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El asesinato del oficial del LAPD pone en la mira a una de las pandillas más grandes y antiguas de Los Ángeles

Los Angeles Police officers bow their heads.
Policías de Los Ángeles inclinan sus cabezas en oración para honrar a su colega caído, el oficial Fernando Arroyos, quien fue asesinado durante un robo a mano armada.
(Gina Ferazzi / Los Angeles Times)
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Hace siete décadas, jóvenes latinos del sur de Los Ángeles se unieron para formar una pandilla. Se llamaban a sí mismos Florencia, por la vía que corre de este a oeste y atravesaba el corazón de su territorio. Años de conflicto violento por esa zona con otros grupos les dieron identidad y razón de ser.

Con el paso del tiempo, los cambios demográficos y sociales debilitaron a muchas bandas callejeras y han hecho que algunas desaparezcan por completo. A Florencia le ocurrió lo contrario, según los funcionarios del orden; absorbieron agrupaciones más pequeñas y expandieron sus negocios de extorsión y tráfico de drogas por decisión de sus líderes, encarcelados a muchos cientos de millas de distancia.

La pandilla ahora está en la mira por el asesinato, a principios de este mes, de un oficial de policía de Los Ángeles que se encontraba fuera de servicio.

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El oficial Fernando Arroyos, de 27 años, fue baleado en la noche del 10 de enero cerca de la intersección de las calles 87 y Beach. La policía señaló que estaba con su novia, mirando una casa que pensaba comprar, cuando dos hombres le robaron a punta de pistola su billetera y joyas. Arroyos y los asaltantes intercambiaron disparos. El agente se derrumbó en un callejón, herido de muerte.

El oficial del LAPD Fernando Arroyos.
(LAPD)

Luis De La Rosa Ríos, Jesse Contreras, Ernesto Cisneros y Haylee Grisham fueron acusados en un tribunal federal por el asesinato de Arroyos. Los tres son miembros de Florencia-13, según el FBI. Grisham, la novia de Ríos, se describió como asociada de una pandilla. Ninguno pudo ser contactado para hacer comentarios en este artículo, y aún no han presentado declaraciones.

El cargo particular que los fiscales presentaron contra los cuatro —delito violento en apoyo del crimen organizado— significa que deben mostrar evidencia de que los acusados robaron y asesinaron a Arroyos para mantener o aumentar su posición dentro de Florencia-13.

Los jurados han encontrado en una serie de juicios recientes que Florencia-13 equivale a una empresa del crimen organizado, pero en esos casos, los fiscales tenían evidencia (llamadas grabadas, cartas interceptadas y notas de la cárcel) de que sus líderes habían dirigido los negocios de drogas, extorsiones y asesinatos como parte del patrón de sus actividades delincuenciales.

En este caso, el delito parece más oportunista.

Según la declaración jurada de un agente del FBI, uno de los acusados admitió que estaban conduciendo, buscando a alguien a quien robar, cuando Ríos vio a Arroyos y comentó: “Tiene una buena cadena, vamos por ella”.

El núcleo histórico del territorio de Florencia está delimitado por Slauson Avenue al norte, 101st Street al sur, Central Avenue al oeste y State Street al este, testificó en 2016 el teniente Héctor Velásquez, del Departamento del Sheriff del condado de Los Ángeles. En su momento, la zona tenía pandillas más pequeñas, muchas de las cuales se convirtieron en camarillas, o subconjuntos, de Florencia-13. La organización ahora tiene al menos dos docenas de grupos en el sur de Los Ángeles, Huntington Park, South Gate y Maywood.

Sus filas están unidas por la sangre. Es común, dicen las autoridades, que los miembros de una agrupación delictiva hayan seguido a un tío, padre o abuelo.

La pandilla agregó el “13” a su nombre en la década de 1990 para indicar su lealtad a la mafia mexicana. El sindicato con base en la prisión también se conoce como ‘La Eme’, que es la decimotercera letra del alfabeto.

La organización está compuesta por unos 140 hombres, todos, menos un puñado de ellos encarcelados, que ascendieron en las jerarquías de las bandas callejeras locales y en el sistema penal al mostrar disposición para cometer actos de violencia o la capacidad de ganar grandes sumas de dinero, según fuentes policiales.

Cuatro miembros de Florencia-13 se unieron a la mafia mexicana, según testificaron funcionarios de la ley en los juicios contra la pandilla: Arturo Castellanos, conocido como ‘Tablas’; su hermano Braulio, apodado ‘Babo’; Juan ‘Topo’ García y Leonel ‘Mago’ Laredo.

Arturo Castellanos desde 1979 cumple una condena por asesinato. Braulio Castellanos fue sentenciado a cadena perpetua desde 1988 por dos cargos de homicidio en segundo grado. García fue liberado de una prisión federal en 2020 después de pagar una pena de 17 años por crimen organizado.

En 2018, los fiscales acusaron a Laredo y otros 25 presuntos miembros y asociados de Florencia-13, alegando que éste estaba recaudando un porcentaje del dinero obtenido de los negocios de drogas, extorsión y otros delitos cometidos por la pandilla. Él se declaró inocente y el caso todavía no llega a juicio.

Un documento incautado por la policía en 2004 indicaba el grado en que los integrantes de la mafia mexicana controlaban Florencia-13. Dentro de una casa en 81 Street, en el sur de Los Ángeles, los detectives encontraron pegada en la parte inferior de un tocador una lista de reglas reunidas a partir de varias notas escritas a mano que habían sido reconstruidas, testificó Velásquez, el teniente del sheriff. Éstas, precisó, habían sido redactadas por Arturo Castellanos en su celda en la prisión estatal de Pelican Bay, donde todavía hoy cumple cadena perpetua por asesinato.

Identificación de Florencia-13 rotulada en señal de tránsito en Florence Ave.
Una identificación de Florencia-13 rotulada en una señal de tránsito sobre Florence Ave.
(Luis Sinco / Los Angeles Times)

El reglamento, escrito con letra manuscrita, establece que cada camarilla de Florencia-13 debe elegir por mayoría de votos a un presidente y a un vicepresidente, quienes se reunirán semanalmente. Cualquier pandillero que tuviera un problema con otro tiene que mencionarlo en la junta del grupo. “Si no se puede llegar a un entendimiento, los presidentes de esas [camarillas] deben fijar una fecha para que esos dos se arreglen como verdaderos florentinos”, señalan las reglas. “Y después de que acuerdan que se acabó, es un tema muerto”.

Todas las bandas deben “asegurarse de no infestarse con soplones, PC o interrogadores de 25 centavos” (miembros de pandillas que cooperan con las fuerzas del orden público) revisando el “papeleo” o los archivos judiciales de cada integrante que sale de la cárcel. “Es responsabilidad de cada grupo limpiarse de esa basura”, establecen las reglas.

A los miembros de Florencia-13 se les prohibió extorsionar a los “paisas que andan por el barrio”, una referencia, testificó Velásquez, a los ciudadanos mexicanos que venden drogas en el territorio de la pandilla. Los traficantes ya estaban sobornando a la cúpula de la pandilla y suministrándoles cocaína, detalló. “Entonces, todos ustedes, amigos que lo hacen”, dicen las reglas, “¡consigan un trabajo!”.

El documento establece qué drogas se pueden comercializar y dónde: a los miembros encarcelados de Florencia-13 que necesitaban dinero se les permitió vender heroína en la prisión del condado, pero no “speed, glass, crack o crystal”. No se venderá heroína en territorio pandillero en las calles. “Dejen que quienes la usan la consigan en las afueras”.

Las pandillas cuyos miembros se unieron a la mafia mexicana tienen menos probabilidades de ser extorsionadas u objeto de violencia, que las que carecen de representación allí. En las reglas incautadas por las fuerzas del orden, Arturo Castellanos supuestamente le dijo a su grupo que él y su hermano “les hemos mostrado todo nuestro amor por el barrio, asegurándonos de que sus amigos nunca sean obligados ni violentados por nadie”.

Pero, según dicen los fiscales, el control de Arturo Castellanos sobre Florencia-13 condujo a una serie de ataques por motivos raciales. En una acusación presentada en 2007, las autoridades culparon a la pandilla de atacar a miembros de organizaciones negras rivales en un intento de expulsarlos del área de Florence-Firestone.

Según la evidencia presentada en un juicio por crimen organizado en 2008, Arturo Castellanos, a través de una serie de cartas enviadas desde la prisión, ordenó a su pandilla atacar a los miembros de East Coast Crips, quienes reclaman una franja del sur de Los Ángeles al este de la Autopista 110.

El edicto condujo a tiroteos indiscriminados de residentes negros y latinos, mientras los miembros de Florencia-13 merodeaban las calles en busca de objetivos y los East Coast Crips cometían sus propias refriegas en represalia, señalaron los testigos. Muchas de las víctimas, negras y latinas, no tenían vínculo con pandillas.

En los últimos años, sin embargo, los integrantes de Florencia-13 han recibido instrucciones de evitar las rivalidades violentas entre pandillas con el objetivo de perseguir nuevos negocios, comentó un exmiembro de la pandilla, que habló bajo condición de anonimato.

Florencia-13 abrió dispensarios sin licencia en el sur de Los Ángeles para vender no solo marihuana, sino también cocaína y metanfetamina, precisó el expandillero. La acusación que los fiscales presentaron en 2018 alega que los ‘florentinos’ discutían el cobro de impuestos en la tienda de cannabis.

La pandilla también opera “casitas”, casinos ilegales escondidos dentro de viviendas y apartamentos en el sur de Los Ángeles, cada uno de los cuales genera alrededor de 300 dólares por semana en impuestos para Florencia-13, remarca la acusación formal. Los clientes pueden jugar con máquinas tragamonedas y otros juegos electrónicos, comprar y usar narcóticos y conocer a trabajadoras sexuales en los establecimientos, según el testimonio de un juicio anterior por crimen organizado.

Los miembros de Florencia-13 también recolectan dinero de protección de los comerciantes locales que buscan ayuda para evitar que los pandilleros dañen sus negocios, comentó el expandillero. Una licorería, a la cual le roban cajas de cerveza, una tienda que está siendo pintada con grafitis, un cantinero cuyos clientes son hostigados, a veces pueden pagarle a un miembro de la mafia mexicana por protección, detalló. Por un pago mensual, típicamente entre 200 y 250 dólares, dijo, a los miembros de Florencia-13 y otras pandillas se les advierte que el negocio está bajo los auspicios de un miembro de la mafia mexicana.

No existe una estimación confiable de cuánto dinero genera Florencia-13 para sus jefes supremos de la mafia mexicana. Pero Laredo, un presunto miembro de esa organización, que ha estado encarcelado desde el 2000, fue grabado en una llamada desde la prisión diciéndole a un asociado en la calle que el 40% de las ganancias recaudadas de las mafias de la pandilla se lo debía a los cuatro miembros de la mafia mexicana de Florencia-13, según una acusación que lo culpa de extorsión. Él se declaró inocente.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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