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Las lesiones dejan fuera de la gloria olímpica a dos esquiadores, pero también los une

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¿El momento más oscuro de su vida? Ese sería el invierno de 2015 y las semanas en las que se pasaron acostados en la sala de la casa de la familia.

Sarah Hendrickson tomó el sofá, tenía una lesión de rodilla que amenazaba con terminar su carrera como un esquiador de clase mundial.

Su novio, el esquiador estilo libre Torin Yater-Wallace, dormía en la cama que habían armado. Cansados, salió del hospital donde tenía una infección que casi lo mataba.

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La televisión ayudó a que las horas pasaran, pero si les preguntas ahora, no podían ni recordar lo que veían.

Torin Yater-Wallace

Torin Yater-Wallace

(Ezra Shaw / Getty Images)

“Solamente tratabas de vivir el día a día”, recordaba ella.

Un año antes, Hendrickson y Yater-Wallace habían sido los mejores del equipo nacional de Estados Unidos. Eran atletas jóvenes que se esperaba que alcanzaran el podio en los Juegos de Sochi 2014 en Rusia con actuaciones que los llevarían a ser estrellas.

“Pero las cosas no fueron como pensaron”, dijo Yater-Wallace. “Te preguntas por qué pasan las cosas”.

La mala suerte los unió, era como si tuvieran algo en común, algo que no iban a poder entender completamente.

Pero este evento desafortunado también los ayudó a salvarse el uno al otro y a cuidarse hasta recuperarse y volver a subir la montaña. Ahora llegan a los Juegos de Invierno con una visión diferente.

No es una historia de gloria y medallas de oro o patrocinios de mucho dinero. Se trata de perseverancia.

“Creemos que las batallas más grandes son para la gente más fuerte”, dijo Hendrickson. “Bajas la cabeza y sigues”.

En los Juegos Olímpicos de Verano, los corredores pueden romperse un tendón o los jugadores de básquetbol, ocasionalmente se pueden torcer un tobillo. Los Juegos de Invierno son diferentes.

Los esquiadores de descenso arriesgan su vida al bajar la cuesta, mientras que los snowboarders y esquiadores de salto se lanzan en las alturas, muy lejos del frío suelo.

Las lesiones son comunes. Así como las historias de rehabilitación.

“La recuperación no es solo física, sino también social y emocional”, dijo Alex Cohen, psicólogo del Comité Olímpico de Estados Unidos. “No hay duda si dudan en ser los mismos atletas de antes”.

Antes de los Juegos Olímpicos de Invierno en 2014, Hendrickson era el nombre más grande en su deporte, al destacar como adolescente con un campeonato del mundo y ganar una temporada de la Copa Mundial.

Su talento solamente era comparado a su tremenda sonrisa. Se esperaban muchas cosas de la originaria de Utah.

Luego llegó un choque durante un entrenamiento y sufrió una rotura de ligamentos. Se las arregló para llegar a Sochi y tuvo el honor de ser la primera mujer saltadora en un deporte olímpico que había sido limitado solamente para los hombres.

Fue un momento histórico pero Hendrickson dijo, “con mi lesión, era muy frustrante”.

Yater-Wallace, quien es muy conocido en su familia de surfistas en el Sur de California, creció en Aspen, Colorado, y tenía una historia similar.

El freestyle halfpipe es muy parecido al snowboarding, excepto que es hecho en esquís. Los competidores se doblan y giran en una serie de trucos y son juzgados por la complejidad y amplitud de sus maniobras.

Ganador de los X Games como adolescente, Yater-Wallace estaba muy cerca de ser una super estrella, con un cabello rebelde y su look relajado, parecía perfecto para este deporte.

“Creemos que las batallas más grandes son para la gente más fuerte”

— Sarah Hendrickson, esquiadora

Pero al igual que Hendrickson, se lesionó poco antes de las Olimpiadas y sufrió de un colapso de pulmón y costillas fracturadas. Sochi fue una decepción pues no pudo llegar a la final.

Entonces, Hendrickson y él comieron pizza—y ese fue su primera cita.

“Todo mundo pensaba que los dos íbamos a ganar”, dijo.

De regreso a casa, los problemas continuaron. Hendrickson se volvió a lesionar la rodilla en el invierno de 2015, Yater-Wallace comenzó a sufrir de dolor abdominal. El dolor lo envió al hospital, donde le revelaron exámenes que una forma de estreptococos había infectado su vejiga y había causado un problema en el hígado.

Su salud se deterioró rápidamente, los doctores lo colocaron en coma inducido por más de una semana. Hendrickson se mantuvo en su cama en el cuidado intensivo, durmiendo en el cuarto en algunas noches.

En algún momento, las enfermeras sugirieron que mantuviesen a la familia inmediata muy de cerca.

“El verlo en el hospital casi muerto por ocho días fue lo peor que pudiera imaginarse”, indicó.

Cuando su condición finalmente se estabilizó, ella se internó para una cirugía de rodilla.

Yater-Wallace se considera un tipo que prefiere ver el vaso medio lleno. Esa característica tiene orígenes inesperados.

Su padre, Ronald Wallace, se declaró culpable de fraude en un caso relacionado a ventas de vinos exclusivos. Su mamá, Stace, estaba combatiendo cáncer.

“Si estás molesto todo tiempo, no va a mejorar”, dijo. “He aprendido a ser optimista”.

¿El tiempo en cuidados intensivos? Las múltiples cirugías que tuvo Hendrickson? ¿Él lo prefiere ver del lado positivo y dice que la adversidad “los unió. Fue una forma de tener algo en común”.

Hendrickson no es tan positiva. “Yo soy la negativa en la relación”, dijo.

Se mudó a la casa de sus papás en Utah, convirtió la sala en su fortaleza de rehabilitación, y se necesitaron el uno al otro.

Tal vez no hubiera importado que él estuviera un poco más contento mientras ella lloraba. Cuando escuchas a ellos recordar el momento, algo es muy claro.

Él se preocupaba de ella. Ella se preocupaba de él. Eso les ayudó a ver más allá de sus propios problemas.

“El tener a alguien ahí”, dijo. “Es mejor que estar sentado, solo, no sabiendo cuando esto iba a terminar o cuando tendrás mejor fortuna”.

Veían televisión mientras recuperaban fuerzas, siempre caminando juntos. Eventualmente, los dos se fueron al gimnasio.

Yater-Wallace progresó más rápido y comenzó a sentir la urgencia de esquiar, pero aún tenía tubos que le habían insertado en su abdomen. Los doctores le dijeron que si lo quitaban antes de tiempo podría incrementar las posibilidades de otra infección.

Pero eso no iba a detener a Yater-Wallace. Ni cerca estuvo.

Tres meses después de dejar el hospital, quedó en quinto puesto en los X Games de 2016 en Aspen.

“Fue su decisión y ya está grande para tomar esa decisión. Así funcionamos. Nos apoyamos el uno para el otro”, dijo Hendrickson.

Este mes pasado fue uno bueno.

Su tercer puesto en el Toyota U.S. Grand Prix en enero aseguró un lugar para Yater-Wallace en el equipo de Estados Unidos. La semana siguiente, el muchacho de 22 años obtuvo medalla de bronce en los X Games.

Los resultados sólidos lo convierten en un favorito para alcanzar el podio en Pyeongchang. Al recodar los últimos cuatro años, lo menciona como “un viaje increíble”.

Hendrickson clasificó en las eliminatorias del equipo de Estados Unidos, donde realizó un gran salto y lanzó las manos al cielo mientras llegaba a la parte baja del cerro.

Sus esperanzas en Corea del Sur no son tan buenos. Tres años y cuatro cirugías de rodilla han pasado desde que la muchacha de 23 años quedó entre las mejores tres en una competición internacional.

Pero ella tiene paz.

“Desde luego que entrené todos los días porque quería ganar una medalla”, dijo. “Pero no quiero tener metas para que no me decepcione”.

Sus perspectivas reflejan un cambio, algo que Yater-Wallace y ella han adoptado. Tiene poco que ver con la actitud del “todo o nada” que muchos atletas toman.

“Pase lo que pase en las Olimpiadas, estoy contenta por lo que tengo, y de dónde he venido”, expresó.

Esta vez quieren estar saludables, y quieren dar todo de sí mismos.

Es una mentalidad que han adoptado gracias a las adversidades. Como diría Yater-Wallace: “la vida como que te da lecciones”.

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