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La esquiadora mexicana no dejará que el dolor, la edad o el fracaso acaben con su sueño olímpico

Mexican cross-country skier Karla Schleske competes in the BSF Nationals at Solider Hollows, Utah, on Jan. 11.
(Arlin Ladue)

Karla Schleske sabe que México ha tenido muy pocos atletas olímpicos de invierno, pero está decidida a superar la historia y la edad para lograr sus objetivos.

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Chaucer escribió que el tiempo no espera a nadie. Pero no dijo nada sobre las mujeres, y esa es una escapatoria que Karla Schleske cree que es lo suficientemente grande como para dar cabida a su sueño de esquiar en los Juegos Olímpicos de Invierno.

Este año no lo conseguirá. Schleske se golpeó la cabeza al caerse en su última carrera de clasificación para los Juegos de Pekín a principios de este mes. Pero está convencida de que su sueño solo se ha retrasado. El tiempo, dice, la esperará.

“Esto no ha terminado”, promete. “Me centraré en la siguiente”, dice segura de que hay futuras Copas y campeonatos del mundo.

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Schleske es una aspirante a los Juegos Olímpicos de Invierno poco común, y no solo porque empezó a esquiar el pasado febrero, un año antes de la inauguración de los Juegos de Pekín. También por su edad: a los 39 años, es 12 años mayor que el promedio de los medallistas olímpicos de esquí.

Karla Schleske takes a selfie in her ski gear
Karla Schleske continues to chase her dream of representing Mexico at the Olympics.
(Courtesy Karla Schleske)

Además, el esquí es su segundo mejor deporte. El octavo mejor, en realidad, si se tiene en cuenta que fue bicampeona de México y plusmarquista nacional de heptatlón en siete pruebas. Sin embargo, su mejor puntuación, conseguida cuando ganó su segundo título nacional consecutivo en 2011, se quedó a 694 puntos de la norma de clasificación olímpica para los Juegos de Londres 2012.

En 15 años de carrera, nunca se acercó. Así que después de que un aterrador ataque epiléptico en 2019 le hiciera perder el conocimiento, abandonó el atletismo y su búsqueda de llegar a los Juegos de Verano y decidió probar con los de Invierno.

“Fui al médico y le hablé de este loco objetivo de que quiero ser atleta olímpica. Así que le pregunté: ‘¿Aún puedo hacerlo?’”, recuerda. “Me dijo: ‘No puedo estar 100% seguro de que esto no vuelva a ocurrir. Ten cuidado’. Así que me dije: ‘Bien, voy a hacerlo. No me importa’”.

Sin embargo, primero tuvo que averiguar qué eran los Juegos de Invierno. Solo seis mujeres mexicanas han competido en unos Juegos Olímpicos de Invierno y ningún mexicano ha conseguido medalla, siendo el mejor resultado del país en 1928, cuando su equipo de “bobsleigh” de cinco hombres terminó en el puesto 11.

“Estaba muy emocionada por poder hacer historia y empezar algo nuevo”, dijo. “Quería hacerlo por mi país, por las mujeres, por mí. Tengo una oportunidad, una gran oportunidad, porque nadie está haciendo esto”.

Schleske se había subido a los esquís una vez, cuando tenía 7. “Eso no cuenta, creo”, dice ahora.

Decidió centrarse en el esquí de cross-country porque se basa en algunos de los mismos rasgos – adaptación, determinación, concentración y movimientos repetitivos – que había perfeccionado en el atletismo. También le ayudó el hecho de ser una atleta natural de una familia de deportistas.

“En mi país y en mi cultura, puedes hacer lo que quieras. Solo tienes que esforzarte, tienes que seguir trabajando por ello”.

— Karla Schleske

Su padre, Santiago, jugaba al futbol americano, su madre, María, competía en atletismo y uno de sus abuelos era triatleta. Karla, según su madre, era hiperactiva de pequeña y fue a la universidad con una beca de baloncesto. No empezó a tomarse en serio el atletismo hasta después de graduarse, pero en 2011 ya representaba a México en los Juegos Panamericanos, donde terminó en octavo lugar.

Sin embargo, no se dio cuenta de la magnitud del reto que supondría su búsqueda de una plaza en los Juegos Olímpicos de Invierno hasta la primera vez que llevó el equipo de esquí, que había pedido por correo, a un parque cercano a su casa en Veracruz, donde la temperatura media en invierno es de 81 grados, para probarlo.

“Algunos niños me miraron y dijeron: ‘¿Qué es eso?’”, ella dijo. “Me preguntaron qué estaba haciendo porque nunca lo habían visto”.

Está claro que aprender a esquiar en el Golfo de México no era muy realista.

“Entonces llegó el COVID”, dijo.

Durante gran parte de 2020, la pandemia limitó los lugares a los que podía ir, retrasando el inicio de su nueva carrera durante más de un año. El pasado mes de febrero acabó en la nieve, en Breckenridge (Colorado), donde se lanzó a las pistas de esquí de cross-country por primera vez. Un mes después participó en su primera carrera de la Federación Internacional de Esquí.

Pero cuando llegó la primavera, tanto la nieve como los ahorros de Schleske habían desaparecido, así que un pariente le sugirió que se trasladara a Anchorage, donde tenía una tía.

“No tenía ni idea de cómo era eso”, dijo por teléfono desde Alaska. “Así que acabé aquí”.

Tampoco tenía idea de la fauna de Alaska. La primera vez que se cruzó con un alce “pensé que era un burro. Algo normal”, relató. “Y entonces me dije: ‘A ver, espera. No estás en México. Eso no es un burro’”.

Menos extraño que el alce, fue el entrenador que encontró, un antiguo campeón nacional polaco y competidor de la Copa del Mundo llamado Jan Buron. En más de tres décadas en el esquí de cross-country, Buron, cuatro veces entrenador del año, en Estados Unidos, nunca había conocido a nadie como Schleske.

“Ya tiene 39 años y está empezando un deporte totalmente nuevo para ella. Además, nunca había esquiado antes de este año”, dijo. “Es un gran reto. Te lo aseguro”.

Karla Schleske competes for Mexico in the women's 100-meter hurdles at the Pan American Games in October 2011.
(Silvia Izquierdo / Associated Press)

“Para ella, los mayores obstáculos son el esquí alpino y la resistencia”, añadió. “En atletismo, ella corría 800 metros; esa era la distancia más larga que tenía que recorrer. Aquí tienes recorridos muy pesados. El esquí de cross-country, comparado con el atletismo, es un deporte mucho más duro”.

Otro obstáculo es la financiación. Schleske no tiene ningún patrocinador importante y se las arregla sobre todo con la ayuda económica de familiares y amigos, y con el entrenamiento gratuito.

En diciembre, después de seis meses de trabajo gratuito con Buron en Anchorage, Schleske ganó su primer título de esquí en México en una carrera celebrada a más de 1.500 millas de la frontera mexicana en la Columbia Británica. Solo había siete personas en la competencia y ella era la única mujer, pero eso no empañó la medalla de oro, que aceptó con un sombrero de gran tamaño en la cabeza y una bandera mexicana en las manos.

Los Campeonatos de Estados Unidos, celebrados este mes en Utah, fueron su séptima prueba de esquí, así como su última oportunidad de orar un Ave María a fin de clasificarse para Pekín.

No le fue bien, ya que Schleske, siete años mayor que cualquiera en el grupo de 123 mujeres, terminó en último lugar en la carrera de 10 kilómetros después de caer por una colina en la primera de las tres vueltas.

Pero terminó.

“Casi tocaba la hierba con mis bastones porque la nieve se estaba derritiendo”, dijo. “Uno de mis esquís entró por el lado equivocado y así... bajé la colina de cabeza. Fue bastante malo.

“Me levanté y me dije: ‘Tengo que seguir’ y traté de hacerlo lo mejor posible”.

Necesitará ese tipo de agallas y determinación si espera hacer realidad su lejano sueño de convertirse en olímpica dentro de cuatro años en Milán (Italia). Y aunque admite que las probabilidades son muy lejanas, Buron no está dispuesto a apostar contra su pupila.

“Ahora mismo se ve mucho mejor”, dice. “Ya parece una esquiadora de cross-country. [Hace seis meses era alguien que no sabía cómo hacerlo. Su técnica es mejor”.

Karla Schleske stands on a podium holding up the Mexican flag after winning a ski competition
Karla Schleske is pushing to represent Mexico in the Olympics.
(Courtesy Karla Schleske)

“Vamos a ver”, continuó. “Si ella tiene la pasión y la ayuda, tal vez. Tal vez”.

Schleske tiene mucha más confianza.

“Se siente taaaan posible”, dijo en su inglés cantarín, que aprendió como estudiante de intercambio en una escuela secundaria en Seattle, y luego perfeccionó durante largos períodos de entrenamiento en Ottawa y Phoenix. “Me veo totalmente en los Juegos Olímpicos. He [avanzado] en meses. ¿Ahora con años? Oh, Dios, como que sí”.

Si se ve a sí misma en los Juegos Olímpicos de Invierno a un mes de cumplir 44 años, ¿qué pasa con las jóvenes de México – y de otros lugares – que la verán por televisión? Ese es el pensamiento que ayudó a Schleske a volver a subirse a sus esquís y terminar esa carrera en Utah.

Ganar, después de todo, es fácil. Superar la adversidad es lo que te convierte en un campeón.

“En mi país y en mi cultura, puedes hacer lo que quieras”, dijo. “Solo tienes que esforzarte, tienes que seguir trabajando por ello. Pero no puedes [decir] ‘Está muy lejos. Me voy a rendir’. Para marcar la diferencia, para poder hacerlo, hay que seguir adelante”.

Sobre todo, porque Schleske tiene el tiempo y la marea de su lado.

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