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‘Algo no está bien’: Las protestas por George Floyd impulsan a los estadounidenses blancos a pensar en sus privilegios

El asesinato de George Floyd a manos de la policía y las consiguientes protestas han hecho que los estadounidenses blancos se enfrenten al racismo con más vigor que en ningún otro momento de la historia reciente.

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Mike Sexton es blanco y republicano, vive en un suburbio próspero de Fort Worth, donde muchos vecinos respaldan al presidente Trump y algunos trabajan en la policía. La ira brota en su voz cuando dice que George Floyd, un hombre negro, fue “básicamente linchado”.

Shawn Ashmore es políticamente independiente y vive cerca, en el este de Dallas. Ahora usa el asesinato de Floyd para enseñar a sus hijos pequeños lecciones incómodas acerca de los privilegios que disfruta su familia por el hecho de ser blancos, como por ejemplo nunca temerán por sus vidas durante un encuentro con la policía, tal como le ocurre a algunos hombres negros.

Lisa Joakimides vive en la zona rural del norte de California y se considera una demócrata bien intencionada. Después de la elección de Barack Obama, en 2008, Joakimides, que es blanca, se convenció de que Estados Unidos finalmente estaba haciendo las paces en su historia de maltrato a los negros. Pero cuando se arrodilló para honrar a Floyd en una manifestación realizada a principios de junio, se preguntó cómo podía haber sido tan ingenua.

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El asesinato del hombre negro en Minneapolis, capturado en videos de testigos que muestran al entonces oficial Derek Chauvin con su rodilla sobre el cuello de Floyd, impulsó a los estadounidenses blancos a denunciar el racismo contra los afroamericanos con más vigor que en cualquier momento histórico reciente, y está provocando que muchas personas blancas piensen más profundamente sobre el color de su piel.

¿Por qué ahora? La profesora de sociología con sede en Chicago Jacqueline Battalora cree que después de tres agotadores meses de aislamiento social y agitación económica provocada por la pandemia de COVID-19, el asesinato de Floyd fue otro golpe a las ilusiones de seguridad que muchos blancos albergan sobre EE.UU.

“La policía es justa; las instituciones son justas: los blancos han estado muy contentos de creer esas cosas”, señaló Battalora, una ex policía y autora de “Birth of a White Nation: The Invention of White People and Its Relevance Today” (El nacimiento de una nación blanca: La invención de los blancos y su relevancia hoy). “Lo que esto indica es que una buena parte de los blancos ahora tienen cierto reconocimiento de que algo no está bien”.

A Sexton, Ashmore y Joakimides, el asesinato de Floyd y los estallidos de ira los obligaron a ver que las expresiones de simpatía y las muestras de solidaridad con los negros son sólo el comienzo. Estados Unidos no modificará sus formas racistas, dicen, a menos que los blancos también usen este período de protesta y reflexión para cambiar.

Lo diferente esta vez, remarcó Sexton, es que los blancos tienen una mejor idea de dónde proviene esa indignación y de lo aislados que están de las injusticias raciales que la provocan.

Sexton, de 45 años, no puede quedarse al margen del movimiento de protesta, ni rehuir la conversación nacional sobre el racismo y la brutalidad policial, simplemente porque vota por los republicanos en lugar de ser demócrata. “No es derecha versus izquierda”, reflexionó. “Es lo correcto versus lo incorrecto”. Sexton reconoció que la discriminación racial no es un tema que pasará inadvertido para él. Cada persona negra que conoce le contó historias de ser perseguido y detenido sin motivo por la policía.

Pero el video del asesinato de Floyd, que lo muestra gritando “No puedo respirar” y llamando a su madre fallecida, hizo que Sexton se diera cuenta de la impotencia y el pánico total que la gente negra a menudo experimenta en presencia de oficiales. Es una locura, agregó, que le haya tomado tanto tiempo a él y a otras personas blancas comprender de forma total el horror de la brutalidad policial, “pero no lo habríamos entendido si no fuera por el video”. “Ahora, estamos escuchando”, dijo.

Sexton, quien es vendedor, organizó recientemente una concentración para pedir más responsabilidad policial en un estacionamiento de una preparatoria cerca de donde vive, en Grapevine, Texas. Atrajo a unos 200 manifestantes, la mayoría de ellos blancos.

Al evento asistieron miembros del clero y el jefe de policía de Grapevine, Mike Hamlin. Uno de los oradores fue un partidario de Trump. Una adolescente negra le dijo a la multitud que tenía miedo de traer niños al mundo porque temía no poder protegerlos de la policía o del racismo en el país. “Eso me partió el corazón en mil pedazos”, confesó Sexton.

Después de semanas de protestas, las opiniones sobre la violencia policial parecen estar cambiando, pero todavía hay una gran brecha entre los blancos y los negros sobre si el tema representa una crisis nacional.

Según una encuesta de AP-NORC realizada a mediados de junio, menos de la mitad de los encuestados blancos, el 39%, cree que la violencia policial contra el público es un problema extremo o muy grave, en comparación con el 80% de los encuestados negros.

Esos números mostraron una disminución del abismo entre la forma en que los estadounidenses blancos y negros ven el tema. El mismo sondeo se realizó en las primeras etapas del movimiento Black Lives Matter, en 2015, y entonces sólo el 19% de los blancos contestó que la violencia policial era un problema grave o extremo, en comparación con el 73% de los negros.

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“El tema creó una apertura para los blancos”, señaló Battalora, sobre el asesinato de Floyd. “Pero eso es diferente de decir que ‘lo entendemos’. Eso será más bien un proceso”.

Queda por ver si el espectáculo reciente de personas blancas tomadas de las manos para proteger a los manifestantes negros de la policía antidisturbios, o de aquellos que se sumaron al derrocamiento de monumentos de soldados confederados y esclavistas, representa realmente un punto de inflexión.

“Son momentos históricos en los que la nación puede inclinarse de una manera u otra”, reflexionó Clayborne Carson, un estudioso de derechos civiles en la Universidad de Stanford. “Pero hay que preguntarse: ¿por qué tardó tanto?”, agregó Carson, director fundador del Instituto de Investigación y Educación Martin Luther King Jr. y asesor principal en “Eyes on the Prize”, la serie de la televisión pública sobre el movimiento por los derechos civiles. “George Floyd no fue el primer hombre negro asesinado por la policía”.

Carson era un activista estudiantil en la década de 1960 en Watts, por entonces una comunidad muy negra, y vio de primera mano cómo los disturbios por la brutalidad policial resultaron en una reacción ansiosa de los blancos, muchos de los cuales se volcaron en masa hacia políticos de “la ley y el orden” como Ronald Reagan y Richard Nixon, quienes prometieron tomar medidas enérgicas contra los manifestantes. “Uno esperaría que la gente vaya en una dirección más positiva y progresista, pero también hay un elemento fuerte en la historia estadounidense de subirse a la ola del resentimiento hacia quienes presionan por el cambio”, señaló. “Esa es siempre la elección política. ¿Usted vota por miedo alimentado por el racismo, o vota por la esperanza de que las cosas mejoren? El miedo es poderoso”.

Como padre que crió a dos niños en Dallas, una ciudad con su propia historia de tensión racial y violencia policial fatal, Ashmore, de 38 años, se enfoca en asegurarse que sus hijos no crezcan con miedo o sospecha de los negros.

Muchos padres negros tienen con sus hijos “la charla” para enseñarles cómo mantenerse a salvo cuando se encuentran con la policía. Ashmore enfrenta un desafío diferente con sus pequeños, de seis y ocho años, al explicarles cuán equivocado es que sus compañeros de clase negros no vivan en un mundo tan justo y seguro como en el que ellos viven.

“Se nos dan muchas cosas por el color de nuestra piel”, recordó Ashmore haberle dicho a sus hijos. “Mamá y yo tratamos de asegurarnos de no usar nuestras ventajas para dañar a otras personas”. “Si lo hacemos”, les dijo, “estamos equivocados”.

El asesinato de Floyd colmó a Ashmore de tristeza, ira y dudas, y sigue pensando en la expresión indolente en el rostro del oficial mientras se arrodillaba sobre el cuello de Floyd. “Los ojos”, dijo. “Parecía tan de sangre fría, sin sentimientos”.

Ashmore no puede imaginar tratar a alguien negro de esa manera. “Soy una buena persona; no puedo ser racista”, se ha dicho a sí mismo en el pasado, y sabe que otros blancos también las dicen. “¿Pero, habrá partes de mí, enterradas en algún lugar que he mantenido guardadas?”, ha pensado para sí mismo. “¿Cuáles son mis puntos ciegos como hombre blanco? ¿Qué estoy silenciando?”.

Ashmore aprendió que puede ser un buen hombre, un gran padre y aspirar a hacer del mundo un lugar mejor, pero aún así beneficiarse de un sistema racista que valora más su vida que la de los hombres, mujeres y niños negros capturados en esas escenas desgarradoras de maltrato y muerte. “Estamos pasando por un análisis serio”, remarcó, sobre el autoexamen entre los blancos.

Ese conflicto interno, entre pensar en uno mismo como alguien decente y reconocer la posibilidad de poder estar contribuyendo a la injusticia racial de alguna manera, hizo sentir desilusión a Joakimides. “Es difícil verse a sí mismo como parte del problema cuando has pasado toda tu vida tratando de no serlo”, reconoció esta chef en el pueblo de Point Arena, en el norte de California, situado en un área de playas del Pacífico azotadas por el viento y bosques de secoyas, a unas tres horas en coche al norte de San Francisco.

En el lado este y en el condado de Orange, los latinos de larga data hacen guardia en las tiendas y en sus vecindarios para evitar posibles saqueos y vándalos durante los disturbios civiles.

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Ella fue una de las dos docenas de manifestantes -casi todos blancos- que agitaron letreros y se reunieron al lado de la Autopista 1, en la cercana ciudad de Gualala. Todos querían mostrar su solidaridad con quienes, en todo el país, exigían el fin de la brutalidad policial, a pesar de vivir en un rincón remoto donde las personas negras son pocas.

Con una mascarilla para protegerse del COVID-19, Joakimides contuvo las lágrimas y miraba solemnemente al suelo. Sostenía un letrero de cartón destinado a cualquiera que todavía no esté convencido de que se puede ayudar a superar el racismo: “Sé un aliado. Conviértete en la solución”. Todo lo que pudo decir sobre el asesinato de Floyd fue: “Estoy horrorizada”. “Pensé que estábamos progresando hacia la igualdad”, dijo, y dejó escapar un largo suspiro. “Pero las cosas siguen sucediendo”.

Incluso como una progresista que siente que está en el lado correcto de la historia al apoyar los esfuerzos para abordar el cambio climático, el acoso sexual y la vigilancia racista, Joakimides sabe que ella también debe ser más honesta con sí misma sobre lo que significa ser blanca en Estados Unidos. “Es muy fácil acostumbrarse al privilegio de una vida segura”, dijo Joakimides, de 57 años. “Es hora de reconocer mi privilegio y usarlo para combatir la opresión”.

A Sexton, el vendedor de Texas, lo alienta que tanta gente blanca en su comunidad pareciera sentirse tan apasionada por detener la brutalidad policial como él. Pero también ha visto mensajes despectivos en Facebook sobre sus esfuerzos, incluida una publicación de un detractor que escribió “Las vidas de los blancos importan” en respuesta. Aún así, se mantiene firme en que los conservadores blancos como él deben mirar más allá de las burlas y los comentarios racistas dentro de sus propias filas, y hacer su parte.

Al igual que Ashmore, entiende que el cambio no comienza en los pasillos del gobierno y en los departamentos de policía, sino en el hogar. Sexton habla con orgullo de su hijo de 11 años, Tyler, quien estuvo a su lado en la manifestación con un letrero que él mismo había hecho para expresar su indignación, con una referencia al tiempo que el oficial dejó presionada su rodilla sobre el cuello de Floyd. La pancarta decía: “No debería tomar ocho minutos y 46 segundos para comprender que las vidas negras son importantes”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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