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La verdad sobre las gasolineras más caras de Los Ángeles

The gas price sign at a Mobil station.
La estación de servicio Mobil en La Cienega y Beverly es una de las pocas de Los Ángeles conocidas por cobrar precios significativamente más altos que la norma.
(Robert Gauthier / Los Angeles Times)
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Los precios de la gasolina en Los Ángeles han subido a nuevas alturas esta semana, con los angelinos gastando más de $5.50 por galón en promedio en la bomba.

Pero para los clientes de un puñado de notorias gasolineras en toda la ciudad, $5.50 sería una ganga.

Estas estaciones son los valores atípicos misteriosos del panorama petrolero de Los Ángeles, que anuncian $6.95, $6.99 o incluso $7.05 por un galón de gasolina regular sin plomo, aparentemente desafiando el sentido económico.

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Al mencionar sus intersecciones, muchos angelinos asienten gravemente, con los ojos cada vez más abiertos: ¿cómo puede ese lugar en Fairfax y San Vicente, o La Cienega y Beverly, o el centro, en Alameda justo enfrente de la calle Olvera, cobrar precios tan altos? ¿Qué oscuros secretos esconden? ¿Y quién está tan desesperado como para comprar gasolina allí?

Con una nueva prohibición federal sobre el petróleo ruso que empuja los precios aún más en las estaciones de servicio, The Times se dispuso a encontrar respuestas en tres de las más caras de la ciudad.

En una soleada tarde de martes, la Mobil en La Cienega, justo enfrente del Beverly Center, tenía clientes a pesar de su precio de $6.95 ($7.55 por la versión premium). La mayoría estaban apurados, un poco perdidos o tenían una tarjeta corporativa.

Un hombre, Edvard Baretto, se detuvo en su SUV Volvo último modelo porque iba a recoger a un amigo en LAX y no quería partir con menos de un tanque lleno.

Taylor Symone, que trabaja como niñera, estaba llenando su Mazda CX-5 antes de conducir a los chicos de regreso a su casa en West Hills, después de una lección de música cercana. “Este fue el primer lugar cercano que encontré. Probablemente no hubiera venido aquí si hubiera sabido lo caro que era”, reconoció Symone.

Harwood y Ryan Lee estaban en el vecindario para comprar suministros para el negocio de vestuario que la pareja maneja juntos (trabajan para varios programas de televisión, incluido “American Horror Story”), y agregaron solo unos pocos galones al tanque de su BMW M440i antes de regresar a su hogar en Mt. Washington.

“Amo mi carro. Los precios de la gasolina son simplemente ridículos”, comentó Harwood, aunque trabajar en casa reduce la tensión financiera.

Además de su trabajo en televisión y cine, la pareja hace disfraces y atuendos para celebridades: Elon Musk ha sido un cliente de vestuario y ayudaron a dar los toques finales a las prendas para la gala del Met de 2018 diseñada para Grimes, el músico y exsocio de Musk. Harwood dijo que planean cambiar el automóvil por el BMW totalmente eléctrico equivalente cuando esté disponible en EE.UU.

‘Mike’, que se negó a dar su apellido, se detuvo para llenar el tanque de un nuevo Bentley Continental GT Speed V-12. El total superó los $128. La única razón por la que paró en esa gasolinera fue porque la cuenta la pagaba su empresa.

“Debido a que estoy apurado, tengo una tarjeta corporativa y estoy llevando a un cliente, la uso. Y solo porque está más cerca”, reconoció. “Pero si estuviera usando mi propia tarjeta personal, usaría Costco”.

Philip Daus, experto en el mercado de la energía y socio gerente de la consultora de precios Simon-Kucher, no había oído hablar de un mercado local que tuviera una diferencia de precios de más de $1 en menos de una milla. “Eso es ciertamente inusual”, comentó.

Los viajeros conscientes de los precios y los conductores más jóvenes que usan aplicaciones para comparar precios constituyen solo un segmento del público conductor, agregó Daus. Las personas que viajan a partes desconocidas de la ciudad, conducen esporádicamente o reciben el pago de sus gastos por parte de sus empleadores, se comportan de manera diferente.

Su investigación también ha demostrado que los consumidores estadounidenses de gasolina son mucho menos sensibles a las diferencias de precios entre las estaciones de servicio que los de su Alemania natal, y la alta congestión del tráfico puede llevar a cualquiera a elegir la opción más cercana en lugar de aventurarse a lo desconocido.

Presionado para formular hipótesis, Daus supuso que una combinación de tráfico de Los Ángeles, ubicaciones de alto valor, conductores con poca información y consumidores más ricos se unieron para crear una oportunidad para que algunas estaciones dispararan los precios. Aún así, hablando desde su oficina de Houston, encontró el fenómeno desconcertante. “Mis propios padres conducirían 10 kilómetros si se enteraran de una gasolinera que cobra 2 centavos menos por litro”, afirmó.

Precios altos, márgenes bajos

En la estación de Beverly Center, en el lapso de una hora, varias personas ingresaron solo para tomar una foto del letrero de la estación de servicio que mostraba los precios del día. Más personas entraron para comprar bocadillos en la tienda de conveniencia de la estación.

Cuando se le contactó en su oficina, el propietario y operador de la gasolinera, Charles Khalil, dijo que no hay ningún misterio económico detrás de sus precios: las personas que compran en el Beverly Center simplemente están dispuestas a pagar.

Khalil maneja el sitio desde 1990 y mantuvo los precios por encima del promedio desde el principio. “Siempre mantuve mis precios uniformes, mi rentabilidad y todo uniforme, desde hace 30 años, siempre igual”, dijo Khalil.

Con un terreno tan valioso, los pagos de su hipoteca son altos, dijo, y después de que expire su contrato de franquicia en unos años, espera venderlo. “No vale ser gasolinera con el valor del terreno” en medio de un distrito comercial.

Jesse Espersen of Topanga fills his SUV at a Mobil station near Beverly Center.
Jesse Espersen, de Topanga, llena su SUV con 16.5 galones de gasolina Super+ a 7.559 por galón por un total de $125 en la estación Mobil en los bulevares La Cienega y Beverly.
(Robert Gauthier / Los Angeles Times)

Khalil lleva más de 50 años en el negocio de las estaciones de servicio, habiendo aceptado un trabajo en una poco después de mudarse a EE.UU. desde el Líbano, a fines de la década de 1960. Hoy es dueño de dos, la estación de La Cienega y otra en Westwood y Santa Mónica, pero su verdadero negocio es administrar una firma nacional de consultoría de mercadeo de tiendas de conveniencia desde su oficina en Torrance. En ese cargo, negocia con grandes empresas, como Coca-Cola y Frito-Lay, en nombre de tiendas independientes para comprar bocadillos y bebidas a mejores precios.

Pero cobrar una prima por el combustible le ha funcionado, dice. “Nunca he tenido problemas” para vender gasolina, dijo. Señaló que cobra precios más típicos en Westwood porque el mercado allí no respaldaría las tarifas más altas.

La mayoría de sus ingresos proviene de la tienda de conveniencia, no de las ventas de gasolina; incluso a los precios que cobra, comentó, la gasolina tiene un margen de ganancia bastante bajo en comparación con los bocadillos y las bebidas, una vez que se tienen en cuenta el mantenimiento, los costos laborales y los impuestos. Agregó que sigue adelante con sus dos ubicaciones, en parte, porque sirven como un testeo para su empresa de consultoría, para comprender mejor cómo funcionan los nuevos productos en el mercado.

“Es una ubicación metropolitana bastante buena”, señaló Khalil, con una mezcla de compradores de clase alta y personas que trabajan en tiendas y restaurantes cercanos. “Tienes una combinación de ambos mundos, y puedes saber si un producto funcionará bien”.

Tanque vacío

“Porque tengo el tanque vacío”. Eso dijo Larry mientras ponía $10 en su SUV en la Chevron de 901 N. Alameda St., frente a Olvera Street, en el centro de Los Ángeles, donde un galón de gasolina normal cuesta $7.05.

Al igual que Larry, la mayoría de las personas que pasaban por la estación no llenaron el tanque por completo, sino que ponían $10 en la bomba 5, $20 en la bomba 3 o $13 en la 1.

Larry, quien se negó a dar su apellido, dijo que era la única estación que estaba cerca y que normalmente no se detendría, allí a menos que estuviera desesperado. “Conozco otras gasolineras, pero están más lejos”, reconoció.

El personal de la estación aclaró que no podía hablar con los medios, pero los registros públicos muestran que la empresa propietaria es Hawk II Environmental Corp., dirigida por un hombre de Whittier llamado Joe Bezerra Jr., quien no respondió a múltiples solicitudes de comentarios.

Poco después de la parada de Larry, Sal Morales se detuvo en la Chevron con su camión de mudanzas por la misma razón: se estaba quedando sin gasolina y escogió la primera estación que vio. Morales dijo que su empresa paga el combustible, aunque tendría que limitarse debido a los precios exorbitantes. “Mi máximo es de solo $150, por lo cual solo cargaré medio tanque”, expresó.

Por su propia cuenta, Morales es más juicioso acerca de de dónde carga combustible. Prefiere Arco o Costco, señaló, porque sus precios suelen ser más baratos, y ocasionalmente usa aplicaciones como GasBuddy para encontrar el precio más barato por galón. “Incluso llenar mi propio auto cuesta mucho más de lo habitual”, destacó. “Si estoy en un área determinada, trato de encontrar la estación más barata, pero si no, tengo que hacer lo que puedo”.

Encontrar un cliente en la estación donde se juntan Fairfax, Olympic y San Vicente resultó más difícil. La Shell a menudo tiene los precios más altos en toda el área metropolitana y, según los registros públicos, es operada por Sinaco Oil, una compañía que también posee otras estaciones de servicio, incluida una en National y Sawtelle. Los propietarios de Sinaco Oil no respondieron a las solicitudes de comentarios.

En el transcurso de una hora, más personas usaron la estación como un atajo para saltarse una luz larga que para cargar gasolina, a $6.99 el galón. Tres equipos de camarógrafos de televisión se detuvieron para filmar imágenes del letrero de la estación, como b-roll.

Donnell García, en un Honda Civic, se acercó a una bomba pero no alcanzó una boquilla. Solo tenía que usar el baño, dijo. “Este lugar tiene precios ridículos”.

Un hombre en una Toyota Tacoma TRD cargó unos pocos galones y se marchó. Mientras esperaba para entrar al tráfico, gritó desde su ventanilla: “¡Estos precios son una locura!”. Pero no había tenido tiempo de desviarse de su ruta para comprar gasolina más barata.

Una conductora llegó para efectuar una carga estándar. Brooklyn Barrett volvía a su casa en el centro de la ciudad después de terminar su turno en el Alfred Tea Room, cerca de Melrose Place. La luz del combustible en su Honda CR-V acababa de encenderse. “No vi el precio cuando me detuve, pero tampoco quería quedarme sin gasolina”, dijo, y señaló que el precio de un galón es “la mitad de mi salario por hora”.

Barrett reconoció que la vida en Los Ángeles había estado ‘bien’ desde que se mudó aquí, el año pasado. “No es exactamente donde quiero estar”, dijo, “especialmente con la gasolina a estos precios, y yo soy pobre”.

“¿Cuánto más caro es aquí que en los lugares cercanos?”, preguntó. Cuando se le informó de la diferencia de precio de casi $1,50, suspiró. “Por supuesto, y yo vine a parar aquí”.

La reportera de planta de The Times Kenan Draughorne contribuyó con este artículo.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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