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La marihuana ilegal invade los desiertos de California y trae violencia, miedo y destrucción de la ecología

Marijuana plants fill the interior of a plastic covered greenhouse
Una foto del 8 de junio del Departamento del Sheriff del condado de Los Ángeles muestra plantas de marihuana dentro de una operación de cultivo ilegal en Antelope Valley.
(L.A. County Sheriff’s Department)
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Antes de que su cadáver fuera arrojado a una tumba poco profunda, a 50 millas al norte de Los Ángeles, Mauricio Ismael González-Ramírez estuvo prisionero en una de las cientos de granjas de marihuana del mercado negro que explotaron en el alto desierto de California en los últimos años, según las autoridades.

Trabajó en lo que se ha convertido en el refugio de marihuana ilegal más nuevo de California: el desierto de Mojave. Un mundo lejos de los frondosos bosques del “Triángulo Esmeralda” del norte de California, este clima cálido, seco e implacable atrajo a más de mil plantaciones de cannabis que pueblan la árida extensión entre el Antelope Valley y el Río Colorado.

Es un asedio sin precedentes, que trastornó la vida en las comunidades remotas del desierto y los desarrollos de vastas extensiones con árboles de Joshua y otros matorrales. Según las autoridades, el auge generó trabajos forzados, violencia, robo de agua y la destrucción del frágil hábitat y la vida silvestre del desierto.

Los veteranos residentes se sienten menos seguros y afirman que los cultivadores del mercado negro actúan con impunidad al portar armas, intercambiar disparos con rivales y amenazar a quienes deambulan demasiado cerca de sus granjas. “Cuando nuestra familia se mudó a Twentynine Palms, hace nueve años, era un lugar pacífico y tranquilo”, comentó Amy Tessier, de 38 años. “La invasión de las granjas de marihuana cambió todo eso... Ya no salimos a pasear bajo las estrellas. Simplemente, ya no parece seguro”.

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Muchas de estas granjas ilícitas están comandadas por organizaciones criminales, según los agentes federales de drogas, y a menudo dependen del trabajo de inmigrantes indocumentados como González-Ramírez.

Alistado por cultivadores de su ciudad natal en México, el joven de 26 años cuidó plantas de marihuana por un lapso de alrededor de un mes y medio en un invernadero improvisado en las afueras del lago Los Ángeles, donde fue retenido en contra de su voluntad, alegan los fiscales, mediante el uso de “violencia, amenazas, fraude y engaño”.

En febrero le pegaron un disparo en la cabeza con una pistola semiautomática y lo enterraron en un desierto desolado.

Después de que un aviso llevó a las autoridades a desenterrar el cuerpo de González-Ramírez un mes después, arrestaron a tres agricultores indocumentados bajo sospecha de asesinato y cautiverio. Se afirma que los sospechosos, según documentos judiciales, estaban “afiliados al cártel de Jalisco”.

Authorities seized tens of millions of dollars worth of illegal marijuana grown in the Antelope Valley
Las autoridades incautaron decenas de millones de dólares en marihuana ilegal cultivada en el Antelope Valley, en junio.
(L.A. County Sheriff’s Department)

El auge del cultivo de cannabis en el desierto de Mojave comenzó poco después de que California votara para legalizar la marihuana, en 2016. Desde entonces, los cultivadores del mercado negro han acudido en masa al desierto, que ofrece un entorno casi perfecto para la agricultura a gran escala: la constante luz del sol, espacios abiertos baratos y prácticamente sin vigilancia de la policía. Aunque los plantíos de cannabis del desierto requieren enormes cantidades de agua, los cultivadores descubrieron que pueden comprar o robar todo lo que necesitan.

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Las excavadoras raspan la maleza del desierto y la capa superficial del suelo en altas bermas mientras los productores despejan espacio para una fila tras otra de invernaderos en forma de túnel, desde los cuales el olor acre del cannabis flota en los vecindarios. En algunos casos, las granjas ilegales de marihuana se extienden por el suelo del desierto como complejos agrícolas corporativos, que aparentemente surgen de la noche a la mañana.

Agentes del sheriff del condado de Los Ángeles en los últimos meses contabilizaron 500 de estos sitios de cultivo ilegales desde el aire, un gran aumento desde los 150 detectados el año pasado. En el condado de San Bernardino se encontraron con 860 sitios ilegales. Las granjas son tan numerosas que un residente indignado publicó imágenes tomadas por un dron de un invernadero tras otro, que pueblan una milla de desierto en Twentynine Palms.

La propagación coincidió con un aumento de la violencia. Aunque no hay un recuento oficial de homicidios, The Times detectó al menos cinco asesinatos en el desierto de Mojave en 2020 y 2021 que, según los investigadores, estuvieron relacionados con el cultivo de marihuana, así como un intento de asesinato.

En una reciente redada, afirmó el Departamento del Sheriff del Condado de Los Ángeles, las autoridades confiscaron 373.000 plantas y más de 16 toneladas de marihuana cosechada con un valor en la calle de más de mil millones de dólares, la operación más grande de este tipo en la historia del departamento.

La proliferación de un cultivo extremadamente intenso en agua en un entorno desértico también aumentó los temores de escasez del vital líquido.

En medio de una sequía compleja, los agricultores han robado agua de pozos agrícolas y acueductos, o han roto tomas de agua. Extrajeron tanto de los hidrantes a fines de marzo, que la caída de la presión del agua comprometió el funcionamiento de la extinción de incendios. Como resultado, el Departamento de Bomberos del Condado de Los Ángeles ordenó la remoción de 100 hidrantes en el Antelope Valley.

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Los cultivadores de cannabis comenzaron a mudarse de los bosques de secuoyas de California al desierto abrasado por el sol en 2018, dos años después de que los votantes aprobaran la Proposición 64, que redujo la pena por cultivar y vender marihuana de un delito grave a un delito menor.

Si bien algunos municipios con problemas de liquidez, como Desert Hot Springs, cortejaron a los cultivadores legales, las operaciones de marihuana industrial han permanecido prohibidas en tierras federales y en áreas no incorporadas del condado. El auge de las granjas del mercado negro se produjo precisamente en estas zonas prohibidas. Si esas operaciones de cultivo hubieran tenido licencia, los gobiernos estatales y locales podrían haber recaudado millones de dólares en impuestos y tarifas.

Illegal pot farms are multiplying throughout the high desert. Juvenile marijuana plants grow in a residential plot.
Las granjas ilegales de marihuana se están multiplicando en todo el desierto alto.
(Robert Gauthier / Los Angeles Times)

“Hay más marihuana en el mercado negro que nunca, mucho más que antes de la Proposición 64”, comentó William Bodner, agente especial a cargo de la división de campo de Los Ángeles de la Administración Antidrogas de EE.UU.

Muchos de los cultivos ilegales están a cargo de organizaciones criminales mexicanas, chinas, rusas, armenias y laosianas, remarcó Bodner, un veterano de 30 años en la agencia.

El aceite extraído de la marihuana de California se usa para fabricar productos populares como comestibles y cartuchos de vapeo, que se envían en camiones y automóviles a dispensarios legales en el estado y en todo el país.

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Las autoridades, que dicen que no tienen los recursos para perseguir a todas las granjas ilegales, advierten a los residentes y a los asiduos a los vehículos todoterreno que se mantengan alejados de esas áreas. También afirman que tienen preocupaciones más urgentes, como el tráfico de opioides sintéticos.

“Mi prioridad número uno en este momento es el fentanilo y las muertes por sobredosis”, manifestó Bodner. “Incluso si nos dijeran ‘Vamos a tener 20 agentes más’, ¿sabes qué? Esos 20 agentes serían destinados al fentanilo, para evitar decesos por sobredosis en nuestra comunidad. Eso y la metanfetamina son nuestras dos prioridades”.

Aunque las agencias realizan redadas periódicas en las que destruyen plantas de marihuana e invernaderos con maquinaria pesada, los productores se apresuran a reanudar las operaciones, admiten los funcionarios.

“Requisamos una granja de marihuana el miércoles, y está de nuevo en funcionamiento para el sábado”, afirmó el sargento del sheriff del condado de San Bernardino Rich Debevec.

Los agentes del orden afirman que, en algunos casos, los migrantes trabajan en granjas de marihuana para pagar ser transportados de forma ilegal a través de la frontera entre Estados Unidos y México. Los legisladores de California han pedido a los fiscales generales estatales y estadounidenses que intervengan. “Estos cultivos a menudo están custodiados por cárteles fuertemente armados que intimidan a los residentes locales para que renuncien a la tierra y el agua”, escribieron varios legisladores del alto desierto, incluido el líder republicano del Senado estatal Scott Wilk de Saugus. “A medida que los oficiales han destruido más de estos grupos, también han descubierto que estas operaciones se aprovechan de los menores y de los inmigrantes indocumentados al obligarlos a trabajar en los cultivos bajo amenaza de muerte o lesiones”.

Imagen aérea de granjas de cultivo ilegal de marihuana descubiertas en el desierto del condado de San Bernardino.
(Rich Debevec / San Bernardino Sheriff’s Department)
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En un escarpado mirador en Yucca Valley, en el condado de San Bernardino, un hombre de mediana edad con un sombrero de paja se agachó al entrar en un tosco pero frondoso invernadero. Adentro había hileras de recipientes de plástico, cada uno con un puñado de plántulas de un mes que algún día pagarían las facturas.

“Mi objetivo es ganar alrededor de $100.000 al año con 100 plantas, o $1.000 por libra”, relató el hombre, quien pidió no usar su nombre porque su cultivo es ilegal. “Quiero decir, si no me arrestan de nuevo”.

Hace aproximadamente un año, comentó, cuando regresó de almorzar una tarde, descubrió que “el cultivo estaba lleno de policías que usaban machetes para cortar las plantas. Algunas eran tan grandes que necesitaban de dos o tres golpes para derribarlas”. Los oficiales entregaron al cultivador una citación por delito menor punible con una multa de $500 y/o hasta seis meses de cárcel.

Pero una sorpresa aún mayor lo esperaba cuando se presentó en una sala del tribunal, unos meses después, y el juez le preguntó por qué estaba allí. “No había ningún registro de mi citación en el sistema”, recordó el productor con una sonrisa. “Por alguna razón, nunca fue ingresada… Entonces, sí, estoy cultivando de nuevo y espero lo mejor”.

Estas estructuras fueron identificadas por un residente como parte de una granja ilegal de marihuana, en Joshua Tree.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)

Esa es precisamente la actitud que está impulsando el auge de las granjas del desierto en el mercado negro, afirman algunos. “Debido a que las leyes estatales actuales y la mayoría de los delitos relacionados con la marihuana son menores, el enjuiciamiento penal no tiene un gran impacto”, destacó el teniente del sheriff del condado de San Bernardino, Marc Bracco.

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Las granjas capaces de cultivar de 3.000 a 5.000 plantas a la vez ahora se amontonan en extensiones de desierto que alguna vez estuvieron vacías, cerca de Twentynine Palms. Por lo general, las granjas consisten en carpas de aros blancos que albergan plantas por valor de millones de dólares en el mercado negro. Los trabajadores, que viven en los complejos durante meses, nutren el cultivo con fertilizantes y tubos de riego por goteo.

“El condado de San Bernardino es el más grande y soleado de Estados Unidos”, afirmó Ryan Verner de Desert Grown Hydroponics en Yucca Valley. “La hierba crece muy bien aquí durante todo el año”.

Además de un clima favorable para el crecimiento, comentó Verner, la región está atravesada por importantes corredores de transporte -incluidas las carreteras interestatales 10, 215, 15 y 40- para facilitar la distribución.

Ese tipo de conversación preocupa a la supervisora del condado de San Bernardino, Dawn Rowe.

“Su negocio no es bienvenido en nuestro condado”, dijo. “Está devastando el desierto, generando preocupaciones urgentes sobre problemas de calidad de vida, contaminación de las aguas subterráneas y el medio ambiente”.

Rowe afirmó que ella y otros funcionarios quieren financiar una campaña de erradicación que “afectará con tanta fuerza y frecuencia a estos cultivos, que no podrán sobrevivir”.

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Una granja ilegal de marihuana en Joshua Tree, después de que fuera allanada
Una granja ilegal de marihuana en Joshua Tree, después de que fuera allanada, en abril pasado, por agentes del sheriff del condado de San Bernardino.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)

El desierto de Mojave, en el sur de California, siempre ha sido un refugio para las personas que resienten la interferencia externa: un paisaje apto para mentes independientes, de llanuras pobladas de artemisas, agujas volcánicas y árboles de Joshua.

Pero el descaro de los cultivadores y la aparente renuencia de los gobiernos a destinar el dinero y el personal necesarios para eliminar las granjas de marihuana ilegales han sido un shock para los jubilados que viven en áreas desérticas escasamente pobladas, lugares donde los tiempos de respuesta de emergencia promedian los 20 minutos.

Cuando cae la noche, los focos que iluminan las granjas de marihuana más grandes las hacen parecer pueblos en la distancia, y las disputas entre agricultores a veces terminan en disparos, que resuenan en el desierto.

La presencia de granjas de marihuana en el desierto parece haberse afianzado aún más desde el año pasado, cuando incendios récord causados por rayos arrasaron el corazón de la región de cultivos de marihuana, en el norte de California, destruyendo granjas y contaminando las plantas supervivientes con humo de incendios forestales.

“El olor de las granjas de marihuana me golpea en la cara todos los días”, afirmó Patricia Domay, de 80 años, de la comunidad de Landers en el condado de San Bernardino. “Es una pesadilla. Todos los días aparecen nuevas [granjas], y no hay a la vista un ayudante del sheriff o un oficial que haga cumplir la ley”.

Aunque los defensores de la legalización de la marihuana argumentaron que reduciría el delito, el crecimiento del mercado negro en todo el estado tuvo episodios de violencia, y el sur de California no es una excepción. El año pasado, siete personas, en su mayoría inmigrantes recién llegados desde Laos, fueron asesinadas a tiros en un cultivo de cannabis en el condado de Riverside.

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En el Antelope Valley, al menos tres asesinatos en los últimos dos años fueron relacionados con granjas de marihuana. Las muertes más recientes fueron las de Ramírez-González, cuyo cuerpo fue encontrado en marzo, y una persona que fue asesinada un mes después durante un intento de robo y tiroteo en otro cultivo.

Justo al otro lado de la frontera, en el condado de Kern, un hombre de Lancaster fue asesinado a tiros en su camioneta el año pasado en un área de varios cultivos de marihuana. En el condado de San Bernardino, las autoridades aún investigan el intento de asesinato de un hombre que recibió varios disparos el verano pasado en una granja de cannabis en Twentynine Palms.

En estos días, cuando la gente sale de casa en el desierto alto, tiene que cuidarse las espaldas.

Patricia Horwath vigila los cultivos ilegales de marihuana cerca de su casa en Joshua Tree.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)

Wonder Valley es un enclave no incorporado y escasamente poblado en el condado de San Bernardino, que se extiende a ambos lados de la ruta estatal 62.

Durante un recorrido en un día laboral reciente, Patricia Horwath, una residente del lugar desde hace 23 años, miró más allá del parabrisas de su camioneta todoterreno y dijo: “En línea recta hay solo algunos de los más de 20 cultivos ilegales que aparecieron a unas pocas millas de mi casa durante el año pasado”. “Hay personas que llevan armas”, agregó, sacudiendo la cabeza con frustración, “y tienen vigías que se sientan en camiones y camionetas, escaneando de cerca, e incluso fotografiando, a los transeúntes y vehículos que pasan”.

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Mientras hablaba, un hombre parado detrás de un árbol, al otro lado de la carretera, tomaba fotos de su vehículo y sus pasajeros.

En marzo pasado, un extraño apareció en su puerta, con una oferta incómoda: “Hola”, dijo. “Iré directo al grano, necesitamos parte de su tierra para cultivar marihuana”.

Horwath lo rechazó. En entrevistas, varios otros propietarios dijeron que habían rehusado ofertas de hasta $4.000 al mes en renta, de parte de potenciales productores.

Según los corredores de bienes raíces en el área, los habitantes de la ciudad que huyen de la expansión urbana, combinados con los cultivadores de cannabis, están contribuyendo a un aumento en el valor de las propiedades. “Estamos viendo parcelas de cinco acres que se venden a precios récord, de más de $20.000”, afirmó Bryan Wynwood, un corredor de bienes raíces en Joshua Tree. “Pero eso probablemente cambiará cuando el auge desaparezca y la gente comience a preocuparse por los cultivos de marihuana que reducen el atractivo de su paraíso desértico”.

Illegal pot farms are multiplying throughout the high desert.
Las granjas ilegales de marihuana consumen mucha agua, escasa en el desierto alto.
(Robert Gauthier / Los Angeles Times)

La Proposición 64 prometía poner fin al cultivo y venta de marihuana en el mercado negro en las comunidades de California. También prometió crear empleos y generar cientos de millones de dólares en ingresos fiscales para cubrir los costos de administración, tratamiento por abuso de sustancias y aplicación de la ley.

Pero las cosas no salieron del todo de esa manera.

Hoy, la industria legal de la marihuana está en crisis. Hasta el 80% del cannabis que se vende en California proviene del mercado negro.

Para Adam Spiker, director ejecutivo de Southern California Coalition, una organización sin fines de lucro, la asociación comercial de marihuana más grande del sur del estado, la transformación del paisaje desértico es otra señal de que la “Proposición 64 está fallando”. “Hay más granjas de cannabis ilícitas que nunca”, afirmó, “y están socavando a los cultivadores legales tan severamente, que no pueden sobrevivir bajo la ley”.

¿Qué incentivo hay para seguir la ley, preguntó, si eso significa pagar impuestos estatales y federales, obtener un seguro y cumplir con los requisitos obligatorios para las pruebas de laboratorio, el empaque, los salarios y beneficios vigentes? “Es una verdadera angustia, porque la intención de reducir la pena de un delito grave a uno menor fue justa”, afirmó. “Podría ayudar a evitar que un número desproporcionado de personas de color vayan a la cárcel por cargos relacionados a la marihuana”.

A desert tortoise burrows underground in the Mojave Desert near Kramer Junction.
El crecimiento de las granjas ilegales de marihuana en el alto desierto supone un grave peligro para animales como la tortuga del desierto.
(Robert Gauthier / Los Angeles Times)
Una tortuga del desierto, en Mojave, cerca de Kramer Junction.
(Robert Gauthier / Los Angeles Times)

A medida que aumentaba la temperatura en el desierto, una mañana reciente, a unas 20 millas al norte de Barstow, camionetas y camiones con tanques de agua se precipitaban por un camino estrecho y sin pavimentar. Los vehículos, que se dirigían a una enorme granja de marihuana, atravesaron el hábitat de las tortugas del desierto y enviaron una gran nube de polvo sobre los cactus y las creosotas.

Estas granjas a menudo son difíciles de distinguir a nivel del suelo, porque con frecuencia están oscurecidas por grandes bermas y arbustos de tierra. La evidencia de su presencia incluye montones de basura vertida ilegalmente: tarimas de madera, desperdicios de comida, sacos de fertilizantes vacíos y contenedores de plástico y metal. Los residentes se quejan de que también ven camiones cisterna extrayendo agua de hidrantes, acueductos o pozos vecinos.

Mientras las fuerzas del orden intentan lidiar con el crecimiento explosivo de las granjas de marihuana en el desierto, los conservacionistas afirman que el daño ambiental causado por numerosas granjas que realizan un cultivo intenso en agua puede llevar décadas en repararse.

“Los cultivos de marihuana a gran escala pueden causar un daño tremendo en las tierras y los recursos del desierto”, señaló Cody Hanford, subdirector ejecutivo de la organización sin fines de lucro Mojave Desert Land Trust. “En preparación para el cultivo, a menudo se raspa la vegetación de las parcelas, lo cual mata tanto a las plantas como a la vida silvestre, incluida la tortuga del desierto. También se cavan depresiones profundas en la tierra, y pozos para extraer agua de los acuíferos”.

Los productos químicos como los raticidas y herbicidas, que pueden ser dañinos para los seres humanos, las plantas y la vida silvestre, se utilizan sin supervisión regulatoria, comentó. Recientemente, las autoridades estatales de vida silvestre informaron que los cuerpos de dos osos negros fueron encontrados en granjas de marihuana en el desierto, víctimas de envenenamiento.

Los biólogos están especialmente preocupados por las granjas de cannabis rodeadas por áreas designadas de preocupación ambiental crítica y administradas por la Oficina de Administración de Tierras de EE.UU.

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Una de esas áreas, donde las tortugas del desierto en peligro se aferran a la supervivencia, se encuentra en las cercanías de la intersección de la Ruta Estatal 58 y la Autopista 395. El desierto se convirtió en un hervidero de granjas ilegales de marihuana.

El agricultor de alfalfa Mitch Hammack recientemente se sintió consternado al ver una tortuga que había sido atropellada por un vehículo, en un tramo remoto de la carretera al oeste de Barstow, que pasa por al menos 17 granjas de cannabis. “Tomé fotografías de ese pobre animal y le entregué copias a las autoridades”, relató. “Esta cuestión solo va a empeorar”.

Una imagen aérea de tres granjas de cultivo ilegal de marihuana descubiertas en Antelope Valley.
(Drug Enforcement Administration)

Los residentes veteranos de Antelope valley afirman que las drogas siempre han estado presentes aquí, pero lo que sucede ahora es diferente.

Robin Nute, presidenta del Lake Los Angeles Rural Town Council, dijo que ha vivido muchas cosas en el desierto, incluida una época en la que su comunidad estaba llena de laboratorios de metanfetamina. “Nunca le causaron problemas a nadie”, reflexionó. “Simplemente volaban una casa de vez en cuando... Nunca tuve miedo”.

Ese ya no es el caso, y Nute está considerando mudarse fuera del desierto.

En abril, el representante Mike García (R-Santa Clarita) subió a un helicóptero para investigar las quejas de los residentes de Antelope Valley. La vista de cientos de granjas de marihuana del floreciente mercado negro en su distrito lo conmocionó.

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Las cosas no mejoraron cuando asistió a una bulliciosa reunión comunitaria en Pearblossom. Los residentes se quejaron de que habían estado haciendo llamadas a los legisladores y al Departamento del Sheriff, que únicamente fueron ignoradas. Agregaron que ya no se sentían seguros conduciendo por ciertas vías públicas o montando a caballo frente a los cultivos protegidos por perros guardianes sin atar.

Para empeorar las cosas, García reconoció que, aunque está en el Comité de Asignaciones de la Cámara de Representantes, podría tomar hasta diciembre para que se apruebe más dinero a fin de hacer frente a los cultivos.

Después de que algunos residentes gritaran que la justicia de los vigilantes sería más rápida, García imploró: “No tomen el asunto en sus propias manos”.

Desde entonces, él y otros miembros republicanos del Congreso de California han exigido que el procurador general de EE.UU, Merrick Garland, “aborde la crisis en alza”.

“Este problema no va a desaparecer; solo empeorará sin intervención”, escribió el grupo en una carta a Garland. “Cada día en que estos criminales siguen operando con impunidad perjudica a nuestros electores y a California en su conjunto”.

Pero la idea de una represión federal de la ley contra la multimillonaria industria de la marihuana de California preocupa tanto a los cultivadores legales como a los ilegales.

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“Asusta muchísimo a todos en el negocio”, comentó Spiker de la asociación de comercio de cannabis. “Eso se debe a que la ley federal no delimita entre la marihuana legal e ilegal; toda es ilegal”.

Matthew Ormseth, redactor de The Times, contribuyó con este artículo.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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