado / Los Angeles Times)
Share

Antes de que los dos detectives se sentaran, Tracy Walker estaba hablando.

Preguntó si el forense ya había realizado pruebas en un cuchillo encontrado en su casa de campaña. El cuerpo de un hombre había sido descubierto cerca de un pequeño campamento de personas en situación de calle donde vivía Walker; juró a los investigadores de homicidios que encontrarían que el arma no había sido utilizada en el asesinato.

Pero Daniel Machuca y Gustavo Carrillo, detectives del Departamento del Sheriff de Los Ángeles, querían preguntarle a Walker sobre otro cuerpo.

Le mostraron una fotografía de una joven latina con el pelo casi a rapa. Walker la conocía. Les dijo a los detectives que había atrapado a la mujer en su tienda, robando sus pertenencias y le había dado una “respuesta seria”, según los registros judiciales.

Anuncio
A bicyclist rides alone on a bike path.
Un ciclista recorre Compton Creek, al norte de Del Amo Boulevard, donde se encontró el cuerpo de Kenneth Jones, de 26 años, en una de las orillas del arroyo en enero.
(Gary Coronado / Los Angeles Times)

La mujer, comentó Walker, había sido “la primera”.

Compton Creek es una franja de concreto de agua fangosa que abraza la calle Alameda y la avenida Santa Fe en Rancho Domínguez, antes de desembocar en el río Los Ángeles. Atraviesa propiedades industriales y patios ferroviarios: una franja verde en contraste con una extensión de gris y óxido.

Es un lugar tranquilo, donde el ruido distante de los camiones a lo largo del bulevar Del Amo suena amortiguado y el carril para bicicletas que se encuentra por el arroyo suele estar vacío. Pero para un pequeño grupo de personas que han levantado casas de campaña a la sombra de los árboles que crecen a lo largo de su orilla oriental, el arroyo es su hogar.

Fue ahí donde murieron tres personas el año pasado.

A head shot of a man.
Tracy Walker se muestra en una fotografía sin fecha.
(California Department of Corrections and Rehabilitation)

Walker, de 56 años, se declaró inocente de tres cargos de asesinato y un cargo de posesión de un arma de fuego. Su abogada, Kelly L. O’Brien, dijo que todavía estaba revisando las pruebas y se negó a comentar. La fiscal de distrito adjunta, Hilary Williams, quien está procesando el caso, se negó a dar comentarios. Los detectives que investigaron a Walker no estuvieron disponibles para una entrevista.

Las presuntas víctimas de Walker, como él, se encontraban entre las aproximadamente 65.000 personas en Los Ángeles que no tienen hogar o que viven precariamente en la línea entre el albergue y el desamparo. Sus vidas fueron golpeadas por fuerzas que a menudo dan forma a historias de individuos en situación de calle (adicción, enfermedades mentales, hogares deshechos), pero nunca renunciaron por completo a la vida ni a los sueños de crear algo mejor.

La forma en que cada uno se separó de su familia y supuestamente se topó con Walker en un terreno desolado cuenta una historia más amplia sobre la vulnerabilidad que impregna cada momento de la vida en las calles. En medio de un sorprendente aumento general de homicidios en Los Ángeles durante el último año, los asesinatos de personas sin hogar se han disparado de manera más dramática.

Patricia

A weathered photograph of a face on a post.
Una fotografía desgastada es parte de un memorial donde se encontró el cuerpo de Patricia Loeza.
(Gary Coronado / Los Angeles Times)

Un ingeniero ferroviario caminaba por las vías cerca del arroyo una noche de junio pasado cuando un olor nauseabundo proveniente de una maleza lo detuvo. Más allá de los arbustos, en un claro circular de tierra, encontró el cuerpo en descomposición de una mujer tendida de espaldas.

Patricia Loeza había sido apuñalada ocho veces. Sus manos y muñecas estaban marcadas con cortes, una señal de que había intentado defenderse de su atacante. Cerca de su cuerpo había una tienda derrumbada, con la tela rajada y rasgada.

Cuando la familia de Loeza explica su camino hacia la adicción y la falta de vivienda, comienzan por el principio.

Ella tenía 9 años y crecía con tres hermanos en el sur de Los Ángeles cuando su padre fue deportado a México, explicó su hermana, Jasmín Loeza Escudero. A su madre le correspondía criar sola a sus hijos. Loeza, la más joven de los cuatro, luchó con problemas de salud mental cuando era niña, recordó su hermana.

“Había algo en ella que la empujaba a hacer cosas compulsivamente”, comentó Loeza Escudero. “Algo no estaba bien con ella. Algo estaba fuera de equilibrio”.

Loeza no terminó el bachillerato; para entonces, comentó su hermana, entraba y salía de las instituciones juveniles y consumía drogas, incluida la metanfetamina.

A torn tent next to a bush.
La casa de campaña de Patricia Loeza todavía está cerca de donde se encontró su cuerpo.
(Gary Coronado / Los Angeles Times)

Un día, Loeza llegó a casa embarazada. Había salido con mujeres desde que se declaró lesbiana en la escuela secundaria, pero su madre y sus hermanos nunca le preguntaron por el padre de la niña. “No lo cuestionamos”, agregó su hermana. “Sabíamos que teníamos que cuidarla”.

Su bebé fue puesto en cuidado adoptivo durante un año, hasta que su abuela pudo hacerse cargo de él, puntualizó Loeza Escudero.

Mientras tanto, desapareció de su familia por períodos cada vez más largos. Un sábado de 2019, su hermana la vio debajo de un puente en el centro de Los Ángeles. Se detuvo y cruzó el tráfico en Olympic Boulevard. No había visto a su hermana en tres años. Loeza parecía demacrada, andrajosa, desgastada.

Loeza Escudero persuadió a su hermana para que volviera a casa y la grabó abrazando a su madre, abrazando y besando a su hijo, que para entonces tenía 4 años. Le suplicaron que se quedara, pero ella se negó. Tal vez, piensa ahora su hermana, estaba avergonzada. Tal vez no quería causarle más dolor a su madre.

La llevaron ese día a su casa de campaña en Boyle Avenue, al este del río Los Ángeles. La ayudaron a preparar un colchón y una pequeña parrilla que le habían comprado y luego se fueron.

Machuca y Carrillo, los detectives del Departamento del Sheriff, llegaron a las vías poco antes de las 11:30 p.m.

Observaron un cartón de jugo de Minute Maid cerca del cuerpo de Loeza y, debajo, dos recibos impresos unas tres semanas antes en un mercado Número Uno de Compton y un Vons de Long Beach.

Al día siguiente, Machuca revisó el video de vigilancia de los Vons. Vio a un hombre negro corpulento colocar una barra de pan, carne y un cartón de jugo de Minute Maid en la cinta transportadora en la caja registradora que había impreso el recibo, escribió el agente en una declaración jurada solicitando una orden de registro. El cartón de jugo se parecía al que se encontró en la escena del crimen, señaló.

El hombre había comprado los artículos con una tarjeta EBT, una tarjeta de débito que California usa en lugar de los cupones de alimentos. Machuca se enteró de que la tarjeta estaba registrada a nombre de Walker, y cuando comparó el rostro del hombre capturado en el video de la tienda con una fotografía de la reserva de Walker de 2011, coincidió, escribió.

Mientras tanto, Loeza Escudero no sabía que los detectives seguían una pista prometedora. Decidiendo tomar la búsqueda en sus propias manos, Loeza Escudero y su otra hermana, Vanessa Loeza, recorrieron el arroyo en busca de pruebas, testigos que pudieran haber escuchado o visto algo. En una tienda encontraron cuchillos, recordó Loeza Escudero. Muchos de ellos.

Llamaron a Machuca, quien se encontró con ellas. Vanessa Loeza le entregó al detective un cuchillo de cocina de 13 pulgadas, una lima para afilar y otros artículos que dijo haber hallado dentro de la tienda, que estaba a unos cientos de metros al sur de donde se encontró el cuerpo de su hermana, escribió el detective en la declaración jurada.

Mientras hablaban, un hombre se les acercó y les dijo que su tienda había sido destrozada, escribió Machuca. Fue Walker.

El Times encontró pocos detalles sobre la vida de Walker más allá de los contenidos en los archivos de su caso penal. Sus familiares no pudieron ser contactados para este artículo.

En 1993, cuando tenía 28 años, Walker fue declarado culpable de homicidio involuntario en Los Ángeles y encarcelado hasta 2001, según los registros judiciales y de acuerdo con un portavoz del departamento de correccionales del estado. En 2011, se declaró culpable de posesión de un cuchillo y recibió una sentencia suspendida de tres años en la cárcel del condado, de acuerdo a los registros judiciales.

Un juez ordenó a Walker que se reuniera con especialistas en salud mental de Los Ángeles y que trabajara con ellos para encontrar una vivienda, según muestran los registros. Los funcionarios del condado lo ayudaron a encontrar un apartamento en el sur de la ciudad, escribió un oficial de libertad condicional en un informe presentado ante el tribunal. No está claro cuánto tiempo permaneció allí ni por qué se fue.

Machuca recordó que Walker estaba “extremadamente molesto” en el arroyo por el daño a su casa de campaña. Se puso cada vez más alterado, escribió el detective en su declaración jurada. Comentó que había vivido en skid row antes de mudarse al arroyo más apartado para evitar a la policía y a los transeúntes.

Machuca ya lo sabía, pero antes de irse, el detective le preguntó a Walker por su nombre.

“Me llaman Solo”, respondió.

Era la foto de Loeza que Machuca y Carrillo le mostraron a Walker ocho meses después mientras estaba sentado en una sala de entrevistas en la estación del sheriff en Carson. Los detectives preguntaron cómo había muerto.

Walker afirmó haber atrapado a Loeza en su casa de campaña y la confundió con un pandillero masculino, escribió Machuca en la declaración jurada. Walker, quien, según los registros de arresto, mide 6 pies 1 y pesa 360 libras, alegó que tuvo que defenderse de la mujer, que medía 5 pies 2 y pesaba 125 libras.

Sus últimas palabras, agregó, fueron: “Te daré todo lo que tengo”.

Les dijo a los detectives que había guardado el teléfono celular barato de Loeza como un “trofeo”, escondiéndolo en una unidad de almacenamiento que alquiló en Del Amo Boulevard, según la declaración jurada.

Después de la entrevista, Machuca registraría la unidad y confiscaría un sobre que contenía seis teléfonos celulares, una tableta de Amazon, una llave de depósito de seguridad, 50 cuchillos y un “libro de texto de Malcolm X con escritura manuscrita”, según una orden de registro.

Machuca y Carrillo le mostraron a Walker otra fotografía. Éste era de un joven negro.

“Ese es el hijo de puta, tuve que defenderme de él”, respondió, según la declaración jurada.

Kenneth

La última vez que Keisha Grier vio a Kenneth Jones, intentó una vez más que volviera a casa.

A portrait of a man.
Kenneth Jones, quien se muestra aquí en una fotografía familiar sin fecha, fue encontrado muerto el 15 de enero en una orilla de Compton Creek.
(Keisha Grier)

Para Grier, Jones era uno de los suyos. El hijo de su primo, Jones, había crecido con su madre y su padrastro en San Diego hasta la mañana en que fue a la escuela y las autoridades lo colocaron en un orfanatorio, citando violencia doméstica en su hogar, indicó Grier. Jones tenía 8 años.

Después de vivir en hogares de acogida durante dos años, se mudó con los padres de Grier en Compton, luego con ella, quien se convirtió en su tutora legal, señaló. Aunque ya estaba criando a tres hijos como madre soltera, fue una decisión fácil, comentó.

“Es familia. No desechas a la familia”.

Grier describió a Jones como un niño artístico, recordando que en Compton High School se inscribió en un programa que enseñaba habilidades de dibujo y animación en Fox Studios en Century City. Soñaba con algún día trabajar en un estudio así.

“Para mí tenía mucho potencial”, enfatizó Grier.

Pero él estaba irritado por las reglas que ella estableció para su hogar, y, en la escuela preparatoria, subrayó, comenzó a consumir drogas. Jones se mudó de la casa de Grier a un edificio abandonado en Compton con amigos, explicó. Empezó a robar en tiendas para apoyar una adicción a la metanfetamina y, según sospecha ella, a la heroína.

Durante los años siguientes, pasó de vivir en la calle, a habitar un hogar dirigido por una iglesia y un domicilio de la familia de Grier. En 2019, su novia, Elsa Jiménez, dio a luz a su hijo. La pareja no tenía hogar en ese momento y el bebé fue colocado en un orfanatorio, señalaron Grier y Jiménez.

Cuando vivía en la calle, Jones venía a la casa de Grier una vez cada tres meses aproximadamente para comer una buena comida y darse un baño. “Se adaptó a ese estilo de vida, pero no era él”, comentó. “Estaba acostumbrado a dormir en una cama, a sacar su ropa del armario”.

Grier salía de un CVS en Compton Boulevard un día de noviembre pasado cuando vio a Jones en bicicleta. Hablaron durante media hora en el estacionamiento, sobre su hijo, que había cumplido 1 año y todavía estaba en cuidado adoptivo, sobre cómo llevar su vida a un punto en el que pudiera involucrarse un poco con el niño. Grier le pidió que volviera a casa.

“Eres más de lo que la gente, este mundo, te ha cargado”, recordó haberle dicho.

Jones dijo que no quería dejar a su novia en la calle. Aún así, Grier sintió que ella se estaba comunicando con él. Por lo general, él terminaba una conversación preguntando si ella tenía unos dólares. Esta vez no lo hizo.

Grier vio a Jones alejarse pedaleando. “Creo que se fue pensando en todo lo que dije”.

La última semana de su vida, la carpa en la que vivían Jones y Jiménez, así como otras personas en un campamento fueron destruidas en un incendio, expuso la novia de Jones. Ella se mudó brevemente con la familia; él instaló una nueva casa de campaña cerca de las vías del tren al norte de Compton Creek.

Vivir en las calles, señaló Jiménez, es ver un lado de la vida malo y traicionero. La gente robará las escasas pertenencias que tiene otro, se asaltará entre sí, incendiará la casa de campaña de los demás.

“Es un mundo feo”, expresó, pero Jones no parecía verlo de esa manera. “Nunca se cuidó la espalda. Pensaba que todo el mundo era bueno. Y yo le decía: ‘No todo el mundo es bueno, Kenny. Algunas personas trabajan para el diablo’”.

Una mujer en situación de calle encontró su cuerpo el 15 de enero, boca arriba en la orilla del arroyo. Jones, inicialmente identificado como “John Doe 22”, había estado muerto durante algún tiempo. Le habían golpeado por encima de la frente con un objeto y le apuñalaron el pecho, registró un informe forense.

Walker les dijo a los detectives que había atrapado a Jones dentro de su tienda, tratando de robar su bicicleta con un par de cortadores de pernos, según la declaración jurada de Machuca. Mientras los dos luchaban, relató Walker, tomó la herramienta de Jones y la usó para defenderse, de acuerdo a la declaración jurada. Les dijo a los detectives que había guardado la herramienta en su unidad de almacenamiento.

Walker quería ver otra fotografía. Preguntó si los detectives tenían algo de “Eastside Longo”.

César

Cuando César Mazariegos salió de la cárcel en marzo de 2020, tenía 30 años y había pasado la mayor parte de su vida adulta tras las rejas.

A man with tattoos wearing an orange high-visibility vest sits in a car
César Mazariegos, que se muestra aquí en una fotografía familiar sin fecha, fue encontrado cerca de Compton Creek el 9 de febrero. Lo habían matado, enrollado en una carpa y cubierto con una alfombra.
(Celia Mazariegos)

Su madre, Celia Mazariegos, lo recordó siendo un niño bromista. Le encantaba bailar, dijo, una vez ganó un concurso de baile folclórico mexicano cuando tenía 8 años. Bailaba con la música que ella reproducía mientras limpiaba la casa.

César Mazariegos comenzó a consumir drogas en la escuela preparatoria, comentó su madre. A medida que crecía, el abuso se hizo más profundo. “No podía dejar las drogas”, dijo en español.

Cuando estaba sobrio, era amable y concienzudo con su familia. Pero cuando consumía, se volvía errático y obsesivo; aseguró: “Hacía cosas que no eran normales”.

Mazariegos entró y salió de la cárcel del condado y finalmente fue enviado a la prisión estatal para cumplir una sentencia de casi nueve años, comentó su familia. Una hija pequeña lo conocía solo por visitas ocasionales.

Lo impregnaron tras las rejas con tatuajes de los Eastside Longos, una pandilla latina en Long Beach. Le explicó a su madre que era una cuestión de supervivencia: tenía que asociarse con la pandilla para protegerse, recordó.

Después de cumplir su condena, Mazariegos fue liberado en un mundo paralizado por la pandemia de COVID-19. Se reportaba a una agencia de personal en Rancho Domínguez, cerca de donde fluye Compton Creek debajo de Del Amo Boulevard, y tomaba cualquier trabajo que pudiera conseguir, expuso su madre, generalmente empleos de carga y descarga de productos minoristas en almacenes. No tenía una dirección fija, pasaba de estar entre casas de amigos, moteles y temporadas en centros de vida sobria, según su familia.

El 9 de febrero, los agentes encontraron el cuerpo de Mazariegos al este del arroyo, envuelto en una carpa de nailon y cubierto con dos carpas más, un trozo de alfombra y varias plantas de espinas rodadoras, escribió el oficial José Ramírez en una declaración jurada en busca de una orden de registro. Los familiares sospechan que fue un viaje a la oficina de empleo lo que lo llevó allí; en ese momento, no se estaba quedando en el arroyo sino con un amigo en Long Beach, dijeron.

A building with the words "Del Amo Self Storage and RV."
Los detectives entregaron una orden de registro en una unidad que Tracy Walker alquiló en Del Amo Self Storage & RV, confiscando 50 cuchillos y otras pruebas.
(Gary Coronado / Los Angeles Times)

El video de una cámara de seguridad en el área mostró a Walker llevando una carretilla con “un objeto pesado de forma extraña”, desde su campamento hasta el área donde se encontró el cuerpo de Mazariegos, escribió Ramírez, quien dijo que reconoció a Walker en el video por “numerosos contactos” realizados mientras patrullaba el arroyo.

Después de empujar la plataforma rodante detrás de unos árboles, Walker volvió a aparecer con ella vacía, escribió Ramírez. Regresó a la zona boscosa con lo que aparecía en el video como “una casa de campaña de lona, un gran pedazo de alfombra y varias plantas de espinas rodadoras secas”, según la declaración jurada de Ramírez.

En la sala de entrevistas, Walker les dijo a los detectives que “el tercero”, un hombre con tatuajes de Eastside Longos, se había acercado a él cerca de la instalación de almacenamiento y le había apuntado con un arma.

Walker aseguró que “fue demasiado lejos” al defenderse, según la declaración jurada de Machuca. Le había quitado el arma al hombre, “se ocupó de él” y luego enterró el arma, una Tec-9, cerca de su tienda, de acuerdo con el documento.

Walker comentó que había guardado algunas de las pertenencias del hombre en su unidad de almacenamiento: un sombrero negro “LB” y un pañuelo azul, según la declaración jurada.

“Sangre fría”

En el relato de Machuca, Walker parecía molesto porque otro detective lo había llamado “un asesino a sangre fría”.

“Ellos”, las víctimas, eran “depredadores”, le comentó a Machuca y Carrillo, de acuerdo con el documento. No tenía más remedio, señaló, que dar “a cada uno de ellos una respuesta seria para proteger su seguridad como un transeúnte afroamericano en situación de calle”.

Sin embargo, reconoció, en el relato de Machuca, lo que él llama autodefensa, “el juez lo llamará PC uno-ochenta y siete”, la sección del código penal estatal que define el homicidio.

Las familias de sus presuntas víctimas miran con escepticismo sus afirmaciones de legítima defensa. Es más probable, comentó Grier, que les tendiera una emboscada como una especie de “juego”.

“Me pregunto si no hubieran atrapado al tipo cuando lo hicieron, cuántas otras personas habrían muerto”, señaló. “No iba a parar. Iba a seguir y seguir”.

El redactor del Times, Rubén Vives, contribuyó a este artículo.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

Anuncio