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¿Por qué no se ha vacunado? Con el COVID-19 cada vez más intenso, la gente explica por qué les tomó tanto tiempo

 Auxiliadora Gutierrez, 55, gets a COVID vaccination.
Auxiliadora Gutiérrez, de 55 años, recibe una vacuna contra COVID-19 de la enfermera registrada Jonica Portillo, en el Pico Union Project en Los Ángeles.
(Al Seib / Los Angeles Times)
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Guillermo Cozar esperó meses para vacunarse porque, razonó, ya había tenido COVID el otoño pasado y no pensó que se volvería a enfermar.

Cuando se presentó en un templo de más de un siglo de antigüedad en Pico-Union para finalmente recibir la inyección, ya no había que esperar.

No hubo fila porque se presentaron pocas personas, incluso cuando la variante Delta del coronavirus causa un aumento en las infecciones y hospitalizaciones en gran parte de Estados Unidos.

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“Me siento más tranquilo ahora que finalmente recibí el antígeno”, comentó el hombre de 45 años. “Necesito protegerme a mí mismo y a todos los demás”.

Cozar estaba entre las más de dos docenas de personas, la mayoría latinas e inmigrantes, que se presentaron el viernes en una clínica diseñada para atraer a quienes no han sido inoculados, a medida que los casos en Los Ángeles alcanzan niveles no vistos desde los últimos días del aumento invernal.

“Con las personas sanas y vacunadas contagiándose, los individuos no inoculados en las salas de emergencia, ahora no es el momento de ignorar la pandemia de COVID”, indicaba el volante del evento.

Cerca de allí, los voluntarios regalaban comida como parte de una distribución semanal organizada por Pico Union Project. Con la comida atrayendo a cientos de personas cada semana, los organizadores esperaban que también se animara la gente que ha postergado la vacunación.

 Pedro Antonio Tobar Mendoza, 28, visiting from El Salvador gets the Johnson and Johnson vaccine.
Pedro Antonio Tobar Mendoza, de 28 años, de visita desde El Salvador, recibe la vacuna de Johnson & Johnson por parte de la enfermera registrada Jonica Portillo en el Pico Union Project.
(Al Seib / Los Angeles Times)

Los resultados fueron modestos. Y algunos de los que se presentaron para ser inmunizados eran personas de Guatemala, El Salvador y México, quienes se sintieron bendecidos de recibir vacunas capaces de salvar vidas y que son mucho más difíciles de conseguir en sus países.

Ellos tampoco tuvieron que esperar.

“Habíamos escuchado que mucha gente aquí no quería vacunarse, por lo que estaban disponibles, así que pensamos aprovechar ya que viajaríamos a este lugar”, comentó David Méndez, quien estaba de visita desde Guatemala con su esposa y su padre. “Es una pena que las personas tengan la oportunidad de aplicarse la vacuna, pero no lo hayan hecho. Lo ideal sería que todos nos inoculáramos para poder salir de esto lo más rápido posible”.

El viernes, el condado registró 3.058 nuevos casos de coronavirus. Eso significa que se han confirmado 10.000 casos solo en los últimos cuatro días.

Las hospitalizaciones también están aumentando y el viernes llegaron a 655.

Entre el 12 y el 18 de julio, se administraron casi 57.000 primeras inyecciones en todo el condado. Fue un aumento de alrededor de 2.000 dosis con respecto a la semana anterior.

“Continuamos vacunando a los angelinos a tasas bajas, pero constantes; y la semana pasada, tras meses, o realmente después de semanas con cifras de inoculación semanales en descenso, vimos un aumento en receptores de primeras dosis”, indicó el jueves la directora de Salud Pública de Los Ángeles, Bárbara Ferrer.

Aunque el número de inoculaciones está incrementando lentamente, los latinos todavía están rezagados, con un 55% que ha recibido al menos una dosis, en comparación con el 66% de los blancos. En la comunidad negra, esa cifra es aún más baja, con el 46%.

“Son las mismas comunidades que han sido las más afectadas las que aún no se vacunan”, puntualizó la Dra. Yelba Castellón-López, profesora asistente del Departamento de Medicina Familiar de UCLA. “Es una catástrofe evitable”.

 Registered nurse Julie Anne Buenaventura prepares doses of the Pfizer vaccine/
La enfermera registrada Julie Anne Buenaventura prepara dosis de la vacuna de Pfizer en Pico Union Project.
(Al Seib / Los Angeles Times)

Antes de las 9 a.m., los trabajadores de la clínica instalaron carpas azules y blancas en el estacionamiento de la sede del Pico Union Project, una organización sin fines de lucro que se asoció con Curative Health para albergar el centro de inoculación. Planearon administrar pruebas y vacunas durante cuatro horas.

Muchos de los que llegaron a la clínica procedían de fuera de Pico-Union, donde el 60% de los residentes han recibido al menos una dosis.

Alrededor de las 10 de la mañana, Marco Figueroa había completado cinco entregas de su trabajo cuando vio el letrero que estaba esperando: “Vacuna de COVID gratis”.

Su hermana y su hermano se inmunizaron en mayo, pero el hombre de 42 años quería evitar tomarse un día libre del trabajo.

“Luego, luego”, les comentaba a sus hermanos cuando le preguntaban cuándo iría.

Cuando vio la cartulina pegada a un poste, decidió renunciar a la hora del almuerzo para vacunarse. Su compañero de trabajo estacionó su camión en una zona de carga en la calle 12 y esperó a que Figueroa se dirigiera a las carpas azules, donde dos enfermeras estaban administrando el antígeno.

Mientras Figueroa esperaba los 10 minutos para que los trabajadores prepararan la vacuna Pfizer, se agarró a los lados de la silla plegable negra donde estaba sentado. No porque tuviera miedo, explicó, sino porque le preocupaba retrasarse en las entregas que le quedaban pendientes.

Cuando Éricka Millán esperaba para ser inmunizada observó con escepticismo la aguja. Ella se jalaba nerviosamente sus uñas rosadas.

“¿Estás segura de que es Pfizer?”, le preguntó a la enfermera, quien le aseguró que sí. Su familia comentó que habían experimentado menos efectos secundarios con ese antígeno.

La joven de 27 años recientemente había dado positivo por una enfermedad autoinmune y estaba preocupada por cuál sería su reacción. Debido a que rara vez salía de casa, retrasó la vacunación, lo que la convirtió en una de las últimas personas de su familia en recibirla.

Finalmente decidió ir porque comenzó a enseñar en una escuela secundaria a mediados de agosto y le preocupaba exponerse a más gente. También citó un número creciente de personas que se enfermaron en el trabajo de su esposo en las últimas semanas.

“Estamos nerviosos pensando que podrían tener COVID”, mencionó Millán. “Así que decidimos aplicarnos la vacuna”.

Un puñado de personas que se presentaron en la clínica, como Cozar, indicaron el hecho de que habían contraído COVID durante la última oleada y sentían que tenían inmunidad.

Castellón-López señaló que es algo que surge en los seminarios web que ha realizado con organizaciones comunitarias. También ha escuchado de latinos a quienes les preocupa que el antígeno sea demasiado nuevo, o que inicialmente se preocuparon por el costo y los que comentaban la desinformación en torno a la vacuna.

“Realmente puedo dedicar tiempo y aprovechar mi papel como doctora, así como fuente confiable de información, para brindar a las personas más datos a fin de que se sientan informadas y más seguras al recibir el antígeno”, puntualizó.

Masha Norman, left, from Hollywood brought her grandmother for covid test.
Masha Norman de Hollywood, a la izquierda, trajo a su abuela, Sarah Schusterow, para hacerse una prueba de coronavirus en el Pico Union Project.
(Al Seib / Los Angeles Times)

Masha Norman, de 19 años, llegó a la clínica para que le hicieran a su abuela la prueba del coronavirus, después de que un miembro de la familia no vacunado dio positivo.

Norman y su abuela fueron inoculadas hace meses, junto con la mayor parte de su familia.

“¿Por qué se está extendiendo el virus en Los Ángeles? ¿Por qué tenemos que usar cubrebocas en interiores nuevamente? Se debe principalmente a las personas no vacunadas”, enfatizó Norman.

Auxiliadora Gutiérrez esperó a que su hermana gemela, Socorro Santamaría, la alcanzara en la clínica de inoculación. Ella había postergado la vacunación durante los últimos meses, explicó, para ver cómo reaccionaban otras personas.

Gutiérrez comentó que recientemente había visto a un hombre en la televisión en español hablar sobre cómo había esperado y finalmente decidió vacunarse, pero se enfermó antes de que pudiera recibir el antígeno.

“Comentó ‘Vacúnense, no sigan pensando en eso’”, recordó Gutiérrez. “Eso me motivó. No quería seguir considerándolo”.

Santamaría llenó una carretilla con frutas, vegetales y una caja de arroz antes de inocularse. La mujer de 55 años había escuchado mensajes contradictorios sobre las vacunas y decidió retrasarla, pero los crecientes casos de COVID en el condado, junto con el consejo de los pastores de su iglesia, la persuadieron de hacerlo.

Los hijos de Gutiérrez ya están inmunizados, pero su hija, quien administra el antígeno a otras personas, no ha recibido la inyección. Su hija se sorprendió al escuchar que ella estaba en la clínica.

“Fue falta de información. Ahora sé que es bueno vacunarme”, aclaró Gutiérrez.

Santamaría indicó que ninguno de sus hijos ha sido inoculado, lo que calificó como una “ruleta”. Su nieta de 13 años le mostró a la familia un video lleno de información errónea sobre mujeres que se vuelven infértiles después de vacunarse.

“Ahora voy a motivar a mis hijas”, enfatizó Santamaría.

 Dolores Velasquez, who volunteers at the Pico Union Project takes the Covid test.
Dolores Velásquez, quien es voluntaria en el Pico Union Project, se hace la prueba del coronavirus.
(Al Seib / Los Angeles Times)

A la 1 p.m., Curative había administrado alrededor de 80 pruebas y 30 vacunas. Jennifer Pajounia fue una de las últimas personas en ser inmunizadas. Debido a que tuvo COVID en octubre, cuestionó el punto de recibir el antígeno.

En cambio, decidió esperar, “para dejar que las cosas se calmaran un poco”.

“Claramente, las cosas no están mejorando”, admitió. “Evidentemente es algo que todo el mundo tiene que hacer”.

La joven de 27 años, que vive en casa con sus padres y su hermano, explicó que su familia comenzó a sentirse enferma hace dos semanas.

“Me sentía cansada de tener miedo y preguntarme si era COVID o no”, subrayó. “Para evitar eso tenía que vacunarme”.

Los redactores del Times, Luke Money y Rong-Gong Lin, contribuyeron a este artículo.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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