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OPINIÓN: Una reunión inoportuna

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En varias ocasiones, en las últimas semanas, el presidente mexicano ha dicho que propuso reunirse con Trump en un futuro inmediato. No se ha establecido ni la fecha ni la agenda específica de la reunión, vaya, ni siquiera el lugar, pero todo parece indicar que la propuesta de AMLO se da en el marco de la ayuda estadounidense.

Esa ayuda se relaciona con la adquisición de ventiladores para hacer frente a los efectos de la pandemia del coronavirus, los acuerdos sobre reducción de producción petrolera y el apoyo estadounidense a la posición mexicana y la inminente entrada en vigor del nuevo tratado comercial de Norteamérica. Casi explícitamente es una reunión de agradecimiento de AMLO a Donald Trump. Creo que México tiene todo que perder en esa reunión y nada que ganar. Sería un grave error.

En Estados Unidos habrá elecciones presidenciales a principios de noviembre de este año. Desde hace meses, todos los actores políticos de ese país y particularmente Donald Trump están en campaña electoral tratando de capitalizar políticamente a su favor todo lo que ocurre, incluida la pandemia. Ese ambiente sólo se incrementará en los próximos meses y pensar que Trump dejará pasar la oportunidad de aprovechar esa reunión para su campaña de reelección y que nada más se tratará de la junta de dos jefes de estado de países vecinos, socios y amigos es de una ingenuidad que ninguno de los involucrados tiene.

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El escenario ni siquiera es nuevo. Los mexicanos no olvidamos, y actores relevantes del Partido Demócrata tampoco, aquella reunión de agosto de 2016 entre el entonces candidato Donald Trump y el entonces presidente mexicano Enrique Peña Nieto. Aparentemente se pactó específicamente no hablar del tema del muro en la frontera México-Estados Unidos y menos aún de la insistencia del candidato estadounidense de que México pagara ese muro.

Evidentemente, ante la primera pregunta de los reporteros, en la conferencia conjunta que siguió al encuentro, Donald Trump retomó el tema del muro. Para muchos, en ambos países, México “se puso de tapete” para que Trump fortaleciera su campaña y se prestó a que el candidato apareciera como “presidenciable”, defendiendo los intereses de Estados Unidos, según la interpretación de varios medios estadounidenses.

México no ganó absolutamente nada. Donald Trump insistió y aún lo hace, en el tema del muro y de que sería pagado por México. Tanto, que Peña Nieto se vio obligado a reaccionar y negar que México pagaría el muro e incluso se canceló una reunión oficial entre ambos ya siendo Trump presidente.

Para Peña Nieto, a pesar de que su invitado ganó las elecciones, el golpe fue mortal. Tuvo que hacer a un lado a su colaborador más cercano quien había planeado la reunión, hizo cambios en su gabinete y casi tuvo que reconocer que la invitación y la reunión fueron un error político. Para muchos analistas se permitió una humillación a México en la mismísima residencia oficial mexicana.

AMLO ha perdido muchas cosas, pero no creo que haya perdido aún la sensibilidad política. A pesar de que en campaña prometió que no dejaría pasar un solo insulto de Trump, como presidente ha dejado claro que nada lo llevará a confrontarlo, ni los insultos. Ha dicho hasta el cansancio, como argumento central y casi único de su pasividad, que no se meterá en asuntos internos de Estados Unidos. Me resulta difícil creer que no se dé cuenta que esa reunión es la definición funcional más clara de meterse de lleno en el proceso electoral estadounidense.

No es difícil predecir lo que ocurrirá y cual será la lectura de ese encuentro. Trump, que aparentemente en su campaña de reelección tendrá un discurso aún más agresivo que el de su primera campaña, particularmente contra la inmigración y la porosidad de la frontera con México.

Trump usará la reunión para dejar claro frente a su base electoral y a la sociedad estadounidense que México es su subordinado y que gracias a eso obtiene de ese país lo que más le conviene a Estados Unidos, y hasta tratará de convencer que el gobierno de AMLO con sus 27 mil elementos de la guardia nacional, de facto, está pagando el muro, tal y como lo prometió en su primera campaña. Todo eso ocurrirá con AMLO de testigo presencial.

Si todo quedara como una anécdota entre los dos personajes el asunto no sería tan grave. Sin embargo, casi bajo cualquier escenario, México resultará perdedor. Si Trump gana, más allá de las palmaditas en la espalda a AMLO y a su canciller, tomará medidas para, en su lógica, proteger a los estadounidenses de una frontera por la que entran al país sus enemigos, los inmigrantes y quienes ocupan los empleos que deben ser para los estadounidenses, sobre todo con la tasa de desempleo que dejará la pandemia. Y para ello atacar a México le resulta políticamente rentable.

Si ganan los demócratas, AMLO y sus funcionarios tendrán muy poca capacidad de interlocución con el nuevo gobierno de Estados Unidos. ¿Qué necesidad? Estoy seguro de que algunos de sus colaboradores cercanos le dicen a AMLO que esa reunión no es ni necesaria ni oportuna, que México no ganará nada y que sí puede perder, ¿ni en algo tan obvio les hará caso?

Jorge Santibáñez , presidente de Mexa Institute

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