Anuncio

Un año después: El impredecible legado de la caravana de migrantes

Carlos Jefferson, de 12 años, originario de Honduras, trabaja en matemáticas mientras él y otros niños estudian en el hogar en Tu Casa, un refugio para migrantes centroamericanos, en Tijuana, México, el jueves 14 de noviembre de 2019.
(Hayne Palmour IV/The San Diego Union-Tribune)

Las caravanas masivas que llegaron a Tijuana el año pasado provocaron cambios duraderos en la política de inmigración de Estados Unidos y México.

Share

Las imágenes y las historias cautivaron la atención del mundo.

Una cansada niña de 4 años se derrumbó en el suelo, llorando, con sus pequeñas piernas incapaces de llevarla un paso más.

Miles de centroamericanos, cada uno con su propia historia personal, muchos de ellos de Honduras y huyendo de la violencia de las pandillas, se reunieron en la base de una valla alta y amarilla en la frontera con México en Tecún Umán, Guatemala, listos para derribarla. La multitud se extendía por la carretera hasta donde podía verse.

Miles de migrantes hondureños cruzan la frontera hacia México, en Tecún Umán, Guatemala, el jueves 18 de octubre de 2018. Los migrantes rompieron las puertas en el cruce fronterizo y comenzaron a correr hacia un puente en México. Después de llegar a la cerca alta de metal amarillo, algunos se subieron a ella y a jeeps militares donados por Estados Unidos. Los jóvenes comenzaron a tirar violentamente la barrera y finalmente lograron derribarla.
Miles de migrantes hondureños cruzan la frontera hacia México, en Tecún Umán, Guatemala, el jueves 18 de octubre de 2018. Los migrantes rompieron las puertas en el cruce fronterizo y comenzaron a correr hacia un puente en México. Después de llegar a la cerca alta de metal amarillo, algunos se subieron a ella y a jeeps militares donados por Estados Unidos. Los jóvenes comenzaron a tirar violentamente la barrera y finalmente lograron derribarla.
(Oliver de Roos / AP)
Anuncio

Un año después, algunas de esas imágenes e historias icónicas no pueden ser olvidadas, a pesar de que la gente en la caravana que llegó a Tijuana el 19 de noviembre de 2018 se ha dispersado en diferentes direcciones del mundo: algunos haciendo vidas vacilantes y frágiles en Estados Unidos; otros de vuelta en Honduras; algunos más trabajando y viviendo en Tijuana; todavía esperando su oportunidad de alcanzar el sueño americano.

“Todavía tengo fe en que me llegará la oportunidad de ganarme la vida”, dijo David Enamorado, un hondureño de 22 años que llegó a Tijuana en noviembre pasado. Trabajando el año pasado durante 12 horas por noche en una maquiladora o fábrica cercana, Enamorado aseguró que está esperando su turno para hacer una solicitud inicial de asilo en Estados Unidos.

Dijo que no puso su nombre en la gigantesca lista de espera de Tijuana para acercarse a las autoridades fronterizas de Estados Unidos cuando llegó por primera vez.

David Enamorado, de Honduras, barre en un patio de Su Casa, un hogar para migrantes centroamericanos, en Tijuana, México, el jueves 14 de noviembre de 2019.
David Enamorado, de Honduras, barre en un patio de Su Casa, un hogar para migrantes centroamericanos, en Tijuana, México, el jueves 14 de noviembre de 2019.
(Hayne Palmour IV/The San Diego Union-Tribune)

“Esperaba encontrar un patrocinador primero en Estados Unidos porque ninguno de mis familiares (allí) me ayudará”, manifestó Enamorado, quien relató que un hombre le sacó un cuchillo en Honduras, se lo puso en la garganta y amenazó con matarlo por ser gay.

Enamorado dijo que todavía espera encontrar un patrocinador en Estados Unidos, alguien que le asegure al gobierno de Estados Unidos que seguirá compareciendo en sus audiencias de asilo y que lo apoyará financieramente a medida que su caso avance a través de los tribunales.

David Enamorado, de Honduras, en Tu Casa, un hogar para migrantes centroamericanos, en Tijuana, México, el jueves 14 de noviembre de 2019.
(Hayne Palmour IV/The San Diego Union-Tribune)

La notoriedad de las caravanas de 2018 y 2019 que llegaron a esta región fue alimentada en parte por la atención del presidente Donald Trump, quien lo tuiteó regularmente, mientras se dirigían hacia el norte a través de México antes de las elecciones de mitad de periodo del 6 de noviembre de 2018 en Estados Unidos.

Trump etiquetó a la gente en la caravana como “invasores” y desplegó soldados estadounidenses en la frontera, presagiando una confrontación que se preparó durante semanas antes de que los agentes de la frontera de Estados Unidos desplegaran gas lacrimógeno sobre los solicitantes de asilo en Tijuana el día después de Día de Acción de Gracias.

El gobierno de Trump hizo cambios radicales en el sistema de asilo de Estados Unidos en respuesta a las caravanas de migrantes. Muchas de las iniciativas siguen siendo impugnadas en los tribunales. Como resultado, México también ha cambiado su enfoque de la inmigración. Recientemente utilizó su Guardia Nacional para impedir que una caravana de unas 2.000 personas, en su mayoría procedentes de África, viajara hacia el norte.

“Ya se están escribiendo tantos artículos de opinión en México y comentarios en la televisión que dicen que México se ha convertido esencialmente en el muro de Estados Unidos. En lugar de cumplir con la promesa de Donald Trump de hacer que México pague por el muro, México es el muro para EE.UU y esencialmente evitará que los migrantes lleguen a través del país”, dijo a Bloomberg News en junio de 2019 Duncan Wood, el director del Instituto de México en el Wilson Center.

Los impactos de largo alcance de la caravana difícilmente podrían haber sido predecibles cuando los centroamericanos comenzaron su viaje.

El 13 de octubre de 2018, el grupo original de cerca de 1.000 personas partió de San Pedro Sula, Honduras, “con nada más que una maleta llena de sueños”, informó el diario en español El Heraldo. Miles de personas se unieron a ellos a medida que la caravana crecía en número y se desplazaba hacia el norte.

Muchos dirían más tarde que dejar su hogar era una cuestión de vida o muerte.

“No voy a dejar este mundo por falta de lucha. Voy a luchar por mi vida”, dijo recientemente un migrante de Guatemala al San Diego Union-Tribune.

Otros querían llamar la atención del mundo sobre la violencia y la opresión a la que se enfrentaban en el Triángulo centroamericano de Honduras, Guatemala y El Salvador. Algunos querían destacar la opresión a la que se enfrentan los migrantes de otros países cuando huyen para salvar sus vidas, un objetivo que, según los expertos, han logrado en gran medida.

“Hay niños enfermos aquí, tenemos frío y hambre”, dijo Carlos López el año pasado. López, un hondureño, dirigió a un grupo al cruce fronterizo de El Chaparral el Día de Acción de Gracias en 2018. En ese momento, manifestó que era inapropiado albergar a las mujeres y los niños afuera en el barro, dentro del refugio improvisado Benito Juárez en Tijuana.

“El mundo entero está observando lo que está sucediendo aquí”, dijo.

TIJUANA, 22 de noviembre de 2018 | Una línea de policías federales mexicanos cerca de la frontera entre México y Estados Unidos en Tijuana, México, el jueves, detienen a los migrantes que marcharon desde un refugio hasta el paso fronterizo para solicitar asilo en EE.UU, con una bandera hondureña, mexicana y estadounidense.
TIJUANA, 22 de noviembre de 2018 | Una línea de policías federales mexicanos cerca de la frontera entre México y Estados Unidos en Tijuana, México, el jueves, detienen a los migrantes que marcharon desde un refugio hasta el paso fronterizo para solicitar asilo en EE.UU, con una bandera hondureña, mexicana y estadounidense.
(Hayne Palmour IV / San Diego Union-Tribune)

A través de toda la desesperación y las duras condiciones, algunos de los momentos más inolvidables fueron los de la ternura, la comunidad y una resistencia sin igual en medio de circunstancias aparentemente agobiantes.

Estaba el barbero que se instaló en El Barretal, un espacio para eventos vacío en las afueras de Tijuana que se convirtió en un refugio.

Y una bandera blanca señalando la paz que ondeaba frente a las marchas de la caravana hacia la línea en el punto de entrada de El Chaparral, al otro lado de San Ysidro.

Las parejas se enamoraron y las personas de la comunidad LGBTQ dijeron que encontraron aceptación por primera vez en sus vidas.

Incluso la semana pasada, grupos de niños migrantes centroamericanos, algunos de tan sólo 3 años de edad, se organizaron en aulas temporales en un refugio de Tijuana. Se sentaron en círculo el jueves, enseñándose unos a otros lo que recuerdan de matemáticas en ausencia de un sistema formal de escolarización durante el año pasado.

Yenni López, una emigrante de 32 años de Honduras, arribó al norte con la caravana que llegó a Playas de Tijuana en octubre de 2018, justo antes de que viniera el grupo más numeroso. Era un viaje que ya había hecho varias veces antes.

López, miembro de la comunidad LGBTQ, es ahora directora del refugio Tu Casa en Tijuana. Antes de la caravana del año pasado, dijo que hizo el viaje de más de 4.000 millas a Tijuana desde San Pedro Sula tres veces, comenzando cuando tenía 14 años.

Cada vez que fue deportada de Estados Unidos por entrar ilegalmente, dijo que saldría de Honduras al día siguiente para regresar a la frontera entre EE.UU y México. Manifestó que, como mujer lesbiana y ahora defensora de los migrantes, teme que la maten en casa.

Yenni López, de 33 años, de Honduras, se encuentra en Su Casa, un hogar para migrantes centroamericanos que ella ayuda a dirigir, en Tijuana, México, el jueves 14 de noviembre de 2019.
(Hayne Palmour IV/The San Diego Union-Tribune)

Al conocer bien el viaje, López dijo que ayudó a los miembros de la caravana 2018 a llegar a la frontera con Estados Unidos.

“Les daba ánimos y les decía: ‘¡Vamos!’ Sólo te queda un poco más”, relató.

Durante un viaje anterior, se convirtió en la mejor amiga de una mujer transgénero llamada Roxana.

“Éramos como hermanas. Compartíamos el mismo plato de comida. Estábamos tan cerca”, recordó López. Esta semana, López miró las fotos en su teléfono donde aparecen ella, Roxana y otros que se unieron mientras hacían su viaje a Tijuana.

Su amiga Roxana murió en la agencia de Inmigración y Aduanas en mayo de 2018 por complicaciones asociadas con el VIH. Una autopsia independiente realizada días después de que la caravana más grande llegara a Tijuana en noviembre de 2018, encontró que Roxana había sufrido una “hemorragia profunda de los tejidos blandos y los músculos sobre sus costillas”.

López dijo que el destino de su amiga la lleva a seguir luchando para que la gente entienda la difícil situación de los migrantes en todo el mundo.

Alfonso Guerrero Ulloa es el migrante hondureño que causó un alboroto el año pasado al marchar al Consulado de Estados Unidos en Tijuana y entregar una carta que sugería que EE.UU debía pagar 50 mil dólares a cada persona para que regresara a su país de origen. Dijo que todavía está en el sur de México, esperando una respuesta de Estados Unidos a su demanda.

“La única respuesta que obtuve de esa carta fue que me arrestaran y me mantuvieran prisionero. Esa fue la única resolución que logré”, dijo Guerrero esta semana. No quiso revelar su ubicación exacta, pero aseguró que aún estaba en México.

Guerrero dijo que aunque en su carta planteó cuestiones importantes que aún no han sido respondidas, como el papel de Estados Unidos en la crisis humanitaria de Honduras, no se arrepiente. Manifestó que EE.UU prometió miles de millones de dólares en inversiones para el desarrollo de América Central, junto con México.

Además, la caravana logró llamar la atención de los medios de comunicación estadounidenses sobre la corrupción en el gobierno hondureño, dijo.

Al señalar la cobertura nacional del juicio por narcotráfico de Tony Hernández, hermano del presidente de Honduras, arrestado en noviembre de 2018, Guerrero dijo que logró algunos de sus objetivos.

Pero esa cobertura nacional no cambió completamente los corazones y las mentes de todos.

Paloma Zúñiga, ciudadana estadounidense y mexicana, se convirtió en la cara de la oposición a la caravana de migrantes en Tijuana, vendiendo sombreros rojos con el lema “Haz que Tijuana sea grande de nuevo”.

Un año después, aseguró que sus puntos de vista sobre la caravana de migrantes se han suavizado un poco.

“Fue muy impactante”, dijo, y estuvo de acuerdo en que causó cambios duraderos.

“De hecho, llegamos a conocer a una gran cantidad de inmigrantes. Muchos de ellos son buena gente. Conocí a bastantes personalmente en los albergues”, dijo Zúñiga, quien aseguró que sigue en contacto con unas cuatro personas que conoció el año pasado en Tijuana.

Ella relató que está criando un cachorro labrador negro que un hombre trajo de Honduras y que ya no podía cuidar en los refugios. El cachorro, llamado TJ Chapulin, ahora pesa más de 100 libras, manifestó.

Aunque Zúñiga admitió que su opinión sobre algunos de los migrantes que llegaron a Tijuana el año pasado cambió un poco, todavía no está de acuerdo con lo que están tratando de hacer, que describió como “usar Tijuana como trampolín para llegar a Estados Unidos”.

“Le demostramos al resto de México que no íbamos a permitir que eso sucediera”, dijo.

Para la gente que todavía espera en México o en Estados Unidos, la vida permanece en el limbo como cuando llegaron por primera vez a Tijuana hace un año.

Michel, un migrante que llegó a San Diego, dijo que todos los días se preocupa de si podrá mantener su trabajo en un restaurante y dónde puede vivir a largo plazo, después de que se resuelva su caso de asilo. Se negó a dar su apellido por temor a que hablar con los medios de comunicación perjudicara sus posibilidades de asilo.

“Me despierto todos los días y le doy gracias a Dios que tengo esta oportunidad. Dios me ha bendecido. Estoy agradecido por aquellos que nos han apoyado a lo largo del camino”, dijo Michel.

En Tijuana, Israel Greñaldo Silva de El Salvador también está rezando. Sus oraciones son por la vida de su hijo no nacido, que está a punto de nacer.

Silva y su pareja, que no querían ser identificados, fueron el jueves a un hospital de Tijuana para recibir atención prenatal, pero dijeron que los rechazaron. Esperan que cuando comience el trabajo de parto alguien les ayude a dar a luz en un hospital o centro médico.

“¿Mi mayor esperanza? Sólo quiero que tenga la oportunidad de nacer y envejecer”, dijo Silva.

Yenni López, de 33 años, toca el estómago de una mujer embarazada de Guatemala mientras está fuera de Tu Casa, un hogar para migrantes centroamericanos, en Tijuana, México, el jueves 14 de noviembre de 2019.
(Hayne Palmour IV/The San Diego Union-Tribune)
Anuncio